Ñatito.



 

 

Ñatito.

Calle 27 de Abril. Frente al Paseo Sobremonte.

 

 Estudiantes de otras provincias o países que vienen a la Universidad de Córdoba en procura de alcanzar una profesión se agrupan según procedencias u otras condiciones y alquilan una vieja casa, generalmente en mal estado, y la equipan recurriendo a compraventas de mobiliarios en desuso que son alistadas y embellecidas según habilidades. Como algo singular y necesario surge un líder, no electo, simplemente (como en las sociedades primitivas) germina  como el “principal” el que emana autoridad: es el “Jefe” de la casa y quien organiza, dirime conflictos y es respetado en sus decisiones. En el caso que nos ocupa se trata de un jujeño con vínculos familiares en Catamarca; estudiante enrolado en abogacía con habilidades de radioaficionado y apodado “Ñatito” a raíz de su prominente naso. La mayoría de estas “casas de estudiantes” están en Barrio Clínicas y Alto Alberdi.

La morada que nos ocupa es de planta baja y un piso. El de los  educandos que nos ocupa corresponde al de arriba. Casona construida hacia 1920, luce paredes de  “ladrillos vistos” logrados, seguramente,  luego del derrumbe de los revoques iniciales, el que los ocultaba hace ya mucho tiempo. Se accede al “templo del estudio” por una gruesa puerta de madera y una larga,  empinada escalera, hasta rematar en habitaciones que describen un semicírculo, en uno de sus extremo la cocina, al medio el baño. Un pasillo comunica la sucesión de habitaciones, por un lado;  por el otro, se levanta un muro que delimita un hueco central abierto al infinito: corresponde al patio de la planta baja y da luz a los aposentos. Sus ocupantes provienen de las provincias de Jujuy y Catamarca. Amigos todos (Fernando, Virginio Francisco, Luis, Juan, Ramón, Moncho y la “Autoridad”) en la aventura de estudiar y compartir ese pedazo de sus vidas.

Lo inédito ocurre una tarde cuando arriba a la casa uno de los integrantes del grupo acompañado por una joven. Había contraído nupcias en su provincia natal sin advertencia alguna.

Con su recién desposada, llegan saturados de bártulos. Luego de saludos y explicaciones, en un suspiro, se arma la celebración del único, inesperado y singular evento: ante semejante acontecimiento aparecieron algunos dulces caseros y botellas de cerveza; la tertulia se prolonga hasta el anochecer. Era verano. El “Jefe” está en su provincia ignorante de lo acontecido en su feudo… Terminado el suceso, surge la necesidad de la ubicación de la pareja, todas las habitaciones lucen camas de una sola plaza a excepción de la pieza del Jefe ausente, allí hay una lecho matrimonial, se trata de un rectángulo de maderas duras con patas de igual factura,  oficia de elástico un entramado de tientos vacunos, encima un colchón mullido de lana de ovejas (El “Taj Mahal”).

Ausente y cabeza de la casa es, precisamente, propietario de aquel histórico camastro proveniente del interior catamarqueño. El novel esposo, al momento de elegir el aposento, no tiene duda alguna, corresponde irrumpir donde reposa la única cama matrimonial, habitación despoblada por ausencia veraniega de su dueño: el Ñatito. Además del lecho, compone el mobiliario un ropero, una silla y una mesa ocupada por libros y una Estación Transmisora de Radioaficionado que luce cruzada por una faja de papel engomado con letras rojas que anuncia: “Clausura definitiva por disposición del Ente …”. (Dicha disposición oficial merece un próximo relato).

Era aquella la segunda noche del matrimonio, la primera lo fue en un camarote del Ferrocarril Belgrano.

Luego de los festejos la pareja se dispone en la habitación; acomoda las prendas y otros bártulos y remata un baño purificador. El marido cierra la puerta de acceso con traba interior para asegurar intimidad y se disponen a ocupan el encatrado doble.

Al siguiente día,  el desposado debe cumplir con la guardia de 24 hs. en el Hospital; como todos los lunes desde tres años atrás.

 La segunda noche, luego de la habitual tertulia, después de la "cena de estudiantes" ocurre igual rutina a la anterior: después del baño, la tranca y la complicidad con las tiras de cuero crudo, transcurren las primeras horas de la segunda noche... De improviso se escucha el sonido de la cerradura, alguien pretende ingresar al aposento nupcial, pero no es posible, la tranca interna lo impide; luego golpes agudos persistentes ensordecen, retumban en el interior. La situación del desposado resulta exasperada, aquello es inesperado, excesivo, una situación crucial; cuando, de repente, se siente la voz inconfundible del “dueño” de la habitación (el “Jefe”) que  proclama: “¡¡Abrí la puerta YA!! ¡¡Otra vez, con una puta en mi dormitorio…!!”.

 

El final fue feliz. Luego de entornar la puerta, declarar lo acontecido y el novel estado civil, van apareciendo, ante el batuque,  el resto de habitantes: ¡¡Y se armó un nuevo festejo!!

Aquel episodio dislocado en casa de estudiantes, es la conjugación de una perdurable amistad a la que se incorpora la novel desposada.

1966




 [AL1]


1954 - 1958. Colegio Nacional.

 

 

 

1954 – 1958 con Algunos de sus eventos

Colegio Secundario.


Suena el timbre que  anuncia la clase con el “grueso” Ing. Manuel Pérez. (Surge la ocurrencia de algunos de los compañeros del curso: una caricatura dibujada en el pizarrón, la de una ave doméstica bien alimentada y con la cara en remedo caricaturesco del ingeniero Pérez picoteando números de un plato; abajo en letras de imprenta se proclamaba: “Pollo Gordo”. La genial obra burlona esperaba la entrada del mismísimo personaje representado. Cuando ingresa, mudo, se para frente a la figura, resiste, examina la obra por algunos segundos, toma el borrador y con una sonrisa hace desaparecer el ingenio; sin mediar palabra toma la tiza y traza un gran círculo, comienza su sabiduría: a partir de entonces se inicia el dictado de trigonometría. Así es como trascendió todos los lìmites el alias inaugurado esa mañana, el que cargaría como Gobernador y por toda su vida: “El Pollo Gordo”.

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Entre los camaradas teníamos el honor de que estuviera el mayor promedio del establecimiento: el abanderado Carlos Eduardo Oroza; este “bocho” tenía solo un sitio enclenque: no podía dibujar nada decente ante los ojos del Profesor Fernández. Un compañero, con habilidades en el arte pictórico, le hacía "bajo poncho", los trabajos en clase para merecer un 10 y los arrimaba a destino subrepticiamente. Pero ocurrió lo insólito: en uno de los trimestres, en aquel tercer año, el dibujante no presentó ni un solo diseño propio: luego, en la libreta de calificaciones apareció la nota correspondiente: ¡¡Un cero!! Esta evaluación lo condujo a rendir examen a fin de año. En aquella oportunidad, también, hizo los trabajos para todos los compañeros nulos al tiempo de dibujar. Esta vez sí presentò el propio. Cuente este, como uno más de tantos hechos que bordonearon en el inmemorial grupo.

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Otro de los eventos fue el "dia de la madre": numerar en voz alta y a coro (1, 2, 3, 4…) el sonido cada vez más lento de pisadas de la docente cordobesa de literatura al descender por la escalera para arribar al subsuelo, donde funcionó el tercer año “C”. Su sorpresa fue mayúscula: nuestro compañero Emilio Simeón Moreno y en representación de todos, con palabras emotivas, entregó un gran ramo de rosas  a la Profesora Ana María Postigo de Vedia, que con ojos brillosos por las lágrimas y voz quebrada, no pudo responder; estaba próxima a dar a luz su primer hijo (1956).

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En los tres primeros años se dictaba la materia “Inglés” pero, en cuarto año, se debía optar entre italiano o francés. Yo elegí esta última lengua. La división idiomática implicó que, en la hora de clase, la mayoría de los alumnos (estudiantes de italiano) quedara en el aula; la minoría nos trasladábamos al anfiteatro. Este es un recinto con butacas en gradería ascendente y un escenario en discreta altura. Entre ambos había un espacio a nivel del piso del pasillo por el cual se ingresaba al lugar. Arriba, en el proscenio se encontraba un foso -para el apuntador- con una tapa también de madera. Una mañana, finalizado el recreo, nos dirigimos a la “gradería”. La profesora, una señora ya madura con difícil pronunciación del español era, sin embargo, nativa de las islas Filipinas, igual que su esposo. Estimo que eran las únicas personas provenientes de aquellas lejanas tierras -violada hasta el cansancio, entre otros, por españoles, franceses e ingleses-.A eso se debería, posiblemente, la multiplicidad de idiomas que la pareja habla. Madame Yahni era baja, de rodillas alejadas entre sí que dejaban un buen espacio entre ambas; tenía gesto duro, conducta implacable, y mal carácter pero no se mostraba tan estricta al momento de calificar. Era una “profe” de respeto. Cuando ingresamos al “aula” -y minutos antes de la presencia de la educadora- tuve la muy mala idea de explorar el cubículo destinado para el apuntador, desde donde se dicta los pasajes no bien memorizados por los actores en las obras de teatro. Entonces, levanto el cerramiento del orificio y bajo sin mayor dificultad; bajo al foso; ya en el interior, repentinamente, quedo a oscuras: mi compañero Mario Pérez ha recolocado la tapa y se para encima. Intento empujarla hacia arriba pero es imposible: han corrido el piano de cola hasta que una de las patas sella definitivamente la entrada. Quedo encajonado; felizmente hay una rendija entre la tapa y el piso por donde penetra un haz de luz.  Se sienten los pasos ligeros y breves de  Madame y el barullo de los “actores” en búsqueda, precipitada, de las respectivas butacas. Luego… “silencio”.

–“Bon jour” -saluda la profesora e ingresa a la parte baja, entre el escalonado de asientos y el escenario.

-”¡Bon jour, madame!”. –contestan a coro los alumnos. Repentinamente, el haz de luz de mi habitáculo mengua  y aparece una sombra en la rendija porque la señora estiró su brazo hasta el escenario y depositó la cartera, precisamente en la ranura de la iluminación. Ante la difícil circunstancia de mi encierro, decido pasar aquella hora en ostracismo, en silencio y con paciencia. ¡Jamás delatar!  Es una Ley consensuada: “Llevar la cruz”. En el exterior reina la paz, sólo se escucha a la profesora. Los alumnos, una “pinturita”. Nadie murmura y, además, ponen cara de “Aquí no pasa nada” aunque todos sí saben lo que ocurre con el compañero “recluso”. Transcurren interminables minutos. En aquel estado de absoluto ostracismo, se me ocurre la peor de las ideas: guiado por la sombra que dejó la cartera de la profesora, introduzco los dos dedos indicies en la ranura hasta tocar los extremos del cuero,  levanto suavemente en perfecto sincronismo digital y traslado el objeto unos centímetros, hacia uno de los costados. Ahora ocurre lo inaudito: una carcajada unánime se apodera del conjunto de estudiantes y retumba en el anfiteatro. El detonante del jolgorio es, obviamente, el misterioso desplazamiento a espaldas de la docente. Un tanto preocupado por la respuesta a mi “fullería”, me coloco nuevamente en cuclillas. La clase se reanuda a pesar del desconcierto de la madame Yahni. Pasan algunos minutos y me animo nuevamente: los mismos dedos, el ascenso, el traslado del adminículo de cuero hacia el otro lado y el descenso consiguiente, nueva algazara unánime, imparable. La profesora está desconcertada, mira para todas partes pero no advierte nada. Esa rutina se repite algunas veces más. El resultado, una clase fallida. Suena el timbre de finalización de la hora. Madame Yahni recoge su cartera y se retira con un rictus amargo. Siento que se corre el piano,  se abre la tapa del encierro  y voy saliendo a la libertad. En ese instante, la profesora vuelve al teatrillo. Nunca supe qué la hizo regresar -dicen que las mujeres son, sobre todo, intuitivas- y ahora presencia mi “resurrección”

-Venga conmigo, Linares -ordena con autoridad.

La sigo y nos dirigimos a la Rectoría.

Oscar Marín -Rector del Colegio- y la profesora Matilde Yanhi  hablan unos minutos. Yo espero en la puerta. Ahora me conducen a la oficina siguiente, a la sección “alumnos”

 -Secretaria, le pone 24 amonestaciones al alumno Linares  -remata el Director.

 Desde aquel día de 1957 -y faltándome una amonestación para perder el año- me resigno a ser el más disciplinado alumno del Colegio.

 

 

Es hora del descanso para concurrir al baño, o conversar en los corredores, o el patio… Nuevamente el sonido de ingreso al aula, vamos a la clase de elocuencia; entramos y esperamos parados a la profesora, la más estricta: Sra. Rosario Lacunza de Pockorni. La puerta abierta. Aparece la excelente educadora, pero poco clemente. No termina de llegar al escritorio cuando detiene la marcha bruscamente, rígida da un medio giro, con gesto severo dirige la mirada al conjunto y pronuncia con rigor tajante levantando la voz: “¡¡¡¡Linares afuera!!!!!... Tomen asiento”. Ante semejante evidencia dejo mi lugar en mutismo, me dirijo a la puerta, la abro, salgo, la cierro. Después de la admonición de la “profe” se instala en el curso un silencio macabro. Estoy en la galería, pretendo adivinar lo que acababa de acontecer.. No llego a pensar en que recóndito lugar puedo pasar desapercibido cuando, a segundos de la expulsión, se abre la puerta y aparece uno de mis compañeros y me dice: “entra”, y entro… Está todo dicho: camba de destinatario la sentencia, por auto confesión; ahora ocupa mí lugar en el corredor, expulsado, el autor del desaguisado, es  mi amigo y compañero Mario López. Ingreso: “Permiso”… Me dirijo al pupitre que me corresponde en la última hilera sobre la pared de las ventanas que se abren a la calle Belgrano, atrás se sienta José Plaza, adelante Bernardo Guillermo Matthews. La clase permanece en silencio. “Abran las carpetas”, ordena altiva y se inicia el dictado de literatura en el 5to año “A” del “Colegio Nacional Teodoro Sánchez de Bustamante”, con escudo: “Casa Nacional de Estudios de Jujuy”; creado en 1869 por Don Domingo Faustino Sarmiento en “La Muy Leal y Constante Ciudad de San Salvador de Jujuy”.

 

 

La hombrada, con Lacunza, que cuento al final -ocurre el último de los años cursados en el inolvidable Colegio Nacional- como las otras muchas "gestas" sobrevenidas en ese lustro señero a partir de 1954. No obstante amerita una acabada reflexión:

Se genera esa camada desde la primaria, en la Escuela Manuel Belgrano; otros compañeros se unen en el Colegio Secundario. Se va multiplicando en el grupo un sentido de unidad, de solidaridad. Todos formamos un equipo donde prima, un fuerte compañerismo para abonar la amistad, con devoción. Esta condición implicó reglas tácitas, definitivamente cumplidas con fervor y complacencia: no aconteció nunca algo convenido, escrito, ni siquiera conversado, brotó solo como un regalo imperecedero con apego muy fuerte; jamás una delación, una queja, una agresión, todo se hace con el mandato de la afición, la empatía y la alegría. Hubo y lo hay un contrato irrenunciable a esta condición, a partir de aquel auto propuesto "trabajo en equipo".

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En el Hall de entrada del Colegio Nacional de Jujuy, hay una placa de bronce -la única-. Testigo mudo de aquel equipo forjado con lazos indestructibles. Allí están los nombres de los bachilleres egresados del 5º año  “A” en 1968; y todos los años sin que falte uno, los 28 de diciembre, nos volvemos a encontrar.

¡Seguimos juntos en el metal y en los corazones, para siempre!

 

Noviembre del 2020.-

Ganso a la crema.

 


 

Ganso a la crema.

 

Sentados, callados, a la luz de la “Petromax” a kerosene, esperamos la cena. Desde la galería posterior de la antigua casa de campo se advierten pasos cortos: asoman por la puerta, intermitente, unos relámpagos apagadas, ligeros; finalmente hace su aparición el cocinero con una olla enlozada descascarada, la sostiene colgada de la anilla con una de las manos, con la otra porta un farol también a combustible; es el autor de la comida. Sin palabras abre la puerta-mosquitero con la rodilla, ingresa al comedor, deposita al medio de la mesa su hechura y enuncia, magnífico, en su idioma natal: “Cream goose” (ganso a la crema); gira sobre sus pies y se retira. El Dueño de Casa, Don “Pico” Peña -el padre de mi amigo y superior de la finca- reparte las porciones que no tardan en desaparecer con fruición, el reclamo por repetir es general. Resulta aquello una excelencia nunca antes ingerida.

Habiendo arribado de la Ciudad y luego de bajar vituallas en la finca, como de rutina, partimos a “El Carmen”. Allí don “Pico”, en un Hotel frente a la Plaza se ensambla, por algunas horas, con ilustres lugareños para tomar  su aperitivo vespertino: el “Americano Gancia”. Desde allí nos controla sentado desde una mesa arrimada a la ventana, una rutina. Nosotros jugamos en las veredas y en el portal de la Iglesia.

A la puesta del sol arrancamos de regreso con cierto julepe: el progenitor -algo “tomado”- ha perdido el garbo y la velocidad del Dodge es mayor a la esperada.

Transitamos la ruta de regreso a la finca cuando un grupo de gansos abultados está cruzando  el camino de tierra; la velocidad del vehículo  aumenta sensiblemente, con tan mala suerte para las aves que cruzaban campantes con su típica “trova”, que uno de ellos es embestido por el bólido de acero, mientras un desparramo de plumas blancas satura el paisaje, y la balada se trasmuta en graznidos desesperados. Miramos para atrás por la ventanilla y divisamos aleteando  a un desdichado en medio del camino, el resto desaparece  por encanto  en un santiamén entre los yuyos a la vera de la carretera. Detenido el vehículo  en media de la  calzada, la orden del mayor se oye terminante: “¡¡Bajen, YA, y recojan a ese desgraciado!!” (el cuerpo del delito); orden que se cumple raudamente, sin derecho al pataleo. Asistimos con vocación, en el asiento trasero, al desgarbado animal que pronuncia sus últimos reclamos y aleteos: presenciamos en nuestros regazos al primer fallecimiento… (¿“El ganso de la boda”?). De la llegada a destino, con el ave colgando, hasta la cocina del británico no media ni un instante.

Muchas veces pensé como arribó, porque razón y que hacía en aquel remoto lugar de Argentina perdido en el mapamundi, un súbdito del Glorioso Imperio Británico, el más poderoso por aquella época de post guerra. Se lo ve viejo, desgreñado, sin dientes, vestido con bombacha de gaucho, alpargatas y un saco de corte ingles algo escaso; la pronunciación es en un castellano difícil. Con gesto magnifico proclama, en silencio, su profesión: “Cocinero en el Campo”.


Vega, bagualero.

 

Vega, bagualero.

         Corrían apenas mis primeros años (alrededor de los ocho). Todos los fines de semana, durante la época escolar, era invitado a la finca de un amigo: Alejandro; vecino en la cuadra de calle Lavalle al 200 de San Salvador de Jujuy.

En un viejo automóvil Dodge nos conducía el Dr. “Pico” Peña -el padre del camarada- a su posesión en Ávalos en la ruta antes de “El Carmen”. Nos esperaba una vieja casona en los márgenes de una heredad de 300 hectáreas con cultivo de tabaco y también montes. Íbamos Alejandro Ramón y yo ansiosos por llegar para ensillar dos caballos y salir, en libertad, por senderos propios y ajenos. Allí aprendí a cabalgar, galopear, inclusive en medio del monte; las armas que portábamos eran sendos honderos. De esa época guardo, fuertemente, el recuerdo de las personalidades de tres actores en aquella extensión: un nacido en Inglaterra, venido no sé por qué motivo a estas tierras, era el cocinero; otro de los héroes fue un vaquero, orgulloso de su estatus, oficiaba de capataz: don Felipe, con mujer e hijos en una casa de adobes, patio y gallinas sueltas a la entrada de la hacienda. Pero lo  que quedó más fuertemente obligado en los recuerdos de mis albores fue un gaucho joven, de no más de 30 años, delgado, callado, solícito, algo novato en el entorno de entonces y alojado en un rancho precario a una cuadra de la vivienda principal: Vega.

Aquel inolvidable personaje me colmó la atención por entonces, ("Pico" aprontaba el farol "Petromax" a kerosene antes que la oscuridad del crepúsculo invadiera la casona): cuando una voz potente, lejana, colada entre el follaje, invadía el silencio. En esas tinieblas mudas, por largo rato y a pesar de la distancia -desde un banco rustico bajo las estrellas- partían bagualas muy bien afinadas, acompasadas con una “caja”. ¡Las letras brotaban como embrujos! Por entonces solo valoré la entonación y fuerza de su insistencia.

Años después  se fue puliendo en mi conciencia aquel  personaje ermitaño y la fuerza del lamento solitario de su trova. Ya en el Colegio Nacional, leyendo el “Martín Fierro” de José Hernández, pude concebir ese imploro poderoso en medio de la oscuridad y las demandas que, seguramente, formulaban aquellas estrofas quejosas lanzadas al vacío de las noches en su destierro solitario.     


Escape de Hungría.

 

¡Fuga de Hungría!

 

Introducción.

Los cafés.

Desde hacen muchos años, los martes y viernes a las once de la mañana, infaltables, tres amigos meten baza en un café de la ciudad de Salta, (1) que con la de Jujuy (2), son capitales de las provincias que fueron principalísimas actoras de la hazaña libertadora a principios del siglo XIX: Eran pocos, pero audaces y aguerridos gauchos montoneros -con su  Jefe el Gral. Miguel Martin de Güemes- los que derrotaron al poderoso ejército real español, el que venía de las guerras napoleónicas y sus pericias innegables.

Por la vereda del café, atiborrada de viandantes y peatones, peregrinan pobladores de diversas condiciones. Se dejan ver: vendedores vociferantes, linyeras, monjas apuradas, señores despreocupados, madres que conducen niños, oficinistas con trajes oscuros, lustrabotas escudriñando algún calzado de cuero y turistas variopintos. De vez en cuando pasa grave, orondo. Indiferente, mezclado en la muchedumbre, un personaje de mirada distante, pose significativa. La indumentaria: sombrero de ala extendida blanco, pañuelo al cuello, camisa de seda, campera de cuero carpincho, pantalón bombacha de gabardina ceñido en los tobillos y sostenido con cinturón tachonado de monedas de plata y bota también de carpincho. Se trata del ropaje de otros tiempos: el de españoles “segundones”; venidos inicialmente a Potosí y Sucre durante la conquista española, se instalaron en post del mineral de plata del “Cerro Rico”(3). Agotadas las vetas buscaron otras plazas, y  ocurrió la diáspora: Una parte de ellos vinieron a Salta,  usufructuarios ellos de extensas “mercedes reales” en los fértiles pastajes del Valle de Lerma. Se dedicaron al suculento negocio del engorde de mulas (animales vendidos por millares para el trabajo en minas de Bolivia y Perú) comercializadas en grandes ferias como la de “La Tablada” en San Salvador de Jujuy. Otros arreos  fueron a Chile por la Cordillera de los Andes. Sumalao(4) solo una de las zonas del engorde, producía 40.000 animales anuales (Datos de un libro documental que  facilitara el amigo Oscar Gracia Casares, en la finca de  San Agustín). Pasado los tiempos y agotado el negocio mular, se volcaron al cultivo de caña de azúcar, después al de tabaco y ahora a la siembra de  granos.

Nuestro personaje vestido de carpincho, es  el resabio de una alicaída clase social, que en otros tiempos fueron acaudalados terratenientes, propietarios del poder económico y  político. Hoy, unos pocos, conservan la apariencia de aquellos tiempos, sin disimulos.

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Uno de los asiduos al Café vivió, con su familia, una “hazaña” desmedida, la que fue narrando en sucesivos encuentros. Se trata de Américo que nació en Szombathely, región de Vas, Reino de Hungría. El “magyar” llegó a estas tierras a los 7 años de edad, en 1951. Ahora luce delgado, de cabellos y barba blanca;  jubilado como profesor en la carrera de ingeniería.

Los contertulios reunidos almacenan historias. Una de ellas es la viene:

 

Café del viernes.

-Américo, nunca nos contaste de los sucesos que viviste durante la Segunda Guerra Mundial en Hungría, y al final, el ingreso obligado a formar parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.(5)   ¿Cómo es que finalizaste en  Argentina?  –Reclama Carlos.

       Américo (Imre en húngaro), levanta la cabeza y mira a su alrededor sorprendido, cavila con la mirada perdida, como ausente ante una pregunta inesperada y de complicada respuesta. Muy despacio y grave,  comienza el largo relato:

-Nací en 1943, durante la guerra y mi evocación no responde a esa época; solo puedo contar imágenes fotográficos de entonces, los de mis primeros años en Hungría. De otros acontecimientos me enteré a medida que fui creciendo y escuchando a dos hermanos mayores; además abrí bien los ojos durante charlas de mi padre con sus amigos. Él guardaba muchos otros que nosotros le fuimos demandando; fueron episodios contados con más detalles. Su relato despertó en nosotros un interés creciente por la inusual riqueza de lo sucedido y por haber sido él  su principal  protagonista.

-Bueno… Primero, contanos lo que escuchaste de la Segunda Guerra Mundial.  –Se interesa Alfredo.

-Pasando a otro tema les comento que Argentina también tienen una raíz húngara.

-¡¿Cómo?! ¡¿Por qué?!

-Ya viviendo en Salta, un día llega mi padre a la hora del almuerzo, sostiene en su mano un billete de cien pesos de aquella época y  comenta: “Aquí, en la bandera que ilustra el momento de la fundación de Buenos Aires,(6) hay un escudo de Hungría; además esta Juan de Gray(7) presidiendo la ceremonia. El  apellido Garay es húngaro, entonces, el colonizador tiene que haber tenido ascendencia húngara.

-Ni noticias de lo que nos cuentas.

-Eso lo descubre mi padre al ver el billete. -Silencio…

-Entonces somos hermanos de sangre. -Risas…

 

(1)         Ciudad capital de la provincia del mismo nombre en el noroeste de República Argentina.

 

(2)         Ciudad capital (San Salvador de Jujuy) de la provincia del mismo nombre en el noroeste de la República Argentina.

 

(3)         “Cerro Rico”: ubicado próximo a la ciudad de Potosi, Bolivia, poseía una inmensa cantidad de mineral de plata que fuera explotada por los españoles durante la colonización.

 

(4)         Sumalao. Pueblo de al Provincia de Salta caracterizado por sus fértiles tierras.

 

(5)         URSS. Unión de Repúblicas Socialistas Sovietices, entre las que se contaba Hungría a partir de finalizada la Segunda Guerra Mundial.

 

(6)         Juan de Garay en 1580 fundó Buenos Aires, con el nombre de "Ciudad de la Trinidad", en el lugar donde en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de "Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre".

 

(7)         Juan de Garay. Explorador, conquistador, Gobernador y Capitán General del Rio de la Plata.

(1528, Orduña, España –Marzo de 1583, Rio de la Plata (virreinato del Perú). En la Europa Central el apellido Garai o Garay es de origen magiar (húngaro) y dio nombre a una familia noble en el Reino de Hungría, una rama del clan de Dorozsma con los miembros notables en los siglos XIV y XV.

 

Ref:  Internet.

 

I

Niñez

Café del martes.

-¿Hoy que nos narras? –Abre el relato Alfredo.

-Bueno… Voy a comenzar con imágenes algo difusas  de aquel tiempo, acumuladas en alguna guarida de los recuerdos.

-¿Por ejemplo? -Interviene Carlos.

-Recuerdo a mi abuelo Ignác. Él era flaco, alto y fornido, tenía cabello blanco, caminaba con bastón, lentamente, con elegancia. Yo tenía, para esa época, cuatro o cinco años.

-¡Tan chico! ¿Recuerdas que hacías? –Tercia Alfredo.

-Sí. Mi primer recuerdo es cuando el abuelo me lleva caminando, tomado de su mano, al fondo, allí están los establos de la caballeriza. En ese lugar veo a uno de los caballos sujetado con un bozal, las patas delanteras levantadas y apoyadas en una pared de madera, de esa forma evitan que patee. Con el tiempo me entero por qué esa posición del animal: de esa forma  los peones pueden lavar el miembro viril del padrillo; después le acercan una yegua para “servirla”. 

-Que interesante. ¿Vivían los abuelos con ustedes?

-Sí, ellos habitaban en la misma casona, la de nuestros  antepasados, se llama Gyertyános,(1) fue construida en un predio de 800 has: un establecimiento agropecuario con ganadería, una típica fracción de “puszta”(2), similar a las de la pampa Argentina, con abundantes pasturas naturales y de extensión importante para esa región.

Una mañana falta mi abuela Rea cuestión que llama mucho la atención (ella organiza el desayuno para todos y es nuestra compañía al iniciar el día). “¿Que pasa que no está la abuela?”  Le consulto a nuestra madre, y narra: “Como siempre, luego de la cena, ya en el dormitorio, los abuelos conversan un rato, siempre hablan de los duros acontecimientos políticos y sociales del día. Anoche el abuelo Ignác entró al baño, salió y se sentó en la cama; en seguida va la abuela, al regresar el esposo está acostado, ella se dispone hacer lo mismo cuando siente un sonido grave de garganta, luego  silencio absoluto, extrañada  pregunta: “¿Qué te pasa querido? ¿Te duele algo?”; pero no responde, el silencio dura, se tranquiliza pensando que está dormido; deja pasar un rato más, por fin lo interroga de nuevo y no contesta, esto provoca alarma, se levanta, da vuelta a la cama y se acerca al marido, le acaricia la frente y comprueba que está  inmóvil, tampoco siente la respiración, le toma un hombro y lo mueve suavemente, no hay respuesta: ¡A muerto! Se sienta al lado de él, apoya la cabeza entre sus manos, llora, reza…  Fue una muerte repentina, sin sufrimiento”. Ese día quedamos con mamá en el comedor, con tristeza… Vivimos por  primera vez esta situación: ¿Qué significa la muerte y el hecho de ir al cielo? invaden mis pensamientos, estoy confundido…

-Fue muy duro para todos, seguramente.

-Sí, impensado. Nos ausentamos a Csepreg,(4) el pueblo más cercano, asistimos a la misa de difunto y luego al cementerio  –Comenta Américo, queda pensativo…

-¿Cómo es la casa donde naciste? –Pregunta Alfredo.

-Nuestra vivienda es importante, una casona de campo tipo estancia, construida y ubicada al centro de la finca. Con cría de caballos de raza al estilo semi estabulación, también cultivos de forraje, cereales, hortalizas, frutales y vacas lecheras. Mi padre, orgulloso de sus logros, siempre comenta entre sus amigos: “En Hungría hay animales vacunos de muy buen rendimiento, hasta  producir 40 litros  de leche diarios”.

-¿Te acuerdas con más detalles de esa casa? –Interviene Carlos.

-Algo… Fotografías de Gyertyános que las conservo hoy en forma digital. Como dije, se trata de una casa grande de campo que viene de mis ancestros: la familia Flandorffer Bezerédi, posiblemente del siglo XIX. Fue construida en el centro de la propiedad y en la parte más alta del terreno, una verdadera atalaya desde donde se controlan las tareas del campo. Más allá, a la distancia, al final de la extensa pradera de pastizales y cultivos, se divisan dos poblaciones: Csepreg y Bük(5). Lo que recuerdo de la edificación son ambientes extensos: Se ingresa por un gran portal de madera maciza con tallas, después de un descanso la segunda puerta con vidrios biselados desde donde se accede, primero, a la sala de recepción, allí, en la pared de la derecha, una estufa a leña de mármol y piedras con una reja metálica al frente; en el muro de la izquierda, en medio de retratos familiares, se destaca una cabeza de ciervo con gran cornamenta; el mobiliario responde al estilo Luis XV. Atrás una doble puerta vidriada con cortina para ingresar al comedor principal con una mesa magna, sillas, aparador, trinchante y vitrina de igual estilo; en las paredes cuadros importantes de autores destacados. Remata la residencia en la parte posterior, atreves de otra doble puerta y cortinas, una galería con cinco arcos donde se hallan dos juegos de sillones y macetas con plantas florales. A los costados derecho e izquierdo del edificio central se alzan viviendas con tres dormitorios, baños, cocinas, comedores y una amplia despensa; desde allí se desciende al subsuelo, el que oficia de bodega y un amplio compartimiento con vinos añejándose y alimentos perecederos; estos recintos -propios de las viejas casonas europeas- conservan temperaturas constantes tanto en invierno como en verano.

-¿Esa casa existe todavía?

-Sí, la vi cuando fui a Hungría hacen algunos años. Uno de mis hermanos está actualmente haciendo una reclamación al Gobierno con la esperanza de recuperarla. Hoy funciona un establecimiento geriátrico  que lleva el nombre de “Residencia Ignác Flandorffer”. (Nombre de mi tatarabuelo, igual al del abuelo) en homenaje por su actuación como notorio intendente en Sopron(3): Es quien ilumina la ciudad por primera vez con faroles a gas (luego de investigar y aplicar lo que hizo Frederick Winsor (4) con el gas que proviene de la descomposición del estiércol y otras materias orgánicas) entre muchas otras innovaciones de progreso para facilitar la vida en la localidad. Como homenaje póstumo, hoy, también, se erige un monumento a su memoria en una plaza de la ciudad.

-¿Tienen posibilidad, entonces, de recuperar la casona?

-No se… Tengo mis dudas... Se necesita bastante dinero, un buen abogado y tiempo de dedicación que yo no dispongo. Quizás Géza, mi hermano menor, ahora logre su objetivo frente a las autoridades del actual Gobierno Húngaro… Bueno. Sigo: La casa es grande, una verdadera mansión -queda en el campo como ocurre en las estancias de Argentina- con un extenso patio donde pasean gansos, pavos, gallina y perros “fox terrier” (apreciados en la familia). Una de las tareas que recuerdo tiene que ver con empleadas emborrachando  gansos con migas de pan impregnadas en bebida alcohólica que  le dan a comer, los dejan caminar hasta perder el equilibrio para caer al final, en estas condiciones los llevaban a un galpón cerrado, de techo medianamente bajo; sentadas las “desplumadoras” alrededor de una gran mesada, los sostienen  firmemente, ya dormidos, los disponen panza arriba, en esa posición, proceden a remover las plumas más grandes del pecho, abajo asoman unas muy pequeñas y suaves que arrancan cuidadosamente para depositarlas en una bolsa colgada de la cintura. No sacrifican al animal. Finalmente los restituyen al corral para que se recuperen. Pasado un año, o más, son sometidas a otra “cosecha”. Las operarias campesinas  visten a la antigua: coronadas con cofias blancas, camisolines ceñidos en las muñecas y de colores vivos (para no confundir el blanco del pequeño plumajes), medias gruesas y calzados del mismo color. La recolección tiene como destino el relleno para ropas de invierno y los acolchados clásicos llamados “duvet”. Esta es una de las tareas típicas de la región y que Hungría exporta, aun hoy en día. Al lado del patio, algo retirada, una huerta sembrada con diversas variedades: paprika, espárragos, coles y otras verduras trabajadas por  peones prácticos en labranzas de vegetales. Más al costado frutales: ciruelos, damascos, perales, entre otros. Sobre el camino de acceso a la propiedad existe una arboleda de castaños en fila demarcando una avenida. Atrás de la casa principal, retiradas unos cien metros al costado de los establos y graneros, viviendas para los empleados.

Otro de mis recuerdos. casi fotográficos, es una mujer, que sale de una de las viviendas, sujeta con la mano la cabeza de un gallo que aletea desesperado, luego, como si fuese un aspa, revolea el cuerpo del animal, finalmente lo arroja  al suelo con la cabeza desarticulada, en sus últimos estertores da saltos acrobáticos. Advertida la niñera del sacrificio animal que  presencio, me retira para evitar que advierta el traumático final del ave.

En la casa los dormitorios para los menores son: uno grande con dos camas y ropero, el otro con cama cucheta, y  zapatero y  una puerta para ingresar al baño de uso común. Ambas habitaciones están separadas por un marco desde donde cuelga una hamaca. En una ocasión, jugando subo la escalerilla de la cama cucheta con la tabla del columpio en la mano, al llegar arriba se suelta y en caída libre golpea en el rostro de mi hermano menor Géza: ¡Gran escándalo!: La cara ensangrentada, llora a gritos, llama la atención de la niñera, mucama y cocinera, que aparecen en un santiamén; las tres lo llevan al baño, lavan y tapan la herida con gasas para frenar la “vertiente”... Consecuencia inesperada es una penitencia en el rincón, mirando a la pared hasta la hora de comer ¡una eternidad! Expío el accidente con sollozo desganado durante un tiempo. No lo traen a comer, lo trasladan a la sala de primeros auxilios de Csepreg (el pueblo más cercano, a diez kilómetros de distancia). Allí descubren que tiene rotos los huesos propios de la nariz, lo curan, esperan hasta que pare la hemorragia y baje la hinchazón; el desplazamiento óseo no es rectificado… El estigma: “nariz ladeada” perdura sin corrección hasta nuestros días: una impronta alegórica de aquellos tiempos de la infancia.

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El café sirvió, durante muchos meses, de cenáculo obligado donde el amigo magyar, ahora argentino-naturalizado, desgranó esta historia inédita de sufrimientos, muertes, desesperanzas, esperas, conquistas y alegrías. Consecuencias impiadosas de  una cruel e insólita Segunda Guerra Mundial que dejó millones de muertos. El botín de guerra fue el reparto de Europa entre los vencedores: a Hungría, luego de la impuesta alianza con el nazismo, ya quebrantada; termina integrada a la URSS. Aconteció luego la diáspora de parte importante de su población.

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(1)         Gyertyános: En Húngaro se utiliza este término a espacios con lugares que contienen arboledas autóctonas.  Por su nombre, se trata principalmente de un bosque mixto de robles, hayas, y pinos entre otros, donde es posible admirar el arbusto ralo y el sombreado, en las formaciones de superficie punteada.

(Ver foto de la casa).

(2)         Puszta (IPA ['pustɒ], es un término húngaro utilizado para indicar vastas extensiones de llanura esteparia, típicas de las tierras planas de Hungría (parecido al de las pampas Argentinas). El territorio de la puszta es estéril, inhóspito, una especie de desierto herboso y en origen se refería a partes llanas de la gran llanura. En la gran llanura de la Puszta viven los pastores, los vaqueros y los guardianes de los caballos.

(3)         Sopron: (en húngaro /ˈʃopron/, en croata Šopron, y en alemán Ödenburg) es una ciudad de Hungría cerca de la frontera con Austria. La ciudad está situada al oeste de Hungría. Está a 60 kilómetros de Viena y a 220 kilómetros de Budapest. Alrededor de la ciudad hay un monte y una región de colinas.

(4)         Winsor:

Ref: Internet y fotos familiares

 

II

RECLUTADO

“FORESTAL”

                                              

Café del martes.  

Américo continúa el relato: “Lo que escuché de la actividad de mi progenitor durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se inicia la conflagración, es que fue  convocado y admitido como voluntario en el Ejercito Húngaro. Él asumía un gran respeto por su país (la Raza ‘Magyar’) de fuerte tradición guerrera, y modo heredado de sus ancestros.. ¿Acaso una  personalidad Quijotesca?

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Pasados muchos años, ya en el destino elegido: Argentina, mi padre, Béla Andor Flandorffer es contratado, con el Ing. Ervin Ijász, en la provincia de Jujuy, para forestar la gran extensión de tierra que tenía Altos Hornos Zapla en la margen izquierda del Rio Grande, desde la mina 9 de Octubre hasta Alto la Viña (“Forestal”, privatizada en su totalidad a precio de ocasión, desforestada y transformada en loteo infinito). Por sus conocimientos en zootecnia desarrolla una  granja para proveer alimentos a los regimientos: el “2 de Infantería de Montaña” y para la propia planta de Fabricaciones Militares; allí puede desplegar una importante producción vegetal (hortalizas, frutas, granos, pasturas y alfalfa para los animales) y animal (vacunos, ovejas, caballos, mulas, cerdos, aves para carne, huevos y un matadero); también monta una gran incubadora ubicada en el segundo piso de un edificio para tal fin y dos centenares de colmenas para producir miel”.

 

III

La GUERRA

 

“Varias noches, luego de la cena, ante permanentes requerimientos, nuestro padre comenzó el relato de las tribulaciones sufridas en su tierra natal durante la Segunda Guerra Mundial, el asesinato de la esposa, la  compleja fuga con los hijos desde Hungría y el arribo a la Argentina.

Esta historia comienza en 1941 con la alineación de Hungría al EJE (Alemania, Italia, Japón). En 1944 Adolf Hitler invade Hungría e impone la sumisión al régimen Nazi y les exige  participar más rotundamente en el frente contra Rusia en su loca guerra de dominación: (El presidente Miklos Horthy –presionado por el mismísimo Führer- debió acompañarlo en su demencial proyecto).

Flandorffer fue alistado para el ejército  magiar como oficial en la “División de Caballería”. A pesar de la actividad castrense frecuentaba, esporádicamente, Gyertyános donde residíamos su familia. Pocos recuerdos me quedan de la época militar de Béla Andor  Flandorffer de Kömál, casado con Marignon Thewrewk Ponori, mi madre. Se graduó de ingeniero (1) y trabajó en la extensa propiedad (miles de hectáreas) (2) de los herederos de la familia más importantes del Imperio Austrohúngaro: los Príncipes y Condes Eszterházy. Su trabajo, como zootécnico, giraba en torno a la ganadería, esencialmente equina y vacuna. Fue entonces cuando recibió una citación del Ministerio de Guerra del gobierno húngaro para que se presente, ante la autoridad militar. Fue destinado a integrar un cuerpo de caballería: “Los Húsares”, por su incuestionable pericia hípica. Quedó al mando de un batallón de jinetes de la vanguardia en el este (3).

Durante el conflicto armado de la Segunda Guerra Mundial, Hungría fue vital protagonista en el frente oriental. Consignada para contener al adversario ruso que se adelantaba desde el este, durante esa fase libran múltiples escaramuzas: “Al divisar algún grupo enemigo iniciábamos las hostilidades consiguiendo, muchas veces, el repliegue de avanzadas enemigas”. Comentó Andor. Esta vanguardia se destacó, por su coraje, en múltiples ocasiones. En el último encuentro que participó,  recibió un disparo en el hombro izquierdo, cayó de su monta  en el fango mientras el animal, asustado, se alejaba. Después de un tiempo de espera, con dolor y sangrando, fue rescatado, A consecuencia del episodio y la incapacidad para continuar en el frente, es dado de baja. Pasados algunos meses de convalecencia en el Hospital; próximo el final de la conflagración, regresó a su casa: lo esperaban: padres, esposa, hijos y tíos. Era yo el tercero de la prole, de dos años de edad. De aquel final de la guerra, como es lógico, guardo pocos recuerdos.

Mi padre retomó su profesión en el país después de la derrota en 1945 y durante la llegada de los aliados hasta la definitiva participación rusas: lo hizo durante un año y medio, aproximadamente. Dedicó su tiempo a revalorizar y actualizar lo abandonado por inacción durante su ausencia. 

El 1º de febrero de 1946 se abolió la monarquía y se proclamó la “Segunda República Húngara”; inicialmente administrada por un gobierno asociado; luego pasó a integrar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); con el dictador Iósif Stalin a la cabeza.

 

(1) En la casa de estudios universitarios de “Gazdasági Akademiai” de Buda Pest como Ingeniero estanciero o ingeniero de campo titulo que se da en Hungria y es una disiplina que combina la agrónomia (Conjunto de conocimientos relacionados con el cultivo de la tierra) con zootecnia (que estudia la cría, mejora y explotación de los animales domésticos que son útiles al hombre y cuya finalidad es la obtención del máximo rendimiento).

Ref: titulo digital

(2) Eszterházy ha sido una familia magiar de nobleza en Hungría desde la Edad Media. Desde el siglo XVII, se convirtieron en parte de los más grandes magnates terratenientes de los territorios del Reino de Hungría que se hallaban en manos de los germanos (en 1526 murió el rey Luis II de Hungría en la batalla de Mohács y los turcos otomanos ocuparon gran parte del reino). En 1686 los ejércitos cristianos expulsaron a los otomanos y reunificaron el reino, entrando bajo total influencia de los Habsburgo, y la familia Esterházy adquirió poder y riqueza. Posteriormente varios miembros obtuvieron inclusive el título de Príncipe Imperial germánico, alcanzando enorme influencia también durante la monarquía del Imperio austrohúngaro instaurado en 1867.

Ref: Internet

 Los Eszterhazy poseían ciento veinte mil hectáreas de Hungría con once mil personas y diecisiete aldeas. Eso no era raro en aquella parte del mundo. Los nobles que poseyeran aquellos terrenos tenían sin duda la intensión de que sus nietos talaran la dura madera de aquellos árboles, en su mayoría robles y hayas.”

Ref: “Reino de Sombras” Pag. 89.   Alan Furst

Ediciones Urano. www.books4pocket.com

Barcelona 2007.

 

(3) El Ejército Húngaro fue una de las fuerzas armadas más combativas del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Los soldados magiares fueron guerreros muy superiores en calidad y arrojo, dos cualidades que demostraron a la perfección entre 1939 y 1945.

Ref: Internet

 

III

Fin de la Segunda Guerra Mundial

(Café del viernes).

Carlos y Alfredo esperan, ávidos, el relato de Américo y la huida de Hungría que protagonizaron los hermanos con su padre a la cabeza.

 

-Hoy me comuniqué con mi hermana, ella no vive en Salta y como es de esperar le hice un sinfín de preguntas de aquellos sucesos vividos en Europa. –Inicia la narración Américo.

-Qué bueno. ¿Qué te contó?

-Me hizo recordar episodios olvidados que les voy a relatar más adelante, ahora es mejor seguir con el hilo de lo conversado el martes.

-Bueno. Quedaste con lo qué pasó después de la guerra.

-Finalizada la Segunda Guerra Mundial mí progenitor se encuentra  en una encrucijada: combatió en el ejército aliado de Hitler, enfrentando al de Rusia; ahora es, precisamente ese país, triunfador, quien invade Hungría y se hace cargo del gobierno. Una de las primeras medidas de los jefes soviéticos fue apropiarse del “botín de guerra”: Entre muchas, la valiosa propiedad de los Eszterházy, donde trabaja mi padre, fue una de las primeras en ser expropiada, en consecuencia quedó  sin labor. Estos acontecimientos le provocaron un gran daño y  preocupación. Debió regresar a Gyertyános dejando atrás  emprendimientos  que desarrolla dentro de su oficio. Es testigo presencial del descomunal asalto y saqueo a la valiosa finca de los Príncipes. Retorna a su casa con la idea de desarrollar la profesión junto a su padre. Ante el feroz y arrollador plan soviético de expropiaciones -anticipándose a lo por venir- decide vender parte de la tropa y reduce el plantel de pedigrí. Logra con esta venta ahorrar algunos dineros..

SIBERIA

La segunda disposición de las nuevas autoridades gravitó en individualizar a los ex oficiales del ejército húngaro, los que combatieron del lado de Alemania Nazi, para ser juzgado y eventualmente, penados con reclusión en Siberia y seguramente la muerte. Ante este peligro, Andor trata de no ser detectado, va cambiando de lugares  donde permanecer oculto; además gestiona reuniones secretas con ex compañeros que cargan igual amenaza, poniéndolos en alerta juntos con otros miembros de la resistencia y poder trazar un plan ante los inminentes acontecimientos; cuestión que los agrupa durante varias noches para planificar la fuga.  Pasado unos meses el ejército inicia en forma  desembozada la búsqueda y captura de ex oficiales. Estos acontecimientos lo obligan a ser mucho más cuidadoso: Pide a su esposa Marignon que bajo ninguna circunstancia revele el lugar donde está escondido y que oculte los ahorros. Intuye que está siendo buscado, percibe personas que siguen  sus pasos. No obstante, un batallón de soldados rusos, a finales del invierno de 1947, sorprende al ingeniero Flandorffer donde se encuentra furtivo. Apresado con violencia, lo trasladan a un cuartel. Èl y sus compañeros son inculpados sumarísimamente en una parodia militar y condenados al destierro. Son trasladados a una cárcel, permanecen en celdas estrechas, a pan y agua, sin abrigos; la policía espera completar suficiente cantidad de prisioneros para colmar los vagones destinados a las Estepas Siberianas: el más cruel de los destinos. Llegado el día, son agrupados de dos en dos y unidos con esposas, la muñeca izquierda de uno a la derecha del compañero. En esas condiciones son trasladados a la Estación del Ferrocarril donde espera un tren de cargas con portones abiertos. Alineados en el andén van subiendo para su destino final: ¡La muerte! Andor piensa en su familia…

El Tren

De algún modo la suerte los favorece: al grupo confabulado les corresponde el penúltimo vagón, anterior al de cola donde van solo militares; esto facilita sus planes de fuga; están custodiados por un soldado armado en cada extremo del mismo. En voz baja transmiten los pasos a seguir de acuerdo a lo planificado. Parten de Buda-Pest con destino este, hacia el oriente. Durante la marcha del tren y de acuerdo con lo calculado, uno de los apresados en forma sigilosa les repasa nuevamente lo acordado: Primero: el tren se detiene parar abastecerse en la estación de Mezözombora,  antes de Görögszállás (Estación de estilo griego, aún en territorio húngaro) cerca de la frontera con Ucrania. Segundo: El señuelo es el balneario de Tiszafüred (1), la última parada. Tercero: A cinco kilómetros un viaducto (2). Cuarto: Pocos minutos después divisarían un puente bajo y sin el cabreado superior, sobre el Tisza, un rio amplio y de mediana profundidad, el nivel del agua con respecto al puente es de tres metros. es donde deben arrojarse apareados  al caudal y nadar de prisa coordinando las brazadas y el pataleo hasta la costa próxima al bosque, donde podrán ocultarse. Deben resolver los dos pasos previos al lanzamiento: Primero: Neutralizar a los dos guardias. Segundo: desenganchar el vagón del resto de la formación para que se detenga en el lugar elegido. Los cálculos de tiempo y lugar para la operación fueron hechos minuciosamente por el ingeniero Flandorffer. Otro de los reclusos, conocedor cabal del trayecto del ferrocarril es quien va chequeando la zona y advertir el lugar para iniciar lo planificado. Para distraer la atención de los guardias provocan, con gritos ensordecedores, un simulado disturbio en la mitad del vagón, ante semejante situación los escoltas dejan sus puestos para poner orden, momento en que los reclusos designados aprovechan para reducirlos: fueron atados y amordazados; otros dos liberan el vagón del resto de la formación que se va distanciando mientras el coche desprendido va reduciendo su velocidad y es frenado en mitad del puente. Todo salió de acuerdo a lo calculado. Finalmente los cautivos se arrojan al rio de a pares, siempre unidos por las muñecas. Los guardias del coche de cola, que permaneció enganchado al final de la formación; usando las banderitas señaladoras y con disparos al aire, advierten de lo sucedido al resto de la formación que se va distanciando, frena y se detiene,  bajan a la carrera soldados armados hasta llegar al puente, allí abren fuego sobre los últimos fugados que con extrema dificultad nadan tratando de llegar a la orilla del rio; algunos son alcanzados por los disparos y mal heridos o muertos arrastran a su compañero de infortunio al fondo del rio... Otros, entre los cuales está mi padre, logran arribar a tierra firme y se dirigen al bosque; (la arboleda está formada por las principales especies de la región: hayas, robles, tilos, coníferas,  pinos, entre otras). Distantes de la frondosidad, mientras corrían angustiados, los disparos de los militares picaban próximos en la arena de la playa.

El bosque.

La fuga en el bosque ese primer día fue desordenada, se va desmembrando el grupo hasta separarse, van eligiendo sendas diferentes y quedan solos de a pares. En ese invierno impiadoso, mojados, cansados, unidos por grilletes y ateridos de frio comienzan una larga caminata por el bosque húngaro, tupido buscan refugio en medio de rocas y barrancos; finalmente, al anochecer, caen agotados al pie de algún árbol, duermen hasta el amanecer. Reanudan la marcha, con la guía del sol, buscando quien pudiera ayudarlos para romper la atadura de acero que los une irremediablemente. Recorren el monte impiadoso apremiado por el hambre y la sed. Existen abundantes animales  (liebres, zorros, ciervos y jabalíes) pero no disponen de forma alguna para atraparlos. Un arroyo les calma la sed; algún fruto y hojas ofician de alimentos y les proporciona energía para reanudar una marcha extremadamente dificultosa, en terrenos irregulares, fangosos, nevados por trechos, con colinas escabrosas. Están en el norte del país, siempre orientados por el astro rey, hacia el poniente, su única referencia. Así van pasando los días, con hambre y sed. Además del agotamiento un persistente malestar e insidioso dolor de estómago. Fueron jornadas motivadas por el imperio esperanzado de la libertad y el ardiente deseo del  reencuentro con la familia. Van solos, los otros compañeros desaparecieron en rumbos distintos. La unión forzada por los grilletes y la necesidad, en medio de lo desconocido, de compartir y acordar absolutamente todo: decidir el rumbo, escoger senderos,  que comer, donde encontrar agua, detenerse por las necesidades, cuando el descanso, etc. etc.. Va dibujándose una progresiva falta de empatía y un secreto resentimiento en pos de las propias necesidades. Se instala un gradual mutismo compatible con la adversidad; van creando, soterradamente, una hostilidad creciente hasta llegar en ocasiones a la violencia verbal y en oportunidades física, sin llegar a mayores ante la cruda realidad que los une irreparablemente.

La fortuna arribo al quinto día: oyeron los golpes característicos del hacha sobre la madera, guiados por el sonido caminan sigilosos pero anhelantes en el cerrado follaje; a lo lejos de la maraña de pastos, arbustos y árboles llegan a divisar un robusto trabajador acompañado por un niño: es el de los leñazos. Se miran y hablando por lo bajo convienen en no ser descubiertos, tienen que adivinar si es amigo o enemigo, permanecen en silencio sin saber que hacer hasta que oyen al niño preguntarle al mayor, seguramente su padre, a qué hora regresaban a su casa, todo en perfecto húngaro; pero hacía falta algo más; por fin Andor se decide y grita “¡Viva Hungría!” , un silencio y profundo invade el claro del bosque, el hombre y el niño giran para ver de dónde parte esa vos turbadora….¡Ya están jugados!: dan unos pasos adelante y se exhiben, la escena es dantesca, el lugareños y el menor quedan petrificado; por fin contesta escasamente: “Viva”. Una amplia sonrisa -por vez primera- invaden los rostros de los dos fugitivos. Luego de unos instantes de silencio separados por escasos metros, la sorpresa fue mayúscula para el leñador: Aparecen ante sus ojos dos zaparrastrosos personajes unidos por las muñecas. -¡¡Eh…!! ¡¿Que pasa aquí?!... -les grita a los aparecidos.

-Somos oficiales del ejército húngaro. Nos apresaron y logramos escapar, hacen varios días

que andamos por el bosque buscando ayuda, así como nos ve… ¡Por favor ayúdenos, buen hombre!

Silencio…

-¿Qué necesitan? -Se apiada el hachero.

-¿Usted puede separarnos rompiendo las esposas

que nos une?. -Otro largo silencio. Finalmente levanta la vista y contesta:

-Bueno, pero que nadie lo sepa. –Gira, mira a su hijo y le dice-: ¡Ni a tu madre! ¿Entiendes?

–Si papá.

 

(1) Juan de garay (1528 – 1583) Al ser ya gobernador del territorio desde el año 1578, fundó en 1580 la ciudad de Buenos Aires, con el nombre de “ciudad de Trinidad”, en el lugar donde en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de “Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre”. Explorador y conquistador, gobernador y capitán general del Rio de la Plata (1528, Orduña España – Marzo de 1583, Rio de la Plata, Argentina, Virreinato del Perú). En la Europa Central El apellido Garai o Garayes de origen Magiar y dio nombre a una familia noble en el reino de Hungria, una rama del clan de Dorzsma con los miembros notables en los siglos XIV y XV

Ref: Internet

 

(2) Imre András Flandorffer, nació un 20 de junio de 1943 en plena 2da.guerra mundial. Su país natal Hungría durante siglos fue invadido y dominado por distintos pueblos, es un territorio huérfano sin ningún hermano en Europa, quizás los finlandeses sean los únicos primos en el continente,  como lo define Lajos Zilahy en una de sus novelas de    “El siglo Feliz”

Escudo de armas de Hungría.

Idioma húngaro. El húngaro o magiar (en húngaro: magyar nyelv), es una lengua de la familia de lenguas urálicas. Se habla en Hungría y en ciertas zonas de Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Serbia, Croacia, Austria y Eslovenia. El húngaro pertenece al grupo de las lenguas fino-ugrias de la familia de lenguas urálicas, más específicamente, dentro de este, al subgrupo de lenguas ugrias. El húngaro actualmente posee 14 vocales. Las vocales largas se distinguen de las cortas por llevar acento simple o doble.

La palabra húngaro proviene probablemente del turco onogur, que en turco antiguo significaba "diez saetas" con el sentido figurativo de "diez tribus". ... El significado de estas palabras era aproximadamente "gente" y "hombre" o "ser humano". Entonces, un húngaro sería "una persona que pertenece a la misma gente".

Historia de Hungría a partir de la llegada de los magiares a Europa.

 

 

 

 

 

(1)Gyertyános: En Húngaro se utiliza este término a espacios con lugares que contienen arboledas autóctonas.  Por su nombre, se trata principalmente de un bosque mixto de robles, hayas, y pinos entre otros, donde es posible admirar el arbusto ralo y el sombreado, en las formaciones de superficie punteada, colindante a la pradera puszta, hoy la región se denomina gyertyánospuszta. Ver mapa y foto de la finca con la casa que era Gyertyános

2puszta (IPA ['pustɒ], es un término húngaro utilizado para indicar vastas extensiones de llanura esteparia, típicas de las tierras planas de Hungría (parecido al de las pampas Argentinas). El territorio de la puszta es estéril, inhóspito, una especie de desierto herboso y en origen se refería a partes llanas de la gran llanura. En la gran llanura de la Puszta viven los pastores, los vaqueros y los guardianes de los caballos y ganado diverso.

3Sopron: (en húngaro /ˈʃopron/, en croata Šopron, y en alemán Ödenburg) es una ciudad de Hungría cerca de la frontera con Austria. La ciudad está situada al oeste de Hungría. Está a 60 kilómetros de Viena y a 220 kilómetros de Budapest. Alrededor de la ciudad hay un monte y una región de colinas. Ver foto de la plaza principal Fö

4 La primera utilización del alumbrado de gas para la iluminación pública fue en 1807, cuando Frederick Albert Winsor iluminó uno de los lados de la calle Pall Mall de Londres

5Csepreg (en alemán: Schapring ) es una ciudad en el condado de Vas , Hungría, Muy cercano a la frontera con austria. Es la ciudad más grande en el río Répce, que perteneció a Sopron. Hay grandes viñedos y bosques aptos para el senderismo El turismo, especialmente es acampar y la pesca, son importantes fuentes de ingresos para la ciudad

5Bük es una ciudad en el condado de Vas con ferrocarril, Hungría, muy cercano a la frontera austriaca. Hoy en día tiene reputación por ser un lugar muy popular para vacacionar, especialmente para quienes tienen como destino Hungría y uno de los mejores balnearios dedicados a los baños termales, siendo uno de los más importantes . La ciudad está situada 27 kilómetros de Szombathely en las llanuras del río Répce.

6Palinka (en húngaro, pálinka; en rumano, palincă) es una bebida alcohólica tradicional de Hungría, Transilvania y Voivodina.​ Se hace a partir de varios tipos de frutas; el más común es de ciruela, pera, albaricoque, o melocotón. También se puede hacer de manzana, cereza, baies, o membrillo.

Ref: Internet y fotos familiares

 

 

 

 

   

Plaza Fö de Sopron. Donde se ve una farola a gas en la casa amarilla; recuerda a mi bisabuelo autor de esa importante innovacion en el siglo XIX

 

(4)  El Ejército Húngaro fue una de las fuerzas armadas más combativas del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Los soldados magiares fueron guerreros muy superiores en calidad y arrojo, dos cualidades que demostraron a la perfección sus condiciones entre 1939 y 1945.

Ref: Internet

 

 

                    ¡SIN CADENAS!

 

-¡Por fin!... -A coro proclaman los fugados.

Aquel momento les pareció sublime. El leñador  señala un tronco, se acercan y colocan la cadena sobre el rollizo, miran al “salvador” que esta con la herramienta en la mano:

-Cuando quiera señor. ¡¡Pegue con fuerza!!  -Luego de algunos impactos, el hacha fragmenta la desafortunada cadena, luego las cerraduras de las abrazaderas; lo que los mantuvo juntos durante un tiempo infinito. Fueron, se cree, unos 100 kilómetros caminados, debieron marchar vinculados por el imperio de la fuerza. Las muñecas heridas por el metal son cubiertas con un pañuelo. Les ofrecen un botellón de agua y rodajas de pan negro con panceta; beben y devoran todo en un instante. Se sientan agotados por el trajín pero la sensación de libertad los invade, se nota en los rostros la emoción, los ojos más brillantes.

-Gracias, buen hombre. ¡Por fin estamos libres!

-¿¡¡Qué ha ocurrido: aparecen sucios, rotosoa y  esposados saliendo del monte…!!? –Ambos narran, con alguna reserva, los avatares sufridos…

-¿Nos puede indicar que senderos conviene seguir  para, alejándonos de la frontera, llegar a un caserío?

-Si… Claro… -Y los orienta para alcanzar  poblados cercanos. Flandorffer opta por uno de ellos.

 Se sientan en un tronco espaciosamente, con las miradas perdidas esperan algo; pasados unos minutos se incorporan y quedan inmovilizados frente a frente, se ven desconocidos...; en silencio uno de ellos estira la mano, el otro responde, un apretón entre sí. Giran y abrazan fuertemente al leñador. Fugazmente se miran nuevamente y emprenden callados senderos distintos. Mi padre inicia un atajo hacia el pueblo elegido, su ex compañero desaparece en lo intricado del bosque. ¡Nunca más se vieron! ¡No trataron de comunicarse! ¡Había que olvidar aquel infierno obstinado…!

 

 

La caminata en solitario se hizo eterna, “acompañada” por el dolor de la lesión  en el  hombro,  la del proyectil al final de la guerra, y las heridas dejadas por el roce de la grilleta en la muñeca y en los pies por el calzado destrozado; la marcha es dificultosa. Fueron muchos días, siempre evitando ser descubierto y en  búsqueda de un rumbo cierto, también de alimentos y agua. En algunas oportunidades durante el trayecto encuentra personas compadecidas que le proporcionan comida y un rincón para la noche.

Ya orientado y ante la posibilidad que faltara mucho por recorrer, pensó en conseguir una cabalgadura; con esa idea trepó una colina, oteando minucioso divisó, a lo lejos, caballos en un corral, están en el rumbo elegido.  Precipitó la marcha hasta  los establos; se aproximó a la cabaña, hizo sonar las manos hasta que salió una persona de mediana edad:

-¿Es usted el dueño de los caballos?

-Si yo soy. –Contesta asombrado ante la presencia de una persona extraña de muy mala presencia, mal vestida, barbuda, mugriento; pero deja adivinar un aire gentil.

-Muchas gracias por atenderme. Debo explicarle lo que estoy viviendo. –Y narra, puntual, lo acontecido a partir de la huida del tren a Siberia y los avatares en el bosque. Ocurre un silencio que lo sintió eterno… Al final se anima:

-Necesito que usted me haga un enorme favor: vi que tiene en el corral caballos, necesito que me preste uno para poder llegar a la villa próxima de Jàszberèny(3). ¡No me quedan fuerzas para caminar!... Tenga usted la seguridad del compromiso de dejárselo amarrado en el lugar del pueblo que me indique.(3) Es mi primer destino. -El propietario, callado medita el pedido, mientras recorre con la vista al andrajoso “aparecido”. Mira para atrás como buscando alguien que lo ayude en la decisión perentoria; finalmente con voz segura dice: -¡Bueno! Le facilito alguna ropa limpia, y tire esos zapatos descuartizados, además va llevar una caramañola y algo de comida. Turbado, incrédulo, petrificado espera un milagro. El dueño hace realidad el socorro. Profundamente agradecido, se despide. Monta a caballo. Ahora se siente “auténtico”, en su tinta. Desde allí la marcha se hizo fácil, fueron varios kilómetros evitando siempre ser localizado; debió sortear diferentes escenarios. Ya en el poblado dejó el caballo asegurado en el lugar convenido, Busca un teléfono y logra comunicarse con su madre que aturdida por lo inesperado contesta llorisqueando. Cuenta brevemente los últimos acontecimientos, e informa el  lugar donde se encuentra (falta mucho). Se despide.  Más animado dirige sus pasos a la ruta, camina por la banquina, hace señas a los carreros para que lo acerquen al destino: Buda Pest…

En el trayecto la preocupación es elegir un lugar donde la policía y el ejército no logren individualizarlo. Debe pasar inadvertido y conseguir un trabajo para  mantener la familia.

 

Con la madre.

 

Ya de noche entra, subrepticio, a la ciudad. Se dirige a la casa de su madre Bezerèdi. Su situación anímica lo supera, luego de tantas y tan variadas circunstancias de estrés, de recelo, de agotamiento, mandan sus pasos una profunda esperanza de recuperar su familia y la paz. El reencuentro es profundamente emotivo, Andor estaba muy delgado, pálido, sucio, con barba tupida y ojos brillosos por la turbación de aquel momento dilatadamente anhelado. Un interminable abrazo sella el encuentro; pasan al comedor, se sientan, allí cuenta con detalles a su progenitora los avatares vividos desde aquel día que  decretaron su desino en Siberia y la segura muerte…

-Por favor mamá, necesito llamarla a Marignon.

-Si Hijo, pasa al teléfono. –Y se comunica un extenso y profundo tiempo con la esposa, relatando lo que la emoción se lo permitió.

La madre le prepara el baño y la cama…

Las circunstancias anímicas y a pesar de sus experiencias recientes, no le permitieron tomar los recaudos necesarios para evitar que, por esa comunicación imprudente, lograran ubicarlo. Desafortunadamente fue un aviso que lo delató al espionaje ruso, quienes ahora tienen conocimiento que su esposa sabe dónde está “el fugado”. Permanece unas jornadas en la hogar de su madre, cuando, un día a la mañana, se apersona una comisión de las milicias de ocupación: preguntan por el ingeniero Béla Andor Flandorffer, ante la negativa de Mária,  ingresan al interior de la casa a gritos y golpes, rompiendo todo lo que a su paso encontraban. Demandan la presencia de mi padre. Al final lo encuentran en un improvisado escondite (la despensa). Es apresado y nuevamente encarcelado.

 

(Aquel día en el café fue rotundo por lo dramático).

 

1)       Tiszafured es una ciudad en el condado de Jász-Nagykun-Szolnok, en la región de la Gran Llanura del norte de Hungría Central. Es la capital del lago Tisza en la frontera de Ucrania,. es el asentamiento y centro turístico más grande de la región de Tisza,

2)       Viaducto: El primer puente permanente de Tisza, construido en 1833 este era el único cruce seguro en el río, el segundo de ferrocarril en 1891

3)            Jászberény: La ciudad está situada a unos 80 km de Budapest y a unos 45 de Szolnok; en el centro del distrito Jászberényi. Se encuentra a orillas del río Zagyva ​. La segunda ciudad más poblada del condado. Se especula con que Atila pudiera estar enterrado en Jászberény.

Ref.: vikipedia

 

La muerte.

 

       Café del martes.

 

(El motivo de la charla tuvo que ver con lo que el amigo protagonista pudo recabar de sus hermanos y lo que le tocó presenciar).

 

-¿Qué te recordó tu hermana? -Interroga Carlos.

-Me contó ella fue operada de amigdalitis, enfermedad que un tiempo después también yo padecí: al sentir idénticos síntomas fui llevado al hospital y deciden operarme. Kinga me contó no haber sufrido  dolor y luego, en la convalecencia, fue premiada con helado de crema, un regalo impensado en aquella época de escases; ese obsequio me animó a que también me las extirparan. Para entonces yo tenía cinco años. Era el otoño de 1948. Luego de la operación estuve dos o tres días internado y dolorido, nunca me calmaron, solo recibí té frio; en la sala, también destemplada, tiritaba -nada de helados-. Ya de alta, regrese para control en una oportunidad, cuando me retiraba con mi progenitora del Hospital de Szombathely, en la escalera de acceso aguardaban a mi madre dos soldados que la increparon para que revelara donde se encontraba su esposo; cuestión que negó en forma rotunda reiteradamente. El tono de los soldados se hizo más rudo hasta los gritos, aterrado me quise agarrar de su falda pero uno de ellos me apartó apartó; inmovilizada, uno de los militares a su frente, el otro en la espalda fusil en mano,  sin espacio para moverse. Ante la posición firme de Marignon el soldado que estaba atrás levanto su carabina y con la culata descargo en el dorso, con fuerza desmedida, reiteradas veces golpes que provocaron su caída rodando por la escalera, perseguida por los uniformados siguieron castigándola. A mí me retiraron,  afligidas, dos enfermeras que estaban unos escalones más arribas. Fui recogido del nosocomio por János, el mozo de mano de Gyertyános y me conduce a la estación de Szombathey; en tren vamos hasta Bük, luego en jardinera (kocsi) a la finca (8 km). Ya en la casa con mis hermanos, les conté la brutal golpiza que le propinaron a mi madre, quien terminó internada en el mismo hospital. János les confirmo el relato. Al encontrarme con mi hermana Kinga en la habitación de los niños -sin conciencia plena de lo ocurrido- reproché el no haber recibido el esperado helado: “No seas inhumano, pensando en helados mientras Mamá está muy enferma, internada”, fue la respuesta. Me pidió que le cuente, nuevamente con detalles, como fue la golpiza que le propinaron los soldados: “Solo vi los golpes y su caída por la escalera”.

 

-¿Y qué paso después? -Interroga Alfredo.

-En aquella época estaba ocupada Hungría por el ejército ruso. Lo que ocurrió después de la guerra fue tremendo, en los hospitales faltaba de todo, la comida era exigua: un plato de sopa y té solo, sin pan; escasos elementos para curación e insuficiente personal médico y de enfermería; la higiene muy defectuosa, etc.

Marignon fue operada para frenarle una persistente hemorragia en el tórax. Fuimos a visitarla en tres o cuatro ocasiones, en una de ella permanecía en una silla sentada, apoyando su pecho en el respaldo, con las manos sostenía la cabeza; la enfermera levanto su camisón para mostrarnos la herida operatoria; pudimos ver en la espalda una larga sutura con la forma de L. Esta imagen aún perdura, penosamente, en mi memoria. Pasaron algunos días, la última vez que la visité estaba pálida, con respiración jadeante, muy delgada y febril; no podía moverse, su estado era grave.

Mi padre, encarcelado, se anoticia de lo ocurrido y solicita comunicarse con parientes. Procura hacer una colecta y así  poder negociar su liberación con el jefe de la cárcel. Gracias a un suculento soborno que  fue provisto por su madre y mis tíos Tomy y Aurel,  logra obtener una relativa libertad; con la estricta prohibición de salir del país debiendo, además, buscar trabajo sin remuneración, como favor para el Estado.

No recuerdo porque me encontraba solamente en compañía de la niñera cuando recibe un mensaje  para mi y que lee. A tu madre la llevan a enterrar, deben ir a la Estación Ferroviaria,  allí se detiene la formación proveniente de Szombathel  con destino a Paloznak(1) conduciendo el féretro; van acompañando tu papá, tus hermanos y el resto de la familia”. La noticia me produjo una honda pena con sensación extraña en el pecho. La niñera francesa, muy afectada por la noticia, me puso las mejores ropas. “Tenemos que ir a Bük”, me dice. Salimos de prisa en la jardinera. Cuando llegamos a la Estación estaba el tren estacionado, recorrimos el andén en busca del vagón con la familia, cuestión que no logramos. La formación inicio la marcha, finalmente descubrimos a mi padre haciendo señas para que lo ubicáramos, infructuosas al fin por que la velocidad hacía imposible trepar; quedé mirando cómo se alejaban y llorando.

Mi madre murió mal alimentada, anémica y febril el día 29 de julio de 1949, a los 33 años de edad.

En la jornada siguiente regresaron mis hermanos que me contaron el episodio de la inhumación: fue un acto breve, pero profundo, con mucha carga emotiva,  también por mi ausencia. Mi madre fue inhumada en la parcela familiar, la de los Tewrewk Ponori. 

 


La tumba de mi madre.

Pasad muchos años pude visitarla la tumba de mi madre  y me conmovió. Había  flores naturales. Tuve una serena sensación de paz.

 

“¡La próxima vez que nos encontremos les contaré la parte linda de la casa materna y de lo que hacíamos!”

 

V

     Casa materna.

 

 

Paloznaki (1) Próxima a esa comarca está la casa quinta, con bodega, que perteneció a mis abuelos maternos; está rodeada por viñedos y en la falda de una colina desde donde se divisa el espejo de agua del  lago Balaton (2). La vivienda tiene un importante comedor cocina, varios dormitorios y baño. Una escalera caracol  accede a un altillo con dos dormitorios y baño; las cabreadas de madera formaban un techo a dos aguas. Recuerdo que atrás de la residencia, en una casilla menuda, se encontraba el trapiche, allí se arrojaban desde canastos de mimbre los racimos de uvas recién cosechados. Una persona hacia girar el molino triturando la vid, por la parte inferior fluía el jugo de uva hacia una canaleta para terminar en los tanques de fermentación, estos se encontraban en un sótano, la propia bodega, eran barriles de 300 y 500 lts. “hechos con roble francés”, lo solía explicar tío Aurel. Adelante de la casa una  galería con sillones y macetas con plantas ornamentales que se prolongaba en una   terraza ocupando el lateral del edificio. A los costados, provechando el desnivel del terreno, se disponían las frutas maduras para que con el sol y la  brisa las transformaran en pasas de uvas.

En el verano de 1948, antes de la muerte de mi madre, fuimos a Paloznak. Pasamos allí unas  entretenidas vacaciones- La propiedad venía de mis ancestros y se consagraba a producir excelentes vinos artesanales. Desde aquella ubicación se divisa, hacia el sur y próximo a dicha casa, el lago Balaton (2) -principal de Hungría-. Un atractivo lugar de pesca, náutica y desarrollo turístico, donde navegan embarcaciones a vela, otras para la pesca. En una ocasión fuimos en excursión de pesca con los mayores; los más chicos solo mirábamos, nos divertíamos jugando con los peses atrapados, aun coleteando. Finalizado el paseo, regresamos con varias presas, las que terminaron en manos de las cocineras. En el comedor yo esperaba ansioso los frutos del lago, flotaba en el aire el olor a fritura proveniente de la cocina, a tal punto mi ansiedad que cuando tuve a la vista la fuente, tome uno y con ansiedad lo metí a la boca; grave fue la consecuencia: sentí un dolor punzante intenso, una espina se instaló en la garganta. El tratamiento se prolongó un rato, consistió en ingerir trozos de migas, una tras otras, con la esperanza de desalojar la espina, lo que ocurrió al fin. La sensación desagradable duro por un tiempo… Por las tardes veíamos, hacia el norte en la colina,  jóvenes remontando barriletes tratando de ganar altura. Otro de los entretenimientos era correr alrededor de la casona esquivando abejas provenientes del secadero de pasas; al finalizar la “maratón”  íbamos por el jugo de uvas de la canaleta, sin autorización. Al atardecer, en los mismos viñedos es el lugar elegido para jugar a las escondidas, de paso ingeríamos uvas de los racimos colgantes, los devorábamos, también, sin permiso. Fue penoso el día que arribo la jardinera para el regreso a casa. Fue  una  vacación inolvidable. En las Pascuas con mamá,  después del cansador viacrucis alrededor de la iglesia y la obligada misa del domingo de gloria, queríamos llegar a casa para encontrar los escondrijos por donde “pasaba el conejo” dejando golosinas y huevos dulces y reales pintados (costumbre europea elaborada  por los mayores).

-¿No preparan golosinas de chocolate? –Interrumpe Carlos

-En aquella época no me acuerdo del chocolate, solo los “szalon cukor” un tipo de caramelo blando hechos con sabor frutal  y  mazapanes,  envueltos en celofán.

 

(1)  Paloznak es una aldea en la región de Balatonfüred , condado de Veszprém , Hungría. El pueblo es famoso por preservar la estructura de asentamiento en las soleadas laderas de las tierras altas, se cultivan muchas uvas y frutas, tradicional al norte de Balaton. Los lugareños se ganan la vida con el vino y el turismo. La etimología del nombre del pueblo se refiere a la población eslava : la palabra "loznik" significa un viñedo, en eslavo "po loznik" significa "debajo de los viñedos"

 

(2)  El lago Balatón (en húngaro, Balaton; en alemán, Plattensee; en eslovaco, Blatenské jazero; del eslavo blatno, pantano, con el significado de “lago fangoso”, el origen más probable del nombre. Está situado en el interior de Hungría, a unos 100 km de Budapest, pertenece a la cuenca del río Danubio. Es  uno de los mayores lagos de agua dulce de Europa. Posee forma alargada, midiendo 79 km de largo y una máxima de 14 km de anchura, con una superficie de 594 km² y una profundidad media de 3 a 4 metros. Las dos orillas del Balatón difieren entre sí: en el margen sur se alza la zona turística con altos hoteles y minúsculas playas de aguas pocas profundas y calientes en el verano,  en el norte se hallan más poblaciones históricas, donde se encuentran montañas cubiertas de bosques de Bakony . En las soleadas laderas de las tierras altas, se cultivan muchas uvas y frutas, en el oeste y en el sudoeste, las colinas de Zala y Somogy , y en el este y sudeste las tierras bajas de Mezőföld. El clima es agradable en verano, la navegación a vela se practica por los buenos vientos del noroeste. El lago Balaton es el tesoro natural más famoso de Europa Central.

 

Ref. Interne.

 

VI

Nuevo destino

 

Andor enfrenta, una realidad difícil: asumir con angustia el duelo por la enorme pérdida de la esposa,  velar por sus hijos de 4, 5, 7 y 9 años y pasar inadvertido. Por otro lado, se informa que el gobierno va a  desalojar la propiedad de sus ancestros y residencia de siempre: Gyertyános. Con esta difícil situación debe,  nuevamente, buscar casa y trabajo.

 

Sàrvar

 

Un día a la mañana, mi padre me despierta y ordena que desayune pronto, como todas las mañanas  comíamos pan untado con grasa de cerdo y una rodaja fina de cebolla encima acompañando con una taza de leche o cuajada natural. Decide llevarme con él. Ya en el establo montamos un caballo alazán manialbo llamado Feneke, salimos al galope a campo traviesa, hasta la estación del Ferrocarril de Bük (a unos siete kilómetros de distancia) allí dejamos la monta al resguardo de un amigo. Esperamos la llegada del tren y subimos para arribar en un corto tiempo de viaje a la ciudad costera de Sárvar1. En la misma Estación averigua como llegar al lugar de la cría de equino: En una estancia de la zona mi padre fue convocado para seleccionar los mejores potros Debíamos tomar una lancha en el rio Rába (2) y navegar hasta el atracadero próximo en la otra margen, a unas cinco cuadras. Ya en tierra y con el propósito de acortar el camino fuimos por un callejón irregular con desechos de la guerra, uno de ellos era de mayor altura, lo escalamos con dificultad, allí escucho de mi padre una sola palabra: “¡Perdón!”. Esto me llamó la atención y giré la cabeza para ver el recorrido que hicimos, ante mi asombro vi un brazo y mano de color cetrino inmóvil que surgía de los escombros. En silencio continuamos la marcha, ahora apresurada. La imagen del brazo inerte con su mano abierta me perseguía, pasados los años vuelve a aparecer en algunas ocasiones y la imaginación vuela: ¿Cómo paso aquello?

Ya en el lugar de destino nos esperaban señores con vestidura típica de los ganaderos, al estilo húsar (3). Aprontan los caballos para que desfilen y elige un par de ellos, los mejores que revisa  minuciosamente, anota las características de cada uno, firma una certificación  profesional. Concluida la tarea recibió honorarios y nos invitaron a comer gulyás4. Al despedirnos le rogué no pasar por la calles de los despojos. El regreso a casa fue en silencio.

 

Kecskemèt

 

Pasados unos días Andor logra, en el extremo sudeste de Hungría y muy distante de la casa natal, en la ciudad de Kecskemèt, (5) ser nombrado administrador en un establecimiento destinado a la cría de caballos de calidad, -como siempre tratando de pasar inadvertido ante los funcionarios policiales-. Prepara el traslado al nuevo destino; lleva  una valija y unos bultos pequeños. Vamos con él tres hijos menores. El mayor Péter queda con la abuela para continuar su escolaridad en Csepreg. Partimos a la estación en la jardinera. Ya en el tren, cuando inicia la marcha, mi padre nos advierte: “En la estación de Buda-Pest subirá una mujer que en adelante cuidará de ustedes, es una institutriz, a la que deben respetar y obedecer”. Efectivamente ya en la estación de la capital se incorpora Giszella. Pasó medio día hasta arribar a destino. Allí nos toca una vivienda pequeña, con dos dormitorios un baño y cocina comedor, teníamos la sensación de estar  “muy apretados” en comparación con la casa familiar de  Gyertyános. Estaba ubicada al frente de la plazoleta presidida por un monumento representando a la empresa: un equino de bronce que nos sirvió, de paso,  para alegrar los días cabalgándolo. Lo significativo del pueblo es un gran hospital, en el otro extremo la escuela, allí nos conducía la niñera, a mi hermana que asistía a primer grado y a mí de acompañante. En el trayecto estaba el cine donde vi una cartelera que representa un condenado a muerte: La guillotina le ha cortado la cabeza que está en el suelo sangrando con los ojos abiertos como si miraran. Es esta otra de las imágenes que perduraron por siempre. Hoy lo recuerdo como una  publicidad sádica en extremo.

En la plazoleta del caballo de bronce nos encontrábamos con varios chicos que hablaban en otro idioma inentendible; nuestro padre nos contó que eran  gitanos y que su habla venia de muy lejos y se llaman idioma Romaní. En algunas oportunidades los acompañamos al lugar de su residencia; descubrimos, con asombro, que no era una casa convencional sino una cueva natural, aquello nos produjo temor, nunca llegamos a entrar quedándonos a una distancia prudente de aquella, para nosotros, extraña comunidad singara y su “vivienda”. La estadía en el nuevo destino fue de meses. Algunas tardes subíamos al sulqui conducido por Lászlo.  Ya en destino el perro “Bugyi” anuncia nuestra llegada. En ocasiones íbamos, mi hermana Kinga y yo a la casa de  Ilona, la que fabricaba ropas, nos acompañaba la institutriz Gizella. La modista nos tomaba medidas, desde una gran cortina aparecía y desaparecía con telas en la mano; en la primera visita fuimos medidos con una cinta métrica, yo parado en un banco. En otras visitas fueron apareciendo, siempre traídas del otro lado de la mágica cortina, géneros marcadas con trazos de tiza que eran probados en nuestros cuerpos y sujetadas con alfileres. De esta forma y en sucesivas visitas surgían formas de camisas, pantalones, polleras, tapados;  algunas de telas gruesas, otras más delgadas. El regreso, también mágico, ocurría al atardecer cuando las luces del pueblo se encendían, era el retorno a la casa que nos daba seguridad.  El jamelgo de bronce nos esperaba al día siguiente  para montarlo, siempre en la  tarde.

 

Györ

 

Un día es llamado mi padre para evaluar  campos de remolacha azucarera(6) cerca de Györ(7); (allí se ubicaba la industrial del azúcar) debía caminar por los senderos para reconocer plantas defectuosas. En aquella ocasión nos llevó para que conociéramos las instalaciones de la fábrica: vimos algunas máquinas, al final como caían separadas, de una tolva, dos fracciones de azúcar: una de cubos enteros y otra quebrados que iban a un recipiente para ser reprocesados; de allí nos permitían levantar algunos; Kinga elegía los mayores mientras yo un puñado de los pequeños que metí en el bolsillo. Sonreíamos por la generosidad de los anfitriones.

 

(1) Sárvár es la perla de la región de Transdanubio oeste. Poblada desde tiempos prehistóricos, en la actualidad tiene 16.000 habitantes y pertenece al distrito de Vas, en Hungría. La ciudad vieja gira alrededor de la impresionante fortaleza Nádasdy. Sárvár significa “castillo de barro” (sar=barro, var=castillo), a orillas del río Ràba. La fortaleza jugó un papel fundamental en el progreso de la ciudad durante los siglos XVI y XVII. Pero además del gran complejo histórico y cultural que es el castillo, la ciudad tiene otros monumentos de interés, iglesias y museos que merecen la pena visitarse y un entorno natural rodeado de bosques. Por si fuera poco, en toda Hungría Sárvár es famosa por su inmenso y modernísimo balneario de aguas medicinales, en el que se ofrecen una gran variedad de terapias, y que se completa con un divertido parque acuático.

(2) El río Rába (en alemánRaab; en húngaro, Rába;) es un río que discurre por el sureste de Austria y Hungría occidental, un afluente del río Danubio con una longitud de 283 km

(3) Indumentaria de los ganaderos Hungaros: Vestían chaquetas cortas con doble hilera de botones algunos con bordados horizontales al frente y mangas tres cuartos sueltos, camisas blancas con puños amplios y pañuelo en el cuello, Pantalones sujetas en la cintura con faja amplia en la cadera y angostos abajo agarradas con medias gruesas y botas a mitad de pierna, siempre con sombreros típicos de cada zona (chatos con alas cortas levantadas, redondas altas sin alas de lana o cuero, o boina muy amplia entre otros)   

(4) Gulyás ( En húngaro : gulyás [ɡuja] ) es una sopa o giso de carne y verduras , condimentada con pimentón y otras especias.  Originario de la Hungría medieval. Es uno de los platos nacionales de Hungría y un símbolo del país.  La palabra gulyás originalmente significaba solo "pastor", pero con el tiempo el plato se convirtió en gulyáshús (carne de gulash), es decir, un plato de carne preparado por pastores. Hoy, gulyás se refiere tanto a los pastores como a la sopa.

(5)     Kecskemét es una ciudad mediana ubicada en la parte central de Hungría, capital del condado-provincia de Bács-Kiskun. Es la octava ciudad más poblada del país, concentrando al 9% de la población nacional dedicada tradicionalmente a la agricultura hortofrutícola y la ganadería equina y ovina-caprina.  Está a medio camino entre Budapest y Szeged, a 86 kilómetros de ambas ciudades, y a igual distancia de los dos ríos más grandes del país, el Danubio y el Tisza. Al final del siglo XVIII y principios del XIX, los pastos fueron empobrecidos y en muchos sitios se destruyó la cubierta de vegetación natural, lo que causó el movimiento de la arena que puso en serio peligro a la ciudad. La reforestación, plantaciones frutales y vides trajeron consigo una barrera natural que impedía que los vientos se llevaran las arenas. En el siglo XIX, ya era parte de un distrito vinícola importante, y todavía lo conocen por su barackpálinka, un aguardiente de albaricoque.

(6)     La remolacha azucarera (Betavulgaris L. subsp. vulgaris var. altissima Döll)​ es una variedad de la remolacha común (Beta vulgaris) de donde se obtiene azúcar de forma industrial, existiendo otras variedades como la acelga, la remolacha hortícola y la remolacha forrajera. La raíz de la remolacha azucarera se ha ido seleccionando durante años para conseguir un mayor porcentaje de azúcar en su composición y una mayor capacidad agrícola. Sin olvidar su aporte de antioxidantes,  vitaminas hidrosolubles del grupo B, (B1, B2, B3, B6 y B9) y la vitamina C,  precursores de la vitamina A, como los carotenos y diferentes minerales (hierro, potasio, manganeso, magnesio).

​(7)     Györ es la ciudad más importante del noroeste de Hungría, capital del condado de Győr-Moson-Sopron,1​ y se encuentra en una de las carreteras más importantes de la Europa Central, a medio camino entre Budapest y Viena, en la confluencia de tres ríos: DanubioRába y Rábca

 

 

 

VII

La Fuga

 

-Ola Américo. Ola Alfredo. –Saluda Carlos y arrima una silla-. ¿Pidieron café?

-Sí.  

-Hoy les voy a contar como escapamos de Hungría:

 

“Aquel día otoñal de finales de noviembre de 1949 al atardecer, montado yo en el mítico rocín metálico, sorpresivamente vi aparecer un jinete que llega al galope, se detiene en forma brusca al frente de casa y desciende, apresurado ingresa por la puerta principal en busca de Andor; formaba parte del   grupo de resistencia encubierta que procuraban fugarse ante la persecución contra oficiales del ejército húngaros, desatada con el ingreso de soviéticos a Hungría, finalizada de la guerra.”  

“Tiempo después, mi hermano mayor Péter me cuenta que, estando en la estancia con la abuela,  apareció mi padre conduciendo el sulqui y lo invita a dar un paseo, en un momento dado se detiene, había un hombre esperando, mi hermano debió ceder su lugar para que subiera aquel personaje y quedarse en el estribo escuchando la conversación; es allí donde toma conciencia, con sorpresa, que tramaban la forma de como abandonar Hungría. Ahora me explico el porqué del  apuro de aquel jinete en casa: era parte de un grupo que, clandestinamente, seguía los pasos de militares rusos (los que participaban de las expropiaciones, como la de nuestra propiedad) y también integrados con los que planificaban la huida. Sobrevolaba el riesgo de apresamientos y trabajos forzados en Siberia que, con frecuencia, culminaba con la muerte.

De regreso a casa, muy preocupado nos pide que entremos y nos ordena colocar en valijas nuestras pertenencias; ubiqué lo que más apreciaba, juguetes, nervioso mi padre arroja al suelo lo atesorado y los reemplaza por prendas que descuelga del ropero. “Apuren vamos a la casa de la abuela” nos señala; al atardecer salimos tomado yo de la mano de mi padre y mi hermana de la mía, los juguetes  quedaron desparramados. Kinga pregunta: “¿Géza no viene con nosotros?” “Ahora estamos muy apurados, después les cuento” responde. Faltaba mi hermano menor (la institutriz lo llevó a la modista, ajena a los acontecimientos). Cargamos maletas y  bultos, el trayecto de tres cuadras fue hasta la Estación, estábamos ingresando cuando apunta: “¡Suena el silbato!” (era el anuncio de la partida del tren), llegamos al costado de los vagones en movimiento, al principio lento, papá lanza en los escalones de un coche los bultos y en el siguiente nos arroja a nosotros, finalmente ya corriendo sube él. Una vez acomodados en los asientos llega el guarda y solicita los pasajes a lo que responde Andor: “Quiero abonarlos porque no tuve tiempo de pasar por boletería”, el funcionario abre su cartuchera y extrae un talonario y confecciona los pasajes que son abonados.”

“Siendo las cuatro de la mañana arribamos a la estación Bük (1) donde espera nuestra jardinera, la de la finca guiada por János.”

-Papá. ¿No era que íbamos a casa de la abuela? –Pregunto. Me imaginaba que íbamos a la casa de ella en Buda-Pest.

-Sí. Nos espera en la estancia Gyertyános con tu hermano Péter para que estén todos juntos. -Cansados  dormitamos en el trayecto hasta la finca.

Al otro día nos reencontramos los tres hermanos mayores, fue aquella una fiesta de alegría y emociones. Almorzamos y el juego nos ocupó el resto de la jornada. Cenamos temprano “tejesgriz”, sémola blanca con leche caliente decorada con un hilo de caramelo  formando un círculo, finalmente un baño y sueño reparador. Mi hermano mayor nos despierta horas antes del amanecer, teníamos que abrigarnos con ayuda de la mucama y la niñera; nos trasladábamos a un nuevo destino. Nos despedíamos del personal cuando Péter descubre una bolsa con monedas de oro, la abuela toma la más pequeña y se la regala, el resto lo guarda mi padre. Del ala izquierda de la casa, donde viven mis tíos abuelos Bobby y Eszti, vienen a despedirnos (Ellos fueron notificados, también, que en un plazo perentorio debían desalojar la estancia). En esa oportunidad mi hermano recibe de ellos una cadenita de reloj de bolsillo  de oro.

Mária queda provisoriamente en la casa para empacar lo posible y desalojarla. Subimos a la jardinera cargada de bultos y valijas; descubrimos un carro tirado por bueyes y repleta con muebles para llevar al nuevo destino, en el pueblo de Csepreg. Mis tíos harán lo mismo ante la inminente expropiación de la casa familiar, en Gyertyános. Marchamos en una noche de frio intenso y cielo estrellado, el cochero, mi padre y un guía sentados en el pescante, en la parte de atrás íbamos los tres hermanos en medio de los bultos; era una noche fría, faltaba mi hermano menor. Luego de  dos horas de marcha antes de una curva del camino se detiene el carruaje, nos esperaba otro guía. Debimos bajar apresurados, arrojan al costado del camino los bultos y valija. El guía nos explica que a  partir de ese lugar marcharíamos a pie porque después del recodo se encontraba un control de guardias rusos.

El equipaje y nosotros en la banquina. Uno de los guías cruza un arroyo profundo que discurría al lado del camino, tira los bultos a la otra orilla y luego salta él, mi padre nos va lanzando y son los guías quienes nos reciben. Agrupamos el equipaje para cruzar una hilera  espesas de hayas y acacias, vamos  arrastrando con dificulta valijas y bultos; surge, ahora, la base de una lomada de cultivo con superficies nevadas, para no ser descubiertos extienden unas sábanas y nos indican que  ocultarnos debajo de las telas, avanzar en subida reptando en la nieve, hasta la parte más alta.

 

1)      Bük es una ciudad en el condado de Vas con ferrocarril, Hungría, muy cercano a la frontera austriaca. Hoy en día tiene reputación por ser un lugar muy popular para vacacionar, especialmente para quienes tienen como destino Hungría y uno de los mejores balnearios dedicados a los baños termales, siendo uno de los más importantes . La ciudad está situada 27 kilómetros de Szombathely en las llanuras del río Répce.

 

 

Ólmod

 

El frio nos congelaba, pero las indicaciones eran cortantes: ¡Avanzar siempre ocultos por las sábanas! Los bultos, trabajosos, son llevados por los mayores. Al llegar a la cumbre ¡por fin! nos permiten liberarnos de las coberturas y ponernos de pie. Estábamos muy cansados, totalmente mojados y muy embarrados. Desde la altura divisamos luces próximas, pertenecían a un pueblo húngaro fronterizo con la República de Austria, es un poblado ahora llamado Ólmod1. Bajamos un poco más tranquilo hasta que arribamos a una casa de las afuera del vecindario; nos condujeron a la parte posterior, es un corral con granero, dos grandes parvas nos esperan, mi padre oculta los bultos en una y nos indica que debíamos escondernos en la otra, para eso hizo un hueco, nos ubicó en el interior y tapo la entrada con la misma paja; debíamos permanecer sin movernos y sin hablar pues en la casa dormían niños que pronto se despertarían para ir a la escuela, no debían enterarse de nuestra presencia -teniendo en cuenta la ingenuidad y sinceridad infantil- podrían delatarnos. La espera fue en silencio, a oscuras, hasta que despertaran, se vistieran y desayunaran los escolares. Abrieron el escondite y fuimos trasladado, a la casa donde desayunamos todo en imperioso mutismo, luego subimos al altillo con  precisas normas a cumplir: mientras los niños de la vivienda estuvieran, debíamos guardar absoluto silencio. Bajábamos a desayunar luego de la partida de los colegiales, era abundante de excelente factura esta vez el pan sin grasa y con crema o nata de leche, una agradable sorpresa luego del ayuno del último día. El almuerzo lo recibíamos arriba,  era escaso, principalmente sopa, a veces acompañado con otro alimento: pan con rodajas de cebolla y una fruta, nada más; para la cena sémola con leche, un día llegaron tortillas finitas con ajo: “lángos”; (comida frecuente elaborada en nuestra casa, sobre la plancha de la cocina a leña se doraba masa de pan frotada con dientes de ajo). Solo jugábamos en silencio a la noche alumbrados con velas y cuando el resto dormía; nosotros sin sueño por haberlo hecho durante el día.”

“Mi padre se ausentaba todos los atardeceres regresando al amanecer muy temprano y antes que despertáramos; lo hacía para estudiar sobre el terreno  los distintos recorridos posibles, era la estrategia a seguir y poder, de esta forma, sortear la frontera para llegar a la ansiada libertad en Austria, siempre con la asistencia de los baqueanos, conocedores palmo a palmo de la geografía de la región, un tramo peligroso de algunos kilómetros. Un solo “accidente”: pisé un plato con leche para el gato, un lujo en esa época, recibí la consecuente reprimenda de la dueña de casa. Permanecimos tres días escondidos en la boardilla. La tercera noche, ya enterados de lo que debíamos cumplir, mi padre ordena partir. Enterados de la posibilidad de llegar al destino tan ansiado por mi padre nos invade una gran emoción mezclada con profunda tristeza: dejábamos nuestro país sin noticias del hermano menor. Íbamos acompañados por los dos versados en fugas contratados para la ocasión.”

 

Austria

 

“Con las primeras horas de la noche, iniciamos la marcha a campo traviesa. Caminamos alejados de carreteras o senderos, nieve y barro, también zonas de cultivos con suelos blandos; el recorrido era lento, pesado, agotador, con resbalones, y caídas,  agudizado por un fuerte viento helado y la oscuridad; a lo lejos la sombra del bosque. Mi hermana llevaba, abrazada con fuerza, una muñeca de tela con caperuza fabricada en Rusia; iba abrigada debajo de un pilotín de nylon americano que el viento movía produciendo crujidos y un silbido imparable, peligroso porque no les permitía a los guías escuchar con nitidez alguna novedad cercana, además el sonido de la prenda podía delatarnos; advertidos del inconveniente, le ordenan a Kinga que la despojara y fue arrojado al viento desapareciendo en las sombras. Ella suplica en vos baja: “La muñeca no”.  Antes de llegar al bosque, en un pozo, preparado de antemano por los guías, nos hicieron bajar con los bultos. Acurrucados en el fondo, tiritando de frio y miedo nos instruyeron que permaneciéramos callados pero, por si acaso los descubriera algún extraño y en adelante durante todo el “viaje”, ante cualquier desconocido, debíamos dar otros nombres distintos a los propios; para que lo recordáramos, Péter nos hizo pronunciar a baja voz la nueva identidad hasta el cansancio, el mío era István, la de mi hermana  Ilona y la de él Jenö: ¡Quedaron grabados para siempre! Taparon la entrada al pozo con palos, ramas y hojarasca. Los mayores ingresaron al bosque silenciosos, en misión de reconocimiento del terreno, no debía haber patrullas vigilando, y esperar el momento en que los guardias cenaran. Regresaron una hora después para liberarnos de la encerrona subterráneo, ya libres, en la superficie proseguimos la marcha  penetramos al monte siguiendo a los baqueanos, fue un recorrido de algunos cientos de metro entre árboles, arbustos y lamas, hasta llegar a un claro. A pesar de la noche se podía ver que el gobierno había delimitada la frontera talando y desmalezando una franja de cuarenta metros de ancho y largo interminable, al medio de la cual se extendía una doble cerca de alambres de púas muy tupidas con espacios de diez o doce centímetros  entre cada uno, sumando una altura de tres metros; entre ambas se extendía un dispositivo conectado con minas terrestres, de modo que si se movía producían el estallido fatal. Era la “línea fronteriza” entre los dos países.”

“Esperamos que los tres adultos, con gran habilidad y paciencia, cortaran las alambradas y desactivaran el mecanismo explosivo. En la prolongada espera, muy cansado y con frio, me dormí profundo apoyado en un tronco de árbol talado. La noche es muy oscura. Cuando los adultos retornaron de la alambrada al lugar donde estábamos, siempre de noche cerrada, trasmiten la orden de que lo siguieran, habían creado un paso de no más de setenta centímetros de altura y otro tanto de ancho, todos cruzaron de uno a uno, arrastrando los bultos y agazapados, con un cuidado extremo. Yo permanecí durmiendo apoyado en el tronco sin enterarme de lo que acontecía ¡Todo en silencio absoluto!”

“Grande fue mi sorpresa al despertar, todavía apoyado en el tronco, al encontrarme absolutamente solo, no había nadie, no estaban ni los bultos. ¿Soñaba? ¿Era una visión fantasmal en medio de la noche? Sentí terror,  tímidamente al principio llame a mi padre, luego, me paré y levante el tono, cada vez con mayor intensidad, hasta el llanto desesperado, reclamaba la presencia de mi familia para salir de ese infierno. Paso un largo rato e inmerso en la oscuridad, ocurrió el milagro, aparecieron mi hermano Péter y un guía que me hicieron callaron rápidamente. Todo se hacía en absoluto silencio, con señas o a muy baja voz. Ocurrió que, mientras descansábamos sentados al borde de la arboleda, luego del infernal trajín desde la casa del altillo por el bosque, hasta el límite internacional, los mayores trabajaron un tiempo prolongado para abrir el paso. Nadie advirtió, en la oscuridad, mi situación y al momento de partir quedé  sin cruzar la alambrada. Alguien advirtió del otro lado el llanto desesperado que llegaba en forma tenue, a la distancia: “Api, api, api…”. Finalmente, el rescate fue exitoso, yo también en la tierra de la libertad, pero sollozando y todavía angustiado por el aterrador episodio vivido.”

“Luego del cruce decisorio, penetramos aliviados y  presurosos a otro bosque en la ladera de una bajada  pronunciada, ya en el territorio de Austria mi padre tenía los ojos brillosos… ¡Finalizaba un atormentado período!”

 

 

 

1)  Ólmod: Del alemán zanja de color plomo. El nombre Ólmod pueblo típico húngaro de la frontera  fue derivado intencionalmente del nombre alemán, Pertenece al condado de Vas en el distrito de Kőszeg  a 4 km de la frontera con Austria, Sin  conección por carretera a la ciudad vecina, Borsmonostor,(monasterio de Bors su fundador)  En 1921 se convirtió en parte de la Provincia de Burgenland de Austria.

 

VIII

La Libertad

 

En el nuevo encuentro de café la pregunta obligada fue: “¿Quedaste en Austria?” La respuesta fue inmediata: “Ahora les cuento”. Y Américo retorna al relato:

 

Klostermarienberg

 

“Con la infinita sensación de haber arribado, por fin, al lugar tan intensamente ansiado y en tanto tiempo, la alegría invadió nuestros espíritus. Mi hermano, embargado por la emoción, empezó a cantar una copla aprendida en la escuela que aludía a la libertad; éramos un grupo compacto que nos incorporamos con júbilo incontenible a cantar. Caminando nos sentimos infinitamente contentos: desapareció la angustia y el agotamiento. ¡Ahora sin la “Espada de Damocles” encima y con nuestro padre conduciéndonos a la libertad…!”

       “Al nacer del último bosque seguimos la pendiente. Por primera vez alcanzamos, un sendero que discurría por una pradera más llana, hasta alcanzar un rio; uno de los guías cruzo a la otra margen, otro quedo en el medio con el agua helada bajo la cintura, instalados nosotros con mi padre en esta orilla, haciendo de pasamanos, nos fueron trasladando hasta la otra ribera, luego los bultos, al último, una valija muy cargada y pesada, no pudo ser retenida por el que estaba en medio del rio cayendo a la corriente, la valija “navegaba”. Mi padre corrió por la orilla más de 200 metros y finalmente se arrojó a la corriente para recuperarla. Con mucha dificultad pudo capturar la valija y extraerla chorreando  agua;  Andor regresa jadeando con su ropa totalmente empapada y cargando el pesado bulto, toma un brevísimo descanso, churma (exprime) su chaqueta y lo que puede del pantalón. Decide que prosiga la marcha. Caminamos un largo trecho cuando divisamos, por fin, luces que iluminaban el pueblo austríaco antes del amanecer. Una conjunción gloriosa, pero no definitiva, estábamos en territorio austríaco y nos enteramos que faltaba un último control soviético, había que eludir esa vigilancia final.”

“Arribamos a un lugar programado en las afueras de  Klostermarienberg1, la localidad fronteriza más cercana. Nos condujeron a un local, al parecer un bar nocturno, con barra, mesas, sillas, y estantería con botellas. (A esa hora cerca del amanecer ya no se existía ningún parroquiano).   Fuimos recibidos por una mujer madura y robusta, la nombraban doña Lota (por Lorena, en austro húngaro Lotaringia) quien nos hizo atravesar en tinieblas el salón. Salimos por el fondo a un patio, desde allí a una casilla de madera de planta baja y un piso, trepamos la escalera y nos alojarnos en una amplia habitación con dos camas, mesa, sillas y un gran ropero. Debimos  despojáramos de la ropa sucia y mojada; la señora Lota, solícita y muy hábil, provista de una jarra, esponja, jabón y una palangana nos bañó uno por uno, con agua caldeada. Limpio y con ropa seca sentí un gigantesco bálsamo y placer, pero hambriento. Péter pregunta: “¿Cuándo cenamos?” Papá pide a la señora: “¿Podría usted traer alguna comida y bebida para los niños antes de que se duerman?”. Consumimos ávidos unas rodajas de kolbász (salami húngaro)2 rábanos, pan dulce y leche caliente. Acostados en camas mullidas, bien tendidas, limpias y abrigadas; Kinga con Péter en una cama, yo  el menor en la otra con Papá. A punto de hundirnos en un profundo sueño sentimos un fuerte olor, muy hediondo, insoportable, partía de un rincón donde Andor abría la valija rescatada flotando en el rio y sacaba ropa empapad; giro la cabeza para que lo viéramos: lucía una sonrisa burlona, encantadora -que aprecié por primera vez desde el inicio de la fuga- y nos recuerda que el olor provenía de la maleta que estuvo escondida tres días en una de las parvas, la de estiércol; la nuestra era de paja limpia. (Aquello ocurrió antes de llegar al último pueblo de Hungría, a la casa del silencio en el  altillo, en “Olmod”). Sale de la habitación y regresa poco tiempo después con un ovillo de piolín, clavos y martillo para convertir el recinto en un gran tendedero de ropas mojadas y sucias.  Finalizado el  secadero, abandona nuevamente la pieza para recibir de los ayudantes documentos de tres hijos de un camionero austríaco con las fotografías nuestras, el que nos esperaría en su camión el segundo día, al amanecer, a cien metros de distancia del lugar donde nos alojamos.

Los guías reciben su paga y son despedidos con  gratitud. No los vimos nunca más.

Cada vez que se abría la puerta se escuchaban murmullos con una suave música de fondo que provenía del bar. Con el tiempo me enteré que aquel alojamiento era un burdel y quien nos atendió era la “Madama” dueña del establecimiento. Un lugar estratégico para pasar inadvertidos (Hasta allí llegaba cierta influencia del nuevo gobierno húngaro). 

Caer rendidos, cansados, pero felices, para dormir  muchas, muchas horas, fue la consecuencia del infernal trajín en busca de paz. Al despertar, el progenitor seguía profundamente dormido; descanso ineludible luego de las demoledoras peripecias sufridas y las dos últimas noches despierto. Estábamos muy cerca del final pensado y era prudente quedarnos encerrados  esa jornada, sin que nos vieran o sintieran hablar, todo se hacía con sigilo y voz baja, como veníamos acostumbrados desde los últimos días en Hungría. ¿Podían aun delatarnos?  Andor despierta y se ausenta de nuevo para programar el último trayecto contratando al camionero y con la documentación adulterada.

 

Controles camineros.

 

Al día siguiente a la madrugada, en tinieblas, llega la hora de partida. Papá nos da un pedazo de pan diciendo que no hay tiempo para desayunar, abrigados,  bajamos con prisa cargando el equipaje, y recorrimos el trecho indicado hasta el transporte. Nos ubicaron en la cabina junto al chofer, mi padre y los bultos se ubican en la caja del camión con las verduras y entre grandes tachos de aluminio con leche. El vehículo se pone en movimiento y viajamos un trayecto corto de una hora, por una ruta de montaña sinuoso y en cornisa, al aproximarnos a un control, en un recodo previo, el chofer para y ordena a mi padre que se oculte debajo de los fardos de verdura. Al reanudar  la marcha y después de la curva divisamos la barrera del primer control, paradójicamente este es el último en manos del ejército soviético en territorio austríaco3. El conductor frena; ante el requerimiento del soldado le entrega todos los documentos personales, y del automotor, también la guía de la carga, el militar nos mira a cada uno de nosotros observando las fotos de los carnets, con miedo no levantamos la vista. Mientras esto ocurría otro de los guardias, con fusil en mano, recorre la carga y hunde la bayoneta de su fusil en los fardos de hortalizas buscando algún invisible en fuga. La suerte fue enorme, la hoja de acero aparecía y desaparecía por todos los costados pero, con fortuna, Andor no fue alcanzado por los puntazos. Terminada la inspección sin novedad, autorizan el paso. ¡Otra sensación de alivio profundo!

Reanuda la marcha y en un recodo del camino mi padre golpea el vidrio posterior de la cabina haciéndole señas al chofer para que se detenga. Parados en la banquina le explica que él baja y segue a pie para no correr nuevamente semejante riesgo, el de sentir el filo de una bayoneta en el próximo control. Descendería para caminar por un atajo hasta sortear la vigilancia y  reencontrarse en el lugar pactado con el chofer: un parador, tres a cuatro kilómetros más adelante. El camionero le recomienda que fuera vestido como lugareño, y le provee de indumentaria que llevaba detrás del asiento: botas de cuero cerrado adelante con trenzado del tamaño que el día antes le indicar medias largas que sujetan un grueso pantalón de lanilla, chaqueta de cuero forrada con piel de cordero, en la cabeza un sombrero típico con pluma estilo tirolés y bastón. Baja por una senda escarpada, a mitad de la marcha ya en la parte llana, se sorprende al toparse con un campamento militar ruso. Sortea el hallazgo simula ser un aldeano más; pasó sin dificultad y desapercibido, camina con una mano en el bolsillo, la otra sostiene el bastón, tararea por lo bajo una canción en alemán simula indiferencia -la procesión va por dentro- en ocasiones se agacha fingiendo recoger algo. Mientras tanto el camión pasó el último control, esta vez en manos del ejército aliad; el trámite resultó menos exigente que el anterior y sin novedad. Seguimos viaje hasta el lugar convenido. Esperamos un tiempo en el lugar convenido hasta el arribo de papá, cuando lo vemos aparece: gozoso, jovial y con una amplísima sonrisa. Desahogado de tanta desesperanza y angustias, grita voz en cuello: ¡¡POR FIN LIBERADOS!! Había logrado su objetivo largamente planificado, esperado y sufrido: huir de Hungría, su tierra natal con casi todos sus hijos; -faltaba el menor que quedó con la institutriz en el pueblo de la costurera, Kecskemét-… Sube él también a la cabina con Kinga en su falda y yo en la de Peter. Ya en camino a Viena, nos va relatando con alegría su última aventura, la del recorrido a pie en medio de los soldados rusos en maniobras y él vestido de paisano.

 

 

1)  Klostermarienberg es una aldea perteneciente al estado federado austriaco de Burgenland, que toma su nombre del monasterio de Marienberg

2)  El salami húngaro es una de las especialidades del país que y se venden en muchas tiendas y mercados. Está hecho de las partes más buenas del cerdo y en la masa de carne se añaden especias. La receta original, creada por Szeged, no se ha hecho nunca pública por lo que cada fabricante añade las cantidades de especias que le parece conveniente. Es uno de los productos que puedes llevarte como souvenir y probar con amigos recordando tu viaje a Budapest.

Szegeden es el origen de los embutidos de la marca Pick, preparados a base de carne de cerdo especialmente fina, con mucho esmero y de acuerdo con recetas estrictamente secretas.

 

3)  Al triunfar en la guerra los soviéticos se percataron para Austria, de que lo primero que había que hacer en éste país era desterrar la idea de unirse a Alemania.  Así los aliados plantearon a Austria  la posibilidad de considerarse neutral, al estilo que ya imperaba en Suiza. Las tropas rusas en Austria no quisieron abandonar hasta que el propio país no firmara un decreto que certificara su neutralidad. Stalin siempre pensó que los austriacos podían volver de nuevo sus miradas hacia Alemania  en cualquier momento. Fallecido el dictador soviético, todo permaneció igual, y los nuevos dirigentes rusos no retiraron sus tropas del suelo austriaco. Así pues, a pesar de la conclusión de la guerra en 1945, los austriacos tuvieron que esperar 10 años para verse definitivamente libres.

 

Internet: “Austria tras la Segunda Guerra Mundial”, 1945 -  1955. Por: José Manuel Vargas

 

IX

Viena

 

Después de una hora de viaje arribamos a la ciudad de Viena, capital de la República de Austria. El camionero termina su misión. Bajamos unas cuadras antes de la casa de tía Erzsi.

Caminamos acarreando el equipaje, vamos apuramos hasta llegar a la vivienda de la parienta. Estamos en la puerta, ansiosos. Mi padre toca el timbre, pasan unos minutos y la puerta se abre, pesada, crujiendo; aparece una mujer vestida con zapatos abotinados, medias de lana, pollera larga, delantal con vuelos, chaqueta cerrada al cuello y cofia con puntillas:  es la mucama; queda paralizada en medio del portal,  con ojos bien abiertos y gesto de pena, no puede disimular la sorpresa; aparecen ante su vista un conjunto de infortunados: al “comando” un personaje fatigado, mal trazado, con una gran valija a cuestas, todavía húmeda, indumentaria desprolija y sucia, barro en el calzado,  barba descuidada, enmarañada, de muchos días, un sombrero que en otros tiempos habría sido un tirolés, no podía ocultar una cabellera en total desorden; tiene el aspecto de un pedigüeño acompañado por tres niños desaliñados, en peores condiciones; en definitiva un grupo de mendicantes de la guerra; pero todos lucían una amplia sonrisa y gestos   impacientes.

Pregunta Andor: “¿La Sra Erzsi está?” La mucama permanece inmovil por un instante que parece una eternidad, finalmente sin mediar contestación cierra la puerta. Luego de un rato se abre nuevamente el portal y aparece la mujer, esta vez más relajada con gesto, ahora misericordioso, trae en sus manos dos pedazos de pan que ofrece a mi padre; él no sale de su asombro, luego de un rato que parecía interminable dice pausado: “Disculpe señora, dígale a Erzsi que soy su primo Andor de Hungría, aunque usted no lo crea”. La empleada, nuevamente inmovilizada sin saber qué hacer demora nuevamente, por fin gira y cierra la puerta. En seguida se abren los dos portales y aparece la Tía con una sonrisa enorme, los ojos llorosos y con un abrazo interminable le dice: “Andor que alegría inmensa verte de nuevo”; y él contesta, al mejor estilo húngaro: “Querida señora, le tomo la mano y se la beso”. (1) Erzsi nos acaricia efusivamente con la cara mojada por las lágrimas.

-Por favor pasen, la casa es de ustedes.

-Gracias.

Nos sentamos en el estar donde mi padre narra, calmo, paso a paso, lo que les ocurrió en Hungría después de la guerra, la muerte de la esposa y las últimas peripecias sufridas para lograr atravesar la frontera y llegar a Viena con la familia.

-Les hago preparar algo para que coman… ¿Y esa valija mojada? -Comenta la tía.

-Si la rescaté luego de caer a un rio. Llevo ropas y documentos que quedaron manchados.

-No hay problema, lavamos la ropa y secamos los documentos.

-Ustedes, mis queridos sobrinos, pasen al toilette y desvístanse para que se higienicen.  Nos dimos un baño “celestial”, la bañadera llena de agua tibia, con jabones perfumados; fue el mejor lavado (después de la palangana de la señora Lota en el último piringundín)  y por añadidura de inmersión; lo disfrutamos como nunca luego de tantos trajines, fríos y barros. Fue una estancia maravillosa con paseos, visitas, buena comida y juegos, compartidos con los hijos casi adolecentes, de tía  Erzsi.  Andor, mientras tanto, salía diariamente para gestionar la venida desde Hungría de mi hermano Geza y la institutriz que quedaron en Kecskemét. Negociación que logro concretar comunicandose con los expertos guías, los que nos llevaron hasta la frontera.

Una tarde nos invitaron a conocer la ciudad, fuimos en automóvil, lo ocupamos apretados: cinco menores y tres mayores. Recorrimos parte de la histórica capital pasando por avenidas, mansiones, monumentos, el castillo Schönbrunn de la emperatriz Elisabeth conocida por todos como Sissi y el gran palacio imperial de Hofburg e iglesias importantes como la catedral de San Esteban en la plaza principal de Viena: la Stephansplatz. Conocimos, también,  el Zoológico; fue la primera vez que descubrí algo así: los animales estaban separados de las sendas peatonales por profundas zanjas, me llamaron la atención los elefantes, las jirafas, algunos  felinos, no había rejas, estaban sueltos menos los monos que se encontraban en grandes jaulas. ¡Al salir del Parque  no encontramos el auto que nos llevó! Ahora otro desconcierto: volvimos a  casa en tranvía, mi primer viaje en ese descubrimiento; las ruedas rechinan sobre los rieles y la campana anuncia su aparición en las esquinas, los asientos de madera, el conductor uniformado parado al frente con su gorro de visera.

Después de unos días, la sorpresa en do mayor: fue la Navidad de 1949 en Viena que nos regaló la Tía y el cumpleaños 37 de mi padre, nació precisamente un 24 de diciembre.

Esa tarde luego del baño nos vestimos para la ocasión con ropa, perfume y hasta corbatines, los zapatos como un espejo. Cenamos comidas variadas, manjares típicos de la Navidad. En la mesa, de acuerdo a la tradición europea, solo conversan los adultos, los primos y nosotros callados escuchamos: los chicos no intervienen en la charla a la hora de comer. Terminado el “banquete” nos indican (a los menores) que nos ubiquemos en otro lugar e iniciamos el canto anunciando la llegada del niño Dios: como es costumbre son villancicos, primero en alemán con enorme emoción y voz en alto; lo hicimos luego en nuestro idioma, el húngaro (los habíamos ensayado  días antes). Con la última estrofa sorprende una campanilla, el sonido proviene de otra habitación y una voz que dice: “Ha nacido el Niño Jesús”. Todos corrimos a la sala desde donde provenía la voz. Mayor fue la sorpresa cuando vi un enorme árbol de navidad iluminado con infinidad de velas pequeñas; de las ramas colgaban abundantes caramelos de factura casera, en lo más alto la estrella de Belén. No terminó allí el asombro: en el pie del árbol se acumulaban cajas envueltas con papeles de colores, en cada una tarjetas donde figuran los nombres nuestros; al desenvolver encontré, alucinado una camionetita: es de madera pintada en colores, a mi hermana una muñeca de trapo, al mayor un libro de aventuras, para todos cuadernos con hojas blancas y un milagro: al raspar los pliegos aparecía sobre  relieve  figuras de árboles, casa, animales, etc., también una caja con lápices que no los vi en otra parte,  nunca más. A mi padre, por su aniversario, una pipa típica acompañada con una caja de tabaco “perico”. Escoltando al árbol, en una pequeña mesa, una bandeja con mazapanes, chocolates y otros dulces. Jugamos con los regalos y disfrutamos los postres hasta que nos venció el sueño. Fue una noche inolvidable, única, plena de alegría y felicidad; la primera en familia después de la muerte de mi madre… ¡Veinte días imborrables!

Ahora mi progenitor se empeña en buscar un nuevo trabajo principalmente orientado a las actividades rurales. Pronto consiguió un empleo relacionado con su profesión: es un establecimiento lechero que,  además, tiene cultivos con árboles frutales. Pasados esos días  nos trasladamos a casa de otros tíos paternos, quedaba próxima a su nueva actividad.

Andor impaciente por lograr el último de sus objetivos: salir de Europa y llegar a Canadá, debía necesariamente trabajar y ahorrar para solventar las contingencias de tan largo viaje y lo que se aproximaba; en esas circunstancias no dispone, tampoco, del tiempo ineludible para atender a sus hijos hasta tanto consiguiera su objetivo. En ese desvelo se contactó con la oficina en Viena de “La Cruz Roja Internacional”, organización que ofrecía albergar, en Suiza, a menores desterrados; allí gestiono y pudo enviar a mi hermana Kinga. Para el resto de los hijos el destino es el pariente cercano que ofreció recibirnos (no había suficiente lugar en la residencia de la tía). Kinga relata que cuando fue enviada al nuevo destino, el recorrido que hizo en tren fue de un días y una noche  hasta la estación de Shaffhausen(2). En  el país vecino, en un edificio con gran salón, la alinearon con otros niños sin entender para que estaban allí, pasaron unos minutos, desde una puerta entró un grupo numeroso de parejas  que observaban detenidamente a los recién llegados, finalmente señalaban a un niño, o más si eran hermanos; algunos son huérfanos de la guerra, otros hijos de refugiados. Fueron  seleccionados y trasladados a hogares temporarios o definitivos. Mi hermana fue elegida por los esposos Ruths, una pareja joven con rasgos germánicos, muy simpáticos,  Kinga hizo amistad con la hija del matrimonio. En ese destino  vivió un año, aproximadamente. Quedó en ella un hermoso y perdurable recuerdo de la familia sustituta.

Géza, mi hermano menor aún permanecía con la institutriz, en la casa con el caballo de bronce al frente (Kecskemét)…

 

(1) De familia católica y procedente de una escala inferior perteneciente a la nobleza del Imperio Austro-Húngaro, su trato es delicado para con las mujeres. Andor además de su simpatía y caballerosidad  mantenía la hidalguía propia de su educación  en todas las circunstancias que le tocó vivir.

(2)  

Schaffhausen. Ciudad en Suiza,  Cantón del mismo nombre: Schaffhausen. Está situado en la margen derecha del Rin al noreste del país. Schaffhausen adquirió importancia en el siglo 11, (1050) con la fundación de una abadía que lleva el nombre de “Todos los Santos. En Schaffhausen opera la “International Watch Company”,  relojería que es la única fabricante importante de reloj en el noreste de Suiza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

X

Región de Gràz. (1) (Austria).

 

                                                

La residencia queda  cerca de un pueblo a dos horas de Gráz; hogar de mi tío abuelo Pál Pfeiffer, casado con Ilona Bauer, allí fuimos los tres varones: Papá, Péter y yo unos pocos meses. Pàl, el dueño de casa, parapléjico, permanecía en silla de ruedas a consecuencia de un accidente sufrido durante la Primera Guerra Mundial, (un gran jinete en su juventud) y combatió como integrante de la caballería de húsares. Fue él quien inculcó a papá el amor por los caballos e influyó  para que adquiriera la capacidad de seleccionar animales aptos y saludables. La propiedad de los Pfeiffer se ubicaba a la vera del camino regional que ascendía hasta un pueblo, cuyo nombre no recuerdo, quedaba cerca de Pichl -lugar donde Andor obtuvo su trabajo-. La nieve cubría con generosidad una ancha franja sin vegetación y en declive, la que aprovechábamos para deslizarnos en trineo hasta la parte plana junto al camino; allí ocurrió mi primer accidente: en uno de los descensos despiste y caí a un pozo al costado de la huella hundiéndome en la nieve; permanecí  más de una hora luchando para trepar hasta lograr ver a mis compañeros de juegos haciéndoles señas desesperadas, por fin advirtieron mí situación y llegó el  auxilio. Con los pies y las manos heladas corrí hasta la casa, mi tío al ver mi situación ordenó que me sacara la ropa y corriera descalzo alrededor de la casa (costumbre en aquellos países fríos, el remedio para reactivar la circulación sanguínea) al llegar a la puerta de ingreso, luego de la maratón, encontré un enorme fuentón de hojalata con agua tibia para un baño: ¡Remedio para los pies y manos congeladas!

La propiedad tenía tres represas a diferentes niveles alimentadas con agua proveniente de deshilo,   formaba un primer lago, el principal; luego en sucesivas cascadas caían al resto de los embalses. Allí se reproducían pescados para la venta durante la temporada de calor. En invierno los espejos de agua se cubrían de una gruesa capa de hielo que nos permitía patinar y jugar a los tejos. Una noche, Péter indicó que saliéramos por una ventana y en silencio, para no despertar a los mayores; fuimos hasta la represa más grande, cuando arribamos nos sorprendió que sendos reflectores la iluminaran potentemente. Se disputaba un evento deportivo: una carrera de motos y autos (con ruedas encadenadas) sobre la gruesa capa de hielo del lago, un circuito de aproximadamente setecientos metros con curvas, contra curvas y lomos de burro; pista preparada de antemano. Competición que vimos atónitos. Todo esto que  viví  en Austria lo recuerdo vívidamente. Otro  episodio consistió en trepar por un estrecho sendero hasta llegar a una cima, descansábamos sentados en esa cresta, desde donde se divisaba el pueblo, grande fue el temor cuando sentimos el gruñido de un oso, bajamos asustados, a los saltos, hasta el lago; la capa de hielo era delgada, Peter me enseñó como pasar deslizándonos acostados, nunca caminando para evitar hundirnos. Péter fue el principal ideólogo y gestor de las fechorías que compartíamos.

Durante esta permanencia Andor continúo como administrador en la finca cercana de Pichl, Bez Liezen(2). Transcurridos algunos meses apareció, sorpresivamente, el menor de mis hermanos: Géza con la institutriz Giszella: fue un regalo, una alegría infinita, estábamos ahora todos los varones juntos, nunca supe que hizo mi padre para traerlo. Faltaba que viniera Kinga de Suiza.

Al día siguiente de llegar el menor de los hermanos, con profundo reconocimiento y  sensible despedida a nuestros parientes por la generosa acogida, papá decidió trasladarnos a la residencia que le destinaron los propietarios de la finca; la que había sido desocupada por el anterior administrador, el que fuera desplazado por Flandorffer ante sus conocimientos y experiencia en la cría de vacunos y caballares; también en la elaboración de quesos, industria que desarrolló con su padre en Hungría y que, naturalmente, aprobaron entusiastas, los dueños. El desplazamiento provocó un callado enojo del desalojado: como represalia lo denuncio en la policía aduciendo, falsamente, que contrabandeaba caballos de raza desde Hungría. Los policías, en motocicletas, llegaron en varias oportunidades hasta el establecimiento de Pichl para indagar. Finalmente la cuestión fue más grave: Andor detenido y trasladado  a la Comisaría de Graz donde permaneció algunas semanas; quedamos acompañados, solamente, por Giszella, quien ofició de madre sustituta. En definitiva fue liberado ante la falta de pruebas.

Una tarde, para nuestra sorpresa y alegría, regresó Kinga de Suiza. Era la época del inicio de clases, al final del invierno. Con frio, todavía, fuimos matriculados los tres mayores: yo en primer grado, Kinga en segundo y Péter en cuarto (Géza no tenía edad escolar). La escuela se encontraba a dos kilómetros de distancia -allí transcurrió mi primer año escolar-. Un día de esos,  apareció mi hermana con una caja de lápices de colores, eran hermosos, seguramente marca “Faber”, los trajo de Suiza. Para llegar al establecimiento escolar, debíamos seguir por un sendero que atravesaba una pradera con cultivos de alfalfa y avena. En esa escuela aprendí el abecedario alemán y las primeras nociones de la aritmética.

Cuando llegó el receso escolar de verano, en el mes de julio, fuimos de vacaciones a una cabaña. Caminamos medio día hasta el pie de una montaña en los Alpes acompañados por un caballo portando dos grandes alforjas de mimbre con víveres. A esa altitud ya no habían árboles, solo pasto: alimento para ovejas, caballos y vacas; ganado que fue llevado a la zona días antes. Pasamos, en la chacra, una temporada fantástica luego de tantos sinsabores. La habitación que nos tocó,  acogedora, descansaba sobre cimientos y piso de piedras, las paredes hechas con troncos, con  techo y piso de madera, las camas de piedras con un  grueso colchón de paja, forrado en cuero de oveja. Al costado de la vivienda descubrimos una delgada cascada con agua de deshielo, formaba una pileta de escasa profundidad donde nos bañábamos todos los días, a pesar del agua bastante fría, un sol pleno nos ayudaba calentándonos. El regreso de la vacación fue atractivo: de trecho en trecho corríamos cuesta abajo gritando, riendo…

Mi hermano mayor contó que nuestro padre, quien periódicamente se ausentaba a la ciudad, lo hacía para gestionar la documentación necesaria para salir de Europa.

Un mañana, Péter nos sorprendió al contar que papá se iba a casar el 6 de agosto (era el año de 1950) con Gisella, la Institutriz. Ella pasaría a ocupar el papel de segunda madre. Aquel día los esperamos, después de la ceremonia que se celebró en el poblado de Pichl, con una cena diferente, fueron platos que no habíamos comimos antes y de postre una  torta “Dobos”.(2)  ¡Todo ameno! (el trato de ella para con nosotros fue siempre maternal, en alguna oportunidad, también, con algún  rigor). La complicación se presentó al regreso de Kinga: al arribar se  enteró, sorpresivamente, del casamiento, lo que le provocó un gran disgusto; discutió con papá y lo hizo en el idioma francosuizo que aprendió rápidamente en el corto tiempo que estuvo en Suiza; Gizella no entendía nada y dirigiéndose a su esposo le dijo: ”Haz callar a esa niña que no comprendo lo que habla”. Con el tiempo y mucha paciencia lograron que aceptara la realidad.

Al regresar de la escuela recogíamos frutillas silvestres, la búsqueda variaba siempre al pie de una cortina de coníferas, de un lado o del otro; era uno más de nuestros juegos competitivos, ganaba el que cosechara más cantidad. El destino final de las frutas era un postre sencillo con crema chantillí,  muy esperado después de cenar. Atrás de la casa se elevaba una torre de tres pisos con paredes y techos de madera, con  escalera también de madera que discurría al medio del edificio separando cada nivel en dos alas, a derecha e izquierda, allí se acopian los productos del verano, en el primero manzanas verdes a un lado y rojas al otro, en el segundo duraznos y peras, en el tercero ciruelas frescas y ciruelas pasas; este resultó otro de los  lugares mágicos en los fines de semana. Allí había que localizar telas de araña bajo los peldaños y rincones: ya ubicadas, con un dedo se tocaba la red para ver salir, precipitadamente, el arácnido en busca del insecto; otras veces cazábamos moscas para alimentarlas. También en ocasiones, con autorización, elegíamos frutos para comer, una delicia en medio del juego. Como siempre el inventor era Péter que nos hacía compartir sus travesuras.

Al finalizar del período escolar recibimos la documentación tan esperada para viajar. Luego del ultimo apresamiento, cansado de tantas persecuciones e injusticias, mi padre les comunicó, a los propietarios de la estancia, su decisión de emigrar de Europa; les narró la violenta muerte en Hungría de su primera esposa, la madre de los hijos. Convenida la fecha de finalización de su trabajo, recibió la paga acordada y recomendó a su ayudante para que ocupara el lugar que dejaba: un estudiante de agronomía que había asimilado su experiencia y estaba en condiciones de continuar la administración.

El día, largamente esperado, empacamos nuestras pertenencias y nos trasladamos a la estación de la zona: Pichl Bez Liezen. El tren que pasaba por ahí tenía como destino la frontera con Italia, llegaba a la ciudad de Génova. Fue un viaje de muchas horas hasta el límite de los dos países. Íbamos con la ilusión del éxodo final. La ubicación era en la segunda clase con asientos enfrentados, de rigurosa “pinotea”. Nos enteramos que la formación contaba con un coche comedor y sus respectivos horarios de comida donde concurrimos a almorzar y merendar, experiencia que nos resultó impensada por la satisfacción que nos provocó ser atendidos por mozos de blanco que traían platos abundantes y apetitosos, remotamente lejanos de los sabores habituales y en un ambiente atractivo, inesperado. Quedó gravado en mis recuerdos el cruce de un vagón al otro y el movimiento de las plataformas de acero que los unían, una sobre la otra y el sonido del golpeteo rítmico de las ruedas en las vías. Ante el largo viaje, la distracción era recorrer de punta a punta el tren; solo nos reubicábamos, velozmente en nuestros lugares, al ver aproximarse el guarda, atemorizaba ver  un uniformado, evocaba la violencia de los soldados rusos, también uniformados, visión que perduró por muchos años. Una forma de ir sepultando tan duros recuerdos era ese recorrido por los vagones, como un juego.

 

 

(1)      Graz es la sede de la ciudad austriaca , provincia federal de Estiria . 286 292 (enero de 2018) es la segunda ciudad más poblada de Austria y su segunda ciudad universitaria más importante. La ciudad se encuentra a lo largo de la Mura , al norte de la cuenca de Graz . Graz se encuentra a unos 150 km al suroeste de Viena , al sur de Mura , donde el río sale de las montañas de Grazi a la cuenca de Graz Su historia se remonta al siglo VI, cuando los eslavos locales construyeron un pequeño fuerte ( gradec ) en su territorio. Desde 1379 fue una de las oficinas centrales de los Habsburgo , durante mucho tiempo la capital de la Austria interior . Es el centro de la diócesis de Graz-Seckau. A orillas del río Mur se encuentra una colina llamada Schlossberg, que tiene una altura de 475 metros. Hace más de 1.000 años se construyó un castillo que dio el nombre a la ciudad (que se deriva de la palabra eslovena gradec, que significa "pequeño castillo"). Desde el año 1125 la colina albergó una impresionante fortaleza. En 1809 Napoleón ordenó destruirla. En dicha colina se edificó en 1560 la Torre del reloj, uno de los símbolos de la ciudad.

Entre las diferentes calles que forman parte del distrito Innere Stadt destaca la calle Sporgasse. La calle es más antigua que la ciudad ya que fueron los romanos los primeros que trazaron una vía que iba desde el valle del río Mur hasta la ciudad romana de Savaria (actual Szombately, en Hungría). Los artesanos que trabajaban en esta calle son los que dieron el nombre a la calle. 

(2)     Pichl, Bez.Liezen1 Pichl: Municipio pertenecieente al estado de Steiermark (en Español Estiria), ubicado en el sureste  de Austria, su capital es Graz y el condado es Bez.  distrito Liezen.

(3)     Torta “Dobos” que significa tambor, típica de Hungría de muchas capas finas intercaladas con crema moca y nueces molidas, la última superior con caramelo que queda duro por eso su nombre.

 

XI

Italia

 

Otro día de café. Carlos propone:

-Américo, quedamos que nos contarías el episodio del ultimo e inesperado apresamiento de tu padre y el gran temor generado.

-Sí. Aquello fue muy triste, nunca imaginamos que  podía atraparnos otra violencia; pensábamos que no ocurriría.

Se acerca el mozo, como siempre, ordenamos los cafés. Américo continúa el relato:

“Al llegar a la frontera con Italia, ya a la oración, cambia el personal de la tripulación, los austríacos son reemplazados por italianos, todo en presencia de la aduana de ambos  países. Requieren a mi padre los documentos de todos y  advierten que con el nombre de Andor Flandorffer figuraba una denuncia por el tema de los caballos; uno de ellos le comunica: “Señor está usted detenido, hay un requerimiento de la policía.” Y es esposado. Razón por la cual debimos descender del tren; fuimos conducidos a la comisaría, allí le advierten que por dicha causa no puede abandonar el país,  debiendo quedar recluido en un calabozo de esa seccional hasta tanto lo decidiera el Juez. Ya de noche, nos llevaron a una posada: el dormitorio tenía tres camas para cinco personas, los  hermanos debíamos dormir dos en cada una, yo con Péter y Géza con Kinga, que además de mugrienta y pobremente iluminada, durante la noche nos despertamos en reiteradas oportunidades a causa de  picazones en todo el cuerpo; a la mañana, investigado el episodio por Giszella, nos enteramos que los colchones eran nidos de insectos, lo que generó  reclamo a la encargada de la pocilga. Finalmente nos trasladaron a otra habitación limpia, pero esta vez con  dos camas, fueron órdenes de la policía. Por la falta de lechos, permitieron que los hijos nos turnáramos para dormir con mi padre, uno cada noche en el calabozo; cuando me tocó el turno a mí, descubrí que el colchón, sucio, muy delgado y sumamente incómodo, no me dejo conciliar plenamente el sueño, sí resulto inequívoco: acurrucado, abrigado no solo al calor de papá, sino la inmensa sensación de amor y protección que nos brindó con entereza en tan azarosa travesía; emoción que llevo entre mis  recuerdos perdurables.

El tema de la reclusión en la comisaria, se resolvió felizmente cuando pidieron los antecedentes a la policía de Gráz: quedó en claro la denuncia embustera del anterior administrador de la estancia; en consecuencia, fue liberado al cuarto día. Andor, acompañado por policías, fue a buscarnos a la fonda, desde allí todos nos trasladaron a un vagón que ofició durante la guerra de prisión, en el interior usamos la mitad del coche con sus respectivas camas de campaña, único mobiliario; en la otra mitad pernoctaba otra familia. Durante la estancia en el complejo de la estación asistíamos a una sala para control de salud,  fuimos vacunados y nos examinaron un médico y una enfermera en búsqueda de alimañas, era un requisito necesario para ingresar a Italia. Finalizados loa trámites burocráticos y el de salud, la familia recibió toda la documentación con pases libres para continuar con el itinerario.

Esperamos felices el horario del arribo del próximo tren, ahora en la zona italiana. ¡Por fin el tren! Se acerca lentamente, se detiene frente a nosotros; subimos entusiastas y cantando, Íbamos hacia la libertad hasta entonces esquiva, pero con la guía inclaudicable de un padre valeroso. El viaje a la ciudad de Génova nos pareció más corto, diferente: no hablamos ni jugamos, esperábamos ávidos, llegar a la ciudad, al puerto y a sus barcos…

En Génova fuimos alojados en un hostal incomparablemente, más limpio y agradable que el de la frontera. Descubrimos la cultura italiana su arquitectura clásica, monumentos históricos, también sus curiosas costumbres: por primera vez vimos que colgaban las ropas lavadas, para secar, en un enjambre de alambres que cruzaban las calles de una casa a la del frente, un muestrario de indumentarias de todo tipo, incluidas las más íntimas: imprimían una pintoresca y curiosa imagen que nos incitaban a la risas.

Durante la estancia en la ciudad supimos que países como Canadá, Brasil, Australia, y Argentina, entre otros, recibían inmigrantes.

Andor concurría asiduamente al puerto para averiguar los días de arribo y partida de barcos que admitieran  inmigrantes. Su deseo era un barco con destino a la capital de Australia, Sidney. Le informaron que con ese rumbo arribaría uno en una semana. Esto determino que concurriera a la representación diplomática de australiana, allí le informaron que debían recibir clases de inglés diariamente. La maestra designada por el consulado concurría a la posada para darnos clases básicas durante tres días. 

En una mañana, antes del inglés, papá me pidió que lo acompañara. Cargaba una gran caja pesada con sonidos metálicos. Cerca del puerto en una callejuela en subida, empedrada, estrecha, con casas viejas de condición humilde, iba preguntando por  la dirección de un comerciante en  compraventas de objetos de valor. Por fin arribamos al lugar buscado; se trataba de una vivienda con un portal de madera en mal estado con llamador en la forma de puño, al accionarlo retumbo en el interior, pasados unos instantes escuchamos una voz que provenía de una ventana del primer piso; alguien en voz alta dijo: “Pase señor”. Al abrir la puerta una larga escalera empinada, sin descansos,  nos conducía al piso superior. La habitación donde entramos era su “estudio”; nos recibió, muy amable, un hombre ya maduro de barba y calvicie acentuada, estaba parado detrás de un escritorio de madera avejentada; mi padre coloco la caja encima, El comerciante miró el joyero  y con gesto descuidado le indico que la abriera para ver el contenido, descubrí un juego de cubiertos con muchas piezas: ¿eran como cien? Ahora van apareciendo, ante mis ojos con  sorpresa, piezas hermosas de un conjunto antiguos de metal brillantes, eran de plata -reliquia familiar de varias generaciones atesoradas en secreto desde tiempos de mis bisabuelos- con gran valor material y más aún, seguramente, afectivo. Mirándome me dijo: “Es el último tesoro familiar que queda”: ahora ofertado a un especulador de antigüedades. El negociador reviso detenidamente las piezas, pasó un buen rato en silencio… Levanto la cabeza, miro, un “instante interminable”, a mi padre; luego y en alemán se suscitó un largo regateo por el valor de las piezas.  Yo recorría con la mirada la estancia: en medio se veía una gran mesa de madera también en mal estado atiborrada de libros de todos los tiempos y colores, algunos con lomos de cuero, acompañaban papeles desordenados, una lámpara antigua ilumina la mesa, sillas de estilo en mal estado, cuadros de artistas desconocidos, una biblioteca que abarca la pared opuesta a la ventana.  En uno de los extremos del habitáculo una pequeña puerta con doble llave.   La compulsa por el precio duro por un largo rato, el comprador seguramente no aceptaba el valor de aquel tesoro. Ante la intolerancia y la tozudez del comprador, mi padre, con gesto resignado, terminó aceptando lo que le ofreció en una última instancia; no había otra alternativa. Quedaba en manos del compraventero, aquel tesoro bien guardado por generaciones. Era el último recurso disponible para emprender el necesario y ansiado largo viaje que se avecinaba. El pago recibido fue en billetes de gran denominación. Nos despedimos, bajamos la escalera callados, lentamente, ya en la calle se animó y pude escuchar un insulto en vos baja rematado con: “judío tramposo”; se lo veía indignado por el escaso e injusto trato. Entonces me animé a preguntarle: “¿Toda esa cantidad de billetes?” “Son muchos pero tienen muy poco  valor, (1)  apena servirá para embarcarnos en la de 2º clase.

Mi progenitor concurría mañana y tarde al puerto esperando la nave que nos llevaría a Australia. En el tercer día, a la noche, al regresar en el hospedaje nos anuncia que el destino iba a ser otro y contó: “He recorrido desde la mañana el puerto de punta a punta, vi un barco de Argentina anclado y con el puente habilitado, me subí sin problema, busqué al capitán, una vez con él le narré la necesidad urgente que tengo de salir de Europa y la posibilidad de encontrar un país sudamericano que me acogiera con la  familia. Argentina es una de las posibilidades que  resulta particularmente interesante por el hecho de ser un país austral, lejano del lugar de tantas dificultades y problemas; además apropiado para desarrollar mis conocimientos como ingeniero agro-zootécnico. Luego de someterme a un extenso interrogatorio, el marino acepto incluirnos entre sus pasajeros. Pensando en ahorrar el costo de este hospedaje,  le pregunté:

-Disculpe el atrevimiento. ¿Puedo, con mi familia subir mañana a la mañana y quedarnos hasta que el navío zarpe?’ -El Capitán pensó un instante y pregunta.

-¿Cómo se compone la familia?

-Somos mi esposa y cuatro hijos, seis en total.

-¿Tiene los papeles del consulado en orden?

-¡Si. Todos!

-Si es así pueden venir, pero no olvide de registrarse en las oficinas del puerto, allí le darán un pase.

Cuestión que me alegro intensamente y sentí por primera vez un intenso alivio. Le agradecí la cordial decisión del marino y bajé corriendo para contarles”.

 

Ya en tierra con urgencia buscó los papeles en el hotel e inicio la pesquisa del Consulado de Argentina en Génova. Allí le  acompaño también la suerte, pudo completar durante algunas horas los trámites necesarios para migrar al país sudamericano. Solo esperó dos días para que le confirmen lo solicitado. Pasó ese tiempo  con ansiedad y sin contarnos.

Esa noche, ya con el visado en los  pasaportes y el resto de papeles del consulado, mientras cenábamos: deja los cubiertos en la mesa, mira en silencio a uno por uno de toda la familia, finalmente nos dice ceremonioso y con una encantadora sonrisa: “¡Callados todos, atiendan chicos…! Mañana temprano subimos a un barco argentino; de modo que ya no tienen que seguir con la maestra de inglés, allá hablan otro idioma: español y que tendremos que practicarlo durante el viaje”. Cuestión que nos produjo una emoción indescriptible, con alegría contenida casi al llanto. ¡Por fin tenemos un barco para emigrar!. Y continúa: “Después de la cena y antes de dormir deben recoger sus pertenencias y acomodar las valijas, recuerden que mañana a la madrugada  no disponemos de mucho tiempo, tenemos que caminar hasta el puerto para subir al barco, allí nos quedamos dos o tres días hasta que zarpe”. Cada uno de nosotros, de prisa y en silencio, ordenamos las ropas al costado de cada valija; Gizella, con paciencia, las ubico adentro con prolijidad hasta cerrarlas y precintarlas.

Por la emoción casi no pudimos conciliar el sueño. Nos preguntábamos como sería viajar en barco, todo absolutamente desconocido y cual nuestro comportarnos en el transcurso del viaje. Imaginaba que debía ser algo parecido a lo del tren, aunque más grandioso: ¿Podríamos corretear, jugar? ¿Cuantos días duraría la travesía? ¿Qué comeríamos?

 

(1) Política económica y desarrollo de la economía italiana desde 1945 a 1967 Por G. MANFREDI COSTA. En el período que siguió a la guerra la economía italiana se encontraba por debajo de los límites de subsistencia la estructura de la producción se hallaba alterada y desorganizada el  país entero estaba sufriendo la consecuencia de una inflación galopante. Hasta 1947 el incremento de los ingresos estatales era mayor que el aumento de circulación monetaria pero precisamente en 1947 esta relación se invierte y se llega a la temida inflación galopante alimentado por un acrecentamiento notable de la circulación monetaria que no iba ligado a ningún aumento de la producción. Ya no se trataba de sencilla intervenciones coyunturales sino de intervenciones auténticamente estructurales que requerían que se eligiese una u otra forma de concebir el orden económico-social que se deseaba dar al país.

La gran inflación, que comenzó en 1943, continuó ha jugarsta 1948 cuando fue erradicada por Luigi Einaudi:  aumentando las reservas obligatorias de los bancos, elevando la tasa de descuento oficial dejando la lira para devaluarse de 225 a 625 por $ en 1948 (o sea 178%), lo que permite una reactivación de las exportaciones.

Ref.:www.cepc.gob.es/Controls/Mav/getData.ashx?MAVqs…

 

En el siguiente café abre la charla Alfredo:

-¿Qué tal la travesía por el Atlántico? – Interrumpe Carlos:

-¿Te acuerdas como era el barco?

-Hasta me acuerdo cuando salimos de Génova, esa típica ciudad portuaria, muy Italiana.

 

 

 

XII

En Altamar

 

Muy temprano, luego del desayuno, partimos del Hotel cargados hasta la coronilla con valijas y envoltorios, caminamos muchas cuadras hasta destino: El Puerto.   Terminamos muy cansados pero ganaba el ímpetu que nos asistía. Un fornido  changarín con una carretilla conducía  lo principal: un pesado baúl.

¡¡Por fin: Llegamos!!

La rambla estaba despoblada; esperamos, en la oficina portuaria, la autorización para ingresar al navío… Ya con el visto bueno escalamos por el puente con el equipaje; el baúl lo sube un tripulante. Un marinero, que espera arriba, nos condujo al segundo nivel, el de los camarotes; el nuestro es uno de cuatro camas en cuchetas. Acomodamos el bagaje de prisa, queríamos, ansiosos,  descubrir lo desconocido: el barco (lo que pudiéramos de él). Salimos al pasillo, debimos ir memorizando el recorrido hacia las cubiertas para poder regresar sin perdernos. Era aquello un extraño laberinto de pasadizos, puertas cerradas y escaleras con destinos diferentes: un mundo nuevo,  desconocido, alucinante. Por fin mi hermano mayor encontró la salida de la maraña: me tomo de la mano y nos condujo a la zona descubierta, allí permanecimos mucho tiempo, nos transportó la curiosidad -pudimos conocer las partes permitidas-. Nos llamó la atención aves marinas en abundancia que revoloteaban encima nuestro, lanchas salvavidas colgadas y alineadas en la baranda, bancos, ventanas pequeñas redondas, en lo alto, estoicas, dos grandes chimeneas humeando; el color blanco invade la escena y los pisos con listones de madera. Todo, absolutamente todo, nunca visto y la rara sensación de estar arriba del agua con el suave bamboleo provocado por las olas al chocaba contra casco del barco.

En el primer día estuvimos solamente nosotros con los marinos. Tratamos de adivinar algo del nuevo idioma que hablaba la tripulación imposible de entender, era el italiano y el español. En el segundo y tercer día se empezó a poblar de voces sugestivas, arribaban familias italianas y un grupo de austríacos.

Estamos en el camarote cuando suena la sirena del vapor que se repite; es la señal de soltar amarras. Ese sonido inquietante, nos embarga de emociones encontradas, quedaban atrás sentimientos, lugares, personas, familiares y se abría un horizonte nuevo, desconocido, prometedor. Mi padre permanece callado, hay brillo en sus ojos…

 

¡Partimos!

En cubierta, sentíamos el rumor de las calderas y el suave balanceo de la nave, el horizonte se desplaza. Contagian mi padre y varias familias que saludan con manos levantadas. 

Apoyados en la baranda, respiramos el aire proveniente del mar, los corazones aceleran su marcha, parecía aquel un navío enorme, preparado para conducirnos a un mundo en paz, sin violencias, sin temores. Pasa, fugaz, por mi mente la imagen del brazo y la mano abierta saliendo de los escombros. Solo veo luces de la costa que se mitigan

 

¡Navegamos!

Es al atardecer vamos hacia la inmensidad. ¡El horizonte se va tiñendo de purpura y el fuego del sol, parsimonioso, se apaga  empapado en la profundidad del mar! Permanecimos parados, petrificados, embargados por la emoción que nos regala el paisaje; nos invade el embeleso de permanecer ante un espacio abierto, libre, pacifico.  Invade la embriaguez de permanecer en un paisaje abierto, libre, pacífico; solo luces que se alejan en la costa.

Anuncian la cena. Para acceder al comedor subimos a otro nivel, por encima de cubierta. Fue apetitosa, consumimos con entusiasmo después de tantos días de comidas escasas, insípidas. Ya en los camarotes dormimos  profundamente. Al día siguiente desperté y el barco estaba anclado en un puerto español, arribaron muchos  pasajeros, durante el ese día observamos que cargaban bultos y grandes cajones con grúas móviles que levantan del ancladero y los depositan en la bodega de la nave. Al anochecer partimos nuevamente. Las mismas tareas de carga fueron en  Portugal; el buque se completó de pasajeros. Luego arribamos a Las Canarias, allí el barco se abasteció, ahora, de combustible, víveres y agua potable. Permanecimos dos días, e inclusive pudimos bajar al puerto. Mi padre compró para mi hermana Kinga, que cumpliría año en el trayecto, una muñeca grande, de las que caminan.

Ya en la mar abierta, nos acompañaban delfines y peces voladores; esta fue una distracción: observar el mar y aquellos peses.

Tuve una sola contrariedad: consumir pescados todos los días, alimento que no me gustaba; ante la exigencia de que debía alimentarme, con gran esfuerzo, pasaba algunos bocados, los últimos permanecían en la boca para luego llegar a la baranda y arrojar al mar.

En popa pasábamos mucho tiempo extasiando viendo la prolongada estela espumosa dibujada por las hélices y que se desvanecía  a la distancia. En una oportunidad, el más chico de mis hermanos, Géza, grita: “¡Pájaros enjaulados!”, mientras se deslizaba sobre el piso para poder verlos nítidamente, maniobra que imitamos todos. Debajo de dos butacas de listones de madera sin respaldos, entre columnas, permanecían jaulas con canarios y otros tipos de aves pequeñas. No salíamos del asombro, el silencio invadió el lugar con el hallazgo hasta que alguien dijo: “mañana le traemos migas del desayuno”. Pensé: “¿Por qué traen pajaritos en un barco?”. Todas las mañanas se repetía la rutina alimentaria era un juego divertido. Hasta que un marinero, que pasaba por el lugar, nos advirtió: “Las aves son de los portugueses, ellos las alimentan con semillas todas las tardes; tengan cuidado, los dueños se van a enojar si se enteran que ustedes les dan migas, seguramente los retarán”. A pesar de la advertencia continuamos con la rutina de las migas; uno de nosotros hacía de campana por si aparecían los lusitanos. En botes salvavidas, cubiertos con lonas impermeables, que trepábamos, descubrimos bolsa de arpillera con trama abierta: contenían  galletas marineras. Este hallazgo nos tentó a sacar unas pocas  para consumir –alguien nos advirtió que aquello estaba prohibido- para evitar ser descubiertos encontramos un buen escondrijo, allí en silencio las comíamos.

Un día notamos cierta intranquilidad entre los oficiales; algunos pasajeros reclamaban porque una joven portuguesa que viajaba estaba rotosa, mugrienta y con piojos (insectos que terminaron contagiando). Ante semejante novedad, el capitán del barco ordeno terminantemente que fuera aislada para evitar mayor contaminación. El destino de la infortunada fue -con protesta- asistir al peluquero, quien finalizo con su cabellera, luego debía bañarse y cambiar la ropa; lo del baño, fue imposible, no permitió, por nada del mundo, aquel acto de higiene. Ante este trance de desobediencia y como castigo último, el Capitán decretó que fuera llevada a un nuevo destino (como en la antigüedad lo era el “carajo”) la subieron, por una escalera rebatible, a la plataforma más alta, la del palo mayor hasta una pequeña puerta, finalmente un habitáculo. Ya en su destino, retiraron la gradería de acceso para evitar que fugara; el colchón y sus prendas fueron arrojados al mar (observamos cómo, flotando, se alejaban lentamente). Era un cuadro surrealista ver aquellos elementos impropios “nadando” en medio del mar. La prisionera pasó en aquel destino dos días, fue otro  inesperado e ingrato acontecimiento, ver aquella joven y su situación. Cuando la bajaron permitió, con un traje de baño puesto, que la bañaran: fue con un chorro de manguera en cubierta, durante un buen rato, que acabo con la suciedad; trato, sin lograrlo, de resistir a los gritos.

 Luego de varias jornadas de navegación, durante el desayuno, altavoces informan que estábamos próximos a la línea del ecuador (trazo imaginario que dividía al mundo en norte y sur). Sale el capitán, parsimonioso, e invita a todo el pasaje luego del almuerzo, para que fuéramos a la cubierta principal a festejar el suceso; cuestión que observamos puntualmente.

Comimos con premura y fuimos al lugar indicado. Éramos los primeros; luego, como por encanto, surgían de todas partes pasajeros que colmaron el espacio, provocaban  un bullicio “in crescendo”. De pronto escuchamos una orquesta formada por marineros con trompetas, maracas, tambores, y bandolinas, se aproximaban ejecutaban melodías italianas y  caribeñas, alegres, rítmicas; subieron a una tarima colocada para la ocasión. Como por encanto y abriéndose paso entre la multitud, se aproxima un personaje cubierto con una gran capa colorida, en su cabeza un gorro rematado con una corona, en la mano derecha portaba un tridente: era el Rey Neptuno, (1) por debajo del manto está el mismísimo Capitán, sube a la plataforma de los músicos; allí, el Rey del mar anuncia que este es el preciso momento del cruce de la línea que divide al mundo, la del Ecuador; los músicos se callan, durante 20 minutos surgen bengalas y bombas de estruendo. Silenciados los cohetes el Capitán invita a danzar al ritmo de tarantelas, pasodobles  y jazz. El baile lo inicia el mismísimo “Rey” tomando a una joven pasajera. Los menores descubrimos, como por magia, que un marinero se aproxima a una gran mesa cubierta por una capa negra, toma uno de sus extremos y con una treta de ilusionista retira el manto y aparece ante nuestros ojos el tesoro escondido: con brillos de variados colores, golosinas, frutas tropicales, confituras y otras delicias que colmaban con derroche el tablero. Fuimos corriendo, cantando y riendo, para ganar lugar y colmarnos las manos de la deliciosa y mágica sorpresa. Este acontecimiento lo guardo entre mis recuerdos imborrables, como si fuera hoy. ¡Fue la primera fiesta multitudinaria de mi vida! Durante varios días, cada vez que metíamos la mano en el bolsillo surgía, como por encanto, una golosina, la de la fiesta de Neptuno, motivo de una nueva algazara.

Durante un día entero, debimos permanecer en los camarotes por una feroz tormenta con mucho viento que provocaba grandes olas y sacudían paredes todo, estaba prohibido subir a cubierta. Al anochecer volvió la calma, y nos invitan al comedor para cenar; no pudimos ir todos, permanecíamos en estado nauseoso y mareado. Esto se prolongó un par de días. Cuestión a la que debimos acostumbrarnos cada vez que llovía, soplaba viento y crecían las olas. 

 

(1)     Neptuno es un dios de la mitología romana, hijo de los dioses Saturno y Ops, hermano de Júpiter y Plutón. Gobierna todas las aguas y mares y cabalga las olas sobre caballos blancos. Todos los habitantes de las aguas deben obedecerlo y se le conoce como Poseidón en la mitología griega.

Neptuno eligió el mar como morada y en sus profundidades existe un reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y manantiales donde quiera y en causa de su ira provocando los temibles sismos o terremotos.

 

 

En el café del viernes no hubo preguntas. Américo  continuó con el relato.

XIII

América

 

Después de otras tantas jornadas ya soleadas y calurosas arribamos a un puerto del norte de Brasil (posiblemente a Porto de Galihas cerca de Recife (1)). Nuevamente cargaron abastecimientos para continuar hasta la próxima parada.

En navegación se divisaba muy lejanas, hacia el poniente, relieves en altura de la costa sudamericana. Unos días después llegamos a un gran puerto en una bahía atiborrado de barcos, veleros  y lanchas, rodeada de edificios. Nos explicaron que se trataba de  Rio de Janeiro, la capital de un país llamado Brasil. El Capitán informó que habíamos arribado a una región de gran belleza con una ciudad vistosa y que nos deslumbró. Allí descendieron gran parte de los pasajeros, eran portugueses. La embarcación permaneció tres días amarrada. El Capitán señala el morro que veíamos y relata: “Es el famoso “Pan de Azúcar”, en la parte más elevada pueden ver un enorme Cristo con los brazos abiertos” -Api y Gizella piden que nos  persignemos al observarlo- mientras seguía señalando y describiendo partes de la ciudad. En la segunda jornada es posible bajar a tierra. Por indicación de la tripulación, tomamos un tranvía que recorrió lo principal de la ciudad; me llamó la atención que subían y descendían individuos de raza negra, fue una sorpresa verlos por primera vez en mi vida, eran de piel retinta, solo clara la palma de las manos, los ojos negros,  nariz chata y ancha con fosa nasal dilatada, labios gruesos  rojos, cuando halaban resaltaban los diente blancos, los arcos ciliares prominentes también los pómulos grande y  pelos cortos rizado. El trayecto de varias horas me resulto muy atrayente, pero cansador y agobiante por el intenso calor. Ya de regreso vimos cargar gran cantidad de cachos de banana en enormes redes que volcaban su contenido en la bodega de la nave, cayendo algunas de las frutas a la cubierta, esto despertó el deseo de recogerlas, no nos dimos cuenta de que ensuciábamos nuestra ropa blanca con manchas producidas por la sabia del frutos, que resultaron imposible de sacar, mi padre advertido de lo que hacíamos nos llamó la atención para que no siguiéramos en la tarea con bananas verdes. A la mañana siguiente fuimos al encuentro con nuestros casuales acompañantes, los pájaros canarios, grande fue la sorpresa al advertir que ya no estaban: se los llevaron los portugueses. Al tercer día partimos rumbo a otro puerto.

En alta mar llama la atención un sonido extraño que provenía del mismo lugar, el de las jaulas: estaban ocupadas por coloridos y escandalosos loros. Ahora el mismo marinero aparece y nos reclama que no debíamos acercarnos a las aves: “son del Capitán”, ordeno.

Navegamos dos jornadas. Tuvimos un día de lluvia sin  olas importantes ni vientos fuertes. Durante el trayecto nos acompañaban gaviotas y peces grandes que aparecían y desaparecían de la superficie del agua con saltos acrobáticos, después supe que eran las llamadas toninas. Al atardecer de otro día llegamos a un puerto dentro de una bahía, era  Montevideo; allí bajaron algunos emigrantes y descargaron parte de las bananas. Esa noche, en la cena, ocurrió lo inesperado: ¡dejamos, por fin, de comer pescados! justo cuando ya me estaba acostumbrando y podía tolerar un poco los peces del mar, en su reemplazo nos sirvieron, un sabroso estofado con carne vacuna; un lujo en el viejo continente y desaparecida durante la guerra. Esa noche comentamos los hermanos lo seductor que es consumir sabores ignorados. Descansamos plácidos, disipados.

 

(1)        “Porto de Galinhas” es un pueblo y playa de la municipalidad de Ipojuca en el estado de PernambucoBrasil. Según la historia el pueblo se llamaba “Porto Rico” (Puerto Rico), hasta que el 1850 se convirtió en un paraje donde se desembarcaban y comerciaban esclavos para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar dado que en esa época ya vigente la prohibición del tráfico de esclavos desde África. Para evadir la fiscalización de esa ilegal transacción, los esclavos eran transportados juntos con gallinas de Guinea y la contraseña creada por los traficantes era “tem galinha nova no porto” (hay gallinas nuevas en el puerto), de allí el origen del nombre actual. La municipalidad de Ipojuca, donde se ubica Porto de Galinhas, fue creada el 12 de noviembre de 1895.

Ref.: Internet.

 

X

Argentina

 

¡¡Faltaba muy poco!! ¡El navío rumbo al destino final! Navega por un enorme estuario de aguas más oscuras, la de un río: se orienta a la ciudad de Buenos Aires de Argentina; un país desconocido con fama de hospitalario: -Corrían los últimos días de marzo de 1951-. Fue conmovedor divisar el puerto. Llegamos a media tarde. Abajo la explanada del puerto; en cubierta nos dirigimos a la rampla. Formando una larga fila los marineros nos despiden con gestos de satisfacción: el de la misión cumplida.

 

En tierra algo sumo nos reclama a estrecharnos, la emoción asalta. Mi padre en un enorme abrazo nos alcanza a todos; vi en su cara, por primera vez, rodar lágrimas, hay gestos de dicha. ¡Era el triunfo ante la adversidad y la muerte!

 

¡Es el fin de la odisea! La  última etapa de una cruzada feroz, comandada por quien marco, en nuestros corazones, un rumbo imperecedero con tenacidad y valor. Lucha solitaria del Conductor con la compañera y cuatro hijos. ¡Su faro: la  búsqueda de  Paz!!

 

 

Nos aguarda personal diplomático y de aduana. En una interminable fila esperamos los controles de las documentaciones, finalizado lo administrativo, dos agentes nos guían hasta el “Hotel de Inmigrantes”. Fuimos ubicados en un extremo de un enorme pabellón en planta alta, era para hombres con camas cuchetas de lona blanca donde encontramos frazadas y toallas, allí quedamos Papá, Péter y yo. En otro extremo estaba el pabellón de mujeres adonde fueron Gizella, mi hermana Kinga, y el menor Géza -tenía el pelo largo, rubio, nunca se lo cortaron desde que salió de Hungría- lo confundieron con otra nena. Los baños estaban en planta baja. Un enorme comedor donde cenamos algo apetitoso; nuevamente alivio: ¡sin pescado!. La actividad durante la estadía en el Hotel: desayuno, almuerzo, pasear por la zona, cenar y dormir. En ese escenario pasamos un mes. Una mañana se presentó, en el hall de entrada, un personal del consulado austríaco que vociferó en idioma húngaro: “¡Béla Flandorffer, Ingeniero Estanciero!”(1), al escuchar su identificación, mi padre con el resto de la familia nos acercamos al funcionario, luego de los saludos de uso y presentaciones le entrega un largo registro de posibles destinos para que eligiera alguno: desde Ushuaia hasta la Quiaca, zonas que tenían que ver con su profesión.

-¿Cuál de todos los destinos es el más retirado? – Se apresuró a preguntar. No quiso leer e insistió:

-El que quede más lejos de aquí, ese quiero. -En su mente perdura lo terrorífico vividos en Hungría, y una ciudad enorme como Buenos Aires la presumía difícil. Siendo su vocación la del campo, primaba el deseo de rechazar el bullicio de las grandes urbes. Finalmente fue la provincia de  Salta la elegida. El empleado repregunta.

-¿Usted está seguro del lugar que elige?”. -Andor toma el listado, lo lee y descubre un apellido húngaro en la región elegida, esto fortaleció su decisión.

-Si estoy seguro. -Ratifica.  

-En tres días tendrán ustedes las documentaciones y los pasajes en ferrocarril para trasladarse a la ciudad de Salta. -Le asegura el funcionario.

Continuamos en el Hotel durante un mes. En este trance salimos a caminar y a conocer, diariamente, parte de la ciudad en cortos recorridos, acotados por los horarios de comidas. Entre otras cosas recuerdo la Torre de Los Ingleses y la plaza San Martin, los mateos alineados al lado de las veredas fue otra de las sorpresas, no conocía ese tipo de carruaje, todos negros con sus adornos y la variedad de caballos; los de Hungría eran distintos, menos majestuosos, más campestres. Conocimos el Zoológico, más grande, pero no tan atractivo como el que vimos en Viena. También visitamos una familia judía con niños, ellos viajaron con nosotros y con los que compartimos juegos y charlas; la comunidad judía ya les tenían asignada una vivienda en Buenos Aires: una chalet equipado hasta con alfombras y cortinas, tenía un patio amplio para jugar.

Llegó el día de aprontar las valijas y el baúl. Después del almuerzo nos esperaba el empleado del consulado en un mateo. Partimos hacia la Estación del Ferrocarril Belgrano, muy cerca del Hotel de Inmigrantes,  en Retiro. Un edificio enorme con muchas vías separadas por interminables andenes. Allí estaba el tren de pasajeros con destino a Salta; caminamos un largo trecho en el corredor y subimos al vagón que nos correspondía. Otra de las curiosas satisfacciones que vivimos, paso a paso, fue viajar en camarotes y sus camas. Ya en el coche destinado subimos con el equipaje, caminamos por un pasillo con ventanas de un lado y puertas del otro, las de los alojamiento, arribamos al nuestro: alucinados descubrimos un habitáculo de madera lustrada con cuatro camas en cuchetas y colchones forrados en cuero color verde, un lavatorio de acero rebatible o su tapa como mesada, ventilador negro, espejo, un armarito y dos ventanas con vidrio y persiana que se podían abrir.

Parte el tren. Salgo del dormitorio y me ubico en el pasillo con mi hermano Peter; descubrimos por la ventana una interminable sucesión de casas, avenidas y calles que se interrumpen con la vía, hay barreras bajas y un sonido de campanilla advierte el paso del tren. Transcurrieron más de dos horas cuando descubrimos los primeros cultivos y enormes potreros llenos de vacunos, otro con caballos; es una sucesión infinita de campos que dejamos de ver al anochecer. Un mozo de chaqueta blanca surgió en el pasillo, pregonaba algo en cada puerta, mi padre entendió, por señas, que debía anotarse para la cena. Más tarde paso nuevamente el de la casaca convocando, por apellidos (el nuestro pronunciado con mucha dificultad) al turno de la comida lo que nos explicó mi padre. A la hora indicada atravesamos varios vagones hasta llegar al coche comedor, quedaba al medio del convoy. Nos ubicaron en mesas: los hermanos en una para cuatro personas a la derecha del pasillo central, a la izquierda Api y Gizella  en compañía de otras dos personas con la que se comunicaban con dificultad, apelando alguno de los idiomas europeos: un poco en francés y otro en alemán, nada de castellano. El menú, único, consistía en un suculento primer plato: bife con puré; luego surge el mozo con platos hondos vacíos que deposita en las mesas, desaparece y reaparece con una sopera y un gran cucharon para colmar los platos, cuestión que en Hungría siempre se servía al principio; acompaña una panera con enorme tira de hogaza blanca, finalmente el postre: queso con dulce. Luego de la cena el tren arriba a una importante estación bien iluminada, era de noche Regresamos al camarote; nos resultó novedoso utilizar aquel lavatorio oculto que aparecía manipulando una palanquilla; nos lavamos las manos, los dientes, la cara y… ¡¡a las camas!! Mi padre nos acondiciono de tal modo que las sábanas y colchas quedaran bien ajustadas bajo el colchón, Gizella nos hace rezar y se retiran al camarote vecino (el de dos camas) con un “jo tcakát kedves gyerekek” (buen sueño queridos niños). Al despertar descubrimos un desierto blanco: las Salinas de Santiago del Estero, que por primera vez conocí. El calor abrazador agobia, el ventilador resultó insuficiente, la ventana debía permanecer cerrada para evitar el ingreso de tierra y aire caliente. El tren se detenía en pequeñas estaciones del desierto albo, en algunas de ellas aparecían como por encanto decenas de vendedores que rodeando los vagones pregonando comidas regionales, saladas y dulces: pollos asados con papas horneadas, panes, roscas dulces, miel de caña, tabletas dulces de frutas secas… En una de aquellas paradas mi padre compro un bollo y al probar un bocado exclama: “este tiene grasa de vaca, no de cerdo, tiene un gusto distinto, en Hungría se usa grasa de cerdo para elaborarlos”. Mundo nuevo lleno de sorpresas: un desierto salitroso que a la distancia por la reverberación del sol en la superficie blanca, semeja un lago movedizo y a más de cuarenta grados de temperatura. A través de las ventanas se ven nubes de polvo disparadas por el paso del tren.

A la mañana siguiente, antes del mediodía, surge la vegetación que paulatinamente se va espesando hasta conformar bosques vírgenes. Son escasos los poblados que desfilaron; las tierras cultivadas y corrales desaparecen. A la hora de la siesta surgen grandes extensiones de cañaverales; ¡Andor observa con atención! Arribamos a una estación importante,  descienden gran parte de los pasajeros y dejan vacíos asientos de primera y segunda clase; ocasión que aprovechamos para desplazarnos por los vagones hasta los lugares vacantes. Sentados, una vez que reanuda la marcha, avistamos a la distancia montañas con vegetación. El paisaje se repite hasta descubrir una planicie con cultivos variados, ahora un puente sobre un  rio (tiempo después supe que se trató del rio Juramento) (1). La marcha continuó por varias horas hasta una estación grande donde ingresan pasajeros provenientes de otro tren. En el próximo trayecto aparecen árboles cargados de frutos amarillos, mi hermano me recuerda que son naranjas, igual a las que comimos por primera vez en Italia y que tanto nos llamó la atención. La tarde se apaga, la noche se aproxima cuando arribamos: ¡por fin!, luego de dos días de viaje, a la ciudad de Salta. En la estación debimos esperar hasta que bajaran el equipaje que venía en un vagón de cargas. Una persona nos espera, mi padre lo ubica; con su acostumbrada destreza se hace entender, a pesar del idioma, caminamos cargando los bultos hata el cochero que aguarda en una jardinera de cuatro ruedas, tirado por dos caballos diferentes a los húngaros, estos más bajos y robustos.

Ya de noche, atravesamos la ciudad; en el trayecto vi algunos tranvías, luego seguimos la costanera de un canal que discurría de norte a sur hasta donde terminan las casas. Cruzamos un puente, ingresamos a un camino de tierra custodiado por hileras de árboles. Luego de dos horas, pasando por un pequeño poblado, arribamos a una finca, allí nos recibió, con gusto, una familia que hablaba el mismo idioma nuestro, el húngaro; por fin pude comunicarme con otras personas. Al otro día, luego de un sueño renovador, el desayuno,  luego un baño de ducha. La dueña  cuenta que la escuela funciona desde hacen algunos días y que a la siguiente jornada nos conducirá a los cuatro hermanos y Gizella para inscribirnos como alumnos. Naturalmente, primero debíamos aprender el idioma castellano. Fue el inicio de una larga trayectoria de adaptación a una cultura diferente, prometedora, la de otro continente: ¡Latinoamérica!

 

-Gracias a esta sucesión de acontecimientos muy difíciles, a veces crueles y otros felices, es que pudimos encontrarnos en esta tierra. ¿Qué opinan de esta historia?

-¡¡Es única!! -Exclama Carlos.

-¡¡Asombrosa!! -Dice Alfredo-. ¿Y tu padre, alguna vez durante el viaje, les comentó acerca de sus sentimientos al dejar su tierra, Hungría?

-Nunca lo supe de su boca. Falta que les narre lo que paso en Argentina. Y como nos adaptamos. Eso queda para otros encuentros…

 

 

Colofón

“Queridos amigos. Muchos años después del viaje en barco, medité acerca de la imagen que retuve de mi padre y me puse en su cuero cuando lo vi sentado en el barco, pensativo, mientras yo jugaba:”

Fijo en la popa va mirando la estela que deja el barco, la  que se desdibuja y borra en el norte. Una imagen alegórica de su pasado reciente huyendo de ese mismo norte. Asaltan en su memoria, inconsultos mil recuerdos, torbellino incontrolado que lo obliga, como en un círculo infernal, a recordar la guerra,  la cárcel, la madre de sus hijos, la lucha por la sobrevivencia, sus cuatro pequeños ¡Tiene que abandonar esas sombras que lo persiguen! ¿Es un salto al silencio? ¡Su historia, la familia y el abismo de los últimos años!

Va dejando, además del frío inclemente del invierno, metrallas, muertes, cultivos, caballos...  Logra, por momentos, vencer a esa ronda del imaginando y su noche para imaginar el  sosiego cálido de una América Latina singular. Mezcla de acertijos y esperanzas.  Recuerdos turbulentos,  impenitentes,  imágenes últimas de fugas y escondrijos en su amada Hungría, ahora arrasada. ¿Cómo será aquel país a dónde corremos? ¿El sosiego cálido de la América Latina y su singular generosidad? ¿Allí mis hijos estarán bien? ¿Acertijos? ¿Esperanzas? Siento ganas de llorar, pero no debo. ¡Nó! Nada de lágrimas. ¡Basta! No quiero más recuerdos tumultuosos, impenitentes. ¡Nunca más odios e injusticias!”

 

 

ANTES: La infancia apacible, el almacén, la Escuela, la Universidad, el barrio, los juegos, sus amigos, los vecinos, los padres, sus hermanos, las predicas del cura, el casamiento con Marignon, los caballos, los modos cortesanos de una elite, época de paz y felicidad. De pronto estampidos, fuga, nacimiento de hijos, tierra arrasada, la pérdida de su amada esposa; todo fundido en una historia con final abrupto,  desgarrador, y su élite derrotada, despedazada. Protagonista obligado  de la última de las mil guerras fratricidas de Europa.

AHORA: Desarraigo, dolores, ilusión. Va acompañado por su nueva pareja en la desesperanza y con los hijos. Mientras la proa abre, en la inmensidad del océano, su nuevo rumbo…

            Deja caer las manos que apoyan y ocultan el rostro, abre los ojos y advierte a su hijo Imre: juega con una camioneta -el regalo de la Navidad en Viena- tiene  capó y cabina pintada de verde, caja blanca y ruedas rojas.

 

____________________

 

 

 

En 1580 fundó la ciudad de Buenos Aires, con el nombre de "Ciudad de la Trinidad", en el lugar donde en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de " Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre".

Explorador y Conquistador, Gobernador y Capitá

General del Río de la Plata [1528, Orduña, España – Marzo de 1583, Río de la Plata, Argentina (Virreinato del Perú)] En la Europa Central el apellido Garai o Garay es de origen magiar (húngaro) y dio nombre a una familia noble en el Reino de Hungría, una rama del clan de Dorozsma con los miembros notables en los siglos XIV y XV.

Ref. Internet.

 

 

(3) Juan de garay (1528 – 1583) Al ser ya gobernador del territorio desde el año 1578, fundó En 1580 fundó la ciudad de Buenos

Aires, con el nombre de “ciudad de Trinidad”, en el lugar donde en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de “Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre”. Explorador y conquistador, gobernador y capitán general del Rio de la Plata (1528, Orduña España – Marzo de 1583, Rio de la Plata, Argentina, Virreinato del Peru). En la Europa Central El apellido Garai o Garayes de origen Magiar y dio nombre a una familia noble en el reino de Hungria,una rama del clan de Dorzsma con los miembros notables en los siglos XIV y XV

Ref: Internet

 

(2) Imre András Flandorffer, nació un 20 de junio de 1943 en plena 2da.guerra mundial. Su país natal Hungría durante siglos fue invadido y dominado por distintos pueblos, es un territorio huérfano sin ningún hermano en Europa, quizás los finlandeses sean los únicos primos en el continente,  como lo define Lajos Zilahy en una de sus novelas de    “El siglo Feliz”

Escudo de armas de Hungría.

Idioma húngaro. El húngaro o magiar (en húngaro: magyar nyelv), es una lengua de la familia de lenguas urálicas. Se habla en Hungría y en ciertas zonas de Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Serbia, Croacia, Austria y Eslovenia. El húngaro pertenece al grupo de las lenguas fino-ugrias de la familia de lenguas urálicas, más específicamente, dentro de este, al subgrupo de lenguas ugrias. El húngaro actualmente posee 14 vocales. Las vocales largas se distinguen de las cortas por llevar acento simple o doble.

La palabra húngaro proviene probablemente del turco onogur, que en turco antiguo significaba "diez saetas" con el sentido figurativo de "diez tribus". ... El significado de estas palabras era aproximadamente "gente" y "hombre" o "ser humano". Entonces, un húngaro sería "una persona que pertenece a la misma gente".

Historia de Hungría a partir de la llegada de los magiares a Europa.

 

(2) En 1580 fundó la ciudad de Buenos Aires, con el nombre de "Ciudad de la Trinidad", en el lugar donde en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de " Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre".

Explorador y Conquistador, Gobernador y Capitá

General del Río de la Plata [1528, Orduña, España – Marzo de 1583, Río de la Plata, Argentina (Virreinato del Perú)] En la Europa Central el apellido Garai o Garay es de origen magiar (húngaro) y dio nombre a una familia noble en el Reino de Hungría, una rama del clan de Dorozsma con los miembros notables en los siglos XIV y XV.

Ref:  Internet.

 

 

 

(4)     1 Graz es la sede de la ciudad austriaca, provincia federal de Estiria . 286 292 (enero de 2018) es la segunda ciudad más poblada de Austria y su segunda ciudad universitaria más importante. La ciudad se encuentra a lo largo de la Mura , al norte de la cuenca de Graz . Graz se encuentra a unos 150 km al suroeste de Viena , al sur de Mura , donde el río sale de las montañas de Grazi a la cuenca de Graz Su historia se remonta al siglo VI, cuando los eslavos locales construyeron un pequeño fuerte ( gradec ) en su territorio. Desde 1379 fue una de las oficinas centrales de los Habsburgo , durante mucho tiempo la capital de la Austria interior . Es el centro de la diócesis de Graz-Seckau. A orillas del río Mur se encuentra una colina llamada Schlossberg, que tiene una altura de 475 metros. Hace más de 1.000 años se construyó un castillo que dio el nombre a la ciudad (que se deriva de la palabra eslovena gradec, que significa "pequeño castillo"). Desde el año 1125 la colina albergó una impresionante fortaleza. En 1809 Napoleón ordenó destruirla. En dicha colina se edificó en 1560 la Torre del reloj, uno de los símbolos de la ciudad.

(5)     Entre las diferentes calles que forman parte del distrito Innere Stadt destaca la calle Sporgasse. La calle es más antigua que la ciudad ya que fueron los romanos los primeros que trazaron una vía que iba desde el valle del río Mur hasta la ciudad romana de Savaria (actual Szombately, en Hungría). Los artesanos que trabajaban en esta calle son los que dieron el nombre a la calle. 

 

2 Pichl, Bez.Liezen1 Pichl: Municipio pertenecieente al estado de Steiermark (en Español Estiria), ubicado en el sureste  de Austria, su capital es Graz y el condado es Bez.  distrito Liezen Steiermark

3 Torta “Dobos” que significa tambor, típica de Hungría de muchas capas finas intercaladas con crema moca y nueces molidas, la última capa superior con caramelo que queda duro por eso su nombre.

 

 

(1)Gyertyános: En Húngaro se utiliza este término a espacios con lugares que contienen arboledas autóctonas.  Por su nombre, se trata principalmente de un bosque mixto de robles, hayas, y pinos entre otros, donde es posible admirar el arbusto ralo y el sombreado, en las formaciones de superficie punteada. (Ver foto de la casa).

 

(El café sirvió durante muchos meses de cenáculo obligado donde el amigo magyar, ahora argentino-naturalizado, desgranó esta historia inédita de sufrimientos, desesperanzas, esperas, conquistas y alegrías. Consecuencias impiadosas de la una cruel e insólita Segunda Guerra Mundial que dejó millones de muertos. El botín de guerra fue el reparto de Europa entre los vencedores. Hungría, luego de la impuesta alianza con el nazismo durante la conflagración; ya perdedora, fue forzada a integrar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.)

 

 

(1)Gyertyános: En Húngaro se utiliza este término a espacios con lugares que contienen arboledas autóctonas.  Por su nombre, se trata principalmente de un bosque mixto de robles, hayas, y pinos entre otros, donde es posible admirar el arbusto ralo y el sombreado, en las formaciones de superficie punteada. (Ver foto de la casa).

 

Puszta (IPA ['pustɒ], es un término húngaro utilizado para indicar vastas extensiones de llanura esteparia, típicas de las tierras planas de Hungría (parecido al de las pampas Argentinas). El territorio de la puszta es estéril, inhóspito, una especie de desierto herboso y en origen se refería a partes llanas de la gran llanura. En la gran llanura de la Puszta viven los pastores, los vaqueros y los guardianes de los caballos.

3Sopron: (en húngaro /ˈʃopron/, en croata Šopron, y en alemán Ödenburg) es una ciudad de Hungría cerca de la frontera con Austria. La ciudad está situada al oeste de Hungría. Está a 60 kilómetros de Viena y a 220 kilómetros de Budapest. Alrededor de la ciudad hay un monte y una región de colinas.

 

(7) En la casa de estudios universitarios de “Gazdasági Akademiai” de Buda Pest como Ingeniero estanciero o ingeniero de campo titulo que se da en Hungria y es una disiplina que combina la agrónomia (Conjunto de conocimientos relacionados con el cultivo de la tierra) con zootecnia (que estudia la cría, mejora y explotación de los animales domésticos que son útiles al hombre y cuya finalidad es la obtención del máximo rendimiento).

Ref: titulo digital

(7) Eszterházy ha sido una familia magiar de nobleza en Hungría desde la Edad Media. Desde el siglo XVII, se convirtieron en parte de los más grandes magnates terratenientes de los territorios del Reino de Hungría que se hallaban en manos de los germanos (en 1526 murió el rey Luis II de Hungría en la batalla de Mohács y los turcos otomanos ocuparon gran parte del reino). En 1686 los ejércitos cristianos expulsaron a los otomanos y reunificaron el reino, entrando bajo total influencia de los Habsburgo, y la familia Esterházy adquirió poder y riqueza. Posteriormente varios miembros obtuvieron inclusive el título de Príncipe Imperial germánico, alcanzando enorme influencia también durante la monarquía del Imperio austrohúngaro instaurado en 1867.

Ref: Internet

Los Eszterhazy poseían ciento veinte mil hectáreas de Hungría con once mil personas y diecisiete aldeas. Eso no era raro en aquella parte del mundo. Los nobles que poseyeran aquellos terrenos tenían sin duda la intensión de que sus nietos talaran la dura madera de aquellos árboles, en su mayoría robles y hayas.”

Ref: “Reino de Sombras” Pag. 89.   Alan Furst

Ediciones Urano. www.books4pocket.com

Barcelona 2007.

(7) El Ejército Húngaro fue una de las fuerzas armadas más combativas del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Los soldados magiares fueron guerreros muy superiores en calidad y arrojo, dos cualidades que demostraron a la perfección entre 1939 y 1945.

Ref: Internet.

 

(2)

Juan de garay (1528 – 1583) Al ser ya gobernador del territorio desde el año 1578, fundó En 1580 fundó la ciudad de Buenos

Aires, con el nombre de “ciudad de Trinidad”, en el lugar donde en 1536 Pedro de Mendoza había fundado un fuerte con el nombre de “Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre”. Explorador y conquistador, gobernador y capitán general del Rio de la Plata (1528, Orduña España – Marzo de 1583, Rio de la Plata, Argentina, Virreinato del Peru). En la Europa Central El apellido Garai o Garayes de origen Magiar y dio nombre a una familia noble en el reino de Hungria,una rama del clan de Dorzsma con los miembros notables en los siglos XIV y XV

Ref: Internet

 

(2) Imre András Flandorffer, nació un 20 de junio de 1943 en plena 2da.guerra mundial. Su país natal Hungría durante siglos fue invadido y dominado por distintos pueblos, es un territorio huérfano sin ningún hermano en Europa, quizás los finlandeses sean los únicos primos en el continente,  como lo define Lajos Zilahy en una de sus novelas de    “El siglo Feliz”

Escudo de armas de Hungría.

Idioma húngaro. El húngaro o magiar (en húngaro: magyar nyelv), es una lengua de la familia de lenguas urálicas. Se habla en Hungría y en ciertas zonas de Rumania, Eslovaquia, Ucrania, Serbia, Croacia, Austria y Eslovenia. El húngaro pertenece al grupo de las lenguas fino-ugrias de la familia de lenguas urálicas, más específicamente, dentro de este, al subgrupo de lenguas ugrias. El húngaro actualmente posee 14 vocales. Las vocales largas se distinguen de las cortas por llevar acento simple o doble.

La palabra húngaro proviene probablemente del turco onogur, que en turco antiguo significaba "diez saetas" con el sentido figurativo de "diez tribus". ... El significado de estas palabras era aproximadamente "gente" y "hombre" o "ser humano". Entonces, un húngaro sería "una persona que pertenece a la misma gente".

Historia de Hungría a partir de la llegada de los magiares a Europa.

 

1 Tiszafured es una ciudad en el condado de Jász-Nagykun-Szolnok, en la región de la Gran Llanura del norte de Hungría Central. Es la capital del lago Tisza en la frontera de Ucrania,. es el asentamiento y centro turístico más grande de la región de Tisza,

2 Viaducto: El primer puente permanente de Tisza, construido en 1833 este era el único cruce seguro en el río, el segundo de ferrocarril en 1891

3Jászberény: La ciudad está situada a unos 80 km de Budapest y a unos 45 de Szolnoken el centro del distrito Jászberényi. Se encuentra a orillas del río Zagyva ​. La segunda ciudad más poblada del condado. Se especula con que Atila pudiera estar enterrado en Jászberény.

Ref: vikipedia

 

 

(3)

Paloznak es una aldea en la región de Balatonfüred , condado de Veszprém , Hungría

El pueblo es famoso por preservar la estructura de asentamiento en las soleadas laderas de las tierras altas, se cultivan muchas uvas y frutas, tradicional al norte de Balaton. Los lugareños se ganan la vida con el vino y el turismo. La etimología del nombre del pueblo se refiere a la población eslava : la palabra "loznik" significa un viñedo, en eslavo "po loznik" significa "debajo de los viñedos".

 

(2)

El lago Balatón (en húngaro, Balaton; en alemán, Plattensee; en eslovaco, Blatenské jazero; del eslavo blatno, pantano, con el significado de “lago fangoso”, el origen más probable del nombre. Está situado en el interior de Hungría, a unos 100 km de Budapest, pertenece a la cuenca del río Danubio. Es  uno de los mayores lagos de agua dulce de Europa. Posee forma alargada, midiendo 79 km de largo y una máxima de 14 km de anchura, con una superficie de 594 km² y una profundidad media de 3 a 4 metros. Las dos orillas del Balatón difieren entre sí: en el margen sur se alza la zona turística con altos hoteles y minúsculas playas de aguas pocas profundas y calientes en el verano,  en el norte se hallan más poblaciones históricas, donde se encuentran montañas cubiertas de bosques de Bakony . En las soleadas laderas de las tierras altas, se cultivan muchas uvas y frutas, en el oeste y en el sudoeste, las colinas de Zala y Somogy , y en el este y sudeste las tierras bajas de Mezőföld. El clima es agradable en verano, la navegación a vela se practica por los buenos vientos del noroeste. El lago Balaton es el tesoro natural más famoso de Europa Central.

Ref. Internet

 

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(1)Sárvár es la perla de la región de Transdanubio oeste. Poblada desde tiempos prehistóricos, en la actualidad tiene 16.000 habitantes y pertenece al distrito de Vas, en Hungría. La ciudad vieja gira alrededor de la impresionante fortaleza Nádasdy. Sárvár significa “castillo de barro” (sar=barro, var=castillo), a orillas del río Ràba. La fortaleza jugó un papel fundamental en el progreso de la ciudad durante los siglos XVI y XVII. Pero además del gran complejo histórico y cultural que es el castillo, la ciudad tiene otros monumentos de interés, iglesias y museos que merecen la pena visitarse y un entorno natural rodeado de bosques. Por si fuera poco, en toda Hungría Sárvár es famosa por su inmenso y modernísimo balneario de aguas medicinales, en el que se ofrecen una gran variedad de terapias, y que se completa con un divertido parque acuático.

2 El río Rába (en alemánRaab; en húngaro, Rába;) es un río que discurre por el sureste de Austria y Hungría occidental, un afluente del río Danubio con una longitud de 283 km

3Indumentaria de los ganaderos Hungaros: Vestían chaquetas cortas con doble hilera de botones algunos con bordados horizontales al frente y mangas tres cuartos sueltos, camisas blancas con puños amplios y pañuelo en el cuello, Pantalones sujetas en la cintura con faja amplia en la cadera y angostos abajo agarradas con medias gruesas y botas a mitad de pierna, siempre con sombreros típicos de cada zona (chatos con alas cortas levantadas, redondas altas sin alas de lana o cuero, o boina muy amplia entre otros)   

4Gulyás ( En húngaro : gulyás [ɡuja] ) es una sopa o giso de carne y verduras , condimentada con pimentón y otras especias.  Originario de la Hungría medieval. Es uno de los platos nacionales de Hungría y un símbolo del país.  La palabra gulyás originalmente significaba solo "pastor", pero con el tiempo el plato se convirtió en gulyáshús (carne de gulash), es decir, un plato de carne preparado por pastores. Hoy, gulyás se refiere tanto a los pastores como a la sopa.

5Kecskemét es una ciudad mediana ubicada en la parte central de Hungría, capital del condado-provincia de Bács-Kiskun. Es la octava ciudad más poblada del país, concentrando al 9% de la población nacional dedicada tradicionalmente a la agricultura hortofrutícola y la ganadería equina y ovina-caprina.  Está a medio camino entre Budapest y Szeged, a 86 kilómetros de ambas ciudades, y a igual distancia de los dos ríos más grandes del país, el Danubio y el Tisza. Al final del siglo XVIII y principios del XIX, los pastos fueron empobrecidos y en muchos sitios se destruyó la cubierta de vegetación natural, lo que causó el movimiento de la arena que puso en serio peligro a la ciudad. La reforestación, plantaciones frutales y vides trajeron consigo una barrera natural que impedía que los vientos se llevaran las arenas. En el siglo XIX, ya era parte de un distrito vinícola importante, y todavía lo conocen por su barackpálinka, un aguardiente de albaricoque.

(6) La remolacha azucarera (Beta vulgaris L. subsp. vulgaris var. altissima Döll)1​ es una variedad de la remolacha común (Beta vulgaris) de donde se obtiene azúcar de forma industrial, existiendo otras variedades como la acelga, la remolacha hortícola y la remolacha forrajera. La raíz de la remolacha azucarera se ha ido seleccionando durante años para conseguir un mayor porcentaje de azúcar en su composición y una mayor capacidad agrícola. Sin olvidar su aporte de antioxidantes,  vitaminas hidrosolubles del grupo B, (B1, B2, B3, B6 y B9) y la vitamina C,  precursores de la vitamina A, como los carotenos y diferentes minerales (hierro, potasio, manganeso, magnesio).

​(7) Györ es la ciudad más importante del noroeste de Hungría, capital del condado de Győr-Moson-Sopron,1​ y se encuentra en una de las carreteras más importantes de la Europa Central, a medio camino entre Budapest y Viena, en la confluencia de tres ríos: DanubioRába y Rábca

 

(1)

Ólmod: Del alemán zanja de color plomo. El nombre Ólmod pueblo típico húngaro de la frontera  fue derivado intencionalmente del nombre alemán, Pertenece al condado de Vas en el distrito de Kőszeg  a 4 km de la frontera con Austria, Sin  conección por carretera a la ciudad vecina, Borsmonostor,(monasterio de Bors su fundador)  En 1921 se convirtió en parte de la Provincia de Burgenland de Austria.