¡Fuga de Hungría!
Introducción.
Los
cafés.
Desde
hacen muchos años, los martes y viernes a las once de la mañana, infaltables,
tres amigos meten baza en un café de la ciudad de Salta, (1) que con
la de Jujuy (2), son capitales de las provincias que fueron
principalísimas actoras de la hazaña libertadora a principios del siglo XIX: Eran
pocos, pero audaces y aguerridos gauchos montoneros -con su Jefe el Gral. Miguel Martin de Güemes- los
que derrotaron al poderoso ejército real español, el que venía de las guerras
napoleónicas y sus pericias innegables.
Por
la vereda del café, atiborrada de viandantes y peatones, peregrinan pobladores
de diversas condiciones. Se dejan ver: vendedores vociferantes, linyeras,
monjas apuradas, señores despreocupados, madres que conducen niños, oficinistas
con trajes oscuros, lustrabotas escudriñando algún calzado de cuero y turistas
variopintos. De vez en cuando pasa grave, orondo. Indiferente, mezclado en la
muchedumbre, un personaje de mirada distante, pose significativa. La
indumentaria: sombrero de ala extendida blanco, pañuelo al cuello, camisa de
seda, campera de cuero carpincho, pantalón bombacha de gabardina ceñido en los
tobillos y sostenido con cinturón tachonado de monedas de plata y bota también
de carpincho. Se trata del ropaje de otros tiempos: el de españoles
“segundones”; venidos inicialmente a Potosí y Sucre durante la conquista
española, se instalaron en post del mineral de plata del “Cerro Rico”(3).
Agotadas las vetas buscaron otras plazas, y ocurrió la diáspora: Una parte de ellos
vinieron a Salta, usufructuarios ellos
de extensas “mercedes reales” en los fértiles pastajes del Valle de Lerma. Se
dedicaron al suculento negocio del engorde de mulas (animales vendidos por
millares para el trabajo en minas de Bolivia y Perú) comercializadas en grandes
ferias como la de “La Tablada” en San Salvador de Jujuy. Otros arreos fueron a Chile por la Cordillera de los
Andes. Sumalao(4) solo una de las zonas del engorde, producía 40.000
animales anuales (Datos de un libro documental que facilitara el amigo Oscar Gracia Casares, en
la finca de San Agustín). Pasado los
tiempos y agotado el negocio mular, se volcaron al cultivo de caña de azúcar,
después al de tabaco y ahora a la siembra de granos.
Nuestro
personaje vestido de carpincho, es el resabio
de una alicaída clase social, que en otros tiempos fueron acaudalados
terratenientes, propietarios del poder económico y político. Hoy, unos pocos, conservan la apariencia
de aquellos tiempos, sin disimulos.
__________
Uno
de los asiduos al Café vivió, con su familia, una “hazaña” desmedida, la que
fue narrando en sucesivos encuentros. Se trata de Américo que nació en
Szombathely, región de Vas, Reino de Hungría. El “magyar” llegó a estas tierras
a los 7 años de edad, en 1951. Ahora luce delgado, de cabellos y barba blanca; jubilado como profesor en la carrera de
ingeniería.
Los
contertulios reunidos almacenan historias. Una de ellas es la viene:
Café
del viernes.
-Américo,
nunca nos contaste de los sucesos que viviste durante la Segunda Guerra Mundial
en Hungría, y al final, el ingreso obligado a formar parte de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas.(5) ¿Cómo
es que finalizaste en Argentina? –Reclama Carlos.
Américo (Imre en húngaro), levanta la
cabeza y mira a su alrededor sorprendido, cavila con la mirada perdida, como
ausente ante una pregunta inesperada y de complicada respuesta. Muy despacio y
grave, comienza el largo relato:
-Nací
en 1943, durante la guerra y mi evocación no responde a esa época; solo puedo
contar imágenes fotográficos de entonces, los de mis primeros años en Hungría.
De otros acontecimientos me enteré a medida que fui creciendo y escuchando a
dos hermanos mayores; además abrí bien los ojos durante charlas de mi padre con
sus amigos. Él guardaba muchos otros que nosotros le fuimos demandando; fueron episodios
contados con más detalles. Su relato despertó en nosotros un interés creciente
por la inusual riqueza de lo sucedido y por haber sido él su principal
protagonista.
-Bueno…
Primero, contanos lo que escuchaste de la Segunda Guerra Mundial. –Se interesa Alfredo.
-Pasando
a otro tema les comento que Argentina también tienen una raíz húngara.
-¡¿Cómo?! ¡¿Por qué?!
-Ya
viviendo en Salta, un día llega mi padre a la hora del almuerzo, sostiene en su
mano un billete de cien pesos de aquella época y comenta: “Aquí, en la bandera que ilustra el
momento de la fundación de Buenos Aires,(6) hay un escudo de
Hungría; además esta Juan de Gray(7) presidiendo la ceremonia. El apellido Garay es húngaro, entonces, el colonizador
tiene que haber tenido ascendencia húngara.
-Ni noticias de lo
que nos cuentas.
-Eso lo descubre mi
padre al ver el billete. -Silencio…
-Entonces somos
hermanos de sangre. -Risas…
(1)
Ciudad capital de la provincia del mismo
nombre en el noroeste de República Argentina.
(2)
Ciudad capital (San Salvador de Jujuy) de la
provincia del mismo nombre en el noroeste de la República Argentina.
(3)
“Cerro Rico”: ubicado próximo a la ciudad de
Potosi, Bolivia, poseía una inmensa cantidad de mineral de plata que fuera
explotada por los españoles durante la colonización.
(4)
Sumalao. Pueblo de al Provincia de Salta
caracterizado por sus fértiles tierras.
(5)
URSS. Unión de Repúblicas Socialistas
Sovietices, entre las que se contaba Hungría a partir de finalizada la Segunda
Guerra Mundial.
(6)
Juan de Garay en 1580
fundó Buenos Aires, con el nombre de "Ciudad de la Trinidad", en el lugar donde
en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de "Real de Nuestra
Señora Santa María del Buen Ayre".
(7)
Juan de Garay. Explorador,
conquistador, Gobernador y Capitán General del Rio de la Plata.
(1528, Orduña, España –Marzo de 1583, Rio de la Plata (virreinato del Perú).
En la Europa Central el apellido Garai o Garay es
de origen magiar (húngaro) y dio nombre a una familia noble en
el Reino de Hungría, una rama del clan de Dorozsma con los miembros notables en
los siglos XIV y XV.
Ref:
Internet.
I
Niñez
Café
del martes.
-¿Hoy
que nos narras? –Abre el relato Alfredo.
-Bueno…
Voy a comenzar con imágenes algo difusas
de aquel tiempo, acumuladas en alguna guarida de los recuerdos.
-¿Por
ejemplo? -Interviene Carlos.
-Recuerdo
a mi abuelo Ignác. Él era flaco, alto y fornido, tenía cabello blanco, caminaba
con bastón, lentamente, con elegancia. Yo
tenía, para esa época, cuatro o cinco años.
-¡Tan
chico! ¿Recuerdas que hacías? –Tercia Alfredo.
-Sí.
Mi primer recuerdo es cuando el abuelo me lleva caminando, tomado de su mano,
al fondo, allí están los establos de la
caballeriza. En ese lugar veo a uno de los caballos sujetado
con un bozal, las patas delanteras levantadas y apoyadas
en una pared de madera, de esa forma evitan que patee. Con el tiempo me entero
por qué esa posición del animal: de esa forma
los peones pueden lavar el miembro viril del padrillo; después le
acercan una yegua para “servirla”.
-Que
interesante. ¿Vivían los abuelos con ustedes?
-Sí, ellos habitaban en la misma casona, la de nuestros antepasados, se llama Gyertyános,(1) fue construida en
un predio de 800 has: un establecimiento agropecuario
con ganadería, una típica fracción de “puszta”(2),
similar a las de la pampa Argentina, con abundantes pasturas naturales y de
extensión importante para esa región.
Una mañana falta mi abuela Rea cuestión que llama mucho la
atención (ella organiza el desayuno para todos y es nuestra
compañía al iniciar el día). “¿Que pasa que no
está la abuela?” Le consulto a nuestra
madre, y narra: “Como siempre, luego de la cena, ya en el dormitorio, los
abuelos conversan un rato, siempre hablan de los duros acontecimientos
políticos y sociales
del día. Anoche el abuelo Ignác entró al baño, salió y se sentó en la cama; en
seguida va la abuela, al regresar el esposo está acostado, ella se dispone
hacer lo mismo cuando siente un sonido grave de garganta, luego silencio absoluto,
extrañada pregunta: “¿Qué te pasa querido? ¿Te duele algo?”; pero no responde, el silencio dura, se
tranquiliza pensando que está dormido; deja pasar un rato más, por fin lo
interroga de nuevo y no contesta, esto provoca alarma, se levanta, da vuelta a
la cama y se acerca al marido, le acaricia la frente y comprueba que está inmóvil, tampoco siente la respiración, le
toma un hombro y lo mueve suavemente, no hay respuesta: ¡A muerto! Se
sienta al lado de él, apoya la cabeza entre sus
manos, llora, reza… Fue una muerte
repentina, sin sufrimiento”. Ese día quedamos con mamá en el comedor,
con tristeza… Vivimos por primera vez
esta situación: ¿Qué significa la muerte y el hecho de ir al cielo? invaden mis
pensamientos, estoy confundido…
-Fue
muy duro para todos, seguramente.
-Sí, impensado. Nos ausentamos a Csepreg,(4)
el pueblo más cercano, asistimos a la misa de difunto y luego al
cementerio –Comenta Américo, queda
pensativo…
-¿Cómo
es la casa donde naciste? –Pregunta Alfredo.
-Nuestra
vivienda es importante, una casona de campo tipo estancia, construida y ubicada
al centro de la finca. Con cría de caballos de raza al estilo semi
estabulación, también cultivos de forraje, cereales, hortalizas, frutales y
vacas lecheras. Mi padre, orgulloso de sus logros, siempre comenta entre sus
amigos: “En Hungría hay animales vacunos de muy buen rendimiento, hasta producir 40 litros de leche diarios”.
-¿Te
acuerdas con más detalles de esa casa? –Interviene Carlos.
-Algo…
Fotografías de Gyertyános que las conservo hoy en forma digital. Como dije, se
trata de una casa grande de campo que viene de mis ancestros: la familia
Flandorffer Bezerédi, posiblemente del siglo XIX. Fue construida en el centro
de la propiedad y en la parte más alta del terreno, una verdadera atalaya desde
donde se controlan las tareas del campo. Más allá, a la distancia, al final de
la extensa pradera de pastizales y cultivos, se divisan dos poblaciones:
Csepreg y Bük(5). Lo que recuerdo de la edificación son ambientes
extensos: Se ingresa por un gran portal de madera maciza con tallas, después de
un descanso la segunda puerta con vidrios biselados desde donde se accede, primero,
a la sala de recepción, allí, en la pared de la derecha, una estufa a leña de
mármol y piedras con una reja metálica al frente; en el muro de la izquierda,
en medio de retratos familiares, se destaca una cabeza de ciervo con gran cornamenta;
el mobiliario responde al estilo Luis XV. Atrás una doble puerta vidriada con
cortina para ingresar al comedor principal con una mesa magna, sillas,
aparador, trinchante y vitrina de igual estilo; en las paredes cuadros
importantes de autores destacados. Remata la residencia en la parte posterior,
atreves de otra doble puerta y cortinas, una galería con cinco arcos donde se
hallan dos juegos de sillones y macetas con plantas florales. A los costados
derecho e izquierdo del edificio central se alzan viviendas con tres dormitorios,
baños, cocinas, comedores y una amplia despensa; desde allí se desciende al
subsuelo, el que oficia de bodega y un amplio compartimiento con vinos añejándose
y alimentos perecederos; estos recintos -propios de las viejas casonas
europeas- conservan temperaturas constantes tanto en invierno como en verano.
-¿Esa
casa existe todavía?
-Sí,
la vi cuando fui a Hungría hacen algunos años. Uno de mis hermanos está
actualmente haciendo una reclamación al Gobierno con la esperanza de
recuperarla. Hoy funciona un establecimiento geriátrico que lleva el nombre de “Residencia Ignác
Flandorffer”. (Nombre de mi tatarabuelo, igual al del abuelo) en homenaje por
su actuación como notorio intendente en Sopron(3): Es quien ilumina
la ciudad por primera vez con faroles a gas (luego de investigar y aplicar lo
que hizo Frederick Winsor (4) con el gas que proviene de la descomposición del estiércol y otras materias
orgánicas) entre muchas otras innovaciones de progreso para facilitar la vida
en la localidad. Como homenaje póstumo, hoy, también, se erige un monumento a
su memoria en una plaza de la ciudad.
-¿Tienen
posibilidad, entonces, de recuperar la casona?
-No
se… Tengo mis dudas... Se necesita bastante dinero, un buen abogado y tiempo de
dedicación que yo no dispongo. Quizás Géza, mi hermano menor, ahora logre su
objetivo frente a las autoridades del actual Gobierno Húngaro… Bueno. Sigo: La
casa es grande, una verdadera mansión -queda
en el campo como ocurre en las estancias de
Argentina- con un extenso patio donde pasean gansos, pavos, gallina y perros
“fox terrier” (apreciados en la familia). Una de las tareas que recuerdo tiene
que ver con empleadas emborrachando gansos con migas de pan impregnadas en bebida
alcohólica que le dan a comer, los dejan
caminar hasta perder el equilibrio para caer al final, en estas condiciones los
llevaban a un galpón cerrado, de techo medianamente bajo; sentadas las “desplumadoras”
alrededor de una gran mesada, los sostienen
firmemente, ya dormidos, los disponen panza arriba, en esa posición,
proceden a remover las plumas más grandes del pecho, abajo asoman unas muy pequeñas
y suaves que arrancan cuidadosamente para depositarlas en una bolsa colgada de
la cintura. No sacrifican al animal. Finalmente los restituyen al corral para
que se recuperen. Pasado un año, o más, son sometidas a otra “cosecha”. Las
operarias campesinas visten a la
antigua: coronadas con cofias blancas, camisolines ceñidos en las muñecas y de
colores vivos (para no confundir el blanco del pequeño plumajes), medias gruesas
y calzados del mismo color. La recolección tiene
como destino el relleno para ropas de invierno y
los acolchados clásicos llamados “duvet”. Esta
es una de las tareas típicas de la región y que Hungría exporta, aun hoy en día. Al lado del patio, algo retirada, una
huerta sembrada con diversas variedades: paprika, espárragos, coles y otras verduras trabajadas por peones prácticos en
labranzas de vegetales. Más al costado frutales: ciruelos, damascos,
perales, entre otros. Sobre el camino de acceso a la propiedad existe una
arboleda de castaños en fila demarcando una avenida. Atrás de la casa
principal, retiradas unos cien metros al costado de los establos y graneros,
viviendas para los empleados.
Otro
de mis recuerdos. casi fotográficos, es una mujer, que sale de una de las
viviendas, sujeta con la mano la cabeza de un gallo que aletea desesperado,
luego, como si fuese un aspa, revolea el cuerpo del animal, finalmente lo
arroja al suelo con la cabeza desarticulada,
en sus últimos estertores da saltos acrobáticos. Advertida la niñera del sacrificio
animal que presencio, me retira para
evitar que advierta el traumático final del ave.
En
la casa los dormitorios para los menores son: uno grande con dos camas y ropero,
el otro con cama cucheta, y zapatero
y una puerta para ingresar al baño de
uso común. Ambas habitaciones están separadas por un marco desde donde cuelga
una hamaca. En una ocasión, jugando subo la escalerilla de la cama cucheta con
la tabla del columpio en la mano, al llegar arriba se suelta y en caída libre
golpea en el rostro de mi hermano menor Géza: ¡Gran escándalo!: La cara
ensangrentada, llora a gritos, llama la atención de la niñera, mucama y cocinera,
que aparecen en un santiamén; las tres lo llevan al baño, lavan y tapan la
herida con gasas para frenar la “vertiente”... Consecuencia inesperada es una
penitencia en el rincón, mirando a la pared hasta la hora de comer ¡una
eternidad! Expío el accidente con sollozo desganado durante un tiempo. No lo
traen a comer, lo trasladan a la sala de primeros auxilios de Csepreg (el
pueblo más cercano, a diez kilómetros de distancia). Allí descubren que tiene
rotos los huesos propios de la nariz, lo curan, esperan hasta que pare la
hemorragia y baje la hinchazón; el desplazamiento óseo no es rectificado… El
estigma: “nariz ladeada” perdura sin corrección hasta nuestros días: una
impronta alegórica de aquellos tiempos de la infancia.
_____
El café sirvió, durante
muchos meses, de cenáculo obligado donde el amigo magyar, ahora argentino-naturalizado,
desgranó esta historia inédita de sufrimientos, muertes, desesperanzas,
esperas, conquistas y alegrías. Consecuencias impiadosas de una cruel e insólita Segunda Guerra Mundial
que dejó millones de muertos. El botín de guerra fue el reparto de Europa entre
los vencedores: a Hungría, luego de la impuesta alianza con el nazismo, ya quebrantada;
termina integrada a la URSS. Aconteció luego la diáspora de parte importante de
su población.
______
(1)
Gyertyános:
En Húngaro se utiliza este término a espacios con lugares que contienen
arboledas autóctonas. Por su nombre, se trata
principalmente de un bosque mixto de robles, hayas, y pinos entre otros, donde
es posible admirar el arbusto ralo y el sombreado, en las formaciones de
superficie punteada.
(Ver foto de
la casa).
(2)
Puszta (IPA
['pustɒ], es un término húngaro utilizado para indicar vastas extensiones de
llanura esteparia, típicas de las tierras planas de Hungría (parecido al de las
pampas Argentinas). El territorio de la puszta es estéril, inhóspito, una
especie de desierto herboso y en origen se refería a partes llanas de la gran
llanura. En la gran llanura de la Puszta viven los pastores, los vaqueros y los
guardianes de los caballos.
(3)
Sopron: (en húngaro /ˈʃopron/, en croata Šopron, y en alemán
Ödenburg) es una ciudad de Hungría cerca de la frontera con Austria. La ciudad
está situada al oeste de Hungría. Está a
(4)
Winsor:
Ref: Internet y fotos familiares
II
RECLUTADO
“FORESTAL”
Café
del martes.
Américo
continúa el relato: “Lo que escuché de la actividad de mi progenitor durante la
Segunda Guerra Mundial, cuando se inicia la conflagración, es que fue convocado y admitido como voluntario en el
Ejercito Húngaro. Él asumía un gran respeto por su país (la Raza ‘Magyar’) de
fuerte tradición guerrera, y modo heredado de sus ancestros.. ¿Acaso una personalidad Quijotesca?
___________
Pasados
muchos años, ya en el destino elegido: Argentina, mi padre, Béla Andor
Flandorffer es contratado, con el Ing. Ervin Ijász, en la provincia de Jujuy,
para forestar la gran extensión de tierra que tenía Altos Hornos Zapla en la
margen izquierda del Rio Grande, desde la mina 9 de Octubre hasta Alto la Viña
(“Forestal”, privatizada en su totalidad a precio de ocasión, desforestada y
transformada en loteo infinito). Por sus conocimientos en zootecnia desarrolla
una granja para proveer alimentos a los
regimientos: el “2 de Infantería de Montaña” y para la propia planta de Fabricaciones
Militares; allí puede desplegar una importante producción vegetal (hortalizas,
frutas, granos, pasturas y alfalfa para los animales) y animal (vacunos,
ovejas, caballos, mulas, cerdos, aves para carne, huevos y un matadero);
también monta una gran incubadora ubicada en el segundo piso de un edificio
para tal fin y dos centenares de colmenas para producir miel”.
III
La
GUERRA
“Varias noches, luego de la cena, ante permanentes requerimientos,
nuestro padre comenzó el relato de las tribulaciones sufridas en su tierra
natal durante la Segunda Guerra Mundial, el asesinato de la esposa, la compleja fuga con los hijos desde Hungría y el
arribo a la Argentina.
Esta historia comienza en 1941 con la alineación de
Hungría al EJE (Alemania, Italia, Japón). En 1944 Adolf Hitler invade Hungría e
impone la sumisión al régimen Nazi y les exige participar más rotundamente en el frente
contra Rusia en su loca guerra de dominación: (El presidente Miklos Horthy
–presionado por el mismísimo Führer- debió acompañarlo en su demencial proyecto).
Flandorffer fue alistado para el ejército magiar como oficial en la “División de
Caballería”. A pesar de la actividad castrense frecuentaba, esporádicamente,
Gyertyános donde residíamos su familia. Pocos recuerdos me quedan de la época
militar de Béla Andor Flandorffer de
Kömál, casado con Marignon Thewrewk Ponori, mi madre. Se graduó de ingeniero
(1) y trabajó en la extensa propiedad (miles de hectáreas) (2)
de los herederos de la familia más importantes del Imperio Austrohúngaro: los
Príncipes y Condes Eszterházy. Su trabajo, como zootécnico, giraba en torno a
la ganadería, esencialmente equina y vacuna. Fue entonces cuando recibió una
citación del Ministerio de Guerra del gobierno húngaro para que se presente,
ante la autoridad militar. Fue destinado a integrar un cuerpo de caballería:
“Los Húsares”, por su incuestionable pericia hípica. Quedó al mando de un
batallón de jinetes de la vanguardia en el este (3).
Durante el conflicto armado de la Segunda Guerra Mundial,
Hungría fue vital protagonista en el frente oriental. Consignada para contener
al adversario ruso que se adelantaba desde el este, durante esa fase libran
múltiples escaramuzas: “Al divisar algún grupo enemigo iniciábamos las
hostilidades consiguiendo, muchas veces, el repliegue de avanzadas enemigas”. Comentó
Andor. Esta vanguardia se destacó, por su coraje, en múltiples ocasiones. En el
último encuentro que participó, recibió
un disparo en el hombro izquierdo, cayó de su monta en el fango mientras el animal, asustado, se
alejaba. Después de un tiempo de espera, con dolor y sangrando, fue rescatado,
A consecuencia del episodio y la incapacidad para continuar en el frente, es
dado de baja. Pasados algunos meses de convalecencia en el Hospital; próximo el
final de la conflagración, regresó a su casa: lo esperaban: padres, esposa,
hijos y tíos. Era yo el tercero de la prole, de dos años de edad. De aquel
final de la guerra, como es lógico, guardo pocos recuerdos.
Mi padre retomó su profesión en el país después de la
derrota en 1945 y durante la llegada de los aliados hasta la definitiva
participación rusas: lo hizo durante un año y medio, aproximadamente. Dedicó su
tiempo a revalorizar y actualizar lo abandonado por inacción durante su
ausencia.
El 1º
de febrero de 1946 se abolió la monarquía y se proclamó la “Segunda República
Húngara”; inicialmente administrada por un gobierno asociado; luego pasó a
integrar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); con el dictador Iósif
Stalin a la cabeza.
(1)
En la casa de estudios universitarios de
“Gazdasági Akademiai” de Buda Pest como Ingeniero estanciero o ingeniero de
campo titulo que se da en Hungria y es una disiplina que combina la agrónomia
(Conjunto de conocimientos relacionados con el cultivo de la tierra) con
zootecnia (que estudia la cría, mejora y explotación de los animales domésticos
que son útiles al hombre y cuya finalidad es la obtención del máximo
rendimiento).
Ref:
titulo digital
(2)
Eszterházy ha sido una familia magiar de
nobleza en Hungría desde la Edad Media. Desde el siglo XVII, se convirtieron en
parte de los más grandes magnates terratenientes de los territorios del Reino
de Hungría que se hallaban en manos de los germanos (en 1526 murió el rey Luis
II de Hungría en la batalla de Mohács y los turcos otomanos ocuparon gran parte
del reino). En 1686 los ejércitos cristianos expulsaron a los otomanos y
reunificaron el reino, entrando bajo total influencia de los Habsburgo, y la
familia Esterházy adquirió poder y riqueza. Posteriormente varios miembros
obtuvieron inclusive el título de Príncipe Imperial germánico, alcanzando
enorme influencia también durante la monarquía del Imperio austrohúngaro
instaurado en 1867.
Ref:
Internet
Los Eszterhazy poseían ciento veinte mil
hectáreas de Hungría con once mil personas y diecisiete aldeas. Eso no era raro
en aquella parte del mundo. Los nobles que poseyeran aquellos terrenos tenían
sin duda la intensión de que sus nietos talaran la dura madera de aquellos
árboles, en su mayoría robles y hayas.”
Ref:
“Reino de Sombras” Pag. 89. Alan Furst
Ediciones
Urano. www.books4pocket.com
Barcelona
2007.
(3)
El Ejército Húngaro fue
una de las fuerzas armadas más combativas del Eje en la Segunda Guerra Mundial.
Los
soldados magiares fueron guerreros muy superiores en calidad y arrojo, dos
cualidades que demostraron a la perfección entre 1939 y 1945.
Ref:
Internet
III
Fin de la Segunda Guerra
Mundial
(Café
del viernes).
Carlos y Alfredo esperan, ávidos, el relato de Américo y
la huida de Hungría que protagonizaron los hermanos con su padre a la cabeza.
-Hoy
me comuniqué con mi hermana, ella no vive en Salta y como es de esperar le hice
un sinfín de preguntas de aquellos sucesos vividos en Europa. –Inicia la
narración Américo.
-Qué
bueno. ¿Qué te contó?
-Me
hizo recordar episodios olvidados que les voy a relatar más adelante, ahora es
mejor seguir con el hilo de lo conversado el martes.
-Bueno.
Quedaste con lo qué pasó después de la guerra.
-Finalizada
la Segunda Guerra Mundial mí progenitor se encuentra en una encrucijada: combatió en el ejército
aliado de Hitler, enfrentando al de Rusia; ahora es, precisamente ese país,
triunfador, quien invade Hungría y se hace cargo del gobierno. Una de las
primeras medidas de los jefes soviéticos fue apropiarse del “botín de guerra”: Entre
muchas, la valiosa propiedad de los Eszterházy, donde trabaja mi padre, fue una
de las primeras en ser expropiada, en consecuencia quedó sin labor. Estos acontecimientos le provocaron
un gran daño y preocupación. Debió regresar a Gyertyános dejando atrás emprendimientos que desarrolla dentro de su oficio. Es
testigo presencial del descomunal asalto y saqueo a la valiosa finca de los
Príncipes. Retorna a su casa con la idea de desarrollar la profesión junto a su
padre. Ante el feroz y arrollador plan soviético de expropiaciones
-anticipándose a lo por venir- decide vender parte de la tropa y reduce el plantel
de pedigrí. Logra con esta venta ahorrar algunos dineros..
SIBERIA
La
segunda disposición de las nuevas autoridades gravitó en individualizar a los
ex oficiales del ejército húngaro, los que combatieron del lado de Alemania
Nazi, para ser juzgado y eventualmente, penados con reclusión en Siberia y
seguramente la muerte. Ante este peligro, Andor trata de no ser detectado, va cambiando
de lugares donde permanecer oculto; además
gestiona reuniones secretas con ex compañeros que cargan igual amenaza, poniéndolos
en alerta juntos con otros miembros de la resistencia y poder trazar un plan
ante los inminentes acontecimientos; cuestión que los agrupa durante varias
noches para planificar la fuga. Pasado
unos meses el ejército inicia en forma
desembozada la búsqueda y captura de ex oficiales. Estos acontecimientos
lo obligan a ser mucho más cuidadoso: Pide a su esposa Marignon que bajo
ninguna circunstancia revele el lugar donde está escondido y que oculte los
ahorros. Intuye que está siendo buscado, percibe personas que siguen sus pasos. No obstante, un batallón de
soldados rusos, a finales del invierno de 1947, sorprende al ingeniero
Flandorffer donde se encuentra furtivo. Apresado con violencia, lo trasladan a
un cuartel. Èl y sus compañeros son inculpados sumarísimamente en una parodia
militar y condenados al destierro. Son trasladados a una cárcel, permanecen en
celdas estrechas, a pan y agua, sin abrigos; la policía espera completar
suficiente cantidad de prisioneros para colmar los vagones destinados a las
Estepas Siberianas: el más cruel de los destinos. Llegado el día, son agrupados
de dos en dos y unidos con esposas, la muñeca izquierda de uno a la derecha del
compañero. En esas condiciones son trasladados a la Estación del Ferrocarril donde
espera un tren de cargas con portones abiertos. Alineados en el andén van
subiendo para su destino final: ¡La muerte! Andor piensa en su familia…
El
Tren
De
algún modo la suerte los favorece: al grupo confabulado les corresponde el penúltimo
vagón, anterior al de cola donde van solo militares; esto facilita sus planes
de fuga; están custodiados por un soldado armado en cada extremo del mismo. En
voz baja transmiten los pasos a seguir de acuerdo a lo planificado. Parten de
Buda-Pest con destino este, hacia el oriente. Durante la marcha del tren y de
acuerdo con lo calculado, uno de los apresados en forma sigilosa les repasa
nuevamente lo acordado: Primero: el tren se detiene parar abastecerse en
la estación de Mezözombora, antes de
Görögszállás (Estación de estilo griego, aún en territorio húngaro) cerca de la
frontera con Ucrania. Segundo: El señuelo es el balneario de Tiszafüred (1),
la última parada. Tercero: A cinco kilómetros un viaducto (2). Cuarto:
Pocos minutos después divisarían un puente bajo y sin el cabreado superior,
sobre el Tisza, un rio amplio y de mediana profundidad, el nivel del agua con
respecto al puente es de tres metros. es donde
deben arrojarse apareados al caudal y
nadar de prisa coordinando las brazadas y el pataleo hasta la costa próxima al
bosque, donde podrán ocultarse. Deben resolver los dos pasos previos al
lanzamiento: Primero: Neutralizar a los dos guardias. Segundo:
desenganchar el vagón del resto de la formación para que se detenga en el lugar
elegido. Los cálculos de tiempo y lugar para la operación fueron hechos
minuciosamente por el ingeniero Flandorffer. Otro de los reclusos, conocedor
cabal del trayecto del ferrocarril es quien va chequeando la zona y advertir el
lugar para iniciar lo planificado. Para distraer la atención de los guardias
provocan, con gritos ensordecedores, un simulado disturbio en la mitad del
vagón, ante semejante situación los escoltas dejan sus puestos para poner
orden, momento en que los reclusos designados aprovechan para reducirlos:
fueron atados y amordazados; otros dos liberan el vagón del resto de la
formación que se va distanciando mientras el coche desprendido va reduciendo su
velocidad y es frenado en mitad del puente. Todo salió de acuerdo a lo
calculado. Finalmente los cautivos se arrojan al rio de a pares, siempre unidos
por las muñecas. Los guardias del coche de cola, que permaneció enganchado al
final de la formación; usando las banderitas señaladoras y con disparos al
aire, advierten de lo sucedido al resto de la formación que se va distanciando,
frena y se detiene, bajan a la carrera soldados armados hasta
llegar al puente, allí abren fuego sobre los últimos fugados que con extrema
dificultad nadan tratando de llegar a la orilla del rio; algunos son alcanzados
por los disparos y mal heridos o muertos arrastran a su compañero de infortunio
al fondo del rio... Otros, entre los cuales está mi padre, logran arribar a
tierra firme y se dirigen al bosque; (la arboleda está formada por las principales especies de la región: hayas, robles,
tilos, coníferas, pinos, entre otras).
Distantes de la frondosidad, mientras corrían angustiados, los disparos de los
militares picaban próximos en la arena de la playa.
El
bosque.
La
fuga en el bosque ese primer día fue desordenada, se va desmembrando el grupo
hasta separarse, van eligiendo sendas diferentes y quedan solos de a pares. En
ese invierno impiadoso, mojados, cansados, unidos por grilletes y ateridos de
frio comienzan una larga caminata por el bosque húngaro, tupido buscan refugio
en medio de rocas y barrancos; finalmente, al anochecer, caen agotados al pie
de algún árbol, duermen hasta el amanecer. Reanudan la marcha, con la guía del
sol, buscando quien pudiera ayudarlos para romper la atadura de acero que los
une irremediablemente. Recorren el monte impiadoso apremiado por el hambre y la
sed. Existen abundantes animales (liebres, zorros, ciervos y jabalíes) pero no
disponen de forma alguna para atraparlos. Un arroyo les calma la sed; algún
fruto y hojas ofician de alimentos y les proporciona energía para reanudar una
marcha extremadamente dificultosa, en terrenos irregulares, fangosos, nevados
por trechos, con colinas escabrosas. Están en el norte del país, siempre
orientados por el astro rey, hacia el poniente, su única referencia. Así van
pasando los días, con hambre y sed. Además del agotamiento un persistente
malestar e insidioso dolor de estómago. Fueron jornadas motivadas por el
imperio esperanzado de la libertad y el ardiente deseo del reencuentro con la familia. Van solos, los
otros compañeros desaparecieron en rumbos distintos. La unión forzada por los
grilletes y la necesidad, en medio de lo desconocido, de compartir y acordar
absolutamente todo: decidir el rumbo, escoger senderos, que comer, donde encontrar agua, detenerse por
las necesidades, cuando el descanso, etc. etc.. Va dibujándose una progresiva
falta de empatía y un secreto resentimiento en pos de las propias necesidades.
Se instala un gradual mutismo compatible con la adversidad; van creando,
soterradamente, una hostilidad creciente hasta llegar en ocasiones a la
violencia verbal y en oportunidades física, sin llegar a mayores ante la cruda
realidad que los une irreparablemente.
La
fortuna arribo al quinto día: oyeron los golpes característicos del hacha sobre
la madera, guiados por el sonido caminan sigilosos pero anhelantes en el
cerrado follaje; a lo lejos de la maraña de pastos, arbustos y árboles llegan a
divisar un robusto trabajador acompañado por un niño: es el de los leñazos. Se
miran y hablando por lo bajo convienen en no
ser descubiertos, tienen que adivinar si es amigo o enemigo, permanecen en
silencio sin saber que hacer hasta que oyen al niño preguntarle al mayor,
seguramente su padre, a qué hora regresaban a su casa, todo en perfecto húngaro;
pero hacía falta algo más; por fin Andor se decide y grita “¡Viva Hungría!” ,
un silencio y profundo invade el claro del bosque, el hombre y el niño giran
para ver de dónde parte esa vos turbadora….¡Ya están jugados!: dan unos pasos
adelante y se exhiben, la escena es dantesca, el lugareños y el menor quedan
petrificado; por fin contesta escasamente: “Viva”. Una amplia sonrisa -por vez
primera- invaden los rostros de los dos fugitivos. Luego de unos instantes de
silencio separados por escasos metros, la sorpresa fue mayúscula para el leñador:
Aparecen ante sus ojos dos zaparrastrosos personajes
unidos por las muñecas. -¡¡Eh…!! ¡¿Que pasa aquí?!... -les grita a los
aparecidos.
-Somos oficiales del
ejército húngaro. Nos apresaron y logramos escapar, hacen varios días
que andamos por el bosque buscando ayuda, así
como nos ve… ¡Por favor ayúdenos, buen hombre!
Silencio…
-¿Qué necesitan? -Se
apiada el hachero.
-¿Usted puede
separarnos rompiendo las esposas
que nos une?. -Otro largo silencio.
Finalmente levanta la vista y contesta:
-Bueno, pero que
nadie lo sepa. –Gira, mira a su hijo y le dice-: ¡Ni a tu madre! ¿Entiendes?
–Si papá.
(1) Juan de garay
(1528 – 1583) Al ser ya gobernador del
territorio desde el año 1578, fundó en 1580 la ciudad de Buenos Aires,
con el nombre de “ciudad de Trinidad”, en el lugar donde en 1536 Pedro de
Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de “Real de Nuestra Señora Santa
María del Buen Ayre”. Explorador y conquistador, gobernador y capitán general
del Rio de la Plata (1528, Orduña España – Marzo de 1583, Rio de la Plata,
Argentina, Virreinato del Perú). En la Europa Central El apellido Garai o
Garayes de origen Magiar y dio nombre a una familia noble en el reino de
Hungria, una rama del clan de Dorzsma con los miembros notables en los siglos
XIV y XV
Ref: Internet
(2) Imre András Flandorffer, nació un 20 de junio de 1943 en plena
2da.guerra mundial. Su país natal Hungría durante siglos fue invadido y
dominado por distintos pueblos, es un territorio huérfano sin ningún hermano en
Europa, quizás los finlandeses sean los únicos primos en el continente, como lo define Lajos Zilahy en una de sus
novelas de “El siglo Feliz”
Escudo de armas de Hungría.
Idioma húngaro. El húngaro o
magiar (en húngaro: magyar nyelv), es una lengua de la familia de
lenguas urálicas. Se habla en Hungría y en ciertas zonas de Rumania,
Eslovaquia, Ucrania, Serbia, Croacia, Austria y Eslovenia. El húngaro pertenece al grupo de las lenguas fino-ugrias de la familia de lenguas urálicas, más específicamente, dentro de este, al subgrupo de lenguas ugrias. El húngaro actualmente posee 14
vocales. Las vocales largas se distinguen de las cortas por llevar acento
simple o doble.
La palabra húngaro proviene probablemente del turco
onogur, que en turco antiguo significaba "diez saetas" con el sentido
figurativo de "diez tribus". ... El significado de estas palabras era
aproximadamente "gente" y "hombre" o "ser humano".
Entonces, un húngaro sería "una persona que pertenece a la misma
gente".
Historia de Hungría a partir de la llegada de
los magiares a Europa.
(1)Gyertyános:
En Húngaro se utiliza este término a espacios con lugares que contienen
arboledas autóctonas. Por su nombre, se
trata principalmente de un bosque mixto de robles, hayas, y pinos entre otros,
donde es posible admirar el arbusto ralo y el sombreado, en las formaciones de
superficie punteada, colindante a la pradera puszta, hoy la región se denomina
gyertyánospuszta. Ver mapa y
foto de la finca con la casa que era Gyertyános
2puszta (IPA
['pustɒ], es un término húngaro utilizado para indicar vastas extensiones de
llanura esteparia, típicas de las tierras planas de Hungría (parecido al de las
pampas Argentinas). El territorio de la puszta es estéril, inhóspito, una
especie de desierto herboso y en origen se refería a partes llanas de la gran
llanura. En la gran llanura de la Puszta viven los pastores, los vaqueros y los
guardianes de los caballos y ganado diverso.
3Sopron: (en
húngaro /ˈʃopron/, en croata Šopron, y en alemán Ödenburg) es una
ciudad de Hungría cerca de la frontera con Austria. La ciudad está situada al
oeste de Hungría. Está a
4 La primera utilización del alumbrado de
gas para la
iluminación pública fue en 1807, cuando Frederick Albert Winsor iluminó uno de los lados de la calle Pall Mall de Londres
5Csepreg (en
alemán: Schapring ) es una ciudad en el condado de Vas , Hungría, Muy cercano a
la frontera con austria. Es la ciudad más grande en el río Répce, que perteneció a Sopron. Hay grandes viñedos y bosques aptos para el senderismo El turismo,
especialmente es acampar y la pesca, son importantes fuentes de ingresos para
la ciudad
5Bük es una ciudad en el condado
de Vas con ferrocarril, Hungría, muy cercano a la frontera austriaca. Hoy en
día tiene reputación por ser un lugar muy popular para vacacionar,
especialmente para quienes tienen como destino Hungría y uno de los mejores
balnearios dedicados a los baños termales, siendo uno de los más
importantes . La ciudad está situada 27 kilómetros de Szombathely en las
llanuras del río Répce.
6Palinka (en húngaro, pálinka;
en rumano, palincă) es una bebida alcohólica tradicional de Hungría,
Transilvania y Voivodina. Se hace a partir de varios tipos de frutas; el más
común es de ciruela, pera, albaricoque, o melocotón. También se puede hacer de
manzana, cereza, baies, o membrillo.
Ref: Internet y
fotos familiares
Plaza Fö de Sopron. Donde se ve
una farola a gas en la casa amarilla; recuerda a mi bisabuelo autor de esa
importante innovacion en el siglo XIX
(4)
El Ejército Húngaro fue una de las fuerzas armadas más
combativas del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Los soldados magiares fueron guerreros muy superiores en calidad y arrojo,
dos cualidades que demostraron a la perfección sus condiciones entre 1939 y
1945.
Ref: Internet
¡SIN CADENAS!
-¡Por fin!... -A coro proclaman
los fugados.
Aquel momento les pareció
sublime. El leñador señala un tronco, se
acercan y colocan la cadena sobre el rollizo, miran al “salvador” que esta con la herramienta en la mano:
-Cuando quiera señor. ¡¡Pegue con
fuerza!! -Luego de algunos impactos, el
hacha fragmenta la desafortunada cadena, luego las cerraduras de las
abrazaderas; lo que los mantuvo juntos durante un tiempo infinito. Fueron, se
cree, unos 100 kilómetros caminados, debieron marchar vinculados por el imperio
de la fuerza. Las muñecas heridas por el metal son cubiertas con un pañuelo. Les
ofrecen un botellón de agua y rodajas de pan negro con panceta; beben y devoran
todo en un instante. Se sientan agotados por el trajín pero la sensación de
libertad los invade, se nota en los rostros la emoción, los ojos más
brillantes.
-Gracias, buen hombre. ¡Por fin
estamos libres!
-¿¡¡Qué ha ocurrido: aparecen
sucios, rotosoa y esposados saliendo del
monte…!!? –Ambos narran, con alguna reserva, los avatares sufridos…
-¿Nos puede indicar que senderos conviene
seguir para, alejándonos de la frontera,
llegar a un caserío?
-Si… Claro… -Y los orienta para alcanzar poblados cercanos. Flandorffer opta por uno
de ellos.
Se sientan en un tronco espaciosamente, con
las miradas perdidas esperan algo; pasados unos minutos se incorporan y quedan
inmovilizados frente a frente, se ven desconocidos...; en silencio uno de ellos
estira la mano, el otro responde, un apretón entre sí. Giran y abrazan
fuertemente al leñador. Fugazmente se miran nuevamente y emprenden callados
senderos distintos. Mi padre inicia un atajo hacia el pueblo elegido, su ex
compañero desaparece en lo intricado del bosque. ¡Nunca más se vieron! ¡No
trataron de comunicarse! ¡Había que olvidar aquel infierno obstinado…!
La caminata en solitario se hizo
eterna, “acompañada” por el dolor de la lesión
en el hombro, la del proyectil al final de la guerra, y las heridas
dejadas por el roce de la grilleta en la muñeca y en los pies por el calzado
destrozado; la marcha es dificultosa. Fueron muchos días, siempre evitando ser
descubierto y en búsqueda de un rumbo
cierto, también de alimentos y agua. En algunas oportunidades durante el
trayecto encuentra personas compadecidas que le proporcionan comida y un rincón
para la noche.
Ya orientado y ante la posibilidad
que faltara mucho por recorrer, pensó en conseguir una cabalgadura; con esa
idea trepó una colina, oteando minucioso divisó, a lo lejos, caballos en un
corral, están en el rumbo elegido. Precipitó
la marcha hasta los establos; se
aproximó a la cabaña, hizo sonar las manos hasta que salió una persona de
mediana edad:
-¿Es usted el dueño de los
caballos?
-Si yo soy. –Contesta asombrado
ante la presencia de una persona extraña de muy mala presencia, mal vestida,
barbuda, mugriento; pero deja adivinar un aire gentil.
-Muchas gracias por atenderme.
Debo explicarle lo que estoy viviendo. –Y narra, puntual, lo acontecido a
partir de la huida del tren a Siberia y los avatares en el bosque. Ocurre un
silencio que lo sintió eterno… Al final se anima:
-Necesito que usted me haga un
enorme favor: vi que tiene en el corral caballos, necesito que me preste uno
para poder llegar a la villa próxima de Jàszberèny(3). ¡No me quedan
fuerzas para caminar!... Tenga usted la seguridad del compromiso de dejárselo
amarrado en el lugar del pueblo que me indique.(3) Es mi primer
destino. -El propietario, callado medita el pedido, mientras recorre con la
vista al andrajoso “aparecido”. Mira para atrás como buscando alguien que lo
ayude en la decisión perentoria; finalmente con voz segura dice: -¡Bueno! Le
facilito alguna ropa limpia, y tire esos zapatos descuartizados, además va
llevar una caramañola y algo de comida. Turbado, incrédulo, petrificado espera
un milagro. El dueño hace realidad el socorro. Profundamente agradecido, se
despide. Monta a caballo. Ahora se siente “auténtico”, en su tinta. Desde allí
la marcha se hizo fácil, fueron varios kilómetros evitando siempre ser
localizado; debió sortear diferentes escenarios. Ya en el poblado dejó el
caballo asegurado en el lugar convenido, Busca un teléfono y logra comunicarse
con su madre que aturdida por lo inesperado contesta llorisqueando. Cuenta
brevemente los últimos acontecimientos, e informa el lugar donde se encuentra (falta mucho). Se
despide. Más animado dirige sus pasos a
la ruta, camina por la banquina, hace señas a los carreros para que lo acerquen
al destino: Buda Pest…
En el trayecto la preocupación es
elegir un lugar donde la policía y el ejército no logren individualizarlo. Debe
pasar inadvertido y conseguir un trabajo para mantener la familia.
Con la madre.
Ya de noche entra, subrepticio, a
la ciudad. Se dirige a la casa de su madre Bezerèdi. Su situación anímica lo
supera, luego de tantas y tan variadas circunstancias de estrés, de recelo, de
agotamiento, mandan sus pasos una profunda esperanza de recuperar su familia y
la paz. El reencuentro es profundamente emotivo, Andor estaba muy delgado,
pálido, sucio, con barba tupida y ojos brillosos por la turbación de aquel
momento dilatadamente anhelado. Un interminable abrazo sella el encuentro; pasan
al comedor, se sientan, allí cuenta con detalles a su progenitora los avatares
vividos desde aquel día que decretaron
su desino en Siberia y la segura muerte…
-Por favor mamá, necesito
llamarla a Marignon.
-Si Hijo, pasa al teléfono. –Y se
comunica un extenso y profundo tiempo con la esposa, relatando lo que la
emoción se lo permitió.
La madre le prepara el baño y la
cama…
Las circunstancias anímicas y a
pesar de sus experiencias recientes, no le permitieron tomar los recaudos
necesarios para evitar que, por esa comunicación imprudente, lograran ubicarlo.
Desafortunadamente fue un aviso que lo delató al espionaje ruso, quienes ahora
tienen conocimiento que su esposa sabe dónde está “el fugado”. Permanece unas jornadas en la hogar de
su madre, cuando, un día a la mañana, se apersona una comisión de las milicias de ocupación: preguntan por el
ingeniero Béla Andor Flandorffer, ante la negativa de Mária, ingresan al interior de la casa a gritos y
golpes, rompiendo todo lo que a su paso encontraban. Demandan la presencia de
mi padre. Al final lo encuentran en un improvisado escondite (la despensa). Es
apresado y nuevamente encarcelado.
(Aquel día en el café fue rotundo
por lo dramático).
1) Tiszafured es una ciudad en el condado de
Jász-Nagykun-Szolnok, en la región de la Gran Llanura del norte de Hungría
Central. Es la capital del lago Tisza en la frontera de Ucrania,. es el
asentamiento y centro turístico más grande de la región de Tisza,
2) Viaducto:
El primer puente permanente de Tisza, construido en 1833 este era el único
cruce seguro en el río, el segundo de ferrocarril en 1891
3) Jászberény: La ciudad está situada a unos 80 km
de Budapest y a unos 45 de Szolnok; en
el centro del distrito Jászberényi. Se encuentra a orillas del río
Zagyva . La segunda ciudad más poblada del condado. Se especula con que Atila pudiera estar enterrado en
Jászberény.
Ref.: vikipedia
La muerte.
Café del martes.
(El motivo de la charla tuvo que
ver con lo que el amigo protagonista pudo recabar de sus hermanos y lo que le
tocó presenciar).
-¿Qué te recordó tu hermana?
-Interroga Carlos.
-Me contó ella fue operada de amigdalitis,
enfermedad que un tiempo después también yo padecí: al sentir idénticos
síntomas fui llevado al hospital y deciden operarme. Kinga me contó no haber
sufrido dolor y luego, en la
convalecencia, fue premiada con helado de crema, un regalo impensado en aquella
época de escases; ese obsequio me animó a que también me las extirparan. Para
entonces yo tenía cinco años. Era el otoño de 1948. Luego de la operación
estuve dos o tres días internado y dolorido, nunca me calmaron, solo recibí té
frio; en la sala, también destemplada, tiritaba -nada de helados-. Ya de alta, regrese
para control en una oportunidad, cuando me retiraba con mi progenitora del
Hospital de Szombathely, en la escalera de acceso aguardaban a mi madre dos
soldados que la increparon para que revelara donde se encontraba su esposo;
cuestión que negó en forma rotunda reiteradamente. El tono de los soldados se
hizo más rudo hasta los gritos, aterrado me quise agarrar de su falda pero uno
de ellos me apartó apartó; inmovilizada, uno de los militares a su frente, el
otro en la espalda fusil en mano, sin
espacio para moverse. Ante la posición firme de Marignon el soldado que estaba
atrás levanto su carabina y con la culata descargo en el dorso, con fuerza
desmedida, reiteradas veces golpes que provocaron su caída rodando por la
escalera, perseguida por los uniformados siguieron castigándola. A mí me
retiraron, afligidas, dos enfermeras que
estaban unos escalones más arribas. Fui recogido del nosocomio por János, el
mozo de mano de Gyertyános y me conduce a la estación de Szombathey; en tren
vamos hasta Bük, luego en jardinera (kocsi) a la finca (
-¿Y qué paso después? -Interroga
Alfredo.
-En aquella época estaba ocupada
Hungría por el ejército ruso. Lo que ocurrió después de la guerra fue tremendo,
en los hospitales faltaba de todo, la comida era exigua: un plato de sopa y té
solo, sin pan; escasos elementos para curación e insuficiente personal médico y
de enfermería; la higiene muy defectuosa, etc.
Marignon fue operada para frenarle
una persistente hemorragia en el tórax. Fuimos a visitarla en tres o cuatro ocasiones,
en una de ella permanecía en una silla sentada, apoyando su pecho en el
respaldo, con las manos sostenía la cabeza; la enfermera levanto su camisón
para mostrarnos la herida operatoria; pudimos ver en la espalda una larga
sutura con la forma de L. Esta imagen aún perdura, penosamente, en mi memoria.
Pasaron algunos días, la última vez que la visité estaba pálida, con
respiración jadeante, muy delgada y febril; no podía moverse, su estado era
grave.
Mi padre, encarcelado, se
anoticia de lo ocurrido y solicita comunicarse con parientes. Procura hacer una
colecta y así poder negociar su liberación
con el jefe de la cárcel. Gracias a un suculento soborno que fue provisto por su madre y mis tíos Tomy y
Aurel, logra obtener una relativa
libertad; con la estricta prohibición de salir del país debiendo, además,
buscar trabajo sin remuneración, como favor para el Estado.
No recuerdo porque me encontraba
solamente en compañía de la niñera cuando recibe un mensaje para mi y que lee. A tu madre la llevan a
enterrar, deben ir a la Estación Ferroviaria,
allí se detiene la formación proveniente de Szombathel con destino a Paloznak(1) conduciendo
el féretro; van acompañando tu papá, tus hermanos y el resto de la familia”. La
noticia me produjo una honda pena con sensación extraña en el pecho. La niñera
francesa, muy afectada por la noticia, me puso las mejores ropas. “Tenemos que
ir a Bük”, me dice. Salimos de prisa en la jardinera. Cuando llegamos a la
Estación estaba el tren estacionado, recorrimos el andén en busca del vagón con
la familia, cuestión que no logramos. La formación inicio la marcha, finalmente
descubrimos a mi padre haciendo señas para que lo ubicáramos, infructuosas al
fin por que la velocidad hacía imposible trepar; quedé mirando cómo se alejaban
y llorando.
Mi madre murió mal alimentada,
anémica y febril el día 29 de julio de 1949, a los 33 años de edad.
En la jornada siguiente
regresaron mis hermanos que me contaron el episodio de la inhumación: fue un
acto breve, pero profundo, con mucha carga emotiva, también por mi ausencia. Mi madre fue
inhumada en la parcela familiar, la de los Tewrewk Ponori.
La tumba de mi madre.
Pasad muchos años pude visitarla la tumba de mi madre y me conmovió. Había flores naturales. Tuve una serena sensación
de paz.
“¡La próxima vez que nos
encontremos les contaré la parte linda de la casa materna y de lo que hacíamos!”
V
Casa materna.
Paloznaki (1) Próxima a esa comarca está la casa quinta, con bodega, que perteneció a mis
abuelos maternos; está rodeada por viñedos y en la falda de una colina desde
donde se divisa el espejo de agua del lago Balaton (2). La vivienda tiene
un importante comedor cocina, varios dormitorios y baño. Una escalera caracol accede a un altillo con dos dormitorios y
baño; las cabreadas de madera formaban un techo a dos aguas. Recuerdo que atrás
de la residencia, en una casilla menuda, se encontraba el trapiche, allí se
arrojaban desde canastos de mimbre los racimos de uvas recién cosechados. Una
persona hacia girar el molino triturando la vid, por la parte inferior fluía el
jugo de uva hacia una canaleta para terminar en los tanques de fermentación, estos
se encontraban en un sótano, la propia bodega, eran barriles de 300 y 500 lts. “hechos
con roble francés”, lo solía explicar tío Aurel. Adelante de la casa una galería con sillones y macetas con plantas
ornamentales que se prolongaba en una terraza ocupando el lateral del edificio. A
los costados, provechando el desnivel del terreno, se disponían las frutas
maduras para que con el sol y la brisa
las transformaran en pasas de uvas.
En el verano de 1948, antes de la muerte de mi madre, fuimos a Paloznak.
Pasamos allí unas entretenidas
vacaciones- La propiedad venía de mis ancestros y se consagraba a producir
excelentes vinos artesanales. Desde aquella ubicación se divisa, hacia el sur y
próximo a dicha casa, el lago Balaton (2) -principal de Hungría-. Un
atractivo lugar de pesca, náutica y desarrollo turístico, donde navegan
embarcaciones a vela, otras para la pesca. En una ocasión fuimos en excursión
de pesca con los mayores; los más chicos solo mirábamos, nos divertíamos
jugando con los peses atrapados, aun coleteando. Finalizado el paseo,
regresamos con varias presas, las que terminaron en manos de las cocineras. En
el comedor yo esperaba ansioso los frutos del lago, flotaba en el aire el olor
a fritura proveniente de la cocina, a tal punto mi ansiedad que cuando tuve a
la vista la fuente, tome uno y con ansiedad lo metí a la boca; grave fue la
consecuencia: sentí un dolor punzante intenso, una espina se instaló en la
garganta. El tratamiento se prolongó un rato, consistió en ingerir trozos de
migas, una tras otras, con la esperanza de desalojar la espina, lo que ocurrió al
fin. La sensación desagradable duro por un tiempo… Por las tardes veíamos,
hacia el norte en la colina, jóvenes
remontando barriletes tratando de ganar altura. Otro de los entretenimientos era
correr alrededor de la casona esquivando abejas provenientes del secadero de
pasas; al finalizar la “maratón” íbamos
por el jugo de uvas de la canaleta, sin autorización. Al atardecer, en los
mismos viñedos es el lugar elegido para jugar a las escondidas, de paso
ingeríamos uvas de los racimos colgantes, los devorábamos, también, sin permiso.
Fue penoso el día que arribo la jardinera para el regreso a casa. Fue una
vacación inolvidable. En las Pascuas con mamá, después del cansador viacrucis alrededor de
la iglesia y la obligada misa del domingo de gloria, queríamos llegar a casa
para encontrar los escondrijos por donde “pasaba el conejo” dejando golosinas y
huevos dulces y reales pintados (costumbre europea elaborada por los mayores).
-¿No preparan golosinas de
chocolate? –Interrumpe Carlos
-En aquella época no me acuerdo
del chocolate, solo los “szalon cukor”
un tipo de caramelo blando hechos con sabor frutal y mazapanes, envueltos en celofán.
(1) Paloznak es una aldea en la región
de Balatonfüred , condado de Veszprém , Hungría. El pueblo es famoso por
preservar la estructura de asentamiento en las soleadas laderas
de las tierras altas, se cultivan muchas uvas y
frutas, tradicional al norte de Balaton. Los lugareños se ganan la vida con el
vino y el turismo. La etimología del nombre del pueblo se refiere a la
población eslava : la palabra "loznik" significa un viñedo, en eslavo
"po loznik" significa "debajo de los viñedos"
(2)
El lago Balatón (en húngaro, Balaton; en alemán,
Plattensee; en eslovaco, Blatenské jazero; del eslavo blatno, pantano, con el
significado de “lago fangoso”, el origen más probable del nombre. Está situado
en el interior de Hungría, a unos
Ref.
Interne.
VI
Nuevo destino
Andor enfrenta, una realidad
difícil: asumir con angustia el duelo por la enorme pérdida de la esposa, velar por sus hijos de 4, 5, 7 y 9 años y
pasar inadvertido. Por otro lado, se informa que el gobierno va a desalojar la propiedad de sus ancestros y
residencia de siempre: Gyertyános. Con esta difícil situación debe, nuevamente, buscar casa y trabajo.
Sàrvar
Un día a la mañana, mi padre me
despierta y ordena que desayune pronto, como todas las mañanas comíamos pan untado con grasa de cerdo y una
rodaja fina de cebolla encima acompañando con una taza de leche o cuajada natural.
Decide llevarme con él. Ya en el establo montamos un caballo alazán manialbo
llamado Feneke, salimos al galope a campo traviesa, hasta la estación del
Ferrocarril de Bük (a unos siete
kilómetros de distancia) allí dejamos la monta al resguardo de un amigo.
Esperamos la llegada del tren y subimos para arribar en un corto tiempo de
viaje a la ciudad costera de Sárvar1. En la misma Estación averigua
como llegar al lugar de la cría de equino: En una estancia de la zona mi padre
fue convocado para seleccionar los mejores potros Debíamos tomar una lancha en
el rio Rába (2) y navegar hasta el atracadero próximo en la otra
margen, a unas cinco cuadras. Ya en tierra y con el propósito de acortar el
camino fuimos por un callejón irregular con desechos de la guerra, uno de ellos
era de mayor altura, lo escalamos con dificultad, allí escucho de mi padre una
sola palabra: “¡Perdón!”. Esto me llamó la atención y giré la cabeza para ver
el recorrido que hicimos, ante mi asombro vi un brazo y mano de color cetrino
inmóvil que surgía de los escombros. En silencio continuamos la marcha, ahora
apresurada. La imagen del brazo inerte con su mano abierta me perseguía,
pasados los años vuelve a aparecer en algunas ocasiones y la imaginación vuela:
¿Cómo paso aquello?
Ya en el lugar de destino nos
esperaban señores con vestidura típica de los ganaderos, al estilo húsar (3).
Aprontan los caballos para que desfilen y elige un par de ellos, los mejores
que revisa minuciosamente, anota las
características de cada uno, firma una certificación profesional. Concluida la tarea recibió
honorarios y nos invitaron a comer gulyás4. Al despedirnos le rogué
no pasar por la calles de los despojos. El regreso a casa fue en silencio.
Kecskemèt
Pasados unos días Andor logra, en
el extremo sudeste de Hungría y muy distante de la casa natal, en la ciudad de
Kecskemèt, (5) ser nombrado administrador en un
establecimiento destinado a la cría de caballos de calidad, -como siempre
tratando de pasar inadvertido ante los funcionarios policiales-. Prepara el
traslado al nuevo destino; lleva una
valija y unos bultos pequeños. Vamos con él tres hijos menores. El mayor Péter
queda con la abuela para continuar su escolaridad en Csepreg. Partimos a la
estación en la jardinera. Ya en el tren, cuando inicia la marcha, mi padre nos
advierte: “En la estación de Buda-Pest subirá una mujer que en adelante cuidará
de ustedes, es una institutriz, a la que deben respetar y obedecer”.
Efectivamente ya en la estación de la capital se incorpora Giszella. Pasó medio
día hasta arribar a destino. Allí nos toca una vivienda pequeña, con dos dormitorios
un baño y cocina comedor, teníamos la sensación de estar “muy apretados” en comparación con la casa familiar
de Gyertyános. Estaba ubicada al frente
de la plazoleta presidida por un monumento representando a la empresa: un
equino de bronce que nos sirvió, de paso,
para alegrar los días cabalgándolo. Lo significativo
del pueblo es un gran hospital, en el otro extremo la escuela, allí nos conducía
la niñera, a mi hermana que asistía a primer grado y a mí de acompañante. En el
trayecto estaba el cine donde vi una cartelera que representa un condenado a
muerte: La guillotina le ha cortado la cabeza que está en el suelo sangrando
con los ojos abiertos como si miraran. Es esta otra de las imágenes que
perduraron por siempre. Hoy lo recuerdo como una publicidad sádica en extremo.
En la plazoleta del caballo de
bronce nos encontrábamos con varios chicos que hablaban en otro idioma
inentendible; nuestro padre nos contó que eran gitanos y que su habla venia de muy lejos y se
llaman idioma Romaní. En algunas oportunidades los acompañamos al lugar de su
residencia; descubrimos, con asombro, que no era una casa convencional sino una
cueva natural, aquello nos produjo temor, nunca llegamos a entrar quedándonos a
una distancia prudente de aquella, para nosotros, extraña comunidad singara y
su “vivienda”. La estadía en el nuevo destino fue de meses. Algunas tardes
subíamos al sulqui conducido por Lászlo. Ya en destino el perro “Bugyi” anuncia nuestra
llegada. En ocasiones íbamos, mi hermana Kinga y yo a la casa de Ilona, la que fabricaba ropas, nos acompañaba
la institutriz Gizella. La modista nos tomaba medidas, desde una gran cortina
aparecía y desaparecía con telas en la mano; en la primera visita fuimos medidos
con una cinta métrica, yo parado en un banco. En otras visitas fueron
apareciendo, siempre traídas del otro lado de la mágica cortina, géneros
marcadas con trazos de tiza que eran probados en nuestros cuerpos y sujetadas
con alfileres. De esta forma y en sucesivas visitas surgían formas de camisas,
pantalones, polleras, tapados; algunas de
telas gruesas, otras más delgadas. El regreso, también mágico, ocurría al
atardecer cuando las luces del pueblo se encendían, era el retorno a la casa
que nos daba seguridad. El jamelgo de
bronce nos esperaba al día siguiente para montarlo, siempre en la tarde.
Györ
Un día es llamado mi padre para
evaluar campos de remolacha azucarera(6)
cerca de Györ(7); (allí se ubicaba la industrial del azúcar) debía
caminar por los senderos para reconocer plantas defectuosas. En aquella ocasión nos llevó para que conociéramos las
instalaciones de la fábrica: vimos algunas máquinas, al final como caían separadas, de una tolva, dos fracciones
de azúcar: una de cubos enteros y otra quebrados
que iban a un recipiente para ser reprocesados; de allí nos permitían
levantar algunos; Kinga elegía los mayores mientras yo un puñado de los
pequeños que metí en el bolsillo. Sonreíamos por la generosidad de los
anfitriones.
(1) Sárvár es la
perla de la región de Transdanubio oeste. Poblada desde tiempos prehistóricos,
en la actualidad tiene 16.000 habitantes y pertenece al distrito de Vas, en
Hungría. La ciudad vieja gira alrededor de la impresionante fortaleza Nádasdy.
Sárvár significa “castillo de barro” (sar=barro, var=castillo), a orillas del
río Ràba. La fortaleza jugó un papel fundamental en el progreso de la ciudad
durante los siglos XVI y XVII. Pero además del gran complejo histórico y
cultural que es el castillo, la ciudad tiene otros monumentos de interés,
iglesias y museos que merecen la pena visitarse y un entorno natural rodeado de
bosques. Por si fuera poco, en toda Hungría Sárvár es famosa por su inmenso y
modernísimo balneario de aguas medicinales, en el que se ofrecen una gran
variedad de terapias, y que se completa con un divertido parque acuático.
(2) El río Rába (en alemán, Raab; en húngaro, Rába;) es un río que discurre por el sureste de Austria y Hungría occidental, un afluente del río Danubio con una longitud de 283 km
(3) Indumentaria de
los ganaderos Hungaros: Vestían chaquetas cortas con doble hilera de botones
algunos con bordados horizontales al frente y mangas tres cuartos sueltos,
camisas blancas con puños amplios y pañuelo en el cuello, Pantalones sujetas en
la cintura con faja amplia en la cadera y angostos abajo agarradas con medias
gruesas y botas a mitad de pierna, siempre con sombreros típicos de cada zona
(chatos con alas cortas levantadas, redondas altas sin alas de lana o cuero, o
boina muy amplia entre otros)
(4) Gulyás ( En húngaro : gulyás [ɡuja] ) es
una sopa o giso de carne y verduras , condimentada con pimentón y otras especias. Originario de la Hungría medieval. Es uno de los platos
nacionales de Hungría y un símbolo del país. La palabra gulyás originalmente significaba solo "pastor", pero
con el tiempo el plato se convirtió en gulyáshús (carne de gulash), es decir,
un plato de carne preparado por pastores. Hoy, gulyás se refiere tanto a los
pastores como a la sopa.
(5) Kecskemét es una ciudad mediana ubicada en la parte central de Hungría, capital del condado-provincia de Bács-Kiskun. Es la octava ciudad más poblada del país, concentrando al 9% de la
población nacional dedicada tradicionalmente a la agricultura hortofrutícola y
la ganadería equina y ovina-caprina. Está a medio camino entre Budapest y Szeged, a 86 kilómetros de ambas ciudades, y a igual distancia de los dos ríos
más grandes del país, el Danubio y el Tisza. Al final del siglo XVIII y principios del XIX, los pastos fueron
empobrecidos y en muchos sitios se destruyó la cubierta de vegetación natural,
lo que causó el movimiento de la arena que puso en serio peligro a la ciudad.
La reforestación, plantaciones frutales y vides trajeron consigo una barrera natural que impedía que los vientos se
llevaran las arenas. En el siglo XIX, ya era parte de un distrito vinícola
importante, y todavía lo conocen por su barackpálinka, un
aguardiente de albaricoque.
(6) La
remolacha azucarera (Betavulgaris L. subsp. vulgaris var. altissima Döll) es una variedad de la remolacha común (Beta vulgaris) de donde se obtiene azúcar de forma industrial, existiendo otras variedades como la acelga, la remolacha hortícola y la remolacha forrajera. La raíz de la remolacha
azucarera se ha ido seleccionando durante años para conseguir un mayor
porcentaje de azúcar en su composición y una mayor capacidad agrícola. Sin
olvidar su aporte de antioxidantes, vitaminas hidrosolubles del grupo
B, (B1, B2, B3, B6 y B9) y la vitamina C, precursores de la vitamina A,
como los carotenos y diferentes minerales (hierro, potasio, manganeso,
magnesio).
(7) Györ es la ciudad más importante del noroeste de Hungría, capital del condado de Győr-Moson-Sopron,1 y se encuentra en una de las carreteras más importantes de la Europa Central, a medio camino entre Budapest y Viena, en la confluencia de tres ríos: Danubio, Rába y Rábca
VII
La Fuga
-Ola Américo. Ola Alfredo.
–Saluda Carlos y arrima una silla-. ¿Pidieron café?
-Sí.
-Hoy les voy a contar como
escapamos de Hungría:
“Aquel día otoñal de finales de
noviembre de 1949 al atardecer, montado yo en el mítico rocín metálico,
sorpresivamente vi aparecer un jinete que llega al galope, se detiene en forma
brusca al frente de casa y desciende, apresurado ingresa por la puerta
principal en busca de Andor; formaba parte del
grupo de resistencia encubierta
que procuraban fugarse ante la persecución contra oficiales del ejército
húngaros, desatada con el ingreso de soviéticos a Hungría, finalizada de la
guerra.”
“Tiempo después, mi hermano mayor
Péter me cuenta que, estando en la estancia con la abuela, apareció mi padre conduciendo el sulqui y lo
invita a dar un paseo, en un momento dado se detiene, había un hombre esperando,
mi hermano debió ceder su lugar para que subiera aquel personaje y quedarse en
el estribo escuchando la conversación; es allí donde toma conciencia, con
sorpresa, que tramaban la forma de como abandonar Hungría. Ahora me explico el
porqué del apuro de aquel jinete en
casa: era parte de un grupo que, clandestinamente, seguía los pasos de
militares rusos (los que participaban de las expropiaciones, como la de nuestra
propiedad) y también integrados con los que planificaban la huida. Sobrevolaba
el riesgo de apresamientos y trabajos forzados en Siberia que, con frecuencia,
culminaba con la muerte.
De regreso a casa, muy preocupado
nos pide que entremos y nos ordena colocar en valijas nuestras pertenencias; ubiqué
lo que más apreciaba, juguetes, nervioso mi padre arroja al suelo lo atesorado
y los reemplaza por prendas que descuelga del ropero. “Apuren vamos a la casa
de la abuela” nos señala; al atardecer salimos tomado yo de la mano de mi padre
y mi hermana de la mía, los juguetes quedaron
desparramados. Kinga pregunta: “¿Géza no viene con nosotros?” “Ahora estamos
muy apurados, después les cuento” responde. Faltaba mi hermano menor (la
institutriz lo llevó a la modista, ajena a los acontecimientos). Cargamos maletas
y bultos, el trayecto de tres cuadras
fue hasta la Estación, estábamos ingresando cuando apunta: “¡Suena el silbato!”
(era el anuncio de la partida del tren), llegamos al costado de los vagones en
movimiento, al principio lento, papá lanza en los escalones de un coche los
bultos y en el siguiente nos arroja a nosotros, finalmente ya corriendo sube él.
Una vez acomodados en los asientos llega el guarda y solicita los pasajes a lo
que responde Andor: “Quiero abonarlos porque no tuve tiempo de pasar por
boletería”, el funcionario abre su cartuchera y extrae un talonario y
confecciona los pasajes que son abonados.”
“Siendo las cuatro de la mañana
arribamos a la estación Bük (1) donde espera nuestra jardinera, la de la finca
guiada por János.”
-Papá. ¿No era que íbamos a casa
de la abuela? –Pregunto. Me imaginaba que íbamos a la casa de ella en Buda-Pest.
-Sí. Nos espera en la estancia
Gyertyános con tu hermano Péter para que estén todos juntos. -Cansados dormitamos en el trayecto hasta la finca.
Al otro día nos reencontramos los
tres hermanos mayores, fue aquella una fiesta de alegría y emociones.
Almorzamos y el juego nos ocupó el resto de la jornada. Cenamos temprano
“tejesgriz”, sémola blanca con leche caliente decorada con un hilo de caramelo formando un círculo, finalmente un baño y
sueño reparador. Mi hermano mayor nos despierta horas antes del amanecer,
teníamos que abrigarnos con ayuda de la mucama y la niñera; nos trasladábamos a
un nuevo destino. Nos despedíamos del personal cuando Péter descubre una bolsa
con monedas de oro, la abuela toma la más pequeña y se la regala, el resto lo
guarda mi padre. Del ala izquierda de la casa, donde viven mis tíos abuelos
Bobby y Eszti, vienen a despedirnos (Ellos fueron notificados, también, que en
un plazo perentorio debían desalojar la estancia). En esa oportunidad mi
hermano recibe de ellos una cadenita de reloj de bolsillo de oro.
Mária queda provisoriamente en la
casa para empacar lo posible y desalojarla. Subimos a la jardinera cargada de
bultos y valijas; descubrimos un carro tirado por bueyes y repleta con muebles
para llevar al nuevo destino, en el pueblo de Csepreg. Mis tíos harán lo mismo
ante la inminente expropiación de la casa familiar, en Gyertyános. Marchamos en
una noche de frio intenso y cielo estrellado, el cochero, mi padre y un guía
sentados en el pescante, en la parte de atrás íbamos los tres hermanos en medio
de los bultos; era una noche fría, faltaba mi hermano menor. Luego de dos horas de marcha antes de una curva del camino
se detiene el carruaje, nos esperaba otro guía. Debimos bajar apresurados,
arrojan al costado del camino los bultos y valija. El guía nos explica que
a partir de ese lugar marcharíamos a pie
porque después del recodo se encontraba un control de guardias rusos.
El equipaje y nosotros en la
banquina. Uno de los guías cruza un arroyo profundo que discurría al lado del
camino, tira los bultos a la otra orilla y luego salta él, mi padre nos va lanzando
y son los guías quienes nos reciben. Agrupamos el equipaje para cruzar una hilera
espesas de hayas y acacias, vamos arrastrando con dificulta valijas y bultos; surge,
ahora, la base de una lomada de cultivo con superficies nevadas, para no ser
descubiertos extienden unas sábanas y nos indican que ocultarnos debajo de las telas, avanzar en
subida reptando en la nieve, hasta la parte más alta.
1) Bük es
una ciudad en el condado de Vas con ferrocarril, Hungría, muy cercano a la
frontera austriaca. Hoy en día tiene reputación por ser un lugar muy popular
para vacacionar, especialmente para quienes tienen como destino Hungría y uno
de los mejores balnearios dedicados a los baños termales, siendo uno de los más
importantes . La ciudad está situada 27 kilómetros de Szombathely en las
llanuras del río Répce.
Ólmod
El frio nos congelaba, pero las
indicaciones eran cortantes: ¡Avanzar siempre ocultos por las sábanas! Los
bultos, trabajosos, son llevados por los mayores. Al llegar a la cumbre ¡por
fin! nos permiten liberarnos de las coberturas y ponernos de pie. Estábamos muy
cansados, totalmente mojados y muy embarrados. Desde la altura divisamos luces
próximas, pertenecían a un pueblo húngaro fronterizo con la República de
Austria, es un poblado ahora llamado Ólmod1. Bajamos un poco más
tranquilo hasta que arribamos a una casa de las afuera del vecindario; nos
condujeron a la parte posterior, es un corral con granero, dos grandes parvas
nos esperan, mi padre oculta los bultos en una y nos indica que debíamos
escondernos en la otra, para eso hizo un hueco, nos ubicó en el interior y tapo
la entrada con la misma paja; debíamos permanecer sin movernos y sin hablar
pues en la casa dormían niños que pronto se despertarían para ir a la escuela,
no debían enterarse de nuestra presencia -teniendo en cuenta la ingenuidad y
sinceridad infantil- podrían delatarnos. La espera fue en silencio, a oscuras,
hasta que despertaran, se vistieran y desayunaran los escolares. Abrieron el
escondite y fuimos trasladado, a la casa donde desayunamos todo en imperioso mutismo,
luego subimos al altillo con precisas normas
a cumplir: mientras los niños de la vivienda estuvieran, debíamos guardar absoluto
silencio. Bajábamos a desayunar luego de la partida de los colegiales, era
abundante de excelente factura esta vez el pan sin grasa y con crema o nata de
leche, una agradable sorpresa luego del ayuno del último día. El almuerzo lo
recibíamos arriba, era escaso,
principalmente sopa, a veces acompañado con otro alimento: pan con rodajas de
cebolla y una fruta, nada más; para la cena sémola con leche, un día llegaron tortillas
finitas con ajo: “lángos”; (comida frecuente elaborada en nuestra casa, sobre
la plancha de la cocina a leña se doraba masa de pan frotada con dientes de ajo).
Solo jugábamos en silencio a la noche alumbrados con velas y cuando el resto
dormía; nosotros sin sueño por haberlo hecho durante el día.”
“Mi padre se ausentaba todos los
atardeceres regresando al amanecer muy temprano y antes que despertáramos; lo
hacía para estudiar sobre el terreno los
distintos recorridos posibles, era la estrategia a seguir y poder, de esta
forma, sortear la frontera para llegar a la ansiada libertad en Austria,
siempre con la asistencia de los baqueanos, conocedores palmo a palmo de la
geografía de la región, un tramo peligroso de algunos kilómetros. Un solo
“accidente”: pisé un plato con leche para el gato, un lujo en esa época, recibí
la consecuente reprimenda de la dueña de casa. Permanecimos tres días
escondidos en la boardilla. La tercera noche, ya enterados de lo que debíamos
cumplir, mi padre ordena partir. Enterados de la posibilidad de llegar al
destino tan ansiado por mi padre nos invade una gran emoción mezclada con
profunda tristeza: dejábamos nuestro país sin noticias del hermano menor. Íbamos
acompañados por los dos versados en fugas contratados para la ocasión.”
Austria
“Con las primeras horas de la
noche, iniciamos la marcha a campo traviesa. Caminamos alejados de carreteras o
senderos, nieve y barro, también zonas de cultivos con suelos blandos; el
recorrido era lento, pesado, agotador, con resbalones, y caídas, agudizado por un fuerte viento helado y la
oscuridad; a lo lejos la sombra del bosque. Mi hermana llevaba, abrazada con
fuerza, una muñeca de tela con caperuza fabricada en Rusia; iba abrigada debajo
de un pilotín de nylon americano que el viento movía produciendo crujidos y un
silbido imparable, peligroso porque no les permitía a los guías escuchar con
nitidez alguna novedad cercana, además el sonido de la prenda podía delatarnos;
advertidos del inconveniente, le ordenan a Kinga que la despojara y fue
arrojado al viento desapareciendo en las sombras. Ella suplica en vos baja: “La
muñeca no”. Antes de llegar al bosque,
en un pozo, preparado de antemano por los guías, nos hicieron bajar con los
bultos. Acurrucados en el fondo, tiritando de frio y miedo nos instruyeron que
permaneciéramos callados pero, por si acaso los descubriera algún extraño y en
adelante durante todo el “viaje”, ante cualquier desconocido, debíamos dar
otros nombres distintos a los propios; para que lo recordáramos, Péter nos hizo
pronunciar a baja voz la nueva identidad hasta el cansancio, el mío era István,
la de mi hermana Ilona y la de él Jenö:
¡Quedaron grabados para siempre! Taparon la entrada al pozo con palos, ramas y
hojarasca. Los mayores ingresaron al bosque silenciosos, en misión de
reconocimiento del terreno, no debía haber patrullas vigilando, y esperar el
momento en que los guardias cenaran. Regresaron una hora después para
liberarnos de la encerrona subterráneo, ya libres, en la superficie proseguimos
la marcha penetramos al monte siguiendo
a los baqueanos, fue un recorrido de algunos cientos de metro entre árboles,
arbustos y lamas, hasta llegar a un claro. A pesar de la noche se podía ver que
el gobierno había delimitada la frontera talando y desmalezando una franja de
cuarenta metros de ancho y largo interminable, al medio de la cual se extendía
una doble cerca de alambres de púas muy tupidas con espacios de diez o doce
centímetros entre cada uno, sumando una
altura de tres metros; entre ambas se extendía un dispositivo conectado con
minas terrestres, de modo que si se movía producían el estallido fatal. Era la
“línea fronteriza” entre los dos países.”
“Esperamos que los tres adultos,
con gran habilidad y paciencia, cortaran las alambradas y desactivaran el mecanismo
explosivo. En la prolongada espera, muy cansado y con frio, me dormí profundo
apoyado en un tronco de árbol talado. La noche es muy oscura. Cuando los
adultos retornaron de la alambrada al lugar donde estábamos, siempre de noche
cerrada, trasmiten la orden de que lo siguieran, habían creado un paso de no
más de setenta centímetros de altura y otro tanto de ancho, todos cruzaron de
uno a uno, arrastrando los bultos y agazapados, con un cuidado extremo. Yo
permanecí durmiendo apoyado en el tronco sin enterarme de lo que acontecía
¡Todo en silencio absoluto!”
“Grande fue mi sorpresa al
despertar, todavía apoyado en el tronco, al encontrarme absolutamente solo, no
había nadie, no estaban ni los bultos. ¿Soñaba? ¿Era una visión fantasmal en
medio de la noche? Sentí terror, tímidamente al principio llame a mi padre,
luego, me paré y levante el tono, cada vez con mayor intensidad, hasta el
llanto desesperado, reclamaba la presencia de mi familia para salir de ese
infierno. Paso un largo rato e inmerso en la oscuridad, ocurrió el milagro,
aparecieron mi hermano Péter y un guía que me hicieron callaron rápidamente.
Todo se hacía en absoluto silencio, con señas o a muy baja voz. Ocurrió que,
mientras descansábamos sentados al borde de la arboleda, luego del infernal
trajín desde la casa del altillo por el bosque, hasta el límite internacional,
los mayores trabajaron un tiempo prolongado para abrir el paso. Nadie advirtió,
en la oscuridad, mi situación y al momento de partir quedé sin cruzar la alambrada. Alguien advirtió del
otro lado el llanto desesperado que llegaba en forma tenue, a la distancia:
“Api, api, api…”. Finalmente, el rescate fue exitoso, yo también en la tierra
de la libertad, pero sollozando y todavía angustiado por el aterrador episodio
vivido.”
“Luego del cruce decisorio,
penetramos aliviados y presurosos a otro
bosque en la ladera de una bajada
pronunciada, ya en el territorio de Austria mi padre tenía los ojos
brillosos… ¡Finalizaba un atormentado período!”
1) Ólmod: Del alemán
zanja de color plomo. El nombre Ólmod pueblo típico húngaro de la
frontera fue derivado intencionalmente
del nombre alemán, Pertenece al condado de Vas en el distrito de Kőszeg a 4
km de la frontera con Austria, Sin
conección por carretera a la ciudad vecina, Borsmonostor,(monasterio de Bors su fundador) En 1921 se convirtió en parte de la Provincia de Burgenland de Austria.
VIII
La Libertad
En el nuevo encuentro de café la
pregunta obligada fue: “¿Quedaste en Austria?” La respuesta fue inmediata: “Ahora
les cuento”. Y Américo retorna al relato:
Klostermarienberg
“Con la infinita sensación de
haber arribado, por fin, al lugar tan intensamente ansiado y en tanto tiempo,
la alegría invadió nuestros espíritus. Mi hermano, embargado por la emoción,
empezó a cantar una copla aprendida en la escuela que aludía a la libertad; éramos
un grupo compacto que nos incorporamos con júbilo incontenible a cantar.
Caminando nos sentimos infinitamente contentos: desapareció la angustia y el
agotamiento. ¡Ahora sin la “Espada de Damocles” encima y con nuestro padre
conduciéndonos a la libertad…!”
“Al nacer del último bosque
seguimos la pendiente. Por primera vez alcanzamos, un sendero que discurría por
una pradera más llana, hasta alcanzar un rio; uno de los guías cruzo a la otra
margen, otro quedo en el medio con el agua helada bajo la cintura, instalados
nosotros con mi padre en esta orilla, haciendo de pasamanos, nos fueron
trasladando hasta la otra ribera, luego los bultos, al último, una valija muy
cargada y pesada, no pudo ser retenida por el que estaba en medio del rio
cayendo a la corriente, la valija “navegaba”. Mi padre corrió por la orilla más
de 200 metros y finalmente se arrojó a la corriente para recuperarla. Con mucha
dificultad pudo capturar la valija y extraerla chorreando agua;
Andor regresa jadeando con su ropa totalmente empapada y cargando el
pesado bulto, toma un brevísimo descanso, churma (exprime) su chaqueta y lo que
puede del pantalón. Decide que prosiga la marcha. Caminamos un largo trecho
cuando divisamos, por fin, luces que iluminaban el pueblo austríaco antes del
amanecer. Una conjunción gloriosa, pero no definitiva, estábamos en territorio
austríaco y nos enteramos que faltaba un último control soviético, había que
eludir esa vigilancia final.”
“Arribamos a un lugar programado
en las afueras de Klostermarienberg1,
la localidad fronteriza más cercana. Nos condujeron a un local, al parecer un
bar nocturno, con barra, mesas, sillas, y estantería con botellas. (A esa hora
cerca del amanecer ya no se existía ningún parroquiano). Fuimos recibidos por una mujer madura y
robusta, la nombraban doña Lota (por Lorena, en austro húngaro Lotaringia) quien
nos hizo atravesar en tinieblas el salón. Salimos por el fondo a un patio,
desde allí a una casilla de madera de planta baja y un piso, trepamos la
escalera y nos alojarnos en una amplia habitación con dos camas, mesa, sillas y
un gran ropero. Debimos despojáramos de
la ropa sucia y mojada; la señora Lota, solícita y muy hábil, provista de una
jarra, esponja, jabón y una palangana nos bañó uno por uno, con agua caldeada.
Limpio y con ropa seca sentí un gigantesco bálsamo y placer, pero hambriento.
Péter pregunta: “¿Cuándo cenamos?” Papá pide a la señora: “¿Podría usted traer
alguna comida y bebida para los niños antes de que se duerman?”. Consumimos
ávidos unas rodajas de kolbász (salami húngaro)2 rábanos, pan dulce
y leche caliente. Acostados en camas mullidas, bien tendidas, limpias y
abrigadas; Kinga con Péter en una cama, yo
el menor en la otra con Papá. A punto de hundirnos en un profundo sueño
sentimos un fuerte olor, muy hediondo, insoportable, partía de un rincón donde
Andor abría la valija rescatada flotando en el rio y sacaba ropa empapad; giro
la cabeza para que lo viéramos: lucía una sonrisa burlona, encantadora -que
aprecié por primera vez desde el inicio de la fuga- y nos recuerda que el olor
provenía de la maleta que estuvo escondida tres días en una de las parvas, la
de estiércol; la nuestra era de paja limpia. (Aquello ocurrió antes de llegar
al último pueblo de Hungría, a la casa del silencio en el altillo, en “Olmod”). Sale de la habitación y
regresa poco tiempo después con un ovillo de piolín, clavos y martillo para
convertir el recinto en un gran tendedero de ropas mojadas y sucias. Finalizado el secadero, abandona nuevamente la pieza para
recibir de los ayudantes documentos de tres hijos de un camionero austríaco con
las fotografías nuestras, el que nos esperaría en su camión el segundo día, al
amanecer, a cien metros de distancia del lugar donde nos alojamos.
Los guías reciben su paga y son
despedidos con gratitud. No los vimos
nunca más.
Cada vez que se abría la puerta
se escuchaban murmullos con una suave música de fondo que provenía del bar. Con
el tiempo me enteré que aquel alojamiento era un burdel y quien nos atendió era
la “Madama” dueña del establecimiento. Un lugar estratégico para pasar
inadvertidos (Hasta allí llegaba cierta influencia del nuevo gobierno húngaro).
Caer rendidos, cansados, pero felices,
para dormir muchas, muchas horas, fue la
consecuencia del infernal trajín en busca de paz. Al despertar, el progenitor
seguía profundamente dormido; descanso ineludible luego de las demoledoras
peripecias sufridas y las dos últimas noches despierto. Estábamos muy cerca del
final pensado y era prudente quedarnos encerrados esa jornada, sin que nos vieran o sintieran
hablar, todo se hacía con sigilo y voz baja, como veníamos acostumbrados desde
los últimos días en Hungría. ¿Podían aun delatarnos? Andor despierta y se ausenta de nuevo para
programar el último trayecto contratando al camionero y con la documentación
adulterada.
Controles camineros.
Al día siguiente a la madrugada,
en tinieblas, llega la hora de partida. Papá nos da un pedazo de pan diciendo
que no hay tiempo para desayunar, abrigados, bajamos con prisa cargando el equipaje, y
recorrimos el trecho indicado hasta el transporte. Nos ubicaron en la cabina
junto al chofer, mi padre y los bultos se ubican en la caja del camión con las
verduras y entre grandes tachos de aluminio con leche. El vehículo se pone en
movimiento y viajamos un trayecto corto de una hora, por una ruta de montaña
sinuoso y en cornisa, al aproximarnos a un control, en un recodo previo, el
chofer para y ordena a mi padre que se oculte debajo de los fardos de verdura.
Al reanudar la marcha y después de la
curva divisamos la barrera del primer control, paradójicamente este es el
último en manos del ejército soviético en territorio austríaco3. El
conductor frena; ante el requerimiento del soldado le entrega todos los documentos
personales, y del automotor, también la guía de la carga, el militar nos mira a
cada uno de nosotros observando las fotos de los carnets, con miedo no
levantamos la vista. Mientras esto ocurría otro de los guardias, con fusil en
mano, recorre la carga y hunde la bayoneta de su fusil en los fardos de
hortalizas buscando algún invisible en fuga. La suerte fue enorme, la hoja de
acero aparecía y desaparecía por todos los costados pero, con fortuna, Andor no
fue alcanzado por los puntazos. Terminada la inspección sin novedad, autorizan
el paso. ¡Otra sensación de alivio profundo!
Reanuda la marcha y en un recodo
del camino mi padre golpea el vidrio posterior de la cabina haciéndole señas al
chofer para que se detenga. Parados en la banquina le explica que él baja y
segue a pie para no correr nuevamente semejante riesgo, el de sentir el filo de
una bayoneta en el próximo control. Descendería para caminar por un atajo hasta
sortear la vigilancia y reencontrarse en
el lugar pactado con el chofer: un parador, tres a cuatro kilómetros más
adelante. El camionero le recomienda que fuera vestido como lugareño, y le
provee de indumentaria que llevaba detrás del asiento: botas de cuero cerrado
adelante con trenzado del tamaño que el día antes le indicar medias largas que
sujetan un grueso pantalón de lanilla, chaqueta de cuero forrada con piel de
cordero, en la cabeza un sombrero típico con pluma estilo tirolés y bastón.
Baja por una senda escarpada, a mitad de la marcha ya en la parte llana, se
sorprende al toparse con un campamento militar ruso. Sortea el hallazgo simula
ser un aldeano más; pasó sin dificultad y desapercibido, camina con una mano en
el bolsillo, la otra sostiene el bastón, tararea por lo bajo una canción en
alemán simula indiferencia -la procesión va por dentro- en ocasiones se agacha
fingiendo recoger algo. Mientras tanto el camión pasó el último control, esta
vez en manos del ejército aliad; el trámite resultó menos exigente que el
anterior y sin novedad. Seguimos viaje hasta el lugar convenido. Esperamos un
tiempo en el lugar convenido hasta el arribo de papá, cuando lo vemos aparece:
gozoso, jovial y con una amplísima sonrisa. Desahogado de tanta desesperanza y angustias,
grita voz en cuello: ¡¡POR FIN LIBERADOS!! Había logrado su objetivo largamente
planificado, esperado y sufrido: huir de Hungría, su tierra natal con casi
todos sus hijos; -faltaba el menor que quedó con la institutriz en el pueblo de
la costurera, Kecskemét-…
Sube él también a la cabina con Kinga en su falda y yo en la de Peter. Ya en
camino a Viena, nos va relatando con alegría su última aventura, la del
recorrido a pie en medio de los soldados rusos en maniobras y él vestido de
paisano.
1) Klostermarienberg es una aldea perteneciente al estado
federado austriaco de Burgenland, que toma su nombre del monasterio de
Marienberg
2) El salami húngaro es una de las especialidades del país que y se venden en
muchas tiendas y mercados. Está hecho de las partes más buenas del cerdo y en
la masa de carne se añaden especias. La receta original, creada por Szeged, no
se ha hecho nunca pública por lo que cada fabricante añade las cantidades de
especias que le parece conveniente. Es uno de los productos que puedes llevarte
como souvenir y probar con amigos recordando tu viaje a Budapest.
Szegeden es el origen de los embutidos de la marca Pick, preparados a base
de carne de cerdo especialmente fina, con mucho esmero y de acuerdo con recetas
estrictamente secretas.
3) Al triunfar en
la guerra los soviéticos se percataron para Austria, de que lo primero que
había que hacer en éste país era desterrar la idea de unirse a Alemania. Así los aliados plantearon a Austria la posibilidad de considerarse neutral, al
estilo que ya imperaba en Suiza. Las tropas rusas en Austria no quisieron
abandonar hasta que el propio país no firmara un decreto que certificara su
neutralidad. Stalin siempre pensó que los austriacos podían volver de nuevo sus
miradas hacia Alemania en cualquier
momento. Fallecido el dictador soviético, todo permaneció igual, y los nuevos
dirigentes rusos no retiraron sus tropas del suelo austriaco. Así pues, a pesar
de la conclusión de la guerra en 1945, los austriacos tuvieron que esperar 10
años para verse definitivamente libres.
Internet: “Austria tras la Segunda Guerra Mundial”, 1945 - 1955. Por: José Manuel Vargas
IX
Viena
Después de una hora de viaje
arribamos a la ciudad de Viena, capital de la República de Austria. El
camionero termina su misión. Bajamos unas cuadras antes de la casa de tía Erzsi.
Caminamos acarreando el equipaje,
vamos apuramos hasta llegar a la vivienda de la parienta. Estamos en la puerta,
ansiosos. Mi padre toca el timbre, pasan unos minutos y la puerta se abre,
pesada, crujiendo; aparece una mujer vestida con zapatos abotinados, medias de
lana, pollera larga, delantal con vuelos, chaqueta cerrada al cuello y cofia
con puntillas: es la mucama; queda paralizada
en medio del portal, con ojos bien
abiertos y gesto de pena, no puede disimular la sorpresa; aparecen ante su
vista un conjunto de infortunados: al “comando” un personaje fatigado, mal
trazado, con una gran valija a cuestas, todavía húmeda, indumentaria desprolija
y sucia, barro en el calzado, barba
descuidada, enmarañada, de muchos días, un sombrero que en otros tiempos habría
sido un tirolés, no podía ocultar una cabellera en total desorden; tiene el
aspecto de un pedigüeño acompañado por tres niños desaliñados, en peores
condiciones; en definitiva un grupo de mendicantes de la guerra; pero todos
lucían una amplia sonrisa y gestos impacientes.
Pregunta Andor: “¿La Sra Erzsi
está?” La mucama permanece inmovil por un instante que parece una eternidad,
finalmente sin mediar contestación cierra la puerta. Luego de un rato se abre
nuevamente el portal y aparece la mujer, esta vez más relajada con gesto, ahora
misericordioso, trae en sus manos dos pedazos de pan que ofrece a mi padre; él
no sale de su asombro, luego de un rato que parecía interminable dice pausado:
“Disculpe señora, dígale a Erzsi que soy su primo Andor de Hungría, aunque
usted no lo crea”. La empleada, nuevamente inmovilizada sin saber qué hacer
demora nuevamente, por fin gira y cierra la puerta. En seguida se abren los dos
portales y aparece la Tía con una sonrisa enorme, los ojos llorosos y con un
abrazo interminable le dice: “Andor que alegría inmensa verte de nuevo”; y él
contesta, al mejor estilo húngaro: “Querida señora, le tomo la mano y se la
beso”. (1) Erzsi nos acaricia efusivamente con la cara mojada por
las lágrimas.
-Por favor pasen, la casa es de
ustedes.
-Gracias.
Nos sentamos en el estar donde mi
padre narra, calmo, paso a paso, lo que les ocurrió en Hungría después de la
guerra, la muerte de la esposa y las últimas peripecias sufridas para lograr
atravesar la frontera y llegar a Viena con la familia.
-Les hago preparar algo para que
coman… ¿Y esa valija mojada? -Comenta la tía.
-Si la rescaté luego de caer a un
rio. Llevo ropas y documentos que quedaron manchados.
-No hay problema, lavamos la ropa
y secamos los documentos.
-Ustedes, mis queridos sobrinos,
pasen al toilette y desvístanse para que se higienicen. Nos dimos un baño “celestial”, la bañadera
llena de agua tibia, con jabones perfumados; fue el mejor lavado (después de la
palangana de la señora Lota en el último piringundín) y por añadidura de inmersión; lo disfrutamos
como nunca luego de tantos trajines, fríos y barros. Fue una estancia
maravillosa con paseos, visitas, buena comida y juegos, compartidos con los
hijos casi adolecentes, de tía Erzsi. Andor, mientras tanto, salía diariamente para
gestionar la venida desde Hungría de mi hermano Geza y la institutriz que
quedaron en Kecskemét. Negociación que logro concretar comunicandose con los
expertos guías, los que nos llevaron hasta la frontera.
Una tarde nos invitaron a conocer
la ciudad, fuimos en automóvil, lo ocupamos apretados: cinco menores y tres
mayores. Recorrimos parte de la histórica capital pasando por avenidas,
mansiones, monumentos, el castillo Schönbrunn de la emperatriz Elisabeth
conocida por todos como Sissi y el gran palacio imperial de Hofburg e iglesias
importantes como la catedral de San Esteban en la plaza principal de Viena: la
Stephansplatz. Conocimos, también, el
Zoológico; fue la primera vez que descubrí algo así: los animales estaban
separados de las sendas peatonales por profundas zanjas, me llamaron la
atención los elefantes, las jirafas, algunos
felinos, no había rejas, estaban sueltos menos los monos que se
encontraban en grandes jaulas. ¡Al salir del Parque no encontramos el auto que nos llevó! Ahora
otro desconcierto: volvimos a casa en
tranvía, mi primer viaje en ese descubrimiento; las ruedas rechinan sobre los
rieles y la campana anuncia su aparición en las esquinas, los asientos de
madera, el conductor uniformado parado al frente con su gorro de visera.
Después de unos días, la sorpresa
en do mayor: fue la Navidad de 1949 en Viena que nos regaló la Tía y el
cumpleaños 37 de mi padre, nació precisamente un 24 de diciembre.
Esa tarde luego del baño nos
vestimos para la ocasión con ropa, perfume y hasta corbatines, los zapatos como
un espejo. Cenamos comidas variadas, manjares típicos de la Navidad. En la
mesa, de acuerdo a la tradición europea, solo conversan los adultos, los primos
y nosotros callados escuchamos: los chicos no intervienen en la charla a la
hora de comer. Terminado el “banquete” nos indican (a los menores) que nos
ubiquemos en otro lugar e iniciamos el canto anunciando la llegada del niño
Dios: como es costumbre son villancicos, primero en alemán con enorme emoción y
voz en alto; lo hicimos luego en nuestro idioma, el húngaro (los habíamos
ensayado días antes). Con la última estrofa
sorprende una campanilla, el sonido proviene de otra habitación y una voz que
dice: “Ha nacido el Niño Jesús”. Todos corrimos a la sala desde donde provenía
la voz. Mayor fue la sorpresa cuando vi un enorme árbol de navidad iluminado
con infinidad de velas pequeñas; de las ramas colgaban abundantes caramelos de
factura casera, en lo más alto la estrella de Belén. No terminó allí el
asombro: en el pie del árbol se acumulaban cajas envueltas con papeles de
colores, en cada una tarjetas donde figuran los nombres nuestros; al
desenvolver encontré, alucinado una camionetita: es de madera pintada en
colores, a mi hermana una muñeca de trapo, al mayor un libro de aventuras, para
todos cuadernos con hojas blancas y un milagro: al raspar los pliegos aparecía
sobre relieve figuras de árboles, casa, animales, etc.,
también una caja con lápices que no los vi en otra parte, nunca más. A mi padre, por su aniversario, una
pipa típica acompañada con una caja de tabaco “perico”. Escoltando al árbol, en
una pequeña mesa, una bandeja con mazapanes, chocolates y otros dulces. Jugamos
con los regalos y disfrutamos los postres hasta que nos venció el sueño. Fue
una noche inolvidable, única, plena de alegría y felicidad; la primera en
familia después de la muerte de mi madre… ¡Veinte días imborrables!
Ahora mi progenitor se empeña en
buscar un nuevo trabajo principalmente orientado a las actividades rurales. Pronto
consiguió un empleo relacionado con su profesión: es un establecimiento lechero
que, además, tiene cultivos con árboles
frutales. Pasados esos días nos
trasladamos a casa de otros tíos paternos, quedaba próxima a su nueva
actividad.
Andor impaciente por lograr el
último de sus objetivos: salir de Europa y llegar a Canadá, debía
necesariamente trabajar y ahorrar para solventar las contingencias de tan largo
viaje y lo que se aproximaba; en esas circunstancias no dispone, tampoco, del
tiempo ineludible para atender a sus hijos hasta tanto consiguiera su objetivo.
En ese desvelo se contactó con la oficina en Viena de “La Cruz Roja
Internacional”, organización que ofrecía albergar, en Suiza, a menores
desterrados; allí gestiono y pudo enviar a mi hermana Kinga. Para el resto de
los hijos el destino es el pariente cercano que ofreció recibirnos (no había
suficiente lugar en la residencia de la tía). Kinga relata que cuando fue
enviada al nuevo destino, el recorrido que hizo en tren fue de un días y una
noche hasta la estación de Shaffhausen(2). En el país
vecino, en un edificio con gran salón, la alinearon con otros niños sin
entender para que estaban allí, pasaron unos minutos, desde una puerta entró un
grupo numeroso de parejas que observaban
detenidamente a los recién llegados, finalmente señalaban a un niño, o más si
eran hermanos; algunos son huérfanos de la guerra, otros hijos de refugiados.
Fueron seleccionados y trasladados a
hogares temporarios o definitivos. Mi hermana fue elegida por los esposos
Ruths, una pareja joven con rasgos germánicos, muy simpáticos, Kinga hizo amistad con la hija del
matrimonio. En ese destino vivió un año,
aproximadamente. Quedó en ella un hermoso y perdurable recuerdo de la familia
sustituta.
Géza, mi hermano menor aún
permanecía con la institutriz, en la casa con el caballo de bronce al frente (Kecskemét)…
(1) De familia
católica y procedente de una escala inferior perteneciente a la nobleza del
Imperio Austro-Húngaro, su trato es delicado para con las mujeres. Andor además
de su simpatía y caballerosidad mantenía
la hidalguía propia de su educación en
todas las circunstancias que le tocó vivir.
(2)
Schaffhausen. Ciudad
en Suiza, Cantón del mismo nombre: Schaffhausen. Está situado en la margen derecha del Rin al noreste del país. Schaffhausen adquirió importancia en el
siglo 11, (1050) con la fundación de una
abadía que lleva el nombre de “Todos los Santos”. En Schaffhausen opera la “International
Watch Company”, relojería que es la única
fabricante importante de reloj en el noreste de Suiza.
X
Región de Gràz. (1) (Austria).
La residencia queda cerca de un pueblo a dos horas de Gráz; hogar
de mi tío abuelo Pál Pfeiffer, casado con Ilona Bauer, allí fuimos los tres varones: Papá,
Péter y yo unos pocos meses. Pàl, el dueño de casa, parapléjico, permanecía en
silla de ruedas a consecuencia de un accidente sufrido durante la Primera
Guerra Mundial, (un gran jinete en su juventud) y combatió como integrante de
la caballería de húsares. Fue él quien inculcó a papá el amor por los caballos
e influyó para que adquiriera la capacidad
de seleccionar animales aptos y saludables. La propiedad de los Pfeiffer se
ubicaba a la vera del camino regional que ascendía hasta un pueblo, cuyo nombre
no recuerdo, quedaba cerca de Pichl -lugar donde Andor obtuvo su trabajo-. La
nieve cubría con generosidad una ancha franja sin vegetación y en declive, la que
aprovechábamos para deslizarnos en trineo hasta la parte plana junto al camino;
allí ocurrió mi primer accidente: en uno de los descensos despiste y caí a un pozo
al costado de la huella hundiéndome en la nieve; permanecí más de una hora luchando para trepar hasta
lograr ver a mis compañeros de juegos haciéndoles señas desesperadas, por fin
advirtieron mí situación y llegó el
auxilio. Con los pies y las manos heladas corrí hasta la casa, mi tío al
ver mi situación ordenó que me sacara la ropa y corriera descalzo alrededor de
la casa (costumbre en aquellos países fríos, el remedio para reactivar la
circulación sanguínea) al llegar a la puerta de ingreso, luego de la maratón,
encontré un enorme fuentón de hojalata con agua tibia para un baño: ¡Remedio para
los pies y manos congeladas!
La propiedad tenía tres represas
a diferentes niveles alimentadas con agua proveniente de deshilo, formaba
un primer lago, el principal; luego en sucesivas cascadas caían al resto de los
embalses. Allí se reproducían pescados para la venta durante la temporada de
calor. En invierno los espejos de agua se cubrían de una gruesa capa de hielo
que nos permitía patinar y jugar a los tejos. Una noche, Péter indicó que saliéramos
por una ventana y en silencio, para no despertar a los mayores; fuimos hasta la
represa más grande, cuando arribamos nos sorprendió que sendos reflectores la
iluminaran potentemente. Se disputaba un evento deportivo: una carrera de motos
y autos (con ruedas encadenadas) sobre la gruesa capa de hielo del lago, un
circuito de aproximadamente setecientos metros con curvas, contra curvas y
lomos de burro; pista preparada de antemano. Competición que vimos atónitos. Todo
esto que viví en Austria lo recuerdo vívidamente. Otro episodio consistió en trepar por un estrecho
sendero hasta llegar a una cima, descansábamos sentados en esa cresta, desde donde
se divisaba el pueblo, grande fue el temor cuando sentimos el gruñido de un
oso, bajamos asustados, a los saltos, hasta el lago; la capa de hielo era
delgada, Peter me enseñó como pasar deslizándonos acostados, nunca caminando
para evitar hundirnos. Péter fue el principal ideólogo y gestor de las
fechorías que compartíamos.
Durante esta permanencia Andor
continúo como administrador en la finca cercana de Pichl, Bez Liezen(2).
Transcurridos algunos meses apareció, sorpresivamente, el menor de mis hermanos:
Géza con la institutriz Giszella: fue un regalo, una alegría infinita, estábamos
ahora todos los varones juntos, nunca supe que hizo mi padre para traerlo.
Faltaba que viniera Kinga de Suiza.
Al día siguiente de llegar el
menor de los hermanos, con profundo reconocimiento y sensible despedida a nuestros parientes por la
generosa acogida, papá decidió trasladarnos a la residencia que le destinaron
los propietarios de la finca; la que había sido desocupada por el anterior administrador,
el que fuera desplazado por Flandorffer ante sus conocimientos y experiencia en
la cría de vacunos y caballares; también en la elaboración de quesos, industria
que desarrolló con su padre en Hungría y que, naturalmente, aprobaron
entusiastas, los dueños. El desplazamiento provocó un callado enojo del
desalojado: como represalia lo denuncio en la policía aduciendo, falsamente,
que contrabandeaba caballos de raza desde Hungría. Los policías, en
motocicletas, llegaron en varias oportunidades hasta el establecimiento de Pichl
para indagar. Finalmente la cuestión fue más grave: Andor detenido y trasladado a la Comisaría de Graz donde permaneció
algunas semanas; quedamos acompañados, solamente, por Giszella, quien ofició de
madre sustituta. En definitiva fue liberado ante la falta de pruebas.
Una tarde, para nuestra sorpresa
y alegría, regresó Kinga de Suiza. Era la época del inicio de clases, al final
del invierno. Con frio, todavía, fuimos matriculados los tres mayores: yo en
primer grado, Kinga en segundo y Péter en cuarto (Géza no tenía edad escolar).
La escuela se encontraba a dos kilómetros de distancia -allí transcurrió mi
primer año escolar-. Un día de esos,
apareció mi hermana con una caja de lápices de colores, eran hermosos,
seguramente marca “Faber”, los trajo de Suiza. Para llegar al establecimiento
escolar, debíamos seguir por un sendero que atravesaba una pradera con cultivos
de alfalfa y avena. En esa escuela aprendí el abecedario alemán y las primeras
nociones de la aritmética.
Cuando llegó el receso escolar de
verano, en el mes de julio, fuimos de vacaciones a una cabaña. Caminamos medio
día hasta el pie de una montaña en los Alpes acompañados por un caballo
portando dos grandes alforjas de mimbre con víveres. A esa altitud ya no habían
árboles, solo pasto: alimento para ovejas, caballos y vacas; ganado que fue
llevado a la zona días antes. Pasamos, en la chacra, una temporada fantástica
luego de tantos sinsabores. La habitación que nos tocó, acogedora, descansaba sobre cimientos y piso
de piedras, las paredes hechas con troncos, con techo y piso de madera, las camas de piedras
con un grueso colchón de paja, forrado
en cuero de oveja. Al costado de la vivienda descubrimos una delgada cascada
con agua de deshielo, formaba una pileta de escasa profundidad donde nos
bañábamos todos los días, a pesar del agua bastante fría, un sol pleno nos
ayudaba calentándonos. El regreso de la vacación fue atractivo: de trecho en
trecho corríamos cuesta abajo gritando, riendo…
Mi hermano mayor contó que
nuestro padre, quien periódicamente se ausentaba a la ciudad, lo hacía para
gestionar la documentación necesaria para salir de Europa.
Un mañana, Péter nos sorprendió
al contar que papá se iba a casar el 6 de agosto (era el año de 1950) con
Gisella, la Institutriz. Ella pasaría a ocupar el papel de segunda madre. Aquel
día los esperamos, después de la ceremonia que se celebró en el poblado de
Pichl, con una cena diferente, fueron platos que no habíamos comimos antes y de
postre una torta “Dobos”.(2) ¡Todo ameno! (el trato de ella para con
nosotros fue siempre maternal, en alguna oportunidad, también, con algún rigor). La complicación se presentó al
regreso de Kinga: al arribar se enteró,
sorpresivamente, del casamiento, lo que le provocó un gran disgusto; discutió
con papá y lo hizo en el idioma francosuizo que aprendió rápidamente en el
corto tiempo que estuvo en Suiza; Gizella no entendía nada y dirigiéndose a su
esposo le dijo: ”Haz callar a esa niña que no comprendo lo que habla”. Con el
tiempo y mucha paciencia lograron que aceptara la realidad.
Al regresar de la escuela
recogíamos frutillas silvestres, la búsqueda variaba siempre al pie de una
cortina de coníferas, de un lado o del otro; era uno más de nuestros juegos
competitivos, ganaba el que cosechara más cantidad. El destino final de las
frutas era un postre sencillo con crema chantillí, muy esperado después de cenar. Atrás de la
casa se elevaba una torre de tres pisos con paredes y techos de madera,
con escalera también de madera que
discurría al medio del edificio separando cada nivel en dos alas, a derecha e
izquierda, allí se acopian los productos del verano, en el primero manzanas
verdes a un lado y rojas al otro, en el segundo duraznos y peras, en el tercero
ciruelas frescas y ciruelas pasas; este resultó otro de los lugares mágicos en los fines de semana. Allí
había que localizar telas de araña bajo los peldaños y rincones: ya ubicadas,
con un dedo se tocaba la red para ver salir, precipitadamente, el arácnido en
busca del insecto; otras veces cazábamos moscas para alimentarlas. También en
ocasiones, con autorización, elegíamos frutos para comer, una delicia en medio
del juego. Como siempre el inventor era Péter que nos hacía compartir sus travesuras.
Al finalizar del período escolar
recibimos la documentación tan esperada para viajar. Luego del ultimo
apresamiento, cansado de tantas persecuciones e injusticias, mi padre les
comunicó, a los propietarios de la estancia, su decisión de emigrar de Europa;
les narró la violenta muerte en Hungría de su primera esposa, la madre de los
hijos. Convenida la fecha de finalización de su trabajo, recibió la paga
acordada y recomendó a su ayudante para que ocupara el lugar que dejaba: un
estudiante de agronomía que había asimilado su experiencia y estaba en
condiciones de continuar la administración.
El día, largamente esperado,
empacamos nuestras pertenencias y nos trasladamos a la estación de la zona:
Pichl Bez Liezen. El tren que pasaba por ahí tenía como destino la frontera con
Italia, llegaba a la ciudad de Génova. Fue un viaje de muchas horas hasta el
límite de los dos países. Íbamos con la ilusión del éxodo final. La ubicación
era en la segunda clase con asientos enfrentados, de rigurosa “pinotea”. Nos
enteramos que la formación contaba con un coche comedor y sus respectivos
horarios de comida donde concurrimos a almorzar y merendar, experiencia que nos
resultó impensada por la satisfacción que nos provocó ser atendidos por mozos
de blanco que traían platos abundantes y apetitosos, remotamente lejanos de los
sabores habituales y en un ambiente atractivo, inesperado. Quedó gravado en mis
recuerdos el cruce de un vagón al otro y el movimiento de las plataformas de
acero que los unían, una sobre la otra y el sonido del golpeteo rítmico de las
ruedas en las vías. Ante el largo viaje, la distracción era recorrer de punta a
punta el tren; solo nos reubicábamos, velozmente en nuestros lugares, al ver
aproximarse el guarda, atemorizaba ver
un uniformado, evocaba la violencia de los soldados rusos, también
uniformados, visión que perduró por muchos años. Una forma de ir sepultando tan
duros recuerdos era ese recorrido por los vagones, como un juego.
(1)
Graz es la
sede de la ciudad austriaca , provincia
federal de Estiria . 286 292 (enero
de 2018) es la segunda ciudad más poblada de Austria y su segunda ciudad
universitaria más importante. La ciudad se encuentra a lo largo de la Mura , al norte
de la cuenca de Graz . Graz se encuentra a unos
Entre las diferentes calles que forman parte del
distrito Innere Stadt destaca la calle Sporgasse. La calle es más antigua que la ciudad ya que
fueron los romanos los primeros que trazaron una vía que iba desde el valle del
río Mur hasta la ciudad romana de Savaria (actual Szombately, en Hungría). Los artesanos
que trabajaban en esta calle son los que dieron el nombre a la calle.
(2)
Pichl, Bez.Liezen1 Pichl:
Municipio pertenecieente al estado de Steiermark (en Español Estiria), ubicado
en el sureste de Austria, su capital es
Graz y el condado es Bez. distrito
Liezen.
(3)
Torta “Dobos” que significa tambor,
típica de Hungría de muchas capas finas intercaladas con crema moca y nueces
molidas, la última superior con caramelo que queda duro por eso su nombre.
XI
Italia
Otro día de café. Carlos
propone:
-Américo,
quedamos que nos contarías el episodio del ultimo e inesperado apresamiento de
tu padre y el gran temor generado.
-Sí. Aquello
fue muy triste, nunca imaginamos que podía
atraparnos otra violencia; pensábamos que no ocurriría.
Se acerca
el mozo, como siempre, ordenamos los cafés. Américo continúa el relato:
“Al llegar a la
frontera con Italia, ya a la oración, cambia el personal de la tripulación, los
austríacos son reemplazados por italianos, todo en presencia de la aduana de
ambos países. Requieren a mi padre los
documentos de todos y advierten que con
el nombre de Andor Flandorffer figuraba una denuncia por el tema de los
caballos; uno de ellos le comunica: “Señor está usted detenido, hay un
requerimiento de la policía.” Y es esposado. Razón por la cual debimos descender
del tren; fuimos conducidos a la comisaría, allí le advierten que por dicha
causa no puede abandonar el país, debiendo quedar recluido en un calabozo de esa
seccional hasta tanto lo decidiera el Juez. Ya de noche, nos llevaron a una
posada: el dormitorio tenía tres camas para cinco personas, los hermanos debíamos dormir dos en cada una, yo
con Péter y Géza con Kinga, que además de mugrienta y pobremente iluminada,
durante la noche nos despertamos en reiteradas oportunidades a causa de picazones en todo el cuerpo; a la mañana,
investigado el episodio por Giszella, nos enteramos que los colchones eran
nidos de insectos, lo que generó reclamo
a la encargada de la pocilga. Finalmente nos trasladaron a otra habitación
limpia, pero esta vez con dos camas,
fueron órdenes de la policía. Por la falta de lechos, permitieron que los hijos
nos turnáramos para dormir con mi padre, uno cada noche en el calabozo; cuando
me tocó el turno a mí, descubrí que el colchón, sucio, muy delgado y sumamente
incómodo, no me dejo conciliar plenamente el sueño, sí resulto inequívoco:
acurrucado, abrigado no solo al calor de papá, sino la inmensa sensación de
amor y protección que nos brindó con entereza en tan azarosa travesía; emoción
que llevo entre mis recuerdos
perdurables.
El
tema de la reclusión en la comisaria, se resolvió felizmente cuando pidieron
los antecedentes a la policía de Gráz: quedó en claro la denuncia embustera del
anterior administrador de la estancia; en consecuencia, fue liberado al cuarto
día. Andor, acompañado por policías, fue a buscarnos a la fonda, desde allí
todos nos trasladaron a un vagón que ofició durante la guerra de prisión, en el
interior usamos la mitad del coche con sus respectivas camas de campaña, único
mobiliario; en la otra mitad pernoctaba otra familia. Durante la estancia en el
complejo de la estación asistíamos a una sala para control de salud, fuimos vacunados y nos examinaron un médico y
una enfermera en búsqueda de alimañas, era un requisito necesario para ingresar
a Italia. Finalizados loa trámites burocráticos y el de salud, la familia
recibió toda la documentación con pases libres para continuar con el
itinerario.
Esperamos
felices el horario del arribo del próximo tren, ahora en la zona italiana. ¡Por
fin el tren! Se acerca lentamente, se detiene frente a nosotros; subimos entusiastas
y cantando, Íbamos hacia la libertad hasta entonces esquiva, pero con la guía
inclaudicable de un padre valeroso. El viaje a la ciudad de Génova nos pareció
más corto, diferente: no hablamos ni jugamos, esperábamos ávidos, llegar a la
ciudad, al puerto y a sus barcos…
En Génova fuimos
alojados en un hostal incomparablemente, más limpio y agradable que el de la
frontera. Descubrimos la cultura italiana su arquitectura clásica, monumentos
históricos, también sus curiosas costumbres: por primera vez vimos que colgaban
las ropas lavadas, para secar, en un enjambre de alambres que cruzaban las
calles de una casa a la del frente, un muestrario de indumentarias de todo
tipo, incluidas las más íntimas: imprimían una pintoresca y curiosa imagen que
nos incitaban a la risas.
Durante la estancia
en la ciudad supimos que países como Canadá, Brasil, Australia, y Argentina,
entre otros, recibían inmigrantes.
Andor concurría
asiduamente al puerto para averiguar los días de arribo y partida de barcos que
admitieran inmigrantes. Su deseo era un
barco con destino a la capital de Australia, Sidney. Le informaron que con ese
rumbo arribaría uno en una semana. Esto determino que concurriera a la representación
diplomática de australiana, allí le informaron que debían recibir clases de
inglés diariamente. La maestra designada por el consulado concurría a la posada
para darnos clases básicas durante tres días.
En
una mañana, antes del inglés, papá me pidió que lo acompañara. Cargaba una gran
caja pesada con sonidos metálicos. Cerca del puerto en una callejuela en
subida, empedrada, estrecha, con casas viejas
de condición humilde, iba preguntando por
la dirección de un comerciante en compraventas de objetos de valor. Por fin
arribamos al lugar buscado; se trataba de una vivienda con un portal de madera
en mal estado con llamador en la
forma de puño, al accionarlo retumbo en el interior, pasados unos instantes
escuchamos una voz que provenía de una ventana del primer piso; alguien en voz
alta dijo: “Pase señor”. Al abrir la puerta una larga escalera empinada, sin
descansos, nos conducía al piso
superior. La habitación donde entramos era su “estudio”; nos recibió, muy
amable, un hombre ya maduro de barba y calvicie acentuada, estaba parado detrás
de un escritorio de madera avejentada; mi padre coloco la caja encima, El comerciante
miró el joyero y con gesto descuidado le
indico que la abriera para ver el contenido, descubrí un juego de cubiertos con
muchas piezas: ¿eran como cien? Ahora van apareciendo, ante mis ojos con sorpresa, piezas hermosas de un conjunto
antiguos de metal brillantes, eran de plata -reliquia familiar de varias
generaciones atesoradas en secreto desde tiempos de mis bisabuelos- con gran
valor material y más aún, seguramente, afectivo. Mirándome me dijo: “Es el último
tesoro familiar que queda”: ahora ofertado a un especulador de antigüedades. El
negociador reviso detenidamente las piezas, pasó un buen rato en silencio… Levanto
la cabeza, miro, un “instante interminable”, a mi padre; luego y en alemán se
suscitó un largo regateo por el valor de las piezas. Yo recorría con la mirada la estancia: en
medio se veía una gran mesa de madera también en
mal estado atiborrada de libros de todos los tiempos y colores, algunos con
lomos de cuero, acompañaban papeles desordenados, una lámpara
antigua ilumina la mesa, sillas de estilo en mal estado, cuadros de artistas
desconocidos, una biblioteca que abarca la pared opuesta a la ventana. En uno de los
extremos del habitáculo una pequeña puerta con doble llave. La
compulsa por el precio duro por un largo rato, el comprador seguramente no
aceptaba el valor de aquel tesoro. Ante la intolerancia y la tozudez del
comprador, mi padre, con gesto resignado, terminó aceptando lo que le ofreció
en una última instancia; no había otra alternativa. Quedaba en manos del compraventero,
aquel tesoro bien guardado por generaciones. Era el último recurso disponible
para emprender el necesario y ansiado largo viaje que se avecinaba. El pago
recibido fue en billetes de gran denominación. Nos despedimos, bajamos la escalera
callados, lentamente, ya en la calle se animó y pude escuchar un insulto en vos
baja rematado con: “judío tramposo”; se lo veía indignado por el escaso e
injusto trato. Entonces me animé a preguntarle: “¿Toda esa cantidad de
billetes?” “Son muchos pero tienen muy poco
valor, (1) apena
servirá para embarcarnos en la de 2º clase.
Mi
progenitor concurría mañana y tarde al puerto esperando la nave que nos
llevaría a Australia. En el tercer día, a la noche, al regresar en el hospedaje
nos anuncia que el destino iba a ser otro y contó: “He recorrido desde la
mañana el puerto de punta a punta, vi un barco de Argentina anclado y con el puente habilitado, me subí sin problema, busqué
al capitán, una vez con él le narré la necesidad urgente que tengo de salir de
Europa y la posibilidad de encontrar un país sudamericano que me acogiera con
la familia. Argentina es una de las
posibilidades que resulta
particularmente interesante por el hecho de ser un país austral, lejano del
lugar de tantas dificultades y problemas; además apropiado para desarrollar mis
conocimientos como ingeniero agro-zootécnico. Luego de someterme a un extenso
interrogatorio, el marino acepto incluirnos entre sus pasajeros. Pensando en ahorrar
el costo de este hospedaje, le pregunté:
-Disculpe el
atrevimiento. ¿Puedo, con mi familia subir mañana a la mañana y quedarnos hasta
que el navío zarpe?’ -El Capitán pensó un instante y pregunta.
-¿Cómo se compone la
familia?
-Somos mi esposa y
cuatro hijos, seis en total.
-¿Tiene los papeles
del consulado en orden?
-¡Si. Todos!
-Si es así pueden
venir, pero no olvide de registrarse en las oficinas del puerto, allí le darán
un pase.
Cuestión que me
alegro intensamente y sentí por primera vez un intenso alivio. Le agradecí la cordial
decisión del marino y bajé corriendo para contarles”.
Ya en tierra con
urgencia buscó los papeles en el hotel e inicio la pesquisa del Consulado de
Argentina en Génova. Allí le acompaño
también la suerte, pudo completar durante algunas horas los trámites necesarios
para migrar al país sudamericano. Solo esperó dos días para que le confirmen lo
solicitado. Pasó ese tiempo con ansiedad
y sin contarnos.
Esa noche, ya con el
visado en los pasaportes y el resto de
papeles del consulado, mientras cenábamos: deja los cubiertos en la mesa, mira
en silencio a uno por uno de toda la familia, finalmente nos dice ceremonioso y
con una encantadora sonrisa: “¡Callados todos, atiendan chicos…! Mañana temprano
subimos a un barco argentino; de modo que ya no tienen que seguir con la
maestra de inglés, allá hablan otro idioma: español y que tendremos que practicarlo
durante el viaje”. Cuestión que nos produjo una emoción indescriptible, con
alegría contenida casi al llanto. ¡Por fin tenemos un barco para emigrar!. Y
continúa: “Después de la cena y antes de dormir deben recoger sus pertenencias
y acomodar las valijas, recuerden que mañana a la madrugada no disponemos de mucho tiempo, tenemos que
caminar hasta el puerto para subir al barco, allí nos quedamos dos o tres días
hasta que zarpe”. Cada uno de nosotros, de prisa y en silencio, ordenamos las
ropas al costado de cada valija; Gizella, con paciencia, las ubico adentro con
prolijidad hasta cerrarlas y precintarlas.
Por la emoción casi
no pudimos conciliar el sueño. Nos preguntábamos como sería viajar en barco, todo
absolutamente desconocido y cual nuestro comportarnos en el transcurso del
viaje. Imaginaba que debía ser algo parecido a lo del tren, aunque más grandioso:
¿Podríamos corretear, jugar? ¿Cuantos días duraría la travesía? ¿Qué
comeríamos?
(1) Política económica y
desarrollo de la economía italiana desde 1945 a 1967
Por G. MANFREDI COSTA. En el período que siguió a la guerra la economía
italiana se encontraba por debajo de los límites de subsistencia la estructura
de la producción se hallaba alterada y desorganizada el país entero estaba sufriendo la consecuencia
de una inflación galopante. Hasta 1947 el incremento de los ingresos estatales
era mayor que el aumento de circulación monetaria pero precisamente en 1947
esta relación se invierte y se llega a la temida inflación galopante alimentado
por un acrecentamiento notable de la circulación monetaria que no iba ligado a
ningún aumento de la producción. Ya no se trataba de sencilla intervenciones
coyunturales sino de intervenciones auténticamente estructurales que requerían
que se eligiese una u otra forma de concebir el orden económico-social que se
deseaba dar al país.
La gran inflación, que comenzó en 1943,
continuó ha jugarsta 1948 cuando fue erradicada por Luigi
Einaudi: aumentando las reservas obligatorias de los bancos, elevando la tasa de descuento oficial dejando la lira para
devaluarse de 225 a 625 por $ en 1948 (o sea 178%), lo que permite una reactivación de
las exportaciones.
Ref.:www.cepc.gob.es/Controls/Mav/getData.ashx?MAVqs…
En el siguiente café
abre la charla Alfredo:
-¿Qué tal la travesía
por el Atlántico? – Interrumpe Carlos:
-¿Te acuerdas como
era el barco?
-Hasta me acuerdo
cuando salimos de Génova, esa típica ciudad portuaria, muy Italiana.
XII
En
Altamar
Muy
temprano, luego del desayuno, partimos del Hotel cargados hasta la coronilla
con valijas y envoltorios, caminamos muchas cuadras hasta destino: El Puerto. Terminamos muy cansados pero ganaba el ímpetu
que nos asistía. Un fornido changarín
con una carretilla conducía lo principal:
un pesado baúl.
¡¡Por
fin: Llegamos!!
La
rambla estaba despoblada; esperamos, en la oficina portuaria, la autorización
para ingresar al navío… Ya con el visto bueno escalamos por el puente con el
equipaje; el baúl lo sube un tripulante. Un marinero, que espera arriba, nos
condujo al segundo nivel, el de los camarotes; el nuestro es uno de cuatro
camas en cuchetas. Acomodamos el bagaje de prisa, queríamos, ansiosos, descubrir lo desconocido: el barco (lo que
pudiéramos de él). Salimos al pasillo, debimos ir memorizando el recorrido
hacia las cubiertas para poder regresar sin perdernos. Era aquello un extraño
laberinto de pasadizos, puertas cerradas y escaleras con destinos diferentes: un
mundo nuevo, desconocido, alucinante.
Por fin mi hermano mayor encontró la salida de la maraña: me tomo de la mano y
nos condujo a la zona descubierta, allí permanecimos mucho tiempo, nos
transportó la curiosidad -pudimos conocer las partes permitidas-. Nos llamó la
atención aves marinas en abundancia que revoloteaban encima nuestro, lanchas
salvavidas colgadas y alineadas en la baranda, bancos, ventanas pequeñas
redondas, en lo alto, estoicas, dos grandes chimeneas humeando; el color blanco
invade la escena y los pisos con listones de madera. Todo, absolutamente todo,
nunca visto y la rara sensación de estar arriba del agua con el suave bamboleo provocado
por las olas al chocaba contra casco del barco.
En
el primer día estuvimos solamente nosotros con los marinos. Tratamos de
adivinar algo del nuevo idioma que hablaba la tripulación imposible de entender,
era el italiano y el español. En el segundo y tercer día se empezó a poblar de
voces sugestivas, arribaban familias italianas y un grupo de austríacos.
Estamos
en el camarote cuando suena la sirena del vapor que se repite; es la señal de
soltar amarras. Ese sonido inquietante, nos embarga de emociones encontradas,
quedaban atrás sentimientos, lugares, personas, familiares y se abría un
horizonte nuevo, desconocido, prometedor. Mi padre permanece callado, hay
brillo en sus ojos…
¡Partimos!
En
cubierta, sentíamos el rumor de las calderas y el suave balanceo de la nave, el
horizonte se desplaza. Contagian mi padre y varias familias que saludan con
manos levantadas.
Apoyados
en la baranda, respiramos el aire proveniente del mar, los corazones aceleran
su marcha, parecía aquel un navío enorme, preparado para conducirnos a un mundo
en paz, sin violencias, sin temores. Pasa, fugaz, por mi mente la imagen del
brazo y la mano abierta saliendo de los escombros. Solo veo luces de la costa
que se mitigan…
¡Navegamos!
Es
al atardecer vamos hacia la inmensidad. ¡El horizonte se va tiñendo de purpura
y el fuego del sol, parsimonioso, se apaga empapado en la profundidad del mar! Permanecimos
parados, petrificados, embargados por la emoción que nos regala el paisaje; nos
invade el embeleso de permanecer ante un espacio abierto, libre, pacifico. Invade la embriaguez de permanecer en un paisaje
abierto, libre, pacífico; solo luces que se alejan en la costa.
Anuncian
la cena. Para acceder al comedor subimos a otro nivel, por encima de cubierta.
Fue apetitosa, consumimos con entusiasmo después de tantos días de comidas
escasas, insípidas. Ya en los camarotes dormimos profundamente. Al día siguiente desperté y el
barco estaba anclado en un puerto español, arribaron muchos pasajeros, durante el ese día observamos que
cargaban bultos y grandes cajones con grúas móviles que levantan del ancladero
y los depositan en la bodega de la nave. Al anochecer partimos nuevamente. Las
mismas tareas de carga fueron en
Portugal; el buque se completó de pasajeros. Luego arribamos a Las
Canarias, allí el barco se abasteció, ahora, de combustible, víveres y agua
potable. Permanecimos dos días, e inclusive pudimos bajar al puerto. Mi padre
compró para mi hermana Kinga, que cumpliría año en el trayecto, una muñeca
grande, de las que caminan.
Ya
en la mar abierta, nos acompañaban delfines y peces voladores; esta fue una distracción:
observar el mar y aquellos peses.
Tuve
una sola contrariedad: consumir pescados todos los días, alimento que no me
gustaba; ante la exigencia de que debía alimentarme, con gran esfuerzo, pasaba
algunos bocados, los últimos permanecían en la boca para luego llegar a la
baranda y arrojar al mar.
En
popa pasábamos mucho tiempo extasiando viendo la prolongada estela espumosa
dibujada por las hélices y que se desvanecía
a la distancia. En una oportunidad, el más chico de mis hermanos, Géza,
grita: “¡Pájaros enjaulados!”, mientras se deslizaba sobre el piso para poder
verlos nítidamente, maniobra que imitamos todos. Debajo de dos butacas de
listones de madera sin respaldos, entre columnas, permanecían jaulas con
canarios y otros tipos de aves pequeñas. No salíamos del asombro, el silencio
invadió el lugar con el hallazgo hasta que alguien dijo: “mañana le traemos
migas del desayuno”. Pensé: “¿Por qué traen pajaritos en un barco?”. Todas las
mañanas se repetía la rutina alimentaria era un juego divertido. Hasta que un
marinero, que pasaba por el lugar, nos advirtió: “Las aves son de los
portugueses, ellos las alimentan con semillas todas las tardes; tengan cuidado,
los dueños se van a enojar si se enteran que ustedes les dan migas, seguramente
los retarán”. A pesar de la advertencia continuamos con la rutina de las migas;
uno de nosotros hacía de campana por si aparecían los lusitanos. En botes
salvavidas, cubiertos con lonas impermeables, que trepábamos, descubrimos bolsa
de arpillera con trama abierta: contenían galletas marineras. Este hallazgo nos tentó a
sacar unas pocas para consumir –alguien
nos advirtió que aquello estaba prohibido- para evitar ser descubiertos encontramos
un buen escondrijo, allí en silencio las comíamos.
Un
día notamos cierta intranquilidad entre los oficiales; algunos pasajeros reclamaban
porque una joven portuguesa que viajaba estaba rotosa, mugrienta y con piojos (insectos
que terminaron contagiando). Ante semejante novedad, el capitán del barco
ordeno terminantemente que fuera aislada para evitar mayor contaminación.
El destino de la infortunada fue -con protesta- asistir
al peluquero, quien finalizo con su cabellera, luego debía bañarse y cambiar la
ropa; lo del baño, fue imposible, no permitió, por nada del mundo, aquel acto
de higiene. Ante este trance de desobediencia y como castigo último, el Capitán
decretó que fuera llevada a un nuevo destino (como en la antigüedad lo era el
“carajo”) la subieron, por una escalera rebatible, a la plataforma más alta, la
del palo mayor hasta una pequeña puerta, finalmente un habitáculo. Ya en su
destino, retiraron la gradería de acceso para evitar que fugara; el colchón y
sus prendas fueron arrojados al mar (observamos cómo, flotando, se alejaban
lentamente). Era un cuadro surrealista ver aquellos elementos impropios “nadando”
en medio del mar. La prisionera pasó en aquel destino dos días, fue otro inesperado e ingrato acontecimiento, ver
aquella joven y su situación. Cuando la bajaron permitió, con un traje de baño
puesto, que la bañaran: fue con un chorro de manguera en cubierta, durante un
buen rato, que acabo con la suciedad; trato, sin lograrlo, de resistir a los
gritos.
Luego de varias jornadas de navegación, durante
el desayuno, altavoces informan que estábamos próximos a la línea del ecuador
(trazo imaginario que dividía al mundo en norte y sur). Sale el capitán,
parsimonioso, e invita a todo el pasaje luego del almuerzo, para que fuéramos a
la cubierta principal a festejar el suceso; cuestión que observamos
puntualmente.
Comimos
con premura y fuimos al lugar indicado. Éramos los primeros; luego, como por
encanto, surgían de todas partes pasajeros que colmaron el espacio,
provocaban un bullicio “in crescendo”.
De pronto escuchamos una orquesta formada por marineros con trompetas, maracas,
tambores, y bandolinas, se aproximaban ejecutaban melodías italianas y caribeñas, alegres, rítmicas; subieron a una
tarima colocada para la ocasión. Como por encanto y abriéndose paso entre la
multitud, se aproxima un personaje cubierto con una gran capa colorida, en su
cabeza un gorro rematado con una corona, en la mano derecha portaba un
tridente: era el Rey Neptuno, (1) por debajo del manto está el
mismísimo Capitán, sube a la plataforma de los músicos; allí, el Rey del mar
anuncia que este es el preciso momento del cruce de la línea que divide al
mundo, la del Ecuador; los músicos se callan, durante 20 minutos surgen
bengalas y bombas de estruendo. Silenciados los cohetes el Capitán invita a
danzar al ritmo de tarantelas, pasodobles
y jazz. El baile lo inicia el mismísimo “Rey” tomando a una joven
pasajera. Los menores descubrimos, como por magia, que un marinero se aproxima
a una gran mesa cubierta por una capa negra, toma uno de sus extremos y con una
treta de ilusionista retira el manto y aparece ante nuestros ojos el tesoro
escondido: con brillos de variados colores, golosinas, frutas tropicales,
confituras y otras delicias que colmaban con derroche el tablero. Fuimos
corriendo, cantando y riendo, para ganar lugar y colmarnos las manos de la
deliciosa y mágica sorpresa. Este acontecimiento lo guardo entre mis recuerdos imborrables,
como si fuera hoy. ¡Fue la primera fiesta multitudinaria de mi vida! Durante
varios días, cada vez que metíamos la mano en el bolsillo surgía, como por
encanto, una golosina, la de la fiesta de Neptuno, motivo de una nueva algazara.
Durante
un día entero, debimos permanecer en los camarotes por una feroz tormenta con
mucho viento que provocaba grandes olas y sacudían paredes todo, estaba
prohibido subir a cubierta. Al anochecer volvió la calma, y nos invitan al
comedor para cenar; no pudimos ir todos, permanecíamos en estado nauseoso y
mareado. Esto se prolongó un par de días. Cuestión a la que debimos acostumbrarnos
cada vez que llovía, soplaba viento y crecían las olas.
(1) Neptuno es un dios de la mitología romana, hijo de los dioses Saturno y Ops, hermano de Júpiter y Plutón.
Gobierna todas las aguas y mares y cabalga las olas sobre caballos blancos.
Todos los habitantes de las aguas deben obedecerlo y se le conoce como Poseidón en la mitología griega.
Neptuno
eligió el mar como morada y en sus profundidades existe un reino de castillos
dorados. Con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y
manantiales donde quiera y en causa de su ira provocando los temibles sismos o
terremotos.
En
el café del viernes no hubo preguntas. Américo
continuó con el relato.
XIII
América
Después
de otras tantas jornadas ya soleadas y calurosas arribamos a un puerto del
norte de Brasil (posiblemente a Porto de Galihas cerca de Recife (1)).
Nuevamente cargaron abastecimientos para continuar hasta la próxima parada.
En
navegación se divisaba muy lejanas, hacia el poniente, relieves en altura de la
costa sudamericana. Unos días después llegamos a un gran puerto en una bahía
atiborrado de barcos, veleros y lanchas,
rodeada de edificios. Nos explicaron que se trataba de Rio de Janeiro, la capital de un país llamado
Brasil. El Capitán informó que habíamos arribado a una región de gran belleza
con una ciudad vistosa y que nos deslumbró. Allí descendieron gran parte de los
pasajeros, eran portugueses. La embarcación permaneció tres días amarrada. El
Capitán señala el morro que veíamos y relata: “Es el famoso “Pan de Azúcar”, en
la parte más elevada pueden ver un enorme Cristo con los brazos abiertos” -Api
y Gizella piden que nos persignemos al
observarlo- mientras seguía señalando y describiendo partes de la ciudad. En la
segunda jornada es posible bajar a tierra. Por indicación de la tripulación,
tomamos un tranvía que recorrió lo principal de la ciudad; me llamó la atención
que subían y descendían individuos de raza negra, fue una sorpresa verlos por
primera vez en mi vida, eran de piel retinta, solo clara la palma de las manos,
los ojos negros, nariz chata y ancha con
fosa nasal dilatada, labios gruesos
rojos, cuando halaban resaltaban los diente blancos, los arcos ciliares
prominentes también los pómulos grande y
pelos cortos rizado. El trayecto de varias horas me resulto muy atrayente,
pero cansador y agobiante por el intenso calor. Ya de regreso vimos cargar gran
cantidad de cachos de banana en enormes redes que volcaban su contenido en la
bodega de la nave, cayendo algunas de las frutas a la cubierta, esto despertó
el deseo de recogerlas, no nos dimos cuenta de que ensuciábamos nuestra ropa
blanca con manchas producidas por la sabia del frutos, que resultaron imposible
de sacar, mi padre advertido de lo que hacíamos nos llamó la atención para que
no siguiéramos en la tarea con bananas verdes. A la mañana siguiente fuimos al
encuentro con nuestros casuales acompañantes, los pájaros canarios, grande fue
la sorpresa al advertir que ya no estaban: se los llevaron los portugueses. Al
tercer día partimos rumbo a otro puerto.
En
alta mar llama la atención un sonido extraño que provenía del mismo lugar, el
de las jaulas: estaban ocupadas por coloridos y escandalosos loros. Ahora el
mismo marinero aparece y nos reclama que no debíamos acercarnos a las aves:
“son del Capitán”, ordeno.
Navegamos dos
jornadas. Tuvimos un día de lluvia sin olas importantes ni vientos fuertes. Durante
el trayecto nos acompañaban gaviotas y peces grandes que aparecían y
desaparecían de la superficie del agua con saltos acrobáticos, después supe que
eran las llamadas toninas. Al atardecer de otro día llegamos a un puerto dentro
de una bahía, era Montevideo; allí
bajaron algunos emigrantes y descargaron parte
de las bananas. Esa noche, en la cena, ocurrió lo inesperado: ¡dejamos, por
fin, de comer pescados! justo cuando ya me estaba acostumbrando y podía tolerar
un poco los peces del mar, en su reemplazo nos sirvieron, un sabroso estofado
con carne vacuna; un lujo en el viejo continente y desaparecida durante la
guerra. Esa noche comentamos los hermanos lo seductor que es consumir sabores
ignorados. Descansamos plácidos, disipados.
(1)
“Porto
de Galinhas” es un pueblo y playa de
la municipalidad de Ipojuca en el estado de Pernambuco, Brasil. Según la historia el pueblo se llamaba “Porto Rico” (Puerto
Rico), hasta que el 1850 se convirtió en un paraje donde se desembarcaban y
comerciaban esclavos para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar dado que en esa época ya vigente la prohibición del tráfico
de esclavos desde África. Para evadir la fiscalización de esa ilegal
transacción, los esclavos eran transportados juntos con gallinas
de Guinea y la contraseña creada por los traficantes era “tem galinha
nova no porto” (hay gallinas nuevas en el puerto), de allí el origen
del nombre actual. La municipalidad de Ipojuca, donde se ubica Porto de
Galinhas, fue creada el 12
de noviembre de 1895.
Ref.:
Internet.
X
Argentina
¡¡Faltaba muy poco!! ¡El
navío rumbo al destino final! Navega por un enorme estuario de aguas más
oscuras, la de un río: se orienta a la ciudad de Buenos Aires de Argentina; un
país desconocido con fama de hospitalario: -Corrían los últimos días de marzo
de 1951-. Fue conmovedor divisar el puerto. Llegamos a media tarde. Abajo la
explanada del puerto; en cubierta nos dirigimos a la rampla. Formando una larga
fila los marineros nos despiden con gestos de satisfacción: el de la misión
cumplida.
En tierra algo sumo
nos reclama a estrecharnos, la emoción asalta. Mi padre en un enorme abrazo nos
alcanza a todos; vi en su cara, por primera vez, rodar lágrimas, hay gestos de dicha.
¡Era el triunfo ante la adversidad y la muerte!
¡Es el fin de la
odisea! La última etapa de una cruzada
feroz, comandada por quien marco, en nuestros corazones, un rumbo imperecedero
con tenacidad y valor. Lucha solitaria del Conductor con la compañera y cuatro
hijos. ¡Su faro: la búsqueda de Paz!!
Nos
aguarda personal diplomático y de aduana. En una interminable fila esperamos
los controles de las documentaciones, finalizado lo administrativo, dos agentes
nos guían hasta el “Hotel de Inmigrantes”. Fuimos ubicados en un extremo de un enorme
pabellón en planta alta, era para hombres con camas cuchetas de lona blanca
donde encontramos frazadas y toallas, allí quedamos Papá, Péter y yo. En otro
extremo estaba el pabellón de mujeres adonde fueron Gizella, mi hermana Kinga,
y el menor Géza -tenía el pelo largo, rubio, nunca se lo cortaron desde que
salió de Hungría- lo confundieron con otra nena. Los baños estaban en planta
baja. Un enorme comedor donde cenamos algo apetitoso; nuevamente alivio: ¡sin
pescado!. La actividad durante la estadía en el Hotel: desayuno, almuerzo,
pasear por la zona, cenar y dormir. En ese escenario pasamos un mes. Una mañana
se presentó, en el hall de entrada, un personal del consulado austríaco que vociferó
en idioma húngaro: “¡Béla Flandorffer, Ingeniero Estanciero!”(1), al
escuchar su identificación, mi padre con el resto de la familia nos acercamos
al funcionario, luego de los saludos de uso y presentaciones le entrega un
largo registro de posibles destinos para que eligiera alguno: desde Ushuaia
hasta la Quiaca, zonas que tenían que ver con su profesión.
-¿Cuál
de todos los destinos es el más retirado? – Se apresuró a preguntar. No quiso
leer e insistió:
-El
que quede más lejos de aquí, ese quiero. -En su mente perdura lo terrorífico
vividos en Hungría, y una ciudad enorme como Buenos Aires la presumía difícil.
Siendo su vocación la del campo, primaba el deseo de rechazar el bullicio de
las grandes urbes. Finalmente fue la provincia de Salta la elegida. El empleado repregunta.
-¿Usted
está seguro del lugar que elige?”. -Andor toma el listado, lo lee y descubre un
apellido húngaro en la región elegida, esto fortaleció su decisión.
-Si
estoy seguro. -Ratifica.
-En
tres días tendrán ustedes las documentaciones y los pasajes en ferrocarril para
trasladarse a la ciudad de Salta. -Le asegura el funcionario.
Continuamos
en el Hotel durante un mes. En este trance salimos a caminar y a conocer,
diariamente, parte de la ciudad en cortos recorridos, acotados por los horarios
de comidas. Entre otras cosas recuerdo la Torre de Los Ingleses y la plaza San
Martin, los mateos alineados al lado de las veredas fue otra de las sorpresas,
no conocía ese tipo de carruaje, todos negros con sus adornos y la variedad de
caballos; los de Hungría eran distintos, menos majestuosos, más campestres. Conocimos
el Zoológico, más grande, pero no tan atractivo como el que vimos en Viena. También
visitamos una familia judía con niños, ellos viajaron con nosotros y con los
que compartimos juegos y charlas; la comunidad judía ya les tenían asignada una
vivienda en Buenos Aires: una chalet equipado hasta con alfombras y cortinas, tenía
un patio amplio para jugar.
Llegó el día de
aprontar las valijas y el baúl. Después del almuerzo nos esperaba el empleado
del consulado en un mateo. Partimos hacia la Estación del Ferrocarril Belgrano,
muy cerca del Hotel de Inmigrantes, en
Retiro. Un edificio enorme con muchas vías separadas por interminables andenes.
Allí estaba el tren de pasajeros con destino a Salta; caminamos un largo trecho
en el corredor y subimos al vagón que nos correspondía. Otra de las curiosas satisfacciones
que vivimos, paso a paso, fue viajar en camarotes y sus camas. Ya en el coche
destinado subimos con el equipaje, caminamos por un pasillo con ventanas de un
lado y puertas del otro, las de los alojamiento, arribamos al nuestro:
alucinados descubrimos un habitáculo de madera lustrada con cuatro camas en
cuchetas y colchones forrados en cuero color verde, un lavatorio de acero
rebatible o su tapa como mesada, ventilador negro, espejo, un armarito y dos
ventanas con vidrio y persiana que se podían abrir.
Parte
el tren. Salgo del dormitorio y me ubico en el pasillo con mi hermano Peter; descubrimos
por la ventana una interminable sucesión de casas, avenidas y calles que se
interrumpen con la vía, hay barreras bajas y un sonido de campanilla advierte
el paso del tren. Transcurrieron más de dos horas cuando descubrimos los
primeros cultivos y enormes potreros llenos de vacunos, otro con caballos; es una
sucesión infinita de campos que dejamos de ver al anochecer. Un mozo de
chaqueta blanca surgió en el pasillo, pregonaba algo en cada puerta, mi padre
entendió, por señas, que debía anotarse para la cena. Más tarde paso nuevamente
el de la casaca convocando, por apellidos (el nuestro pronunciado con mucha
dificultad) al turno de la comida lo que nos explicó mi padre. A la hora
indicada atravesamos varios vagones hasta llegar al coche comedor, quedaba al
medio del convoy. Nos ubicaron en mesas: los hermanos en una para cuatro
personas a la derecha del pasillo central, a la izquierda Api y Gizella en compañía de otras dos personas con la que
se comunicaban con dificultad, apelando alguno de los idiomas europeos: un poco
en francés y otro en alemán, nada de castellano. El menú, único, consistía en
un suculento primer plato: bife con puré; luego surge el mozo con platos hondos
vacíos que deposita en las mesas, desaparece y reaparece con una sopera y un
gran cucharon para colmar los platos, cuestión que en Hungría siempre se servía al principio; acompaña una panera con enorme
tira de hogaza blanca, finalmente el postre: queso con dulce. Luego de la cena el
tren arriba a una importante estación bien iluminada, era de noche Regresamos
al camarote; nos resultó novedoso utilizar aquel lavatorio oculto que aparecía
manipulando una palanquilla; nos lavamos las manos, los dientes, la cara y… ¡¡a
las camas!! Mi padre nos acondiciono de tal modo que las sábanas y colchas
quedaran bien ajustadas bajo el colchón, Gizella nos hace rezar y se retiran al
camarote vecino (el de dos camas) con un “jo tcakát kedves gyerekek” (buen
sueño queridos niños). Al despertar descubrimos un desierto blanco: las Salinas
de Santiago del Estero, que por primera vez conocí. El calor abrazador agobia,
el ventilador resultó insuficiente, la ventana debía permanecer cerrada para
evitar el ingreso de tierra y aire caliente. El tren se detenía en pequeñas
estaciones del desierto albo, en algunas de ellas aparecían
como por encanto decenas de vendedores que rodeando los vagones pregonando
comidas regionales, saladas y dulces: pollos asados con papas horneadas, panes,
roscas dulces, miel de caña, tabletas dulces de frutas secas… En una de aquellas
paradas mi padre compro un bollo y al probar un bocado exclama: “este tiene
grasa de vaca, no de cerdo, tiene un gusto distinto, en Hungría se usa grasa de
cerdo para elaborarlos”. Mundo nuevo lleno de sorpresas: un desierto salitroso
que a la distancia por la reverberación del sol en la superficie blanca, semeja
un lago movedizo y a más de cuarenta grados de temperatura. A través de las ventanas
se ven nubes de polvo disparadas por el paso del tren.
A
la mañana siguiente, antes del mediodía, surge la vegetación que paulatinamente
se va espesando hasta conformar bosques vírgenes. Son escasos los poblados que desfilaron;
las tierras cultivadas y corrales desaparecen. A la hora de la siesta surgen grandes extensiones de cañaverales; ¡Andor
observa con atención! Arribamos a una estación importante, descienden gran parte de los pasajeros y dejan
vacíos asientos de primera y segunda clase; ocasión que aprovechamos para
desplazarnos por los vagones hasta los lugares vacantes. Sentados, una vez que
reanuda la marcha, avistamos a la distancia montañas con vegetación. El paisaje
se repite hasta descubrir una planicie con cultivos variados, ahora un puente sobre
un rio (tiempo después supe que se trató
del rio Juramento) (1). La marcha continuó por varias horas hasta
una estación grande donde ingresan pasajeros provenientes de otro tren. En el
próximo trayecto aparecen árboles cargados de frutos amarillos, mi hermano me
recuerda que son naranjas, igual a las que comimos por primera vez en Italia y
que tanto nos llamó la atención. La tarde se apaga, la noche se aproxima cuando
arribamos: ¡por fin!, luego de dos días de viaje, a la ciudad de Salta. En la
estación debimos esperar hasta que bajaran el equipaje que venía en un vagón de
cargas. Una persona nos espera, mi padre lo ubica; con su acostumbrada destreza
se hace entender, a pesar del idioma, caminamos cargando los bultos hata el
cochero que aguarda en una jardinera de cuatro ruedas, tirado por dos caballos
diferentes a los húngaros, estos más bajos y robustos.
Ya de noche,
atravesamos la ciudad; en el trayecto vi algunos tranvías, luego seguimos la
costanera de un canal que discurría de norte a sur hasta donde terminan las
casas. Cruzamos un puente, ingresamos a un camino de tierra custodiado por hileras
de árboles. Luego de dos horas, pasando por un pequeño poblado, arribamos a una
finca, allí nos recibió, con gusto, una familia que hablaba el mismo idioma
nuestro, el húngaro; por fin pude comunicarme con otras personas. Al otro día,
luego de un sueño renovador, el desayuno, luego un baño de ducha. La dueña cuenta que la escuela funciona desde hacen
algunos días y que a la siguiente jornada nos conducirá a los cuatro hermanos y
Gizella para inscribirnos como alumnos. Naturalmente, primero debíamos aprender
el idioma castellano. Fue el inicio de una larga trayectoria de adaptación a
una cultura diferente, prometedora, la de otro continente: ¡Latinoamérica!
-Gracias a esta sucesión
de acontecimientos muy difíciles, a veces crueles y otros felices, es que pudimos
encontrarnos en esta tierra. ¿Qué opinan de esta historia?
-¡¡Es única!!
-Exclama Carlos.
-¡¡Asombrosa!! -Dice
Alfredo-. ¿Y tu padre, alguna vez durante el viaje, les comentó acerca de sus
sentimientos al dejar su tierra, Hungría?
-Nunca lo supe de su
boca. Falta que les narre lo que paso en Argentina. Y como nos adaptamos. Eso
queda para otros encuentros…
Colofón
“Queridos
amigos. Muchos años después del viaje en barco, medité acerca de la imagen que
retuve de mi padre y me puse en su cuero cuando lo vi sentado en el barco,
pensativo, mientras yo jugaba:”
…
Fijo en la popa va mirando la estela que deja el
barco, la que se desdibuja y borra en el
norte. Una imagen alegórica de su pasado reciente huyendo de ese mismo norte.
Asaltan en su memoria, inconsultos mil recuerdos, torbellino incontrolado que
lo obliga, como en un círculo infernal, a recordar la guerra, la cárcel, la madre de sus hijos, la lucha
por la sobrevivencia, sus cuatro pequeños ¡Tiene que abandonar esas sombras que
lo persiguen! ¿Es un salto al silencio? ¡Su historia, la familia y el abismo de
los últimos años!
Va dejando, además del frío inclemente del
invierno, metrallas, muertes, cultivos, caballos... Logra, por momentos, vencer a esa ronda del
imaginando y su noche para imaginar el sosiego cálido de una América Latina singular.
Mezcla de acertijos y esperanzas. Recuerdos
turbulentos, impenitentes,
imágenes últimas de fugas y escondrijos en su amada Hungría, ahora arrasada. ¿Cómo será aquel país a
dónde corremos? ¿El sosiego cálido de la América Latina y su singular
generosidad? ¿Allí mis hijos estarán bien? ¿Acertijos? ¿Esperanzas? Siento
ganas de llorar, pero no debo. ¡Nó! Nada de lágrimas. ¡Basta! No quiero más
recuerdos tumultuosos, impenitentes. ¡Nunca más odios e injusticias!”
ANTES: La infancia apacible, el almacén, la
Escuela, la Universidad, el barrio, los juegos, sus amigos, los vecinos, los
padres, sus hermanos, las predicas del cura, el casamiento con Marignon, los
caballos, los modos cortesanos de una elite, época de paz y felicidad. De
pronto estampidos, fuga, nacimiento de hijos, tierra arrasada, la pérdida de su
amada esposa; todo fundido en una historia con final abrupto, desgarrador, y su élite derrotada,
despedazada. Protagonista obligado de la última de las mil guerras
fratricidas de Europa.
AHORA: Desarraigo, dolores, ilusión. Va acompañado
por su nueva pareja en la desesperanza y con los hijos. Mientras la proa abre,
en la inmensidad del océano, su nuevo rumbo…
…
Deja caer las manos que apoyan y ocultan el rostro, abre los ojos y advierte a
su hijo Imre: juega con una camioneta -el regalo de la Navidad en Viena- tiene capó y cabina pintada de verde, caja blanca y
ruedas rojas.
____________________
En 1580 fundó la ciudad
de Buenos Aires, con el nombre de "Ciudad de la Trinidad", en el lugar donde
en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de " Real de Nuestra
Señora Santa María del Buen Ayre".
Explorador y Conquistador, Gobernador y Capitá
General del Río de la Plata [1528, Orduña, España – Marzo de 1583, Río de la Plata,
Argentina (Virreinato del Perú)] En la Europa Central el apellido Garai
o Garay es de origen magiar (húngaro) y dio
nombre a una familia noble en el Reino de Hungría, una rama del clan de
Dorozsma con los miembros notables en los siglos XIV y XV.
Ref. Internet.
(3) Juan de garay (1528 – 1583) Al ser ya
gobernador del territorio desde el año 1578, fundó En 1580 fundó la
ciudad de Buenos
Aires, con el nombre de “ciudad de Trinidad”, en el lugar donde en 1536
Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de “Real de Nuestra
Señora Santa María del Buen Ayre”. Explorador y conquistador, gobernador y
capitán general del Rio de la Plata (1528, Orduña España – Marzo de 1583, Rio
de la Plata, Argentina, Virreinato del Peru). En la Europa Central El apellido
Garai o Garayes de origen Magiar y dio nombre a una familia noble en el reino
de Hungria,una rama del clan de Dorzsma con los miembros notables en los siglos
XIV y XV
Ref: Internet
(2) Imre András Flandorffer, nació un 20 de junio
de 1943 en plena 2da.guerra mundial. Su país natal Hungría durante siglos fue
invadido y dominado por distintos pueblos, es un territorio huérfano sin ningún
hermano en Europa, quizás los finlandeses sean los únicos primos en el
continente, como lo define Lajos Zilahy
en una de sus novelas de “El siglo
Feliz”
Escudo de armas de Hungría.
Idioma húngaro. El húngaro o magiar (en húngaro: magyar
nyelv), es una lengua de la familia de lenguas urálicas. Se habla en Hungría y
en ciertas zonas de Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Serbia, Croacia, Austria y
Eslovenia. El húngaro pertenece al grupo de las lenguas fino-ugrias de la familia de lenguas urálicas, más específicamente, dentro de este, al subgrupo de lenguas ugrias. El húngaro actualmente posee 14
vocales. Las vocales largas se distinguen de las cortas por llevar acento
simple o doble.
La palabra
húngaro proviene probablemente del turco onogur, que en turco antiguo
significaba "diez saetas" con el sentido figurativo de "diez
tribus". ... El significado de estas palabras era aproximadamente
"gente" y "hombre" o "ser humano".
Entonces, un húngaro sería "una persona que pertenece a la misma
gente".
Historia de Hungría a partir de la llegada de
los magiares a Europa.
(2) En 1580 fundó la ciudad
de Buenos Aires, con el nombre de "Ciudad de la Trinidad", en el lugar donde
en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de " Real de Nuestra
Señora Santa María del Buen Ayre".
Explorador y Conquistador, Gobernador y Capitá
General del Río de la Plata [1528, Orduña, España – Marzo de 1583, Río de la Plata,
Argentina (Virreinato del Perú)] En la Europa Central el apellido Garai
o Garay es de origen magiar (húngaro) y dio
nombre a una familia noble en el Reino de Hungría, una rama del clan de
Dorozsma con los miembros notables en los siglos XIV y XV.
Ref: Internet.
(4)
1 Graz es la sede de la ciudad austriaca, provincia federal de Estiria . 286 292 (enero de 2018) es la segunda ciudad más poblada
de Austria y su segunda ciudad universitaria más
importante. La ciudad se encuentra a
lo largo de la Mura , al norte de la cuenca de Graz . Graz se encuentra a unos
(5)
Entre las diferentes calles que forman parte del
distrito Innere Stadt destaca la calle Sporgasse. La calle es más antigua que la ciudad ya que
fueron los romanos los primeros que trazaron una vía que iba desde el valle del
río Mur hasta la ciudad romana de Savaria (actual Szombately, en Hungría). Los artesanos que trabajaban
en esta calle son los que dieron el nombre a la calle.
2 Pichl, Bez.Liezen1 Pichl: Municipio pertenecieente al estado de Steiermark (en Español
Estiria), ubicado en el sureste de
Austria, su capital es Graz y el condado es Bez. distrito Liezen Steiermark
3 Torta “Dobos” que significa tambor, típica de Hungría de muchas capas
finas intercaladas con crema moca y nueces molidas, la última capa superior con
caramelo que queda duro por eso su nombre.
(1)Gyertyános:
En Húngaro se utiliza este término a espacios con lugares que contienen
arboledas autóctonas. Por su nombre, se
trata principalmente de un bosque mixto de robles, hayas, y pinos entre otros,
donde es posible admirar el arbusto ralo y el sombreado, en las formaciones de
superficie punteada. (Ver foto de la casa).
(El
café sirvió durante muchos meses de cenáculo obligado donde el amigo magyar,
ahora argentino-naturalizado, desgranó esta historia inédita de sufrimientos,
desesperanzas, esperas, conquistas y alegrías. Consecuencias impiadosas de la
una cruel e insólita Segunda Guerra Mundial que dejó millones de muertos. El
botín de guerra fue el reparto de Europa entre los vencedores. Hungría, luego
de la impuesta alianza con el nazismo durante la conflagración; ya perdedora,
fue forzada a integrar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.)
(1)Gyertyános:
En Húngaro se utiliza este término a espacios con lugares que contienen
arboledas autóctonas. Por su nombre, se
trata principalmente de un bosque mixto de robles, hayas, y pinos entre otros,
donde es posible admirar el arbusto ralo y el sombreado, en las formaciones de
superficie punteada. (Ver foto de la casa).
Puszta (IPA ['pustɒ], es un término húngaro utilizado para
indicar vastas extensiones de llanura esteparia, típicas de las tierras planas
de Hungría (parecido al de las pampas Argentinas). El territorio de la puszta
es estéril, inhóspito, una especie de desierto herboso y en origen se refería a
partes llanas de la gran llanura. En la gran llanura de la Puszta viven los
pastores, los vaqueros y los guardianes de los caballos.
3Sopron: (en húngaro /ˈʃopron/, en croata Šopron, y en alemán
Ödenburg) es una ciudad de Hungría cerca de la frontera con Austria. La ciudad
está situada al oeste de Hungría. Está a
(7) En la casa de estudios universitarios de
“Gazdasági Akademiai” de Buda Pest como Ingeniero estanciero o ingeniero de
campo titulo que se da en Hungria y es una disiplina que combina la agrónomia
(Conjunto de conocimientos relacionados con el cultivo de la tierra) con
zootecnia (que estudia la cría, mejora y explotación de los animales domésticos
que son útiles al hombre y cuya finalidad es la obtención del máximo
rendimiento).
Ref: titulo
digital
(7) Eszterházy ha sido una familia magiar de
nobleza en Hungría desde la Edad Media. Desde el siglo XVII, se convirtieron en
parte de los más grandes magnates terratenientes de los territorios del Reino
de Hungría que se hallaban en manos de los germanos (en 1526 murió el rey Luis
II de Hungría en la batalla de Mohács y los turcos otomanos ocuparon gran parte
del reino). En 1686 los ejércitos cristianos expulsaron a los otomanos y
reunificaron el reino, entrando bajo total influencia de los Habsburgo, y la
familia Esterházy adquirió poder y riqueza. Posteriormente varios miembros
obtuvieron inclusive el título de Príncipe Imperial germánico, alcanzando
enorme influencia también durante la monarquía del Imperio austrohúngaro
instaurado en 1867.
Ref:
Internet
Los
Eszterhazy poseían ciento veinte mil hectáreas de Hungría con once mil personas
y diecisiete aldeas. Eso no era raro en aquella parte del mundo. Los nobles que
poseyeran aquellos terrenos tenían sin duda la intensión de que sus nietos
talaran la dura madera de aquellos árboles, en su mayoría robles y hayas.”
Ref:
“Reino de Sombras” Pag. 89. Alan Furst
Ediciones
Urano. www.books4pocket.com
Barcelona
2007.
(7) El Ejército Húngaro
fue una de las fuerzas armadas más combativas del Eje en la Segunda Guerra
Mundial. Los
soldados magiares fueron guerreros muy superiores en calidad y arrojo, dos
cualidades que demostraron a la perfección entre 1939 y 1945.
Ref:
Internet.
(2)
Juan de garay (1528 – 1583) Al ser ya
gobernador del territorio desde el año 1578, fundó En 1580 fundó la
ciudad de Buenos
Aires, con el nombre de “ciudad de Trinidad”, en el lugar donde en 1536
Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de “Real de Nuestra
Señora Santa María del Buen Ayre”. Explorador y conquistador, gobernador y
capitán general del Rio de la Plata (1528, Orduña España – Marzo de 1583, Rio
de la Plata, Argentina, Virreinato del Peru). En la Europa Central El apellido
Garai o Garayes de origen Magiar y dio nombre a una familia noble en el reino
de Hungria,una rama del clan de Dorzsma con los miembros notables en los siglos
XIV y XV
Ref: Internet
(2) Imre András Flandorffer, nació un 20 de junio
de 1943 en plena 2da.guerra mundial. Su país natal Hungría durante siglos fue
invadido y dominado por distintos pueblos, es un territorio huérfano sin ningún
hermano en Europa, quizás los finlandeses sean los únicos primos en el
continente, como lo define Lajos Zilahy
en una de sus novelas de “El siglo
Feliz”
Escudo de armas de Hungría.
Idioma húngaro. El húngaro o magiar (en húngaro: magyar
nyelv), es una lengua de la familia de lenguas urálicas. Se habla en Hungría y
en ciertas zonas de Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Serbia, Croacia, Austria y
Eslovenia. El húngaro pertenece al grupo de las lenguas fino-ugrias de la familia de lenguas urálicas, más específicamente, dentro de este, al subgrupo de lenguas ugrias. El húngaro actualmente posee 14 vocales. Las vocales largas se distinguen
de las cortas por llevar acento simple o doble.
La palabra húngaro proviene probablemente del turco
onogur, que en turco antiguo significaba "diez saetas" con el sentido
figurativo de "diez tribus". ... El significado de estas palabras era
aproximadamente "gente" y "hombre" o "ser humano".
Entonces, un húngaro sería "una persona que pertenece a la misma
gente".
Historia de Hungría a partir de la llegada de
los magiares a Europa.
1 Tiszafured es una ciudad en el condado
de Jász-Nagykun-Szolnok, en la región de la Gran Llanura del norte de Hungría
Central. Es la capital del lago Tisza en la frontera de Ucrania,. es el
asentamiento y centro turístico más grande de la región de Tisza,
2 Viaducto: El primer puente permanente de Tisza, construido en 1833 este
era el único cruce seguro en el río, el segundo de ferrocarril en 1891
3Jászberény: La ciudad está
situada a unos 80 km de Budapest y a unos 45 de Szolnok; en
el centro del distrito Jászberényi. Se encuentra a orillas del río
Zagyva . La segunda ciudad más poblada del condado. Se especula con que Atila pudiera estar enterrado en
Jászberény.
Ref: vikipedia
(3)
Paloznak es una aldea en la región de Balatonfüred
, condado de Veszprém , Hungría
El pueblo es famoso por preservar la estructura de
asentamiento en las soleadas laderas
de las tierras
altas, se cultivan muchas uvas y frutas, tradicional al
norte de Balaton. Los lugareños se ganan la vida con el vino y el turismo. La
etimología del nombre del pueblo se refiere a la población eslava : la palabra
"loznik" significa un viñedo, en eslavo "po loznik"
significa "debajo de los viñedos".
(2)
El lago Balatón (en húngaro, Balaton; en alemán,
Plattensee; en eslovaco, Blatenské jazero; del eslavo blatno, pantano, con el
significado de “lago fangoso”, el origen más probable del nombre. Está situado
en el interior de Hungría, a unos
Ref. Internet
Internet:
(1)Sárvár es la perla de la región de Transdanubio oeste. Poblada desde
tiempos prehistóricos, en la actualidad tiene 16.000 habitantes y pertenece al
distrito de Vas, en Hungría. La ciudad vieja gira alrededor de la impresionante
fortaleza Nádasdy. Sárvár significa “castillo de barro” (sar=barro,
var=castillo), a orillas del río Ràba. La fortaleza jugó un papel fundamental
en el progreso de la ciudad durante los siglos XVI y XVII. Pero además del gran
complejo histórico y cultural que es el castillo, la ciudad tiene otros
monumentos de interés, iglesias y museos que merecen la pena visitarse y un
entorno natural rodeado de bosques. Por si fuera poco, en toda Hungría Sárvár
es famosa por su inmenso y modernísimo balneario de aguas medicinales, en el
que se ofrecen una gran variedad de terapias, y que se completa con un
divertido parque acuático.
2 El río Rába (en alemán, Raab; en húngaro, Rába;) es un río que discurre por el sureste de Austria y Hungría occidental,
un afluente del río Danubio con una longitud de 283 km
3Indumentaria de los ganaderos Hungaros: Vestían chaquetas cortas con doble
hilera de botones algunos con bordados horizontales al frente y mangas tres
cuartos sueltos, camisas blancas con puños amplios y pañuelo en el cuello,
Pantalones sujetas en la cintura con faja amplia en la cadera y angostos abajo
agarradas con medias gruesas y botas a mitad de pierna, siempre con sombreros
típicos de cada zona (chatos con alas cortas levantadas, redondas altas sin
alas de lana o cuero, o boina muy amplia entre otros)
4Gulyás ( En húngaro : gulyás [ɡuja] ) es una sopa o giso de carne y verduras ,
condimentada con pimentón y otras
especias. Originario de la Hungría medieval. Es uno de los platos nacionales de Hungría y un símbolo del país. La palabra gulyás originalmente significaba solo "pastor", pero
con el tiempo el plato se convirtió en gulyáshús (carne de gulash), es decir,
un plato de carne preparado por pastores. Hoy, gulyás se refiere tanto a los
pastores como a la sopa.
5Kecskemét es una ciudad mediana ubicada en la parte
central de Hungría, capital del condado-provincia de Bács-Kiskun. Es la octava ciudad más poblada del país, concentrando al 9% de la
población nacional dedicada tradicionalmente a la agricultura hortofrutícola y
la ganadería equina y ovina-caprina. Está a medio camino entre Budapest y Szeged, a 86 kilómetros de ambas ciudades, y a igual distancia de los dos ríos
más grandes del país, el Danubio y el Tisza. Al final del siglo XVIII y principios del XIX, los pastos fueron
empobrecidos y en muchos sitios se destruyó la cubierta de vegetación natural,
lo que causó el movimiento de la arena que puso en serio peligro a la ciudad.
La reforestación, plantaciones frutales y vides trajeron consigo una barrera natural que impedía que los vientos se
llevaran las arenas. En el siglo XIX, ya era parte de un distrito vinícola
importante, y todavía lo conocen por su barackpálinka, un
aguardiente de albaricoque.
(6) La remolacha azucarera (Beta
vulgaris L. subsp. vulgaris var. altissima Döll)1 es una variedad de la remolacha común (Beta vulgaris) de donde se obtiene azúcar de forma industrial, existiendo otras variedades como la acelga, la remolacha hortícola y la remolacha forrajera. La raíz de la remolacha
azucarera se ha ido seleccionando durante años para conseguir un mayor
porcentaje de azúcar en su composición y una mayor capacidad agrícola. Sin
olvidar su aporte de antioxidantes, vitaminas hidrosolubles del grupo
B, (B1, B2, B3, B6 y B9) y la vitamina C, precursores de la vitamina A,
como los carotenos y diferentes minerales (hierro, potasio, manganeso,
magnesio).
(7) Györ es la ciudad más importante del noroeste de Hungría, capital del condado de Győr-Moson-Sopron,1 y se encuentra
en una de las carreteras más importantes de la Europa Central, a medio camino entre Budapest y Viena, en la confluencia de tres ríos: Danubio, Rába y Rábca
(1)
Ólmod: Del alemán zanja de color plomo. El nombre Ólmod pueblo típico
húngaro de la frontera fue derivado
intencionalmente del nombre alemán, Pertenece al condado de Vas en el distrito de Kőszeg a 4 km de la frontera con Austria, Sin conección por carretera a la ciudad vecina, Borsmonostor,(monasterio de
Bors su fundador) En 1921 se convirtió en parte de la Provincia de Burgenland de Austria.