El Callejón
Huacalera
Lo sabemos. Fue una ronda:
La arboleda, el Río Grande,
y madrigales entre espigas.
Es tu casa: grana por la tarde,
suda ardor por sus ventanas.
Nos empapamos en los soles.
El callejón está cubierto:
verde
perenne, obscureciendo
el paso lento imperecedero,
categórico de armonías y fragancias.
Con mis
cerros y tus cielos
de luz toronja al occidente: ¡Arde!
Hervideros de cotorras sobrevuelan,
chillan, frente el nido generoso.
El loro viejo pasa solo, concluyente.
Éramos dos y pareció imperecedero.
Fue encontrarnos con los brotes, aires,
troncos viejos y las pircas sempiternas.
Sincretismos ancestrales nos ofrendan
con ardores y el pacto en ese callejón.
Sueños que me invaden sin cuidados
rompiendo recuerdos recurrentes.
Es mejor navegar en la inconsciencia
que morir entre ensueños laboriosos.
Verdes, sepias, blancos, negros, rojos;
pintan sueños en los rizos de las tardes.
Solo eso, fantasías, quimeras de mis
días.
Soles, vientos, lunas, esencias rigurosas;
reunión inmune en todos los silencios.