EL PRIMER VUELO EN JUJUY


           
                                             Primer Vuelo



         Sucedió en San Salvador de Jujuy. Corría la primavera de 1911.
Julio Argentino Linares de tan solo seis años de edad, sin un céntimo en el bolsillo, se decidió a ver y tocar un aparato volador que lo llaman aeroplano, traído de Salta: bólido desarmado en partes y trasladado en vagón de cargas por el ferrocarril hasta la ultima estación en San Salvador de Jujuy, la de San Pedrito. De allí, en carretón tirado con mulas hasta “la pista”. El vecindario jujeño comentaba de lo sucedido, pocos días antes: el fracasado primer intento de elevarse sobre la ciudad de Salta y del segundo  que devino en un éxito asombroso.
La inaudita inauguración se llevò a cabo en el camino que costea al Parque, lugar donde, para las Pascuas, se instala la famosa “Feria de La Tablada” venida de la colonización española (actualmente Av. Córdoba). 

    Toda la población de la ciudad discute lo del “aparato que vuela”, el que ya lo hizo en la vecina localidad el 4 de junio; manejado por un francés llamado Marcel, fabricado en Francia.(1)
Julito parte acompañado con un joven vecino y con las recomendaciones estrictas de su madre María Ovejero.
Se trata del primer vuelo sobre la Ciudad de Jujuy, piloteado por el joven en su avión mono plano de 2 asientos en tándem (2).

      La tarde se despierta algo calurosa, en el mes del viento norte, todavía incipiente. Los amigos marchan, silenciosos, apurados, expectantes, por la calle principal, son solo diez cuadras hasta el lugar del evento; acompañan el recorrido un mundo de gentes venidas de todas partes. Grande fue la sorpresa cuando encuentran una alambrada con una tranquera que cerraba el paso y un taquillero exigiendo el pago de un peso por persona para el ingreso hasta el avión. Ante semejante circunstancia los noveles concurrentes se conforman con apostarse alejados de los acontecimientos.
A la distancia “el aparato”. La espera se hace eterna. Por fin aparece el piloto abrigado con campera de cuero, sube ágil; adentro del habitáculo delantero, primero parado, saluda a la multitud, parsimonioso desliza los anteojos desde el casco que recubre la cabeza hasta la frente, calza unos guantes blancos, finalmente se ubica en el asiento, parsimonioso dirige la mirada a la muchedumbre y saluda con la mano. Calza los anteojos, hunde las manos en el habitáculo y manipula no se sabe que instrumentos. Un ayudante, adelante del mamotreto, impulsa la hélice con gran esfuerzo en reiterados intentos hasta que, por fin, arranca el motor. El estruendo inunda el lugar, una nube de polvo llega hasta la alambrada; vuelan sombreros y pañuelos que terminan estampados entre los  alambres; niños despavoridos se desprenden de sus padres y se alejan corriendo hasta los árboles, las madres detrás de ellos. El asombro se apodera de todos. El avión acelera el motor e inicia el carreteo por la avenida de tierra recorriendo más de cien metros hasta despegar las ruedas del suelo y holgado va tomando altura; sube más arriba, encima de los árboles, mientras inicia un amplio giro sobre el Río Xibi Xibi y sobrevuela casas humildes y las quintas del margen derecho con rumbo al  cementerio, en el otro extremo de la capital. Desaparece a la distancia; en unos minutos nuevamente se siente el rugir del motor, ahora se aproxima por encima del centro de la ciudad hasta el lugar del despegue, desciende y aterriza provocando igual remolino de tierra y la disparada de los niños perseguidos por los padres.
Ya detenido en tierra baja el piloto, se aproxima a los espectadores. En un dificultoso español invita, a quienes se animen, para que lo acompañen en el asiento trasero en sucesivos vuelo y por la suma de cincuenta pesos cada uno. Por un rato se oyen murmullos. ¡El costo del “pasaje” es sideral! Por fin un comerciante de apellido Ruiz se anima y acepta el desafío. Nuevo despegue con el valeroso tripulante, giro hacia el río, la necrópolis, el centro del poblado y aterrizaje. Exultante baja Ruiz del mamotreto, truenan los aplausos y se oyen vítores de la concurrencia mientras lo rodean y le preguntan...
¡Nadie más se animó a remontarse!
Episodio que quedó gravado en el recuerdo de dos generaciones. El comentario, por aquellos días, fue: ¡¡“Pasò por arriba de las torres de las iglesias”!!

(1)     Marcel Paillette. Piloto francés de 27 años. Fallecido en Argentina en 1965.
           (2)   Avión “Bièriot XI 2”, de 2 asientos en tándem, motor de 80 hp., largo de 8,40m., envergadura de  10,35m. y que desarrolla velocidad hasta 110 km/h. Modelo que se fabricó en cantidad y utilizado en la Primera Guerra Mundial del lado del "Triple Entente"; la de 1914 - 1918.