Órgano de Mar


                 Órgano de Mar
                        y  Alicia.


Solos  tú y yo, yo y tú, en la rambla del repaso en Zadar
y el decurso de las olas que penetra en los mármoles;
sonidos que escuchamos solo tú y yo, yo y tú, esa tarde.
Malecón de evocaciones con amores que ya no son.

La rueda prodigiosa urgida por el sol es batida con los pies.
Resonancias desde el órgano activadas en la creciente
se conjuga sus colores por las noches en el piso y su aureola.
Tú y yo, yo y tú, empapados con ensueño y sus matices.

Aromas peregrinos de otras partes y un sonido imperecedero.
En mi Aleph lo adivino: Estertores de la tarde en el ocaso,
escollera de recuerdos para siempre. Ya en poniente pude ver
como brotan en mis ojos esas aves, sus graznidos y aquel mar.

Como rios que discurren en pendietes eternas para no volver
y se sumergen en el infinito de ese mar que vimos en poniente;
tiempo cuando el mar trago nuestro cielo enrojecido y quedamos...
Fue en aquel remoto lugar donde las olas entonaron para nosotros. 




EL PRIMER VUELO EN JUJUY


           
                                             Primer Vuelo



         Sucedió en San Salvador de Jujuy. Corría la primavera de 1911.
Julio Argentino Linares de tan solo seis años de edad, sin un céntimo en el bolsillo, se decidió a ver y tocar un aparato volador que lo llaman aeroplano, traído de Salta: bólido desarmado en partes y trasladado en vagón de cargas por el ferrocarril hasta la ultima estación en San Salvador de Jujuy, la de San Pedrito. De allí, en carretón tirado con mulas hasta “la pista”. El vecindario jujeño comentaba de lo sucedido, pocos días antes: el fracasado primer intento de elevarse sobre la ciudad de Salta y del segundo  que devino en un éxito asombroso.
La inaudita inauguración se llevò a cabo en el camino que costea al Parque, lugar donde, para las Pascuas, se instala la famosa “Feria de La Tablada” venida de la colonización española (actualmente Av. Córdoba). 

    Toda la población de la ciudad discute lo del “aparato que vuela”, el que ya lo hizo en la vecina localidad el 4 de junio; manejado por un francés llamado Marcel, fabricado en Francia.(1)
Julito parte acompañado con un joven vecino y con las recomendaciones estrictas de su madre María Ovejero.
Se trata del primer vuelo sobre la Ciudad de Jujuy, piloteado por el joven en su avión mono plano de 2 asientos en tándem (2).

      La tarde se despierta algo calurosa, en el mes del viento norte, todavía incipiente. Los amigos marchan, silenciosos, apurados, expectantes, por la calle principal, son solo diez cuadras hasta el lugar del evento; acompañan el recorrido un mundo de gentes venidas de todas partes. Grande fue la sorpresa cuando encuentran una alambrada con una tranquera que cerraba el paso y un taquillero exigiendo el pago de un peso por persona para el ingreso hasta el avión. Ante semejante circunstancia los noveles concurrentes se conforman con apostarse alejados de los acontecimientos.
A la distancia “el aparato”. La espera se hace eterna. Por fin aparece el piloto abrigado con campera de cuero, sube ágil; adentro del habitáculo delantero, primero parado, saluda a la multitud, parsimonioso desliza los anteojos desde el casco que recubre la cabeza hasta la frente, calza unos guantes blancos, finalmente se ubica en el asiento, parsimonioso dirige la mirada a la muchedumbre y saluda con la mano. Calza los anteojos, hunde las manos en el habitáculo y manipula no se sabe que instrumentos. Un ayudante, adelante del mamotreto, impulsa la hélice con gran esfuerzo en reiterados intentos hasta que, por fin, arranca el motor. El estruendo inunda el lugar, una nube de polvo llega hasta la alambrada; vuelan sombreros y pañuelos que terminan estampados entre los  alambres; niños despavoridos se desprenden de sus padres y se alejan corriendo hasta los árboles, las madres detrás de ellos. El asombro se apodera de todos. El avión acelera el motor e inicia el carreteo por la avenida de tierra recorriendo más de cien metros hasta despegar las ruedas del suelo y holgado va tomando altura; sube más arriba, encima de los árboles, mientras inicia un amplio giro sobre el Río Xibi Xibi y sobrevuela casas humildes y las quintas del margen derecho con rumbo al  cementerio, en el otro extremo de la capital. Desaparece a la distancia; en unos minutos nuevamente se siente el rugir del motor, ahora se aproxima por encima del centro de la ciudad hasta el lugar del despegue, desciende y aterriza provocando igual remolino de tierra y la disparada de los niños perseguidos por los padres.
Ya detenido en tierra baja el piloto, se aproxima a los espectadores. En un dificultoso español invita, a quienes se animen, para que lo acompañen en el asiento trasero en sucesivos vuelo y por la suma de cincuenta pesos cada uno. Por un rato se oyen murmullos. ¡El costo del “pasaje” es sideral! Por fin un comerciante de apellido Ruiz se anima y acepta el desafío. Nuevo despegue con el valeroso tripulante, giro hacia el río, la necrópolis, el centro del poblado y aterrizaje. Exultante baja Ruiz del mamotreto, truenan los aplausos y se oyen vítores de la concurrencia mientras lo rodean y le preguntan...
¡Nadie más se animó a remontarse!
Episodio que quedó gravado en el recuerdo de dos generaciones. El comentario, por aquellos días, fue: ¡¡“Pasò por arriba de las torres de las iglesias”!!

(1)     Marcel Paillette. Piloto francés de 27 años. Fallecido en Argentina en 1965.
           (2)   Avión “Bièriot XI 2”, de 2 asientos en tándem, motor de 80 hp., largo de 8,40m., envergadura de  10,35m. y que desarrolla velocidad hasta 110 km/h. Modelo que se fabricó en cantidad y utilizado en la Primera Guerra Mundial del lado del "Triple Entente"; la de 1914 - 1918.

CORONEL FELIPE VARELA







Coronel Felipe Varela en Jujuy.

                            El San Antonio

           Casa colonial construida en el siglo XVII, actual calle Lavalle Nº 275 (demolida no hace mucho  tiempo para construir un galpón sobre el terreno que  quedó con una vistosa vidriera atiborrada de zapatos). 

          En aquella casona del mil seiscientos (antes de los arquitectos) se ingresaba por un portón apto para carros y caballos, luego discurrían un pasillo corto y el primero de los patios, embaldosado, hacia allí se abrían las puertas que daban ingreso a la habitación principal, la de recepción y otras dos a los dormitorios; un pasaje más largo, al final otro pesado portón que, flanqueada por mamparas con vidrios de colores, se abría al segundo de los patio, el de lajas con techo de alambres cruzados sosteniendo una parra de uvas blancas. Al ingresar y a la derecha, entre el madero y una “ventana enrejada de cuerpo entero”, parcialmente empotrado en la pared se imponía (en factura de loza inglesa) estoico, en actitud venerable,  la imagen de San Antonio. Es el lugar donde se desarrollaron los acontecimientos vividos una mañana y que la historia no registró.
          El respetable San Antonio con sus dedos índice y medio extendidos en gesto de exorcismo tiene, en uno de los pliegues de la sotana, una pequeña ranura disimulada  que comunica con el interior del bendito. Por aquel artilugio  penetraban, a diario, monedas de plata que  aportaba el señor de la casa: el español  Don Pascual Blas (1), uno de los más ricos pobladores de la pequeña ciudad; dueño, además de un almacén en la esquina de las actuales calles Belgrano y Lavalle, enfrente del costado de la primigenia Iglesia de San Francisco, y de muchas otras casas de aquella manzana.

          EL  "Quijote de los Andes", Coronel Juan Felipe Varela, nacido en  Huaycama del Valle Viejo, Catamarca, el 11 de mayo de 1821. (Ascendido a General de la Nación en el año 2012, 133 años después de su muerte) llega a San Salvador de Jujuy, proveniente de Salta el 13 de octubre de 1867. Unos días después, el 23 de octubre, pasará a Humahuaca, a Yavi el 5 de noviembre, luego a Bolivia, para instalarse, acogido por el presidente boliviano Manuel Mariano Melgarejo Valencia,  en Potosí donde da a conocer, en enero de 1868, su famoso “Manifiesto a los Pueblos Americanos sobre los Acontecimientos Políticos de la República Argentina, en los años de 1866 y 67”; una  envestida contra el centralismo porteño y la asfixia del interior generada por el gobierno de Bartolomé Mitre. Luego de su reingreso a la Patria. Cae derrotado el 12 de enero de 1869 en "Pastos Grandes".

          El estanciero y militar muere de tuberculosis y en la pobreza, confinado por el gobierno chileno en el remoto Nantoco ("agua de pozo") Copiapó (Chile), el 4 de junio de 1879 a los 49 años de edad (2 años, 7 meses y 22 días después de su llegada a Jujuy).

         El episodio que nos ocupa ocurre en la casa ya descrita, la de Don Pascual. Pudo haber ocurrido el 14 de octubre de 1867, día siguiente al arribo del caudillo federal proveniente de Salta.
         Seguramente, enterado Varela, por algún buen conocedor, de los caudales acumulados en las sandalias del  bienaventurado Antonio, se dispuso a ingresar hasta ese mismísimo lugar. El próspero propietario advertido, un día antes, del arribo a la ciudad del caudillo federal, aprontó la platería y otros objetos de valor para retirarse, presuroso, a su casa quinta ubicada donde actualmente se encuentra el Hogar Escuela. Inaugurado el 4 de junio de 1950 por Eva Perón. Los ahorros del comerciante, acumulados en monedas acuñadas en Potosí quedan ocultos y custodiados por el Bendito del segundo patio. Ante la gravedad de lo por acontecer, deja escondido en el último baño, antes del fondo, al sirviente fiel (el “opa” de las casonas coloniales) para que, luego, reportara lo que pudiera escuchar. A la hora de la primera misa del día anterior a lo acontecer, Don Pascual, aprontan el equipaje, el portón de entradas es firmemente sellado; lo acompañan su esposa Josefa Eguren y sus hijos. Parten en carruajes, caballos y el cargamento.

          Seis de la mañana. El Coronel de copiosos bigotes y sombrero alado, inician la marcha hacia el centro del poblado hasta arribar, con alguno de sus oficiales,  al frente de la casa señalada; detiene la marcha y ordena a dos de sus adláteres que rompan las cerraduras y abran, de par en par, el portón. Precede seguro, como si conociera al dedillo el derrotero, e ingresa al paso con un baúl de cuero amarrado en ancas. Sin dificultad atraviesa por la calleja central de la casona hasta el segundo de los patios, el de la imagen que atesora. Llega al lugar, ordena detenerla caballería, inspecciona visualmente; enfrenta al Santo, parsimonioso lo recorre de pies a cabeza, se santigua, cuestión que replican los acompañantes. El silencio se apodera de la escena. Finalmente con vos grave proclama: “Por Dios y la Patria”, desenvaina la espada ganada en Chile -la de tantas contiendas- con el brazo extendido gira el arma describiendo un amplio arco que roza el parral hasta descargarla, en furioso y acertado golpe de gracia, en el cuello del Venerable que cae y se hace añicos en el suelo. “Teniente, desmonte, recoja las monedas, las pone en el baúl que llevo” –Ordena y desmonta, se dirige a donde se encuentra parte de la cabeza de loza del abatido Antonio, la acaricia con suavidad, lleva los dedos a la lengua, nuevamente se persigna; monta y parte precediendo la procesión. (2)

            Suenan las campanas de la misa de ocho y media de la Iglesia de San Francisco en “La Muy Leal y Constante San Salvador de Jujuy”.-



(1) – “Senado de la Nación Secretaría Parlamentaria Dirección General de Publicaciones (S-1386/10) PROYECTO DE LEY El Senado y Cámara de Diputados,... ARTÍCULO 1º.- Declárase monumento histórico nacional al edificio del Colegio Nº 1 “Teodoro Sánchez de Bustamante” -ex Nacional... ...Cabe destacar que el Colegio Nacional de Jujuy se organizó en un momento crucial de la política en la provincia, cuando hombres como: Sánchez de Bustamante, Quintana, Pascual Blas y otros se jugaban la vida por la independencia de la provincia”.

 (2) - Unitarios y Federales, en sus azarosas campañas militares se veían impelidos, una vez agotados sus propios recursos, a requisar en -"operaciones non santas"- para sostener a sus tropas y caballada (alimentos, vestimenta, armamento, paga). 











El Aleph


                 El Aleph

 

Es la noche que se arrima testaruda.

Son dos números y ocho cuadros,

lo encontré con mi amigo esa tarde:

“Del Milagro” y  portones enrejados.

 

Una pieza, una cama y mi Aleph.

Con el hálito en la noche; ¡solo yo!

Un portento los recuerdos y esa luz

de colores en mis ojos, atrapándome.

 

Son lugares con los tiempos concertados,

deliberan diversos mundos entre sueños:

son montañas y los bosques y el desierto,

hay llanuras con esos ríos en movimiento.

 

Y memorias que desfilan impiadosas:

Oigo cánticos y lluvias de los trópicos;

o los grandes zapallares en tu Alaska

que aportas para mí de esas privanzas.

 

Zadar: la música del órgano y su mar,

sonidos melodiosos de olas inventoras

encerradas entre piedras antiquísimas.

Y los mármoles remotos de sus calles.

Y los arcos y los puentes y los bares.

 

Atropellan y aparecen en el teatro del Aleph:

mil palacios, viaductos, iglesias y los santos.

Desafiando los vientos entre hayas y colores,

emergente, imperial: Catalina imperecedera;

es la imagen ennegrecida de su estatura toda

con nueve amantes a los pies que la veneran.

 

Finalmente, en madrugadas la realidad:

Eclipsada la indolencia de espejismos,

otros soles, otras sombras, otros tiempos

acompañan y señalan este nuevo rumbo.

 

Viven sombras que se lucen en mi Aleph. 



 


HUACALERA





        El Callejón
                        Huacalera
 

Lo sabemos. Fue una ronda:
La arboleda, el Río Grande, 
y madrigales entre espigas.
Es tu casa: grana por la tarde,
suda ardor por sus ventanas.

Nos empapamos en los soles.
El callejón está cubierto:
verde  perenne, obscureciendo
el paso lento imperecedero,
categórico de armonías y fragancias.
                                                                         
Con mis  cerros y tus  cielos
de luz toronja al occidente: ¡Arde!
Hervideros de cotorras sobrevuelan,
chillan, frente el nido generoso.
El loro viejo pasa solo, concluyente.

Éramos dos y pareció imperecedero.
Fue encontrarnos con los brotes, aires,
troncos viejos y las pircas sempiternas.
Sincretismos ancestrales nos ofrendan
con ardores y el pacto en ese callejón.

Sueños que me invaden sin cuidados
rompiendo recuerdos recurrentes.
Es mejor navegar en la inconsciencia
que morir entre ensueños laboriosos.

Verdes, sepias, blancos, negros, rojos;
pintan sueños en los rizos de las tardes.
Solo eso, fantasías, quimeras de mis días.
Soles, vientos, lunas, esencias rigurosas;
reunión inmune en todos los silencios.



Raul Noro



Aire acondicionado

Una siesta de calores obscenos, cuando las mariposas mueren con las alas achicharradas, un loro olvidado por esas hora en el patio sin sombras de una casa, callò redondo sin pronunciar palabra y los 49 grados a la sombra cuestan como 59.
En un acto de heroísmo único decido visitar a mi amigo jujeño. Él, estudiante de derecho en Tucumán, yo de paso hacia Córdoba para retomar los libros de medicina  ante los próximos exámenes de marzo. (Por aquella época no habían ómnibus desde Jujuy a la Docta. Debo estacionarme por unas horas en la Ciudad de la Independencia).
Camino agobiado hasta la casa de los educandos; el timbre no está habilitado, hago resonar, con los nudillos, la puerta de maderas vetustas. Al rato se abre y aparece, como despertado de un sueño infinito, uno de los habitantes del inmueble.
-Hola. Soy Alfredo amigo de Raúl, vengo por unos minutos; quiero verlo.
-Ahhh… Bueno.
-¿Entro?
-Mejor espera. Le aviso. Creo que duerme. ¡¡Con este calor…!!
-Espero…
            Se cierra el portal y quedo en la vereda asado. Por fin se mueve de nuevo el ingreso y aparece la imagen fantasmal del amigo, está dentro de una salida de baño a rallas descompuestas y algunos flecos indecentes; la vestimenta chorrea agua, se trata de una “sopa humana”. Los ojos, apenas abiertos, se delatan venidos como ensueños impenitentes en la siesta necesaria de aquella condenación. Es el mes de febrero.
-¡¡Alfredo!!
-Si, Alfredo.
-¡¿Qué haces en este infierno y a esta hora?!
-Vine a visitarte; estoy de paso a Córdoba; espero el ómnibus de las 17.
-Bueno. Pasà.
-¿Te puedo preguntar algo?
-Si. Claro…
-¿Qué haces con este atuendo encharcado?
-Ahhh… ¡El calor de mierda…!
-Sí, pero no entiendo: ¿Te inundas con la salida de baño puesta?
-Claro. ¡Pasà! Ahora te explico… –Ingresamos al baño, se ubica debajo de la ducha -siempre con la salida puesta- y acciona el surtidor a todo trapo hasta completar el empapado, cierra la canilla y salimos, va  regando el pasillo. Ingresamos al dormitorio y me señala su cama: luce sin el colchón, brilla el elástico de alambres enrulados, los de antes; abajo un ventilador a toda marcha dirige el vendaval hacia arriba. Y para mejor explicación se acuesta -inundado- encima de la “alambrada” con el chorro de aire refrigerante…
-¡Es la única forma de poder dormir la siesta! –Se revela Raúl Noro.

Nacimiento de Guemes.

                  
   
  Donde Nació Güemes

          El lugar donde nació el General Miguel Martín de Güemes suscitó una larga polémica por la falta de una documentación fehaciente  de época con respecto al lugar y día precisos del natalicio  . La tradición oral y los documentos que aporto vienen a resolver -para mí criterio- una inútil controversia:

         Transmisión oral de la familia Ovejero de Salta y Jujuy
     El Dr. Julio Argentino Linares Ovejero (1)  (mi padre), contó lo que sabía su abuela -hija de uno de los protagonistas de esta historia-, Doña Ifigenia Serapia Blas y Eguren (n. Jujuy, esposa de José Gabriel Ovejero Zerda), acerca del nacimiento de Güemes como un acontecimiento fortuito, anecdótico, azaroso: Decía que María Magdalena de Goyechea y la Corte (n. 1763 – S. S. de Jujuy), embarazada y en viaje de retorno desde San Salvador de Jujuy a la ciudad de Salta -luego de visitar a su padre muy enfermo, quien falleció poco tiempo después-, (2) inicia el trabajo de parto a mitad del camino, lo que obliga detener la marcha. Ante la emergencia da a luz en una vivienda próxima a “El  Carmen", en una zona de quintas sin una adecuada asistencia médica (llamada Los Pericos en honor a los abundantes loros que habitan por allí), probablemente en la casona  "La Quinteja" propiedad de la familia Villafañe Ovejero, jurisdicción de Salta; desde 1834 Provincia de Jujuy (3).
    Así, y en ese lugar, nace su segundo hijo Martín Miguel. Al día siguiente, necesariamente, reanudan la marcha, siguiendo el histórico camino: San Salvador de Jujuy - Los Alisos - A la derecha de la actual ruta: Sala La Cabaña - cruce del Rio Perico - Posta Rio Blanco con su Capilla - por el Río Los Sauces - Sala y Posta Los Camperos - Sala La Angostura - La Caldera - Ciudad de Salta. Un recorrido -en aquel entonces- calculado en 45 Km; para ser bautizado en la Catedral de la dicha Ciudad de Salta. 
          Debe tenerse en cuenta que a los Ovejeros, además de la amistad, los unía una frecuente y estrecha relación con los Güemes. Fue, justamente, Don José Ovejero Ramírez (4) el bisabuelo de quien trasmitió esta tradición oral, quien adquiere la casa donde pasó su niñez el futuro General y que ocupó nuevamente al casarse (calle España 730  -actualmente "Museo GÜEMES"- ciudad de Salta).

            Este inaudito y particular nacimiento nos anticipa en el tiempo la vida del Caudillo, y es corroborado científicamente por documentos que a continuación se detallan:

  Coronel Emilio Bidondo.
 En el Nº 37 de la revista-libro Historia, correspondiente a marzo-mayo de 1990, que aparece trimestralmente en la Capital Federal, el coronel (RE) Emilio Bidondo publica un artículo donde sostiene que “no hay prueba evidente sobre el nacimiento de Güemes en la ciudad de Salta”; aportando los siguientes datos documentales:

a)         Inserta una Foja de Servicios del cadete Güemes donde consta el siguiente informe: «su país Jujuy». (5) (7)

b)        Agrega que don Joaquín de la Pezuela (6) -que fuera virrey del Perú y antes comandante de las fuerzas realistas del Alto Perú, a las que el prócer contuvo en 1814 en su intento de llegar a Buenos Aires para deponer al gobierno central de las Provincias Unidas-, expresa en su Memoria Militar 1813-1815, que cuadrillas numerosas de gauchos eran «agitadas por un Güemes natal de Jujuy». (7) 

           
              Luego de analizar las fuentes que fundamentan la historia del nacimiento del General Martín Miguel de Güemes Goyechea -quien lleva los nombres de su abuelo materno: Martín Miguel de Goyechea, Teniente  Gobernador de Jujuy-; se concluye que la polémica ha finalizado.  
        (Los pueblos de Perico del Carmen y el de Perico de San Antonio deben difundir este inaudito capítulo de nuestra historia y rendir homenaje al hijo de su tierra.)
_                                           ___________

              Debe decirse -enfáticamente- que el General Miguel Martín de Güemes es uno de los mayores héroes de la libertad, Su lugar está en cada punto de nuestra Latinoamérica, por encima de cualquier regionalismo egoísta. Su figura derrotando -con un inédito ejército de gauchos montoneros- al mejor ejército de aquel entonces en el mundo, el Español, venido de la escuela napoleónica, lo ubica entre los Más Grandes de América.-

           

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(1) Esta tradición oral fue narrada en reiteradas oportunidades, por mi padre el Dr. Julio Argentino Linares Ovejero, quien desempeña su profesión como médico clínico obstetra en el "Hospital San Roque" de S. S. de Jujuy (9 de julio 1905 Salta-1989 Córdoba); habiéndola recibido, a su vez, de su abuela materna Doña Ifigenia Serapia Blas Eguren (n. en Jujuy, hija de Don Pascual Blas*), casada con Don José Gabriel Ovejero Zerda (n. 1836 - Salta); hijo, este último, de D. José Ovejero González, fundador del Ingenio Ledesma y quien adquirió la propiedad de la calle España 730 en la ciudad de Salta (todavía en pie y a partir del 22 de marzo de 2017, Muso Güemes). Allí funcionaron las oficinas del padre del General, pasó su infancia y posteriormente, después de casarse, volvió a habitarla. 
*Don Pascual Blas (casado con Josefa Ursula Eguren), se contaba entre los 34 màs "Grandes Propietarios de Jujuy". "Estadísticas de las Propiedades, Jujuy 1855". Cuadernos FHyCS Nº 21-11-22 año 2003. Cuadro 2. Universidad Nacional de Jujuy.
(2) María Magdalena de Goyechea y de La Corte (madre del General), nacida en San Salvador de Jujuy, 1764. Casada en Jujuy con el español Gabriel de Güemes Montero, nacido en Abionzo, Santander, 1748. Nombrado, en enero de 1778, Tesorero Oficial en las Reales Cajas de San Salvador de Jujuy; luego trasladado como tesorero en la Real Hacienda de la provincia de Salta. (Primer hijo: Dr. Juan de Dios Tomás Manuel de Güemes Goyechea, nacido y bautizado el 8 de Marzo de 1783 en San Salvador de Jujuy; abogado graduado en la "Universidad Mayor San Francisco Xavier", de Sucre, Bolivia). Padre : Martín Miguel de Goyechea y Argañarás, Teniente Gobernador de Jujuy, nace y muere en San Salvador de Jujuy (1732 – 1785). Madre: Ignacia de la Corte Rosas, nace en San Salvador de Jujuy. Abuelos: Antonio de la Corte Rosas (n.  España.), y María de Palacios Ruiz Llanos (n. 1700 Jujuy). Bisabuelos: Juan de Palacios Martínez de Iriarte (n. 1680 – Jujuy), y Juana Crisóstoma Ruiz de Llanos Albarracín (n. Jujuy – Fall. 1729 Jujuy), etc. Pudiendo llegar hasta la fundación de San Salvador de Jujuy.
(3)  “Los Perico”. Llamada de esta forma por la abundancia de loros “pericos” que se encuentran en esa zona. Comprende una amplia región agrícola ganadera –ya presente en aquella época-, desde la actual ciudad de Perico de la Estación, pasando por Perico del Carmen, hasta Perico de San Antonio.
(4) “… José Ramírez Ovejero, quien en 1830 había fundado el Ingenio Ledesma, en la vecina Provincia de Jujuy, que en el siglo siguiente llegaría a ser el ingenio azucarero más grande de Sud América.”   (María Fernanda Justiniano. «Poder y riqueza en Salta a fines del siglo XIX: ¿cuánto de vacas y cuánto de azúcar?». Revista Escuela de Historia, Facultad de Ciencias Económicas y Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta).

           (5) Los datos volcados en la foja de servicio tienen que haber sido consignados por el propio cadete Güemes: "su país Jujuy". (“13 de febrero de 1799: Se le da de alta como cadete de la Compañía del 3er. Batallón del Rey. Fixo en Buenos Aires, destacado en Salta”).

              (6) Joaquín González de la Pezuela Griñán y Sánchez de Aragón Muñoz de Velasco (Naval1761 - Madrid1830) fue noblemilitar y político español, I marqués de Viluma. Tras derrotar al general rioplatense José Rondeau en la Batalla de Viluma o de Sipe Sipe,1​ fue nombrado trigésimo noveno virrey del Perú (7 de julio de 1816 - 29 de enero de 1821) y capitán general de los Ejércitos.
Árbitro. Wikidata                (7) Archivo General de Simancas. España.


            Fe de bautismo del futuro General Güemes: 
"En esta Santa Iglesia Matriz de Salta en nueve de febrero de mil setecientos ochenta y cinco, Yo el Cura Rector más antiguo exorcicé, bauticé y puse óleo y crisma a Martín Miguel Juan de Mata, criatura nacida de dos días, e hijo legítimo de don Gabriel de Güemes Montero y doña María Magdalena de Goyechea y La Corte y fueron sus padrinos de agua y óleo don José González de Prada, Contador Ministro de Real Hacienda y doña María Ignacia Cornejo y para que conste lo firmo. Dr Gabriel Gómez Recio”.
  

         En el único registro de la época -con motivo del Sacramento del Bautizo- y con respecto al nacimiento de Martín Miguel Juan  de Mata Güemes y Goyechea, no se hace referencia: ni al día, ni al lugar donde ocurrió dicho nacimiento.-

Notas
Esta tradición oral tiene tres escalones, a saber:
1) Josefa Ùrsula Eguren.
2) Ifigenia Serapia Blas.
3) Julio Argentino Linares: 
4) Sus siete hijos, entre ellos Alfredo Linares.

Primera publicación: 17 de diciembre de 2012 ("Nacimiento de Güemes").

Dr. Alfredo Linares.

Dr. Ricardo Podio



El Examen

            Nací en San Salvador de Jujuy. Mi madre cordobesa es hermana de otras once ramas del mismo tronco.
            Durante algunos de los veranos, después de las fiestas de fin de año en mí terruño, solía viajar a Córdoba a casa de mi abuela en Caseros 830, una cuadra posterior al Amparo de María y  Colegio Santo Tomás, con su iglesia neogótica en la esquina. Allí transcurren parte de mis vacaciones en algunos estíos.
A finales de la década de 1940 sumo yo no más de nueve años de edad, y viajo a la ciudad de Córdoba en tren para unas holganzas diferentes. Urbe  que aparece ante mi fantasía como un emporio de novedades interminables. En estas circunstancias mi abuela y madrina, Doña Lola, me manda hacer algunas compras al almacén de la esquina: en Caseros y San José de Calasanz. Uno de los hijos del comerciante es médico reciente, pero ya famoso por sus cualidades humanas y profesionales. En el vecindario se habla con respeto y admiración por la capacidad y bonhomía del doctor; situación que llama mucho la atención.
Un día a la semana, a partir de la otra esquina, sobre la calle Artigas, se monta una feria de frutas y verduras. Apenas se ingresa por el callejón central, surge arrogante una gran olla férrea rematada con dos grandes manijas, en su interior espera el aceite hirviendo fisgoneado por un bracero; el cocinero, de delantal blanco, porta una enorme jeringa metálica: dispositivo integrado por un grueso cilindro con terminación dentellada, como si de la parte superior de una muleta se tratara, una culata està diseñada para ser apoyar en el hombro y se prolonga en un vástago al estilo de las bielas y  penetrar el cilindro. Relleno el dispositivo con  engrudo (agua con harina), el ranchero acomoda el extremo en el hombro, toma las manijas, tracciona con fuerza mientras se hunde el pistón de tal forma que sale la masa por el extremo fenestrado y caer en el aceite generando burbujeos mientras dibuja, en forma continua, círculos concéntricos hasta colmar la superficie; pasados unos minutos el color blanco de la preparación se torna dorada, en este punto extrae la “rosca”, la dispone sobre una mesa empapelada con rapidez, munido de pinza y tijera la secciona en tramos de no más de 20 centímetros, todos iguales; finalmente  espolvorea con azúcar: y vocifera: “churros calientes, los que quiere la gente, a un peso la docena”.
            Los fines de semana en el gran lago del Paseo Sobremonte, lanchitas y autitos a pedal navegan en círculo todas las tardes de los sábados y domingos. (Antes de la construcción del enorme edificio de la Municipalidad, sostenido por enormes clavos de acero).
            Otra de las novedades, en estos años felices, es el tranvía que baja por la calle Corro y concluye su recorrido en la terminal, no lejos de la casa de mi abuela. El conductor, parado, manipula una pulida y dorada manija que da velocidad al carromato eléctrico, antes de cada esquina hace tronar una campana  anunciando su paso; de tanto en tanto, para cambiar de vías, detiene la marcha, baja con el largo barreno que oficia de  palanca entre los rieles. El guarda, también parado, se aburre en la parte posterior.  
            Un día, como por arte de magia, brotan en muchas esquinas céntricas  heladeras pintadas de rojo con anuncios blancos, ofrecen el famoso refresco oscuro en botellitas de vidrio. También puestos callejeros, montados sobre ruedas y con techo, están equipados con un novedoso adminículo llamado licuadora y una barra de hielo que raspada por una cajita metálica con hendidura y filo se colma de agua congelada,  molida, lista para el "licuado de banana con leche"; un clásico para siempre.
            Otras veces, en el “asiento rumble” de la parte de atrás de una cupe Ford 1936, acompaño a mi tío Oscar que recorre, guiado por anuncios en el diario “Los Principios”, propietarios que anuncian inmuebles en compra o venta, ofreciendo sus servicios de escribano.
            Un mundo de novedades. De todo ello, lo que queda para siempre en la memoria por trascendente, es el registro indeleble del médico joven idolatrado por el barrio.

            Finalizados los estudios primarios en la escuela Belgrano y secundarios en el Colegio Nacional de San Salvador de Jujuy; motivado profundamente por mi padre y su profesión de galeno en su entrega al servicio de todos, me imprime la decisión de ingresar a la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba; donde egresó también él, en la década de los años 30. Mi primer examen, el de Anatomía Descriptiva, preparado a conciencia con los amigos y compañeros: Jorge Bit Chakoch y Ernesto Mármol, resulta un fracaso total: La noche anterior, en casa de Jorge del Barrio San Vicente, hacemos el repaso general que duró hasta las primeras horas del día “D”; luego de dormir muy poco,  despierto ya sobre el tiempo del examen, me visto rápido y salgo a la calle para tomar el ómnibus. Al llegar a la Cátedra, en el Hospital de Clínicas, encuentro al Profesor adjunto, Dr. Antonio, cerrando el registro de alumnos, le explico mi tardanza y accede a incorporarme al listado que firmo finalmente; calculo en dos horas, al menos, para que llegue mi turno. Decido continuar el repaso con el libro muy cerca de la Cátedra, en el umbral de Anatomía Patológica... Grande fue mi sorpresa cuando desperté pasado mi turno, corrí a la Cátedra y el examen había concluido, los profesores ya no estaban. (Había confirmado mi presencia, me llamaron y no estaba. ¿El primer aplazo? ¿Un cero? No, el primero de la carrera no se computa). Explicar el increíble final de mi  experiencia inaugural a los amigos fue una tarea ímproba, al punto que decidí mentir, incluidos padres y parientes; la información ventilada: “Fui bochado”.
            Vivo en un departamento de Caseros 2030, alquilado por el amigo jujeño Èdison Ramón Alfaro Ocampo, también estudiante de medicina, dos años adelante. Es él, quien me invita, una tarde de 1959, a una asamblea estudiantil en el Aula Magna del Hospital Clínicas. ¡Es mi participación inaugural en la vida estudiantil! Se debate, entre los partidos Reformistas y el Integralista, aspectos del gobierno tripartito; no hay acuerdo y la discuciòn sube de tono. Mi amigo milita en la agrupación Humanista, fracción estudiantil casi inexistente al punto que es el único representante en el debate. En el furor de la batalla verbal, mi amigo, pide la palabra en varias oportunidades sin resultado; yo a su lado no entiendo nada. Finalmente, el presidente de la asamblea pontifica: “Tiene la palabra el compañero Alfaro del Humanismo”; es un Integralista que trata de “digerir” el debate y que a ojos vistas van perdiendo. Me llama mucho la atención que lo individualice tan nítidamente en el alboroto multitudinario. ¡Silencio en el anfiteatro! Édison Ramón proclama: “Vengo a impugnar la asamblea por no estar presente la mitad más uno de los estu…”; no lo dejan concluir; a partir de ese momento siento caer sobre mi humanidad todo tipo de proyectiles: bollos de papel, tizas, borradores, mechados con un vocerío aturdidor y proclamas partidistas mientras los reformistas se apresuran a retirarse, finalmente lo hacen los del otro bando. Quedamos, mi compañero y yo, solitarios, averiados… Inmortal experiencia en las lides estudiantiles. Con el tiempo entiendo cuál puede ser una de la  estrategia para desbaratar una convocatoria. Llevo vívidos un sinfín de acontecimientos, motivos para otros relatos…
           
            Marzo de 1963, curso la mitad de la carrera. Consulto, en el transparente de la Cátedra de Medicina Interna, los días de clases teóricas y de prácticos. El primer día, apoltronado en la “tribuna” del Aula Magna, esperamos al Profesor; el recinto esta colmado y los rezagados se sientan en la escalinata, hay también algunos graduados y los ayudantes de cátedra, se respira un clima de expectación. "Aquel profesor debía ser importante" medito. Por fin ingresa, saluda, recorre con la mirada el recinto colmado: “Esta es la primera clase, les ruego mucha atención, pueden hacer preguntas, no usen grabadores” pronuncia. Gira, toma una tiza y escribe una enumeración de temas, el silencio es total;  comienza la Clase Magistral. La curiosidad me invade: ¿Quién es aquel profesor de tanto respeto y atención? Aprovecho un descanso y pregunto a un compañero, el de mi costado, como se llama y me informa... "¡¡Es él... El mismo médico del barrio en mi niñez, hijo del almacenero de la esquina de Caseros y San José de Calasanz...!!"; resucita la impronta de la infancia. 
            Finalizado el año las clases y los prácticos, decido rendir primero Patología Médica, la preparo con Ernesto (el amigo desde la escuela primaria en Jujuy). 
            Inscrito en la secretaría para el examen, anoto la fecha y la hora. Llegó el día. ¡Por fin el momento de la verdad! Aguardo con los compañeros el llamado para entrar, permanezco expectante, más que en otras oportunidades. Por fin se abre la puerta, el docente pronuncia mi nombre, ingreso confiado, me siento, doy vueltas al bolillero y saco tres, elijo una con los temas que mejor recuerdo, no obstante uno de  ellos no es importante, el que menos asimilé: estoy seguro que no me hará preguntas de ese contenido; el resto es de mi preferencia.
      -Que bolilla elige.
      -La ocho Profesor. -Sentado espero que me interrogue. El docente consulta los temas.
-Factores de coagulación y hemofilia -Ordena finalmente. Mi turbación es evidente; debo responder aquello mal estudiado. ¡¡Justo eso!! Pálido, con taquicardia y desolado me animo a explicar:
-Profesor, ese capitulo es el único al que no le presté atención... Pero he preparado toda la materia bien.
-Alumno. ¿No estudió?
-Sí. Profesor… ¡Si! Toda la materia y solo leí ligeramente el genético de la hemofilia.
-¿Por qué no lo hizo? Además es uno de los contenidos que usted eligió con la bolilla.
-La verdad: porque se trata de un tema histórico. Ya no existe. Por ese motivo no lo estudié.
-Es decir: ¿No sabe nada de la hemofilia?
-Solo recuerdo que hay dos factores: el ocho y nueve.
-¿Qué más puede decir?
-Muy poco más. Profesor…
-Ahora explique: ¿Porque para usted la hemofilia ya no existe?
-Todo comenzó cuando descubrieron que la Reina Victoria de Inglaterra tenía descendientes varones con problemas de coagulación: creo que uno se llamaba Leopoldo, y otros muchos sucesores como hijos del Zar de Rusia y del ex-Rey de España, Alfonso XIII. Desaparece el problema cuando en la nobleza dejaron de casarse entre parientes…
-Bueno… Tengo que reprobarlo.
-Si.
-Pero usted me dice que el resto lo estudió a conciencia.
-Si. Profesor. –Intuyo un final feliz, el corazón se aselara aún más.
-Está bien. Dejemos el bolillero. Empecemos…
Desde aquel momento y durante casi tres horas duro el examen. El Profesor me “paseó” por toda la materia y pude responder bien.
En un momento se pone de pie y dice: “Acompáñeme”. Ingresamos a la sala, al final de las camas se detiene y señala a dos enfermos: “Alumno. Estos pacientes no son descendientes de la Reina Victoria de Inglaterra y tienen hemofilia”. –¡No salgo de mi asombro!…
(En el pasillo aguardan mis compañeros sus turnos. Después me entero que no atinaban a comprender que pasaba con mi examen tan prolongado, además, porqué me llevò hasta la sala de internados).
Regresamos al lugar del examen.
-Linares. Usted va ser médico y es probable que durante su profesión le toque asistir a un paciente con hemofilia, y no sabrá que hacer porque no estudió. Ser un médico es un tremendo compromiso con la sociedad, de usted dependerá la vida o la muerte… ¡¡Qué responsabilidad la mía y la suya!! ¿Qué le parece?
-Grave profesor.
-De acuerdo… -Un silencio de siglos- Respondió bien los otros temas. Pero… ¿Me promete que mañana, o esta misma noche, va a estudiar conscientemente el tema que no sabe?
-Si Profesor. ¡Le prometo!
-Puede retirarse. Está aprobado. –Fue un momento sublime, sentí un inmenso alivio, una gran satisfacción y una mayúscula responsabilidad: la que debía conducirme en adelante…
¡¡Había aprobado!! Salí casi a los saltos con una enorme sonrisa.
-¿Qué pasó? –Me interrogan los de la espera.
-Algo grandioso: ¡No supe un tema, el de la hemofilia, pero me hizo renunciar al bolillero y me pregunto de todo!
-¿Y…? ¡Contestaste bien! –Silencio…- ¿Solo ese no respondiste?
-¡Si! Te pondrá un nueve.
-No sé, quizás un ocho, o siete. ¡Lo que sea! 
Por fin sale el último alumno, ya es de noche. Esperamos las notas. Se abre la puerta y aparece la secretaria con el registro de alumnos del examen, lee pausadamente los apellidos y nombres, finalmente la nota; debo esperar, la expectativa va en aumento, el último en nombrar soy yo ¡Por fin llega!: “Linares Alfredo: CUATRO”. Es el término de una jornada intensísima, incomparable, justa, para el recuerdo. Pero no termina allí, nuevamente me nombra y agrega: El Profesor quiere hablar con usted, puede pasar, lo espera en su despacho”. Nuevamente la taquicardia. Entro sin demora.
-Permiso Profesor.
-Siéntese. Lo hice llamar para pedirle un favor. -Me  sorprendo. No atino a creer que sea yo el que haga un favor.
-Quiero que mañana pase por mi consultorio, a las 19 horas. Esta es la dirección.
-Sí Dr. Estaré a esa hora. –No pasó por mi cabeza averiguar el motivo de la cita.
Al otro día, antes de las 19, estoy en la sala de espera… Sale la secretaria y me hace ingresar. El Profesor -sentado detrás del escritorio atiborrado de libros y papeles-  levanta la mirada y dice:
-Dr. Linares. –Primera enorme sorpresa: ¡Me llama doctor!
-Quiero que vigile un goteo en el domicilio de un paciente particular. Yo estaré para canalizarlo, usted quedarà controlandolo según las instrucciones que ahora le explico. –Y continuó instruyendo, con detalles, la tarea encomendada; finalmente debía llamar por teléfono avisando haber concluida mi participación. Esto se repitió, en el transcurso de un mes.
Pasaron algunos días y recibo de secretaría una nueva cita para concurrir al consultorio del cardiólogo.
-Buenas tardes Profesor.
-Hola Linares. Muchas gracias por su colaboración. ¿Cómo se sintió con lo encomendado?
-Muy bien, Profesor.
-¿Se dio cuenta qué problema tienen los pacientes en los que usted participó controlando el goteo?
-Si. Profesor.
-Dígame.
-Son hemofílicos.
-Bien… ¡Bien! ¿Y cómo lo sabe?
-Por los síntomas previos, la transfusión de sangre y…
-Muy bien. –Abre el cajón del escritorio y saca un sobre cerrado. Lo recibo desconcertado y trato de abrirlo.
-¡No! Ahora no… En su casa.
Salgo expectante con el último acontecimiento. Llego a lo de mi abuela, entro al dormitorio apurado, me siento en el pupitre de mis afanes estudiantiles y abro el sobre:  encuentro dinero y una nota que dice: “Corresponde a los honorarios por su colaboración.
Muchas gracias.
(Una firma y un sello) 
Dr. Ricardo Podio

¡¡La más importante lección en mi carrera, la de un Gran Ser Humano!!


Profesor Ricardo Podio:
“La Facultad de Ciencias Médica  convocó el 13 de agosto en el Aula Magna del Hospital Nacional de Clínicas a un homenaje al Dr.  Ricardo Podio, el médico, profesor, amigo, sembrador de conocimientos y humanismo. Se entregó, a través de sus familiares, la medalla post mortem en reconocimiento a su trayectoria.
Podio fue un precursor en el ámbito médico; fundador de la Sociedad de Cardiología de Córdoba sus trabajos de exploración de la actividad eléctrica miocárdica marcaron un hito en la especialidad. Este visionario incorporó las residencias médicas en la ciudad; creó el equipo Interdisciplinario de Psicopatología en el Hospital de Clínicas; la UTI del Servicio de Radioisótopos y el Servicio de Técnicas no invasivas.
El histórico recinto, colmado de médicos y estudiantes, recobró la mística de sus mejores momentos, cuando distintos expositores relataron las historias de vida de Podio, arrebatada por la enfermedad a los 58 años.
El Prof. Dr. Emilio Kuschnir describió la trayectoria profesional remarcando sus profundas convicciones de sentido democrático y federalismo.

Alberto Cerda, ex Presidente del Centro de Estudiantes de Medicina, destacó que en la dictadura militar mientras los alumnos eran perseguidos y encarcelados, la postura de Ricardo Podio, poco común en esa época era de solidaridad con el Centro de Estudiantes y su espíritu y actitud democrática de defensa hacia ellos, lo inusual.
Carlos Scrimini, ex Presidente de la FUC rememoró que nunca censuró a los estudiantes o médicos por sus ideas. “Él mismo- expresó – sufrió el aislamiento por cuidar a sus estudiantes y defender la libertad. Era el único o quizás uno de los pocos que recibía, escuchaba y contenía, en épocas de la desolación de la dictadura”.
El Decano de la Facultad de Ciencias Médicas, Marcelo Yorio expresó respecto a la figura de Ricardo Podio “Hablan de Inquebrantable voluntad y diáfana lucidez; hablan de humildad, de sencillez, de profundo respeto por el hombre y fundamentalmente de la prédica con su ejemplo. Seguramente la lucidez es algo que se hereda. Seguramente también que se desarrolla, pero la inquebrantable voluntad es algo, que para los que ya tenemos años, deberíamos demostrar e inculcar en nuestros jóvenes que es muy necesario, porque estas figuras señeras nos demostraron que más allá de esa inteligencia y lucidez, lo que es necesario es la inquebrantable voluntad para cumplir objetivos, y para desafiar adversidades. De este gran hombre se habla de respeto institucional y en este país estamos necesitando mucho de eso. Hablar de esto. Es un hombre que para llegar a donde llegó, cumplió normas, aceptó las normas para llegar por concurso a titular, a presidente de sociedades, también para llegar a gestionar dentro de la Universidad Nacional de Córdoba, porque entendía que el respeto a estas normas hace que las instituciones crezcan fuertes” y agregó “ es importante porque estas personas innovadoras, estas personas que generaban tanto desafío, demostraban a su vez el respeto por el día a día, por el ejercicio del acto de servir, por el ejercicio del compromiso”.

Con cientos de emociones aferradas a los asientos de madera marrón, el Aula Magna del Clínicas convocó a compartir la grandeza de un grande, que marcará para siempre la historia médica en Córdoba y el país. 
Y como regalo para los profesores doctores y estudiantes, una clase magistral a cargo del Dr. Julio A. De La Riva dejó flotando en todo el Hospital Nacional de Clínicas que el conocimiento y el humanismo son parte inclaudicables de la formación de quienes se dedican al arte de curar”.