Doña Ifigenia


                                       Doña  Ifigenia

 De lo que Doña Ifigenia le escuchó a su madre 

Doña María Josefa y le narró a su nieto 

Julio Argentino. 

 

  

 

La Casona.  

I  

 

A finales de la década de 1940 la calle Lavalle al 200, entre Belgrano y San Martín en la ciudad de San Salvador de Jujuy, ofrecía casas antiguas venidas algunas de la mismísima colonia. Una de ellas edificada en el siglo XVII, ostentaba paredes gruesas de adobes, jadeantes puertas y rejas forjadas con la fragua y el martillo, al igual que las bisagras y cerraduras; atrancaban por lo alto un enjambre de troncos trabajados con azuelas, caña y torta de barro, finalmente, en hechura posterior, fue rematado con tejas chunqueras. Aquel ícono histórico fue modificado parcialmente a fines de 1930 y demolido sin piedad por los “inversores inmobiliarios” hijos de los últimos migrantes asiáticos; ahora convertido el caserón en un extenso galpón que luce un frente de vidrieras con una multitud de zapatos izquierdos. Aquella cuadra es la que yo recorría varias veces en una jornada, por los mandados de mi madre al almacén.  

 

Asesinato de Lavalle.  

II  

 

         En la vereda de enfrente, todavía en pie, queda la casa donde fue asesinado Juan Galo Lavalle, de cuya muerte desfilan diversas versiones: una de ellas corrió de boca en boca hasta nuestros días. Se trata de lo que escuchó de su madre (María Josefa Eguren Fernández) doña Florencia Ifigenia Blas Eguren y que transmitió a su nieto Julio Argentino Linares Ovejero y èl a sus siete hijos. Vecina, en la vereda de enfrente, (calle Lavalle 275 actualmente) contó esta señora que al salir de la primera misa de la Iglesia de San Francisco, muy temprano, advirtió un revuelo en la calle y en la residencia propiedad del Dr. Bedoya, abogado boliviano por entonces ausente en su país de origen. Ocupada la casa, sin permiso, desde el día anterior por el General unitario en su retirada final, luego de la última derrota y según dijeron acompañado por una hermosa salteña. La señora de la misa, esposa del comerciante español Don Pascual Blas (con su almacén de ramos generales en la esquina próxima de calle Belgrano) quien había provisto, la tarde anterior, de los alimentos destinados a los oficiales recién arribados que acompañaban a Juan Galo. Doña se aproximó al lugar y luego de algunos titubeos, ingresò a la morada, allí vio en la galería que rodea el primer patio y en la esquina más próxima a la entrada, al general tendido en el suelo, muerto, con su camisola blanco ensangrentada y una herida en el cuello, había salido del dormitorio que está a la derecha luego del ingreso y se dirigía al baño ubicado al fondo del patio (desaparecida la letrina del  pozo ciego y el rincón del agua, ahora   transmutado para recibir turistas), cuando un ex soldado  -conocedor de los pasos de Lavalle y la paga ofrecida por su  cabeza- entreabrió la puerta principal esperando el paso del General, llegado el momento disparó en forma certera con un arcabuz. Cuenta la historiografía que el asesino cobró el rescate que ofrecían y terminó también él muriendo tempranamente en un despacho de bebidas en la Ciudad de Salta.  

 

 

                                               La divisa federal.  

                                                              III  

 

         Se despertó temprano con el primer llamado a misa de las campanas franciscanas.  La criada ayuda a vestirse a Doña María Josefa Eguren Fernández, casada con Don Pascual Blas y del Barrio, va superponiendo, como supongo que dictaba la moda, desde lo más profundo de su anatomía: un culote elástico una camisola rematada en puños bordados, vestido invernal marrón sombrío que la cubre hasta los tobillos, un saco negro de lana tejido a mano y un manto purificador  a partir de la cabeza, medias sostenidas con ligas por arriba de las rodillas y zapatos negros abotinados que la ayudante logra calzar con dificultad y ajustar con cordones de difícil tramado. Partió muy temprano desde su casa, a media cuadra de la vieja Iglesia San Francisco, de “La Muy Leal y Constante Ciudad de San Salvador de Jujuy”. En la entrada principal personas paradas delante de una mesa improvisada con un cuaderno, tintero, pluma, una caja cerrada y en el piso una olla globular retinta de hierro de tres patas con boca estrecha humeante; detrás del escritorio dos soldados federales con uniformes. La señora se detiene por un instante para ver la escena, luego trata de ingresar a la Iglesia, otro guardia se lo impide y le recuerda: “Debe pasar por la mesa”; sorprendida por la novel disposición cumple el mandato, frente al "mostrador" descubre a otro uniformado y le explica:  

-El señor de la puerta me manda aquí, dice que no llevo el moño.  

-¿A ver señora?  

-¿Qué pasa? No entiendo lo del moño.  

-¡No se puso el moño, señora!  

¿Qué moño?  

¿No sabe usted que en los lugares públicos tiene que ponerse el moño?  

-No, no estoy al tanto.     

-¡Me permite…? -Y uno de los apostados extrae de la caja un moño.  

-Siéntese, cuestión que obedece atemorizada. -Uno de ellos hace caer una gota de cola de carpintero, que extrae del envase humeante, sobre el manto que cubre la cabeza de Ifigenia, el compañero adhiere, allí, la insignia rojo punzó.  

-Y esto ¿Por qué es?  

-Por orden del Restaurador a partir del mes pasado. Es la divisa Federal que tienen que llevar todos. (1)  

 

 

        Felipe Varela Vino  

IV  

 

Contaba Julio Argentino Linares, que en una de las retiradas de Don Felipe Varela, llegado a San Salvador de Jujuy con su tropa y bien informado por algún “colaborador”, se dirigió a la casa desocupada. pocas horas antes, de Don Pascual Blas (2), el propietario del almacén de ramos generales de la esquina; entró a caballo hasta el segundo patio, el del parral, sin desmontar a la izquierda del ingreso entre el portal y la reja de la habitación, desenvaina la espada y de un certero sablazo degolló a la imagen hueca de San Antonio apostada contra la pared del patio: un impresionante retintín se disparó sobre el piso de lajas lo que puso en alerta a los oficiales que lo acompañan: El suelo queda poblado de monedas de plata. (¿Alcancía del adinerado español Don Pascual del Barrio?) (3).  

-¡Recojan todo! –Fue la orden final del Jefe…     

 

                                   ____________________  

(1)- “Por otra parte, el propio: Tomás de Anchorena no dejó desde su casa, de seguir influyendo en Rosas. El decreto imponiendo el uso de la divisa federal en los lugares públicos el 3 de febrero de 1832, fue consultado previamente por carta de Rosas a Tomas de Anchorena -2 de enero- y aprobado por éste, quien agregó además algunos detalles.”

  apogeo y ocaso de los anchorena” Juan José Sebreli. Pág. 172. Editorial “Siglo Veinte”. 


(2)- Pascual Blas y del Barrio.  Español. Según el censo de 1855, uno de los más adinerados propietarios de San Salvador de Jujuy. "Cuad. Fac. Humanid. Cienc. Soc., Univ. Nac. Jujuy  n.21 San Salvador de Jujuy jul. 2003". Cuaderno Nº 2 “Grandes propietarios…" Pascual Blas figura en el  lugar Nº 11. Año 1855.- 


(3)- Unitarios y Federales, en sus azarosas campañas militares se veían impelidos, una vez agotados sus propios recursos, a requisar en -"operaciones non santas"- para sostener a sus tropas y caballada (alimentos, vestimenta, armamento, paga). 



cen



1 comentario:

latinoamerica alfredo linares dijo...

Muy bueno
Es tal cual se narra. Escuché la historia de boca de mi Abuela Doña Asunción Ocampo de Guzman. Alicia GUZMÁN