AZULES y COLORADOS




AZULES y COLORADOS

         Todos los sábados, después del almuerzo, salimos de franco. Hoy corresponde que me quede hasta mañana, de imaginaria, obligación que nos toca a todos los colimbas en forma rotativa. Se trata de vigilar la cuadra (1) de la Primera Compañía de la “Escuela de Tropas Aerotransportadas”, en Córdoba.
         Son las cuatro de la tarde del sábado; trajino con el gran lampazo por la parte central del enorme dormitorio ya vacío por el franco de mis compañeros cuando diviso, a contraluz, la silueta de un militar que, desde el norte, ingresa por la puerta principal y se aproxima adonde  estoy. Quedo parado, expectante; a muy pocos metros advierto que se trata del Jefe de la Escuela, el Teniente Coronel Hugo Omar Elizalde.
         Perturbado por la presencia impensada, me cuadro y hago el sempiterno saludo militar. Titubeante, voceo:
         -¡Buenas tardes, mi Teniente Coronel!
         -Buenas tardes, soldado.
         -Ordene, señor.
         -Tranquilo, soldado. ¿Cómo se llama?
         -Soldado clase 40...
         -Por favor, llame al oficial de turno. Dígale que lo espero aquí.
         -Sí, mi…
         Salgo como alma que se lleva el diablo, disparado por el mandato. Me dirijo al Casino de Oficiales, en la parte de atrás de mi Compañía. Entro al comedor donde se encuentra un Teniente Primero; es el oficial de turno.
         -Buenas tardes, mi Teniente Primero.
         -Sí, soldado. ¿Qué quiere?
         -El señor Jefe de la Escuela, Teniente Coronel Elizalde, lo espera en la cuadra de la Primera Compañía.
         El militar medita unos instantes y, finalmente, responde:
         -Dígale al Director que no me encontró.
         -Es el Jefe de la Escuela, mi Teniente Primero.
         -No sé si me escuchó bien. ¡Le dije que le diga que no me encontró!
         -No... No escuché muy bien…
         -¡Reclutón! ¿Quién es SU jefe hoy?
         -Usted.
         -Bueno. ¡Obedezca! Vaya y dígale al Teniente Coronel Elizalde que ¡¡NO… ME… ENCONTRÓ…!! ¡¿ENTENDIÓ, SOLDADITO!?
         -Enn… tenn… dii… doo…
         -¡¡Marche!!
         Salgo del Casino como flotando en una nube, sentía  la cabeza hacia abajo y los pies apuntando al cielo. Estaba totalmente desconcertado. Camino despacio, muy despacio. La orden recibida me da vueltas en la mente.
         Arribo a la Primera Compañía y me aproximo a Elizalde. Nuevamente la rutina: cuadrarse y hacer el saludo -ahora menos marcial que nunca- y  balbuceo:
         -No lo encuentro, miii…
         -¿A quién no encuentra?
         -Al oficial de turno.
         -¿Tan rápido no lo encontró?
         -Siii… miii…
         -¡Dígame el nombre del que no encontró!
         -Es el Teniente Primero…
         -Esta bien, soldado, tranquilícese, vamos al detal. (2)
         -Siéntese -y nos colocamos cara a cara.
         -Se habrá dado cuenta de que en la Escuela ocurren cosas extrañas.
         -Sí, mi Teniente Coronel.
         -Olvídese de lo que le ordené. Siga con su tarea, aquí no pasó nada. Ya vendrán otros tiempos… –y continuó la charla.
         Aquel Jefe no armonizaba con el cliché militar acostumbrado. Era un tipo bueno, más que bueno, humano. Y en el cuartel, “un fuera de serie”.Era un personaje añil en un mar encarnado.
         Tiempo después descubro que, en 1961 (época de mi servicio militar), la Escuela de Tropas Aerotransportadas con la totalidad de oficiales y suboficiales respondían al bando Colorado con la singularidad azul de su Jefe, Elizalde. Los altos mandos lo habían puesto como Director con la segura intención de que “redimiera” a los descarriados.

         Años más tarde, ya coronel, fue el Jefe del Regimiento de Patricios. Y, un día, fue noticia en todos los diarios…


(1) Cuadra: Gran galpón que oficia de dormitorio comunitario para soldados.
(2) Detal: Pequeña oficina ubicada al lado del dormitorio de los soldados.