(Anticipo. En elaboración, sin corrección)
Lula y El Cardenal - 1980
Viernes 8 de noviembre de 2019, 19 horas. Hace poco tiempo liberaron de
prisión a Luis Ignacio Lula da Silva. Lo vi en San Pablo en 1980, hacen cuatro décadas.-
I
Venía
de un turbulento episodio personal generado por un pariente recién arribado a la
ciudad con el mismo apellido; fui señalaron equivocadamente. Por añadidura vivíamos
la crueldad de la dictadura de Videla (1979).
II
En
el afán de encontrar respuesta a la necesidad de abandonar el país con premura,
apelé a la evocación de lo ocurrido en los últimos tiempos con mi
participación. Así es como vinieron a la memoria algunos acontecimientos, el
primero, en forma cronológica, fue el episodio con mi amigo Miguel Ángel, ocurrió al salir de su departamento, temprano a la mañana, para ir a su trabajo: encontró a su automóvil con las cuatro ruedas desinfladas, heridas de muerte, por
sendos cortes de cuchillo.
Estaba
por terminar con el trabajo de la tarde en mi consultorio, entra la secretaria
e informa: ”Un señor, muy nervioso, quiere hablar con usted”. Le pido que lo haga pasar; es mi amigo profundamente perturbado, me narra lo ocurrido con su vehículo.
-Te
cuento lo que está pasándome.
-No
ahora... Esperà.
-¿Qué
hago Alfredo?
-Termino
de acomodar los papeles. En un momento salimos a otra parte, me narras que te
ocurre y vemos que hacer.
-¿A
dónde vamos?
-A
tomar un café. ¿Te parece?
-Sí…
Partimos.
Elegimos una mesa apartada. Está
impaciente, atemorizado. Sentados frente a frente me entera lo ocurrido durante
los últimos días: Una fiscal del Juzgado Federal, donde trabaja, lo busca
tenazmente, como una sombra. Alguien desconocido lo sigue y un sinfín
de detalles de lo acontecido; al final lo ocurrido con el vehículo
esa mañana.
-¿Pero
por qué todo esto? ¡Es como como una persecución!
-No
entiendo. La Fiscal me acusa de no atender bien mi trabajo; creo que eso no
justifica lo que te cuento.
-Sí.
No es motivo para que te hostigue de esta forma.
-Lo
mismo pienso. Pero…
-¿No
trataste de hablar con ella?
-Ni
loco. A juzgar por lo que palpo y me pasa. La conozco bien, es un personaje maligno…
-¡Hay algo más que un mal desempeño en tu laburo. Lo que hicieron con el auto es demasiado, como un "mensaje"... Pienso que tiene que ver con el
gobierno de facto.
-¿Cacería política por parentesco?…
-Lo intuyo: ¿Cabeza de
turco? ¿Te quieren desaparecer?
-Sí,
sí… También lo pensé, puede ser. ¿Qué hago? ¿A dónde me voy?
-Lo
más cercano es Bolivia… ¡Es peligroso que te quedes!
-Lo
tengo que pensar.
-¡No!
No hay que pensar ni perder tiempo. ¡Debes desaparecer!
-¿Y
la familia?
-Tienes
que hablar; te van a entender. La veamos a la suegra, es inteligente, decidida.
Después con tu esposa y los chicos. No se me ocurre nada más…
-¿Me
voy por un tiempo?
-Si
claro. ¡Pero lo importante es ahora! No hay que demorar.
-¿Me
escondo mientras tanto?
-No.
Creo que tienes que salir mañana temprano. Hablá con la familia. Buscà donde pasar la noche y me avisas. Yo te llevo.
…
“Conversé
largo con mi familia. Comprendieron”. Me dijo...
Partimos al amanecer, antes de que la fiscal Ortiz se comunicara con la
Aduana de frontera. Recorrimos: Alto la Viña y la ruta nacional 34, pasamos por
San Pedro, Ledesma, Pichanal, Embarcación, el cruces con las rutas 81 y 86 que
conducen a Formosa y Paraguay respectivamente, cruzamos por el costado de
Tartagal, luego Campo Duran. El viaje fue en silencio con preocupación; (cargamos nafta, no recuerdo
adonde), continuamos hasta Salvador Mazza, siempre por la ruta 54, finalmente
estacionamos el Peugeot 505 rojo antes de girar hacia la Aduana y Gendarmería.
Miguel con su valija; parados en silencio, permanecemos un rato como para reunir
ímpulso.
-Bueno…
Vamos. –Decido-. Miguel ¿trajiste tu cédula?
-Sí.
Claro.
-Estuve
pensando en el viaje que es peligroso que la muestres, no vaya a ser que en la Gendarmerìa tengan información y te detengan; es mejor que pases los controles de Argentina y Bolivia con la mía de la Federal, traje también la libreta de enrolamiento. Esconde bien la tuya; ingresà primero vos, yo voy un poco más atrás. Si te la piden la exhibes y da
mi nombre. En ese caso yo ingreso más tarde. Me esperas del otro lado.
-De
acuerdo.
-Sì,
así es mejor… Andà tranquilo, distraído, no muestres nerviosismo ni mires a los
gendarmes, somos desconocidos y podemos llamar la atención por
el semblante.
-Bueno,
haré lo posible.
-La
valija la llevo yo.
-De
acuerdo
-¡Vamos! –Y se inicia la marcha al ritmo del resto de los incontables “pasantes”
que cargan los bultos del contrabando hormiga. Yo atrás, a unos metros de
distancia; Miguel es uno màs en la cola, rebasa el control Argentino sin ser demorado.
A mi turno ocurre lo mismo. Nos reencontramos en la mitad del puente -en territorio del país vecino- un profundo alivio se apodera de los dos, vamos desahogados,
casi satisfechos. De ese lado de la frontera no hay control, solamente una
sucesión de ventanillas para pagar “bonos contribución”. Continuamos el recorrido hasta superar San José de Pocitos. Sentados en una pirca nos disipamos por un rato. Reanudamos la marcha; faltan algunos kilómetros y dos horas para la partida del tren desde Yacuiba (es información que
logré del Consulado de Bolivia en Jujuy). Por fin el
edificio de la Estación; hay una cola que aguarda la apertura de la boleterìa para adquirir
el pasaje, la espera, algo tensa; saco en
primera clase con asiento asignado. El tren espera, en 20 minutos parte
rumbo a Santa Cruz de las Sierras. La conversación en el andén, casi un
monologo, se refiere a la familia que deja. Convenimos en mantenernos en
comunicación, él llamaría desde Santa Cruz. Hay recordaciones y mensajes a
transmitir. Por fin suena el silbato, silencio
profundo y un fuerte abrazo. Se dispone a subir valija en mano.
-Miguel.
Tengo unos dólares que te van a servir. Tomalos…
-Bueno…
Muchas gracias. Espero que nos veamos algún día.
-¡Seguro!
Iré a verte –Trepa al vagón a punto de iniciar la marcha. Pude verlo sentado
con la mirada perdida…
De
vuelta a Jujuy y luego de pasar Ledesma, una certera pedrada fragmento todo el
parabrisas, frené a ciegas en la banquina, desmoronè un circulo en el vidrio
astillado para poder ver la ruta, regresé a la ciudad anterior para reemplazar
el destrozo con un fuere chorro de aire en la cara…
Pasaron
algunos meses. Partí a visitarlo por primera vez, me aguarda en el Aeropuerto.
El encuentro: emotivo, esperado, ocasión para una larga platica: recorremos lo
acontecido en ambos lados y los difíciles avatares que le tocó vivir al amigo
(con una aclaración: “me cambié el apellido”).
En
sucesivos encuentros me narro su derrotero en la zona tropical del país colindante: Primero un aserradero en la selva y la noche que destapa la cama para dormir y se encuentra con una víbora; tiempo después trabaja en una constructora de Santa Cruz de
la Sierra, luego monta un negocio frente a la plaza principal. En uno de los
encuentros conozco a su compañera y a hijos pequeños.
La
última vez que lo vi, hace poco tiempo, vino con su esposa a Salta; antes
fue a Jujuy -al mismìsimo Juzgado Federal de entonces- a pedirle a mi hija la dirección. “Quiero
verlo a Alfredo”, fue la demanda a su esposa en las últimas èpocas. El
reencuentro, emocionante, ocurrió en la entrada de “Paseo Aldeano”…
III
Corrían los tiempos de desapariciones y muerte
durante la dictadura militar de los 70. Estaba yo con mi esposa en la casa de
Alberto (hermano de mí suegro) en la calle San Martín, en el hall sentado en
los chippendales conversando con Flora, la florista; suena el timbre
demandante, se abre la puerta y aparece, demacrado, con gesto desesperado Jorge Turk,
amigo entrañable de muchos tiempos.
-¡¿Qué
te pasa Dumbo?! –lo interrogo ante el cuadro de angustia.
-¡¡Hoy
la policía fue por mi casa tres veces a buscarme, yo no estaba, No sé qué
hacer!!
-Tranquilo…
Pensemos… Y viene a mi memoria lo acontecido tiempo antes.
-¡Es
urgente me van a encontrar!
-No
sé si recuerdas lo que hicimos con Miguel Ángel. –Y narro aquel episodio–. Podemos
hacer lo mismo, te escondes en algún lado seguro y salimos mañana para Bolivia.
-No
puedo. No tengo el pasaporte.
-No
hace falta ese documento. Te presto mi Cédula Federal, hacemos lo mismo
que con Miguel.
Suena
nuevamente el timbre. Se trata del abogado y conocido escritor Héctor. Advierte
el clima que se vive en ese momento en el living de Flora. Pregunta: “¿Qué
ocurre?”. Y narramos los sucesos policiales y mi propuesta. Silencio... Por fin
el recién llegado dictamina:
-¡No!
Yo me hago cargo. Vamos "Dumbo" al estudio, allí tranquilos, veremos que hay que
hacer.
-¿Qué piensas hacer? -Indago.
Sin mediar respuesta salen, quede paralizado. ¿Van
al estudio? Con el tiempo me anoticio del cónclave de mi amigo con el letrado y
otro abogado en el “estudio”.
…
Fue
entregado en la Seccional Policial de Villa San Martín con la “garantía” de los letrados.
Pasados
unos días me entero que la última comunicación con su esposa y la hijita de
meses de edad en brazos, la tuvo Dumbo a través de una claraboya de la
Comisaria; después se perdió su rastro… Una tarde fue transportado a Salta y desde
esa ciudad, junto a otros presos políticos “trasladado”. Lo fusilaron en el
paraje “Palomitas”, en la ruta a Tucumán.
De aquel episodio se salvó Enzo, alumno de la Universidad y delegado estudiantil, que por
ser italiano lo apartaron del grupo a ser “transportado”. Hoy reside en España.
Fue él quien me narró lo acontecido con el único jujeño inmolado en aquel
desolado lugar.
Poco
tiempo después Héctor se exilió en España partiendo de Ezeiza con toda la
familia, la novia de uno de los hijos y los respectivos pasaportes. El otro
letrado fue nombrado funcionario de rango del gobierno provincial de la dictadura.
IV
Otro de los episodios vividos tiene que ver con una pàreja joven, sin hijos, venidos de francia para dirigir la Alianza Francesa de Jujuy (Richard y Chantalle Brun). Por pedido de ellos les indique un matrimonio de psicólogos: èl un hermano laico salesiano (apellidado Loker), ella hermana de una dirigente gremial docente: Marina Vilte, desaparecida, que no conocí). Luego de las primeras sesiones se encontraron con un cartelito pegado en la puerta del consultorio informando que no atendían en adelante. Fue así como los franceses me interrogan acerca de los motivos de la ausencia de los profesionales, mi respuesta: "fueron secuestrados y posiblemente desaparecidos...". Luego de un prolongado silencio, el marido concluye: "Nos tenemos que ir de Argentina... ¿Que podemos hacer para ayudarlos?". Le respondí: "Cuenten a todo el mundo en Francia, lo que acaban de vivir...". Seguramente narraron, en su país, quien hizo el "diagnóstico".
V
Finalizadas las tareas hospitalarias, en la habitación de la Jefatura
de Servicio se generan, día a día, una tertulia: Pavcovich y yo con una franca postura contraria al gobierno de
facto -tema peligroso por aquellos años-; el resto de colegas traumatólogos, callados, escuchan. Fue ocurriendo algo que resultò significativo, gradualmente, somos menos los participantes del cìrculo hasta que
convenimos con mi contertulio que habíamos quedado él y yo en el ruedo,
el resto se retira discretamente: “¡Doctor, nos dejaron solos!”; es la
admonición de mi Jefe.
VI
En
tiempo de la dictadura, el consultorio particular de calle Belgrano (próximo a
la casa antigua comprada poco tiempo antes) se vio afectado: salí del departamento
de Barrio Lujan a las 17 has, un rato más tarde de lo debido. Me sentía
angustiado. Al pasar frente al despacho vi a mis pacientes y ellos a mi; por esa única vez
no los asistí y sin aviso proseguí la marcha: no me encontraba en condiciones
anímicas para concurrir a esa obligación: ¡No detuve el automóvil, pasé de
largo! Días después me enteré que otro de los médicos que atendía en el mismo
lugar, el Dr Edison Ramón, difundió en el ámbito profesional aquel episodio como algo
jocoso pero que resultó descalificante:
una inconducta. Cuestión que me inquietó profundamente.
Luego
vino el diálogo en la vereda del Hospital y la dura decisión de salir del país
dejando a la familia. ¿Por cuánto tiempo?...
VII
San
Salvador de Jujuy, Hospital Pablo Soria 13 horas. Luego de la actividad
hospitalaria del día el Dr. Arturo Pavcovich, Jefe del Servicio de
Traumatología, se aproxima, en voz baja dice:
-Tengo
que hablar con usted. A solas.
-Si
doctor, de que se trata.
-No,
aquí no, vamos a la vereda. –Comienza el desconcierto.
-¿Por
qué la vereda?
-No
me pregunte más y vamos.
Salimos
del servicio, bajamos la escalera, cruzamos el hall central, la entrada, la
vereda; el Jefe detiene la marcha y gira mirando en ambos sentidos.
-Caminemos
hacia el Parque -Prosigue.
-Bueno…
-Quiero
decirle que tiene que irse de Argentina.
-Pero…
¿Por qué debo irme?
-Es
por su seguridad… No me pregunte más.
-No
entiendo nada.
-No
importa. ¡Debe irse ya de Argentina! Usted me contó que tenía una posibilidad
de perfeccionarse con el Profesor Waldemar
Carvalho Pinto de Brasil, aproveche para salir de este País.
-Si.
Ganè una pasantía en el Hospital La Santa Casa de la Misericordia en San Pablo,
pero no es para ahora.
-¡No!
Le repito: ¡tiene que irse, en estos días; lo antes que pueda!
-¿Y
mi familia? No tengo nada previsto, no puedo dejar todo.
-Le
repito. ¡Se lo ruego! ¡Corre peligro, desaparezca!... En todo caso llámelo al
Dr. Juan Cruz Derqui del Hospital Gutiérrez; usted estuvo allí y se conocen
bien. Él, seguramente, lo ayudará con los tiempos. Debe irse lo antes posible…
En todo caso hágame llegar el teléfono del Dr. Derqui…
-Si
doctor… No sé qué contestarle…
-No
tiene nada que contestarme. Volvamos al Servicio.
Baje la escalera, en el hall central están los visitadores médicos, uno de ellos es amigo de muchos años y compañero en el secundario: Alfredo Reader.
Salí
del Hospital y caminé sin rumbo fijo por el Parque; trataba de ordenar mi
pensamiento: desfilaban por la mente: hijas,
mujer, trabajo. No había preparado nada para esta desaparición. Trataba
de entender algo del diálogo en la vereda.
VIII
Varias décadas después: (restaurante “La
Tienda”, barrio “El Tipal”, Salta, año 2018) en uno de los reencuentros con
Alfredo Reader -amigo de siempre- surge el recuerdo de lo sucedido aquella
mañana. Por entonces visitador médico (resulta ser el único testigo de la situación anímica y del peligro que corría
si continuaba en Jujuy). Le pido que relate lo acontecido y lo grabo en mi celular.
Atando cabos; en
otro de los encuentros en Salta con mi amigo "Alfo", ya en el 2020,
logramos elaborar una hipótesis de lo que se guardó el Jefe de Servicio de Traumatologìa en 1979
al decirme, en la vereda, que tenía que salir pronto de Argentina por mi
seguridad, sin explicar el por qué y quien le dijo que lo hiciera: El amigo visitador médico, conocía a un viejo radiólogo de San Salvador de Jujuy,
quien lo invita a varios cenáculos mezclados, “discretos”, en una
casa de “fin de semanas” en Barrio de Reyes; finalidad que, por aquella época,
interpreta como el deseo de establecer amistad. En el último de los encuentros descubre -para su asombro- que desde el techo de madera descendía una escalera; sorprendido y curioso, inició la escalada, no pudo completarla: parado en el extremo superior alguien le dijo que no subiera; no obstante
pudo divisar en el interior del “desván” acumulación de envases con alimentos imperecederos y al parecer también armas. Después de aquel episodio cayo en cuentas que
los que integraban los cónclaves eran en su mayoría militares,
seguramente, de altos rangos, todos con vestimenta civil y conversaciones un tanto de complicada interpretación. En otro de los eventos asiste el obispo de Jujuy Monseñor Josè Miguel Medina (Designado en 1982 Vicario General Castrense y Emérito de Jujuy) personaje que generó un episodio ocurrido con el presidente Raúl Alfonsín en la
Capilla Stella Maris, en abril de 1987. Las subidas dudas del visitador médico, hicieron que
renunciara a próximas invitaciones con el convencimiento de que, en realidad, buscaban cautivarlo para que integrara el grupo (seguramente por la
importancia de su vínculo laboral con la totalidad de galenos en el norte de
Argentina). “¡Aquel lugar era un búnker!”. Su conclusión.
El
destino, afortunado, hizo que mi Jefe viviera en el mismo edificio donde lo hacia
el radiólogo de cuentas y ambos sus respectivos consultorios (en avenida
Senador Pérez). Es evidente que se conocían y veían a diario laboralmente.
Ocurrió que el médico de los rayos x era conocido, también, de mi padre, viejo
médico, por quien se tenía una gran consideración. Supongo que sabiendo mi
forma de juzgar los acontecimientos políticos, y diversas acciones
protagónicas para con la fuga de amigos como: Beto, Miguel Ángel, Raúl y el
intento de hacer lo mismo con “Dumbo”; siendo yo galeno e hijo de un médico por quien tenía una gran deferencia; en un acto de bizarría y de intimidad,
lo llevo a revelar a Pavcovich que corría yo inminente peligro.
Probablemente estuve presente en alguna de las “listas”; cuestión sobre la cual
deseo, que alguna vez, se logre descorrer el velo…
IX
Es
así como, después de aquellos episodios desgraciados, acelerè mí partida a Brasil; para morar en el 4º “andar” del “Hospital
Central Santa Casa de la Misericordia de San Pablo”.
Me
tocó en suerte cohabitar con dos colegas, uno venido de Costa Rica y el otro de
Guatemala; a partir de entonces amigos para siempre.
Las
tareas hospitalarias eran con exigencias y sin respiro. Los descansos quedaban
para el día domingo, algún feriado patrio o carnavalesco.
La
historia que me ocupa ocurrió un día en los primeros meses de 1980, sin
precisar la fecha. (Por entonces la preocupación principal y total era la medicina).
Lo que voy a narrar quedò en los recuerdos más vívidos:
“Aufredo, vamos ver uma manifestasao contra o
governo militar”. Es la invitación de un colega.
Brasil
transita los últimos estertores de una dictadura militar, la que derroto al presidente democrático Joao
Goulart en 1964 y que se prolongaría por 21 largos años. En 1980 gobierna el
general Joâo Figueiredo, ex Jefe del Servicio Secreto de Brasil.
El
ambiente que se respira resulta al menos “espeso”. No advierto yo lo que sucede fuera de los muros de La Santa Casa, a no ser el pequeño diario rosado que
depositan en la salita previa a los quirófanos con noticias policiales y de violencias: Alguno de los protagonistas, referidos en los informes del día anterior, esperan en la mesa de operaciones para ser “reparados”. Otra noticia que me llama la atención es aquella que narra como un viejito, completamente desnudo, en la noche y en
una zona despoblada, hace señas a los automóviles pidiendo auxilio, cuestión
que no ocurre hasta que uno de ellos fue a la Policía más cercana y narra el espectáculo; finalmente auxiliado por un patrullero resulta ser un anciano
Cardenal de la Iglesia Católica que fue asaltado, robado su vehículo y
desvestido.
Quienes
dirigen el “Servicio de Columna”, ayudantes y becarios de ese país,
no refieren alteración pública alguna contraria al régimen gobernante, lo
importante es la medicina; pertenecen, seguramente, a la clase acomodada de
la ciudad. La invitación de mi compañero brasileño a ver la manifestación me
resulto interesante y desacoplada del mundillo que vivíamos los residentes
extranjeros. “Sì. Vamos”; fue la
respuesta segura a presenciar una marcha contraria al régimen de entonces.
-¿Por
qué se manifiestan?
-Desde o ano pasado, houve greves (hay
huelgas) a partir de “San Bernardo do
Campo”, faz parte do grande San Pablo, a zona industrial. Existen fábricas e um
líder à frente de tudo isso. (Desde el año pasado, hay huelgas a partir de "San Bernardo do Campo", que es parte del gran San Pablo, una zona industrial. Existen fabricas y un lider al frente de todo eso).
-¿Son
de izquierda?
-Nâo sei. Eles pedem melhores salarios e
mais liberdade. (No sè. Ellos piden mejoras salariales y mas libertad).
-¿Y
el gobierno que hace?
-Eles reprimen e prometem mais
“liberalização”, mas nada acontece. (Ellos reprimen y prometen mas "liberalización", pero nada pasa).
Partimos
caminando hasta donde ocurriría el paso de la manifestación. No recuerdo el día,
la hora ni el nombre de la “rúa”. Ocurrió, como dije, en los primeros meses de
1980; tampoco imaginé lo que iba a presenciar:
Las
veredas están colmadas de gentes diversas, se advierte gran expectación, el silencio invade... Policías ocultos por sus cascos y escudos vigilan e impiden el cruce a la otra
vía. Un paradójica sordina le imprime ceremonia a la espera. Luego de una
prolongada espera, invade el espacio un rumor creciente, de pronto, las miradas
se dirigen, todas, hacia un punto. Lejos se advierte un “frente” de hombres y
mujeres abrazados férreamente de vereda a vereda; encabezan un hormiguero
humano vociferante, con carteles de colores y
leyendas, marchan por detrás de la "cadena". Mi colega mira azorado lo que
se aproxima y comenta: “Nunca vi esto”.
Es aquello una manifestación multitudinaria con cánticos y eslóganes contra el
gobierno militar, reclaman justicia y libertad. “Son los metalúrgicos que están
en huelga” se anima mi compañero. Los espectadores vociferan y aplauden el inusitado
espectáculo.
-¿Vocè sabe quem vai para o meio da coluna? (¿Sabes vos quien va en medio de la columna?).
-No.
No conozco a nadie
-È
o que moviliza os trabalhadores, o nome dele è Lula. (Es el que moviliza a los trabajadores, el nombre de èl es Lula). (1)
(Es
evidente la emoción del gentío de las veredas).
-¡En
el Hospital no escuche nada!
-Nao, isso nâo è falado. (No, de eso no se habla).
-¡Que
raro!
-Nâo acredite, olha quem è o poximo a Lula. (No creas. mira quien esta al lado de Lula).
-¿Cuál?
-Aquele que anda de caubòi e camiseta com o
braco de Lula. (Aquel que va de vaquero y remera del brazo de Lula).
-No.
Ni idea. No sé quién es.
-Monsenhor
Paulo Arns. (Monseñor Paulo Arns). (2)
-¿Quién?
-O
Cardeal. (El Cardenal).
-¿Cómo?
-Se o Cardeal Arcebispo da maior Diocese
de mundo, Saint Paul. (Es el Cardenal Arzobispo de la mayor Diócesis del mundo, San Pablo).
-¿Y
que hace en la huelga?
-Acompanhar os trabalhadores, Elen è
amigo do Lula. (Acompaña a los trabajadores. Èl es amigo de Lula).
Al
día siguiente me entero por un diario que la manifestación lo fue con 300.000
trabajadores y concluyó en una Iglesia, creo que La Catedral, con una misa
oficiada por el Arzobispo Cardenal Arns; a un costado del altar, parado
respetuosamente: Luis Ignacio Lula da Silva.
Pasaron
muchos años de aquel evento crucial en San Pablo. Busqué por todos los medios el
relato de los acontecimientos de aquella época y que quedaron en mi alma gravado para
siempre. No logré, hasta hoy, información alguna de la incomparable marcha de
trabajadores metalúrgicos en tiempos de la dictadura en Brasil con Arns y Lula
a la cabeza. Una suma que me recuerda (salvada la distancia) la prèdica rebelde de Jesús de Nazaret y su corolario...
(Como
nota “pintoresca” de la època, las cartas que recibí de Argentina -la otra dictadura- venían abiertas y
ensobradas en plástico transparente con una leyenda indicando que ese era el
estado en que llegó al Estado Federativo de Brasil).-
____________________
(1) Luis Ignacio
Lula da Silva. (1945).
Nació en Caetès, Pernambuco, el 27 de octubre de 1947.
A los 14 años de edad trabaja en una planta de tornillos. En 1964 pierde parte
de un dedo meñique trabajando en una fábrica de autos; en ese año ocurre el
golpe militar. En 1968 inicia su carrera sindical en el gremio de metalúrgicos.
El 1º de abril de 1980: huelga de los 41 días. Presidente de la República
Federativa de Brasil desde el 1º de
enero de 2003 al 31 de diciembre de 2010. Preso político…
(2) Paulo Evaristo
Arns. (1921 – 2016).
Sacerdote Franciscano. Tercer Cardenal de Brasil.
Arzobispo de la Diócesis de San Pablo desde el 22 de octubre de 1970 hasta el
15 de abril de 1998 (28 años).