Dr. Julio Argentino Linares Ovejero

 Te conocí.


Te conocí cuando era yo apenas un juego.

Afeitàndote te conocí.

Te conocí en aquel santuario de siglos pasados con paredes cascadas, adobes, rejas, tejas, puertas que, en sus movimientos, anunciaban sus frutos y sus macetas y sus flores.

Pintando te conocì, poniendo colores, buscando sueños entre las plantas y piedras del fondo, te conocí.

Con tu delantal de médico, en la frontera de la entrega, entre gentes pobres, dando amor y tu mano, te conocí.

Entre amigos y alegrías, también en tu soledad, con lágrimas y plegarias.

En la dimensión espiritual y en mil asombros más, te conocí.

Te conocí en invocaciones y fui descubriendo tus amores: el que conservabas bajo siete llaves y el otro, el que derramabas y nacía a cada rato y permanece y se multiplica cada nueve meses, de generacion en generacion, forjadas con tu impronta de bondad.

Caminando ese largo y hermoso camino que nos marcastes - que yo trato de recorrer- te conocí.  

En la medida de tus tiempos, que es la medida del amor, te conocí. 

Tu sendero se confunde con la horizontal de la solidaridad y la vertical del asombro.


Hoy alcanzastes el vértice que buscabas, mucho mas allá de las dimensiones, donde alguien te espera.

Te conocí.


(Última carta para mi padre, 22 de julio de 1989).

Alfredo Linares.